Domingo XVII
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
A continuación se dice el salmo
Invitatorio, con la antífona:
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva. Aleluya. +
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS
Oficio de lectura
HIMNO
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor va nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA
Ant.1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1
LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Felices los que, poniendo su esperanza en la
cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.
Dichoso el hombre,
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Ant.1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Ant. 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2
EL MESÍAS, REY VENCEDOR
Verdaderamente se aliaron contra tu san-
to siervo Jesús, tu Ungido. (Hch 4, 27)
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo.»
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Ant. 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Ant. 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3
CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA
Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del
sepulcro porque el Padre fue su ayuda. (S. Ireneo)
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tu golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Ant. 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría
PRIMERA LECTURA
Año I
Del primer libro de los Reyes 8, 22-34. 54-61
ORACIÓN DE SALOMÓN EN, LA DEDICACIÓN DEL TEMPLO
En aquellos días, Salomón se puso ante el altar del Señor en presencia de toda
la asamblea de Israel; extendió sus manos al cielo y dijo:
«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en lo alto de los cielos ni abajo
sobre la tierra, tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en
tu presencia con todo su corazón, tú que has mantenido a mi padre, David, la
promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste y por tu mano lo has
cumplido este día. Ahora, pues, Señor, Dios de Israel, mantén a tu siervo David,
mi padre, la promesa que le hiciste, diciéndole: "Nunca será quitado de mi
presencia uno de los tuyos que se siente en el trono de Israel, con tal que tus
hijos guarden su camino andando en mi presencia como has andado tú delante de
mí."
Ahora, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David,
mi padre. ¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra?
Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos
esta casa que yo te he construido! Atiende a la plegaria de tu siervo y a su
petición, Señor, Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace
hoy en tu presencia, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa,
sobre este lugar del que dijiste: "En él estará mi Nombre." Escucha
la oración que tu servidor te dirige en este lugar. Oye, pues, la plegaria de
tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando oren en este lugar. Escucha tú desde
el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona.
Cuando uno peque contra otro, si se le exige juramento y viene a jurar ante tu
altar en esta casa, escucha tú desde el cielo y haz justicia a tus siervos:
condena al culpable dándole su merecido y absuelve al inocente pagándole según
su inocencia.
Cuando los de tu pueblo, Israel, sean derrotados por el enemigo, por haber
pecado contra ti, si se convierten a ti y te confiesan su pecado, y rezan y
suplican en esta casa, escucha tú desde el cielo y perdona el pecado de tu
pueblo, Israel, y hazlos volver a la tierra que diste a sus padres.»
Cuando Salomón terminó de rezar esta oración y esta súplica al Señor, se levantó
de delante del altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos
extendidas hacia el cielo. Y, puesto en pie, bendijo en voz alta a toda la
asamblea israelita:
«¡Bendito sea el Señor, que ha dado el descanso a su pueblo, Israel, conforme a
sus promesas! No ha fallado ni una sola de las promesas que nos hizo por medio
de su siervo Moisés. Que el Señor, nuestro Dios, esté con nosotros, como estuvo
con nuestros padres; que no nos abandone ni nos rechace. Que incline hacia él
nuestro corazón, para que sigamos todos sus caminos y guardemos los preceptos,
mandatos y decretos que dio a nuestros padres. Que las palabras de esta súplica
hecha ante el Señor permanezcan junto al Señor, nuestro Dios, día y noche, para
que haga justicia a su siervo y a su pueblo, Israel, según la necesidad de cada
día. Para que sepan todos los pueblos de la tierra que el Señor es Dios y no hay
otro; y vuestro corazón será todo para el Señor, nuestro Dios, como lo es hoy,
para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos.»
Responsorio Is 56, 7; 1R 8, 29
R. Los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración;
* porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos.
V. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa, de la que dijiste:
«En ella estará mi Nombre.»
R. Porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos.
Año II:
Del libro de Job 28, 1-28
LA SABIDURÍA PROVIENE SÓLO DE DIOS
Job tomó la palabra y dijo:
«Tiene la plata un venero, el oro un lugar donde se afina, el hierro se extrae
de la tierra y al fundirse la piedra sale el bronce.
Un límite pone el hombre a las tinieblas, sondea, hasta los últimos rincones,
las grutas más lóbregas y oscuras, perfora galerías inaccesibles, olvidadas del
viajero, y oscila suspendido, lejos de los hombres.
