Nuestro Señor Jesucristo, Rey Universal

INVITATORIO

Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:

    A Jesucristo, rey de reyes, venid, adorémosle.
 
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
        Gloria. Aleluya.

 

LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS

 

Oficio de lectura
 
 
HIMNO
 
Porque eres Hijo de Dios
y eres hijo de María,
porque eres Palabra eterna
de humana carne vestida,
porque eres el Primogénito,
del Padre la imagen viva,
eres Rey de cielo y tierra,
y ante ti todo se inclina.
 
Cuando el pecado
pobló de cardos y ortigas
esta tierra que tu amor
había poblado de risas,
tomaste nuestra miseria
y tomaste nuestra vida;
te hiciste pecado amargo,
te hiciste dolor y espina.
 
Toma en tus manos ahora
esta creación enemiga,
y devuélvenos al Padre,
criaturas buenas y limpias;
toda criatura es tu reino
por origen y conquista,
y por ello te adoramos,
camino, verdad y vida. Amén.
 
 
SALMODIA
 
Ant. 1:
Yo he sido establecido Rey en Sión, su monte santo, y he proclamado sus decretos.
 
Salmo 2
 
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
 
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo. »
 
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo. »
 
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza. »
 
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
 
Ant. 1: Yo he sido establecido Rey en Sión, su monte santo, y he proclamado sus decretos.
 
 
Ant. 2: Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
 
Salmo 71
 
I

 
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
 
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
 
Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
 
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
 
Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
 
Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
 
Ant. 2: Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
 
 
Ant. 3: Que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
 
II
 
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
 
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
 
Que viva y que le traigan el oro de Saba;
él intercederá por el pobre y lo bendecirá.
 
Que haya trigo abundante en los campos,
y ondee en lo alto de los montes,
den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
 
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
 
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso,
que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!
 
Ant. 3: Que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
 
V. Te hago luz de las naciones.
R. Para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
 
 
PRIMERA LECTURA
 
Año I:

 
Del libro del Apocalipsis     1, 4-6. 10. 12-18; 2, 26. 28; 3, 5b. 12. 20-21
 
VISIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE EN SU MAJESTAD

 
    Gracia y paz a vosotros de parte de aquel que es, que era y que será; de parte de los siete espíritus que están ante su trono; y de parte de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra.
    Y a aquel que nos ama, que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, que ha hecho de nosotros un reino y sacerdotes para Dios, su Padre: A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
    Un domingo fui arrebatado en espíritu y oí tras de mí una gran voz como de trompeta. Me volví para ver qué voz era la que me hablaba y, al volverme, vi siete candelabros de oro y, en medio de ellos, una figura como de Hijo de hombre, vestido de una túnica talar y ceñido el pecho con un ceñidor de oro. Sus cabellos y su barba eran blancos como la blanca lana o como la nieve, sus ojos eran como llamas de fuego, sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno y su voz era como el estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su semblante era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Así que lo vi, caí como muerto a sus pies. Él puso su diestra sobre mí y me dijo:
    «Yo soy el primero y el último, el que vive. Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del hades.
    Al que salga vencedor y me sea fiel hasta el fin le daré potestad sobre las naciones, como la he recibido yo de mi Padre, y le daré, además, el lucero del alba. No borraré jamás su nombre del libro de la vida, sino que lo proclamaré en presencia de mi Padre y de sus ángeles. Lo haré columna en el templo de mi Dios, y ya nunca saldrá fuera, y sobre él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, que baja del cielo desde mi Dios, y mi nombre nuevo.
    Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo. Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.»
 
