JUEVES VII
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta a los Corintios 12, 12-31a
LAS FUNCIONES DE LOS MIEMBROS EN EL CUERPO
Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido
bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos
bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo.
Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por
eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo
parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero
fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien,
Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos
fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es
verdad, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a
los pies: «No os necesito.» Más aún, los miembros que parecen más débiles son
más necesarios; y rodeamos de mucho mayor decoro los que nos parecen más viles.
Los menos honestos necesitan más recato; y los que de suyo son honestos no lo
necesitan. Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a
los más necesitados. Así no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los
miembros por igual se preocupan unos de otros.: Cuando un miembro sufre, todos
sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos lo felicitan. Vosotros sois
el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro.
Y Dios os ha constituido, en la Iglesia: primero, apóstoles; segundo,
predicadores con el carisma de la profecía; tercero, doctores. Luego, vienen: el
don de milagros, la gracia de curaciones, la gracia de asistencia, el don de
gobierno, el don de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son todos predicadores
con el carisma de profecía? ¿Todos doctores? ¿Todos taumaturgos? ¿Acaso tienen
todos el don de sanar enfermos? ¿O el don de lenguas? ¿O el don de interpretación?
Ambicionad los dones más valiosos.
Responsorio Rm 12, 4. 5. 6
R. A la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros desempeñan distinta función,
* lo mismo nosotros: siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, e individualmente somos miembros unos de otros.
V. Teniendo carismas diferentes, según la gracia que Dios nos ha dado.
R. Lo mismo nosotros: siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, e individualmente somos miembros unos de otros.
Año II:
De la segunda carta a los Corintios 4, 5-18
FRAGILIDAD Y CONFIANZA DEL APÓSTOL
Hermanos: No nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Cristo
Jesús como Señor; nosotros nos presentamos como siervos vuestros por Jesús. El
mismo Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas», ha hecho brillar
la luz en nuestros corazones, para que demos a conocer la gloria de Dios que
resplandece en el rostro de Cristo.
Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca evidente que la
extraordinaria grandeza del poder es de Dios, y que no proviene de nosotros. Nos
aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; nos ponen en aprietos, mas no
desesperamos de encontrar salida; somos acosados, mas no aniquilados;
derribados, pero no perdidos; llevamos siempre en nosotros por todas partes los
sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste
en nosotros. Aun viviendo, estamos continuamente entregados a la muerte por Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en esta nuestra vida mortal.
Así pues, en nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida.
Pero como somos impulsados por el mismo poder de la fe -del que dice la
Escritura: «Creí, por eso hablé»-, también nosotros creemos, y por eso hablamos.
Y sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con
Jesús, y nos hará aparecer en su presencia juntamente con vosotros. Porque todo
esto es por vosotros, para que la gracia de Dios, difundida en el mayor número
de fieles, multiplique las acciones de gracias para gloria de Dios.
Por eso no perdemos el ánimo. Aunque nuestra condición física se vaya
deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día. Y una tribulación pasajera y
liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos fijamos en lo
que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve
es eterno.
Responsorio 2Co 4, 6; Dt 5, 24
R. El mismo Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas»,
* ha hecho brillar la luz en nuestros corazones,
para que demos a conocer la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo.
V. El Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su
grandeza, y hemos oído su voz.
R. Ha hecho brillar la luz en nuestros corazones,
para que demos a conocer la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo.
SEGUNDA LECTURA
De las Instrucciones de san Columbano, abad
(Instrucción 1, Sobre la fe, 3-5: Opera, Dublín 1957, pp. 62-66)
LA INSONDABLE PROFUNDIDAD DE DIOS
Dios está en todas partes, es inmenso y está cerca de todos, según atestigua de
sí mismo: Yo soy -dice-
un Dios cercano, no lejano. El Dios que buscamos no está lejos de nosotros, ya
que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia. Habita en
nosotros como el alma en el cuerpo, a condición de que seamos miembros sanos de
él, de que estemos muertos al pecado. Entonces habita verdaderamente en nosotros
aquel que ha dicho: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos. Si somos
dignos de que él esté en nosotros, entonces somos realmente vivificados por él,
como miembros vivos suyos: Pues en él -como dice el
Apóstol- vivimos, nos movemos y existimos.
¿Quién, me pregunto, será capaz de penetrar en el conocimiento del Altísimo, si
tenemos en cuenta lo inefable e incomprensible de su ser? ¿Quién podrá
investigar las profundidades de Dios? ¿Quién podrá gloriarse de conocer al Dios
infinito que todo lo llena y todo lo rodea, que todo lo penetra y todo lo
supera, que todo lo abarca y todo lo trasciende? A Dios ningún hombre vio ni
puede ver. Nadie, pues, tenga la presunción de preguntarse sobre lo
indescifrable de Dios, qué fue, cómo fue, quién fue. Éstas son cosas inefables,
inescrutables, impenetrables; limítate a creer con sencillez, pero con firmeza,
que Dios es y será tal cual fue, porque es inmutable.
¿Quién es, por tanto, Dios? El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo
Dios. No indagues más acerca de Dios; porque los que quieren saber las
profundidades insondables deben antes considerar las cosas de la naturaleza. En
efecto, el conocimiento de la Trinidad divina se compara con razón a la
profundidad del mar, según aquella expresión del Eclesiastés: Profundo quedó lo
que estaba profundo: ¿quién lo alcanzará? Porque, del mismo modo que la profundidad
del mar es impenetrable a nuestros ojos, así también la divinidad de la Trinidad
escapa a nuestra comprensión. Y por esto, insisto, si alguno se empeña en saber lo
que debe creer, no piense que lo entenderá mejor disertando que creyendo; al contrario,
al ser buscado, el conocimiento de la divinidad se alejará más aún que antes de aquel
que pretenda conseguirlo.
Busca, pues, el conocimiento supremo, no con disquisiciones verbales, sino con la
perfección de una buena conducta; no con palabras, sino con la fe que procede de
un corazón sencillo y que no es fruto de una argumentación basada en una sabiduría
irreverente. Por tanto, si buscas mediante el discurso racional al que es inefable,
estará lejos de ti, más de lo que estaba; pero, si lo buscas mediante la fe,
la sabiduría
estará a la puerta, que es donde tiene su morada, y allí será contemplada, en parte por
lo menos. Y también podemos realmente alcanzarla un poco cuando creemos en aquel que es
invisible, sin comprenderlo; porque Dios ha de ser creído tal cual es, invisible, aunque
el corazón puro pueda, en parte, contemplarlo.
Responsorio Sal 35, 6-7; Rm 11, 33
R. Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes;
* tu justicia es como las altas cordilleras, tus sentencias como el océano inmenso.
V. ¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios!
R. Tu justicia es como las altas cordilleras, tus sentencias como el océano inmenso.
Oración
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar
y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.