La tierra que da pan se trastorna con fuego subterráneo; sus piedras son
yacimientos de zafiros, almendras de oro contienen sus terrones. Su sendero es
ignorado por el buitre, no lo divisa el ojo del halcón, no lo huellan las fieras
arrogantes, no lo pisa el león.
El hombre echa mano al pedernal, descuaja las montañas de raíz; y abre galerías
en la roca, atenta la mirada a todo lo precioso; explora los hontanares de los
ríos y saca a luz riquezas escondidas.
Pero la sabiduría, ¿de dónde se saca?, ¿dónde está el yacimiento de la prudencia?
El hombre no conoce su precio, no se la encuentra en la tierra de los vivos.
Dice el abismo: "No está en mí", y el mar responde: "Conmigo no
se encuentra."
No se da a cambio de oro ni se le pesa la plata como precio, no se paga con el
oro de Ofir, con ónices preciosos o zafiros; el oro y el vidrio no la igualan ni
se paga con vasos de oro fino; no cuentan el cristal ni los corales y adquirirla
cuesta más que las perlas; no la iguala el topacio de Etiopía ni se compara con
el oro más puro.
¿De dónde se saca la sabiduría?, ¿dónde está el yacimiento de la prudencia?
Se oculta a los ojos de las fieras y se esconde a los pájaros del cielo. La
muerte y el abismo lo confiesan: "Sólo de oídas su fama conocemos."
Sólo Dios conoce su camino y el lugar donde está su yacimiento, pues él
contempla los límites del orbe y ve cuanto existe bajo el cielo. Cuando al
viento señaló su peso y definió la medida de las aguas, cuando impuso sus leyes
a la lluvia y su ruta al relámpago y al trueno, entonces la vio y la calculó, y
la escrutó hasta el fondo.
Y dijo al hombre: "Temer al Señor es sabiduría, y apartarse del mal,
inteligencia."»
Responsorio 1Co 2, 7; 1, 30
R. Nosotros enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida,
* predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
V. Vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría.
R. Predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la segunda carta a los Corintios.
(Homilía 14, 1-2: PG 61, 497-499)
ESTOY REBOSANTE DE GOZO POR ENCIMA DE TODAS NUESTRAS TRIBULACIONES
Nuevamente vuelve Pablo a hablar de la caridad, para atemperar la aspereza de su
reprensión. Pues, después que los ha reprendido y les ha echado en cara que no
lo aman como él los ama, sino que, separándose de su amor, se han juntado a
otros hombres perniciosos, por segunda vez suaviza la dureza de su reprensión,
diciendo: Dadnos
amplio lugar en vuestro corazón, esto es: «Amadnos».
El favor que pide no es en manera alguna gravoso, y es un favor de más provecho
para el que lo da que para el que lo recibe. Y no dice: «Amadnos», sino: Dadnos
amplio lugar en vuestro corazón, expresión que incluye un matiz de compasión.
«¿Quién -dice- nos ha echado fuera de vuestra mente? ¿Quién nos ha arrojado de
ella? ¿Cuál es la causa de que nos sintamos al estrecho entre vosotros?» Antes
había dicho: En vuestro corazón no hay lugar para nosotros y ahora aclaró el
sentido de esta expresión, diciendo: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón,
añadiendo este, nuevo motivo para atraérselos. Nada hay, en efecto, que mueva
tanto a amar como el pensamiento, por parte de la persona amada, de que aquel
que la ama desea en gran manera verse correspondido.
Ya antes os dije -añade- que os llevamos dentro de nuestro mismo corazón,
unidos en vida y en muerte. Muy grande es la fuerza de este amor, pues que,
a pesar de sus desprecios, desea morir y vivir con ellos. «Porque estáis dentro
de nuestro corazón, mas no de cualquier modo, sino del modo dicho.» Porque puede
darse el caso de uno que ame pero rehuya el peligro; no es éste nuestro caso.
Lleno estoy de consuelo. ¿De qué consuelo? «Del que
vosotros me proporcionáis: porque os habéis enmendado y, me habéis consolado así
con vuestras obras.» Esto es propio del que ama, reprochar la falta de
correspondencia a su amor, pero con el temor de excederse en sus reproches y causar
tristeza. Por esto dice: Lleno estoy
de consuelo, rebosante de gozo.