Responsorio     Mc 13, 26-27; Sal 97, 9
 
R.
Verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poder y gloria, y entonces enviará a sus ángeles, * y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
V. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
R. Y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde; el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
 
 
Año II
 
Del libro del profeta Daniel     7, 1-27
 
VISIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE QUE RECIBE EL REINO

 
    El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño, visiones de su fantasía, estando en la cama. Al punto escribió lo que había soñado:
    Tuve una visión nocturna: los cuatro vientos agitaban el océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana. La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: «¡Arriba! Come carne en abundancia.» Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder.
    Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias.
    Durante la visión vi que colocaban unos tronos, y Un anciano se sentó: su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; el trono era como llamas de fuego, y sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
    Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Seguí mirando y, en la visión nocturna, vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron el imperio, el honor y la realeza: todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
    Yo, Daniel, me sentía agitado por dentro y me turbaban las visiones de mi fantasía. Me acerqué a uno de los que estaban allí en pie y le pedí que me explicase todo aquello. Él me contestó explicándome el sentido de la visión:
    «Esas cuatro fieras gigantescas representan cuatro reinos que surgirán en el mundo. Pero los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos.»
    Yo quise saber lo que significaba la cuarta fiera, diversa de las demás; la fiera terrible, con dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba y pateaba las sobras con las pezuñas; lo que significaban los diez cuernos de su cabeza y el otro cuerno que le salía y eliminaba a otros tres, que tenía ojos y una boca que profería insolencias, y era más grande que los otros. Mientras yo seguía mirando, aquel cuerno luchó contra los santos y los derrotó. Hasta que llegó el anciano para hacer justicia a los santos del Altísimo, y empezó el imperio de los santos. Después me dijo:
    «La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra, diverso de todos los demás; devorará toda la tierra, la trillará y triturará. Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino; después vendrá otro, diverso de los precedentes, que destronará a tres reyes; blasfemará contra el Altísimo e intentará aniquilar a los santos y cambiar el calendario y la ley. Dejarán en su poder a los santos durante un año y otro año y otro año y medio. Pero cuando se siente el tribunal para juzgar, le quitará el poder y será destruido y aniquilado totalmente. El imperio y la realeza sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y lo obedecerán.»
 
Responsorio     Mc 13, 26-27; 14, 62
 
R.
Verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poder y gloria, y entonces enviará a sus ángeles, * y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
V. Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso y viniendo sobre las nubes del cielo.
R. Y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
 
 
SEGUNDA LECTURA
 
Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, Sobre la oración
 
(Cap. 25: PG 11, 495-499)
 
VENGA TU REINO

 
    Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él nuestra morada.
    Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino.
    Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
    Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
    Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.
 
Responsorio     Ap 11, 15; Sal 21, 28-29
 
R.
Ha llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, * y reinará por los siglos de los siglos.
V. En su presencia se postrarán las familias de los pueblos, porque del Señor es el reino.
R. Y reinará por los siglos de los siglos.
 
 
HIMNO FINAL
 
En los domingos, en las solemnidades y en las fiestas después del segundo responsorio, se dice el siguiente himno:

 
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
    a ti nuestra alabanza,
    a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
 
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
    y cantan sin cesar:
 
Santo, santo, santo es el Señor,
    Dios del universo;
    llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
 
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
    la multitud de los profetas te enaltece,
    y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
 
A ti la Iglesia santa,
    por todos los confines extendida,
    con júbilo te adora y canta tu grandeza:
 
Padre, infinitamente santo,
    Hijo eterno, unigénito de Dios,
    Santo Espíritu de amor y de consuelo.
 
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
    tú el Hijo y Palabra del Padre,
    tú el Rey de toda la creación.
 
Tú, para salvar al hombre,
    tomaste la condición de esclavo
    en el seno de una virgen.
 
Tú destruiste la muerte
    y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
 
Tú vives ahora,
    inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
 
Tú vendrás algún día,
    como juez universal.
 
Muéstrate, pues, amigo y defensor
    de los hombres que salvaste.
 
y recíbelos por siempre allá en tu reino,
    con tus santos y elegidos.
 
    La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
 
Salva a tu pueblo, Señor,
    y bendice a tu heredad.
 
Sé su pastor,
    y guíalos por siempre.
 
Día tras día te bendeciremos
    y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
 
Dígnate, Señor,
    guardamos de pecado en este día.
 
Ten piedad de nosotros, Señor,
    ten piedad de nosotros.
 
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
    como lo esperamos de ti.
 
