JUEVES IX
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la carta del apóstol Santiago 4, 1-13a
LA RAÍZ DE LA DISCORDIA
Queridos hermanos: ¿De dónde provienen las guerras y de dónde las batallas entre
vosotros? ¿De dónde sino de las pasiones que luchan en vuestros miembros?
Codiciáis, y no tenéis; matáis y envidiáis, y no podéis alcanzar nada. Lucháis y
hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís
mal, sólo para dar satisfacción a vuestras pasiones. Adúlteros, ¿no sabéis que
la amistad del mundo es enemistad con Dios?
Quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. ¿O pensáis que la
Escritura dice sin razón: «Con celos ama el espíritu que él hizo que habitase en
nosotros»? Pero él da una gracia mayor. Por eso dice: «Dios resiste a los
soberbios y da su gracia a los humildes.»
Vivid, pues, sometidos a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos
a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; purificad
vuestros corazones, gente que obráis con doblez. Reconoced vuestra miseria.
Llorad y lamentaos. Que vuestra risa se torne en llanto, y vuestra alegría en
tristeza. Humillaos en la presencia del Señor, y él os ensalzará.
No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga
a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres
cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede
salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
Responsorio Sal 144, 8; cf. St 4, 7; Jdt 8, 17; St 4, 6
R. El Señor es clemente y misericordioso. *
Vivamos sometidos a Dios e imploremos su ayuda, mientras aguardamos su salvación.
V. Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
R. Vivamos sometidos a Dios e imploremos su ayuda, mientras aguardamos su salvación.
Año II:
De la carta a los Gálatas 4, 8-31
HERENCIA DIVINA Y LIBERTAD DE LA NUEVA ALIANZA
Hermanos: En otro tiempo, cuando desconocíais a Dios, servisteis a los que no
eran realmente dioses. Pero ahora, después de haber conocido a Dios, o mejor,
después de haber sido reconocidos por Dios, ¿cómo os volvéis de nuevo a los
deleznables y pobres «elementos», de quienes otra vez queréis ser esclavos?
Continuáis observando los días, los meses, las estaciones y los años; temo que
hagáis vano mi trabajo entre vosotros.
Hermanos, os lo suplico: sed como yo, ya que yo me hice como vosotros. En nada
me habéis ofendido. Bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para
anunciaros el Evangelio por primera vez. Y, no obstante la prueba que suponía
para vosotros el estado de mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa,
antes bien me recibisteis como a un enviado de Dios, como a Cristo Jesús en
persona. ¿Dónde están ahora aquellos vuestros sentimientos de felicidad para
conmigo? Porque yo mismo puedo dar testimonio de que, en aquella ocasión, de
haber sido posible, os habríais arrancado los ojos para dármelos.
De modo que ahora ¿me he convertido en enemigo vuestro por deciros la verdad? No
persiguen ésos buen fin con el afecto que os muestran. Pretenden, apartándoos de
mí, conseguir vuestro cariño. Sin embargo, es mejor que os dejéis perseguir por
un afecto verdadero, y esto en todo tiempo, no sólo cuando me encuentro yo entre
vosotros.
¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo
formado en vosotros. ¡Cuánto quisiera encontrarme ahora a vuestro lado y
decíroslo en mil tonos distintos! ¡Porque no sé cómo componérmelas con vosotros!
Decidme vosotros, los que queréis someteros a la ley: ¿No habéis oído la ley?
Pues la Escritura dice que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de
la que era libre. El de la esclava nació según el curso natural de las cosas;
en cambio, el de la libre en virtud de la promesa. Aquí hay una alegoría.
Esas dos madres son las dos alianzas: Una, la que proviene del monte Sinaí y
engendra esclavos, es Agar. Agar, en efecto, representa al monte Sinaí que está
en Arabia; y corresponde a la actual Jerusalén, que es esclava con sus hijos.
Por el contrario, la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre. Dice a
propósito la Escritura: «Regocíjate, estéril, la que no das a luz; prorrumpe en
gritos de júbilo y canta, tú, que no conoces los dolores de parto, porque son
muchos los hijos de la mujer abandonada, más que los de aquella que posee
marido.»
Y vosotros, hermanos, sois hijos de la promesa, figurados en Isaac. Y, así como
entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así
sucede también ahora. Pero, ¿qué dice la Escritura? «Despide a la esclava y a su
hijo; porque el hijo de la esclava no tendrá parte en la herencia con el hijo de
la libre.» Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la
libre. Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo.
Responsorio Ga 4, 28. 31; 2Co 3, 17
R. Somos hijos de la promesa, figurados en Isaac. Por lo tanto, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
* Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo.
V. El Señor es espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, ahí está la libertad.
R. Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas.
(Núms. 37. 38: PL 35, 2131-2132)
HASTA VER A CRISTO FORMADO EN VOSOTROS
Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio
espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que
yo soy como vosotros, es decir, un hombre. A continuación, de un modo discreto y
delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice,
en efecto: En nada me habéis ofendido, como si dijera: «No penséis que mi
intención sea ofenderos.»
En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para que lo imiten como a padre.
Por quienes sufro de nuevo dolores de parto -continúa-, hasta ver a Cristo
formado en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya
que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables con vosotros, como una madre que
cuida con cariño de sus hijos.
Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es
llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta
del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el
principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano,
lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo
hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo
es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo
el que vive unido a él con un amor espiritual.
El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en
que esto es posible. Quien dice que está siempre en Cristo -dice san Juan-
debe
andar de continuo como él anduvo.
Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y
luego, una vez ya formados, se les da a luz y -nacen, puede sorprendernos la
afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a
Cristo formado en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores
de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en
darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz
dolorosamente por los peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta
preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a
los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su
plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.
Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta
ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya
habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este
mismo sentido habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso,
cuando dice: La responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación
por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién
es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?
Responsorio Ef 4, 15; Pr 4, 18
R. Siendo sinceros en la caridad, * crezcamos en todo hacia Cristo, que es la cabeza.
V. La senda de los justos es como la luz del alba, cuyo esplendor va creciendo hasta el pleno día.
R. Crezcamos en todo hacia Cristo, que es la cabeza.
Oración
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente
que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que
pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.