Es como si dijera: «Me habéis proporcionado una gran tristeza, pero me habéis
proporcionado también una gran satisfacción y consuelo, ya que no sólo habéis
quitado la causa de mi tristeza, sino que además me habéis llenado de una
alegría mayor aún.»
Y a continuación explica cuán grande sea esta alegría, cuando, después que ha
dicho: Estoy rebosante de gozo, añade también: Por encima de todas nuestras
tribulaciones. «Tan grande -dice- es el placer que me habéis dado, que ni estas
tan graves tribulaciones han podido oscurecerlo, sino que su grandeza exuberante
ha superado todos los pesares que nos invadían y ha hecho que ni los
sintiéramos.»
Responsorio 2Co 12, 12. 15
R. Manifesté entre vosotros las señales de un apóstol verdadero:
* con una paciencia probada en todos los sufrimientos, signos, prodigios y milagros.
V. Gustosamente gastaré lo que tengo y me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas.
R. Con una paciencia probada en todos los sufrimientos, signos, prodigios y milagros.
HIMNO FINAL
En los domingos, en las solemnidades y en las fiestas después del segundo responsorio, se dice el siguiente himno:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
Oración
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo;
aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu
dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por
ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.
CONCLUSIÓN
Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V.
Bendigamos al Señor.
Madruga por Dios todo el que
rechaza las obras de las tinieblas
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Ant. 1: Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant. 2: En medio de las llamas, los tres jóvenes unánimes cantaban: "Bendito sea el Señor". Aleluya.
Cántico Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Alabad al Señor sus siervos todos.
(Ap 19, 5)
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;.
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. 2: En medio de las llamas, los tres jóvenes unánimes cantaban: "Bendito sea el Señor". Aleluya.
Ant. 3: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo
pueblo de Dios, se alegran en su
Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Ant. 3: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7,10.12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría,
y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Sucede con el reino de los cielos como con una red que se echa en el mar; una vez llena, separan los peces buenos y tiran los malos.
Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Ant.: Sucede con el reino de los cielos como con una red que se echa en el mar; una vez llena,
separan los peces buenos y tiran los malos.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
Te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.
Oración
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros,
para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Tercia
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias; sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:
El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que
flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
Sexta
En los domingos:
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:
Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.
O bien, tanto en los domingos como en las ferias:
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
Nona
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
O bien:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117
HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
Jesús es la piedra que desechasteis
vosotros, los arquitectos, y que se ha
convertido en piedra angular (Hch 4,11)
I
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo,
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Ant. 1: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant. 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Ant. 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Ant. 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Ant. 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE
Tercia 1Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido; el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.
Oremos:
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo;
aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu
dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas
alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo.
Sexta Ga 6, 8
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne
cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida
eterna.
V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.
Oremos:
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo;
aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu
dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas
alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo.
Nona Ga 6, 9-10
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no
desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos,
pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.
Oremos:
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo;
aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu
dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas
alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo.
CONCLUSIÓN
Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II Vísperas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinara eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7
EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE
Él debe reinar hasta poner todos sus
enemigos bajo sus pies. (1Co 15, 25)
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Ant. 1: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinara eternamente. Aleluya.
Ant. 2: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A
ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO;
LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO
Reconoced que también vosotros,
los que renunciasteis al mundo, ha-
béis salido de Egipto. (S. Agustín)
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Ant. 2: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Ant. 3: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
El cántico siguiente se dice con todos los
Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado.
Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya
sólo al principio y al final de cada estrofa.
Cántico Ap. 19, 1-2. 5-7
LAS BODAS DEL CORDERO
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Ant. 3: Reina el Señor, nuestro Dios,
dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia, y Dios de todo consuelo;
él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación,
mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: El reino de los cielos es una perla fina: el que la encuentra vende todo lo que tiene y la compra.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Ant.: El reino de los cielos es una perla fina: el que la encuentra vende todo lo que tiene y la compra.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Oración
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu
dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amen
Completas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen
de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con
alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.
HIMNO
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.
O bien:
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90
A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE
Os he dado potestad para pisotear
serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.”
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá
más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios
alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Oración
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno,
descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
I
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
II
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
III
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
IV
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.