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
 
 
Oración
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro. Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
 
CONCLUSIÓN
 
Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
 
V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
 
 
 
Laudes
 
 
HIMNO
 
¡Qué hermoso el Rey en la campaña!
Iba vestido de verdad,
y era su espada de conquista
el fuerte amor que vence al mal.
 
¡Qué hermosa aquella estirpe suya,
desde el divino manantial!
Es rey de la casa de David,
nacido en cuna virginal.
 
Murió en la cruz ajusticiado
por rey del pueblo de Abraham.
¡Éste es el Rey del universo!;
si Dios lo ha escrito, escrito está.
 
Rey que desarmas las conciencias,
rey vencedor de Satanás,
sobre las ruinas del pecado
tú solo creas vida y paz.
 
Oh Jesucristo, mi Señor,
rey poderoso que vendrás,
a tus hermanos pecadores
mira con rostro familiar.
 
¡Bendito el Rey crucificado,
el Rey de reyes inmortal,
desde la altura de tu Padre
reina con cetro de piedad! Amén.
 
 
SALMODIA
 
Ant. 1:
He aquí un varón cuyo nombre es Germen, se sentará en su trono para reinar y proclamará la paz a las naciones.
 
Salmo 62, 2-9
 
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
 
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
 
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
 
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
 
Ant. 1: He aquí un varón cuyo nombre es Germen, se sentará en su trono para reinar y proclamará la paz a las naciones.
 
 
Ant. 2: Se mostrará él grande hasta los confines de la tierra, y él será nuestra paz.
 
Cántico Dn 3, 57-88. 56
 
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
 
Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
 
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
 
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
 
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
 
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
 
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
 
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
 
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
 
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
 
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
 
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
 
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
 
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
 
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
 
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
 
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
 
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
 
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
 
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
 
No se dice Gloria al Padre.
 
Ant. 2: Se mostrará él grande hasta los confines de la tierra, y él será nuestra paz.
 
 
Ant. 3: Dios le otorgó el imperio, el honor y la realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán.
 
Salmo 149
 
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
 
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
 
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
 
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
 
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
 
Ant. 3: Dios le otorgó el imperio, el honor y la realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán.
 
 
LECTURA BREVE     Ef 4, 15-16
 
Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren y actuando a la medida de cada parte, se procura su propio crecimiento, para construcción de sí mismo en el amor.
 
 
RESPONSORIO BREVE
 
V.
Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
 
V. Y que hablen de tus hazañas.
R. Que proclamen la gloria de tu reinado.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
 
 
CÁNTICO EVANGÉLICO
 
Ant.:
Cristo es el primogénito de entre los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra; él ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre. Aleluya.
 
Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

 
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
 
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
 
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
 
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
 
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
 
Ant.: Cristo es el primogénito de entre los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra; él ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre. Aleluya.
 
 
PRECES
 
Hermanos, adoremos a Cristo Rey, el cual existe antes que todas las cosas y en quien todas las cosas tienen su razón de ser. bevernos a él nuestra voz, clamando:
 
    Que venga tu reino, Señor.
 
Cristo, salvador nuestro, tú que eres nuestro Dios y Señor, nuestro rey y pastor,
    conduce a tu pueblo a los pastos de vida.
 
Buen Pastor, que diste la vida por tus ovejas,
    si tú nos guías en nuestra vida, nada nos faltará.
 
Redentor nuestro, que fuiste constituido rey sobre toda la tierra,
    haz que todos los hombres re reconozcan como cabeza de toda la creación.
 
Rey del universo, que viniste al mundo para dar testimonio de la verdad,
    haz que todos proclamemos tu absoluta primacía en todo.
 
Tú que eres nuestro maestro y modelo, y que nos has admitido a tu reino,
    concédenos llevar desde hoy ante tus ojos una vida santa, sin mancha y sin culpa.
 
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
 
Pidamos fervientemente al Padre celestial la llegada del reino de su Hijo a cada uno de los hombres, nuestros hermanos: Padre nuestro.
 
 
Oración
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
 
CONCLUSIÓN
 
V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
 
 
 
hora intermedia
 
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.
 
 
HIMNO
 
Tercia

 
Ven del seno de Dios, oh Santo Espíritu,
a visitar las mentes de tus fieles;
y haz que los corazones que creaste
se llenen con tus dádivas celestes.
 
Ilumine tu luz nuestros sentidos,
encienda el fuego de tu amor los pechos;
Espíritu de Cristo, fortalece
este barro mortal de nuestros corazones.
 
Danos, Amor, tu amor y la alegría
de conocer al Padre y a su Hijo,
de poseerte a ti que eres de entreambos
eternamente el inefable Espíritu. Amén.
 
Sexta
 
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.
 
Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.
 
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.
 
Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
 
O bien:
 
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
 
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
 
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
 
Nona
 
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.
 
Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
 
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
 
O bien:
 
Danos, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud,
que sabe en la fatiga hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:
 
La que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud
y los torpes engaños en verdad.
 
Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón.
 
Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mi. Amén.
 
Pueden usarse también, sobretodo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
 
 
SALMODIA
 
Ant. 1:
El Señor es nuestro juez y legislador, el Señor es nuestro rey: él nos salvará.
 
Salmo 117
HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos,
y que se ha convertido en piedra angular. (Hch 4, 11)

I
 
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
 
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
 
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
 
Digan los fieles del Señor
eterna es su misericordia.
 
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
 
El Señor está conmigo: no temo,
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
 
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
 
Ant. 1: El Señor es nuestro juez y legislador, el Señor es nuestro rey: él nos salvará.
 
 
Ant. 2: Brotarán aguas de vida de Jerusalén, y el Señor reinará sobre todo el orbe.
 
II
 
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
 
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
 
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
 
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
 
Ant. 2: Brotarán aguas de vida de Jerusalén, y el Señor reinará sobre todo el orbe.
 
 
Ant. 3: Se dilatará su principado con una paz sin límites.
 
III
 
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
 
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
 
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
 
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
 
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
 
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
 
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
 
Ant. 3: Se dilatará su principado con una paz sin límites.
 
 
LECTURA BREVE
 
Tercia ;    Col 1, 12-13

 
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.
 
V. El Señor se sienta como rey eterno.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
 
Oremos:
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
Sexta     Col 1, 16b-18
 
Todo fue creado por él y para él; él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
 
V. Tocad para nuestro rey.
R. Porque él es el rey del mundo.
 
Oremos:
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
Nona     Col 1, 19-20
 
En él quiso Dios que residiera toda plenitud; y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
 
V. Aclamad al Rey y Señor.
R. Porque llega para regir la tierra.
 
Oremos:
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
 
CONCLUSIÓN
 
Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
 
V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
 
 
 
II Vísperas
 
 
INVOCACIÓN INICIAL
 
V.
Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.
 
 
HIMNO
 
Oh príncipe absoluto de los siglos,
oh Jesucristo, rey de las naciones:
te confesamos árbitro supremo
de las mentes y de los corazones.
 
En la tierra te adoran los mortales
y los santos te alaban en el cielo,
unidos a sus voces te aclamamos
proclamándote rey del universo.
 
Oh Jesucristo, príncipe pacífico:
somete a los espíritus rebeldes,
y haz que encuentren el rumbo los perdidos
y que en un solo aprisco se congreguen.
 
Para eso pendes de una cruz sangrienta,
y abres en ella tus divinos brazos;
para eso muestras en tu pecho herido
tu ardiente corazón atravesado.
 
Para eso estás oculto en los altares
tras las imágenes del pan y el vino;
para eso viertes de tu pecho abierto
sangre de salvación para tus hijos.
 
Por regir con amor el universo,
glorificado seas, Jesucristo,
y que contigo y con tu eterno Padre
también reciba gloria el Santo Espíritu. Amén.
 
 
SALMODIA
 
Ant. 1:
Se sentará sobre el trono de David para reinar eternamente. Aleluya.
 
Salmo     109, 1-5. 7
EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Él debe reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies. (1Co 15, 25)

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
 
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
 
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
 
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
 
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
 
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
 
Ant. 1: Se sentará sobre el trono de David para reinar eternamente. Aleluya.
 
 
Ant. 2: Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
 
Salmo 144
HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Justo eres tú, Señor, el que es y que era, el Santo. (Ap 16, 5)

I
 
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
 
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
 
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
 
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
 
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus creaturas.
 
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
 
explicando tus proezas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
 
Ant. 2: Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
 
 
Ant. 3: Lleva escrito sobre su manto y en su estandarte este nombre: «Rey de reyes y Señor de señores.» A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
 
Cántico     Ap. 19, 1-2. 5-7
LAS BODAS DEL CORDERO

 
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Ant. 3:
Lleva escrito sobre su manto y en su estandarte este nombre: «Rey de reyes y Señor de señores.» A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
 
 
LECTURA BREVE     1Co 15, 25-28

 
Cristo debe reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando él dice que «todo está sometido», es evidente que se excluye a aquel que ha sometido a él todas las cosas. Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.
 
 
RESPONSORIO BREVE
 
V.
Tu trono, Señor, permanece para siempre.
R. Tu trono, Señor, permanece para siempre.
 
V. Tu cetro real es cetro de rectitud.
R. Permanece para siempre.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Tu trono, Señor, permanece para siempre.
 
 
CÁNTICO EVANGÉLICO
 
Ant.
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», dice el Señor.
 
Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

 
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
 
Ant.: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», dice el Señor.
 
 
PRECES
 
Hermanos, adoremos a Cristo Rey, el cual existe antes que todas las cosas, y en quien todas las cosas tienen su razón de ser. Elevemos a él nuestra voz, clamando:
 
    Que venga tu reino, Señor.
 
Cristo, nuestro rey y pastor, congrega a tus ovejas de todos los puntos de la tierra
    y apaciéntalas en verdes praderas de pastos abundantes.
 
Cristo, nuestro salvador y nuestro guía, reúne a todos los hombres dentro de tu pueblo santo: sana a los enfermos, busca a los extraviados, conserva a los fuertes,
    haz volver a los que se han alejado, congrega a los dispersos, alienta a los desanimados.
 
Juez eterno, cuando pongas tu reino en manos de tu Padre, colócanos a tu derecha
    y haz que poseamos el reino que nos ha sido preparado desde la creación del mundo.
 
Príncipe de la paz, quebranta las armas homicidas
    e infunde en todas las naciones el amor a la paz.
 
Heredero universal de todas las naciones, haz entrar a la humanidad con todos sus bienes al reino de tu Iglesia que tu Padre te ha dado,
    para que todos, unidos en el Espíritu Santo, te reconozcan como su cabeza.
 
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
 
Cristo, primogénito de entre los muertos y primicia de los que duermen,
    admite a los fieles difuntos a la gloria de tu resurrección.
 
Con la confianza que nos da el ser participantes de la realeza de Cristo y coherederos de su reino, elevemos nuestra voz al Padre celestial: Padre nuestro.
 
 
Oración
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
 
CONCLUSIÓN
 
V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amen
 
 
 
Completas
 
 
INVOCACIÓN INICIAL
 
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.
 
 
EXAMEN DE CONCIENCIA
 
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.
 
 
HIMNO

 
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.
 
Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.
 
Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.
 
Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.
 
O bien:
 
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
 
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
 
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.
 
 
SALMODIA
 
Ant.:
Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
 
Salmo 90
A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE

Os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.”
 
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
 
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
 
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
 
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
 
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
 
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
 
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
 
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
 
Ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
 
 
LECTURA BREVE     Ap 22, 4-5
 
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
 
 
RESPONSORIO BREVE
 
V.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
 
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
 
 
CÁNTICO EVANGÉLICO
 
Ant.:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
 
Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL

 
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
 
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
 
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
 
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
 
 
Oración
 
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
 
 
CONCLUSIÓN
 
V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
 
 
 
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
 
I

 
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
 
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
 
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
 
II
 
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
 
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
 
III
 
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
 
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
 
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
 
Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
 
IV
 
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.