JUEVES XXII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Amós 4, 1-13
CONTRA LAS MUJERES DE SAMARÍA Y EL CULTO DE ISRAEL
Escuchad esta palabra, vacas de Basán, que vivís en el monte de Samaría, que
oprimís a los pobres, maltratáis a los míseros y decís a vuestros maridos: «Trae
de beber.» El Señor lo jura por su santidad: Llegarán días sobre vosotras en que
os levantarán con garfios, a vuestros hijos con ganchos; saldréis por las brechas,
cada cual por la que tenga delante, y os arrojarán hacia el Hermón -oráculo del Señor.
Marchad a Betel a pecar, en Guilgal aumentad los pecados, ofreced por la mañana
vuestros sacrificios, cada tres días vuestros diezmos; incensad el pan sin
levadura en acción de gracias, proclamad ofrendas hechas por voto; que eso es lo
que os gusta, hijos de Israel -oráculo del Señor-. Aunque yo os di en vuestras
ciudades dientes sin estrenar, y carestía de pan en todos vuestros lugares, no
os convertisteis a mí -oráculo del Señor-.
Aunque yo os retuve la lluvia tres meses antes de la cosecha, hice llover en una
ciudad y no en la otra, una parcela fue regada, y la parcela donde no llovió se
secó; aunque dos o tres ciudades caminaban vacilantes a otra ciudad para beber
agua, y no se hartaban; no os convertisteis a mí -oráculo del Señor-. Os herí
con tizón y neguilla, sequé vuestros huertos y viñedos, vuestras higueras y
vuestros olivares los comió la langosta, pero no os convertisteis a mí -oráculo
del Señor.
Os envié la peste egipcia, maté a espada a vuestros muchachos, con lo mejor de
vuestros caballos; hice subir a vuestras narices el hedor de vuestro campamento;
pero no os convertisteis a mí -oráculo del Señor-. Os envié una catástrofe
tremenda como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del
incendio; pero no os convertisteis a mí -oráculo del Señor
Por eso, así te voy a tratar, Israel, y porque así te voy a tratar, prepárate a
encararte con tu Dios; él formó las montañas, creó el viento, descubre al hombre
su pensamiento, hace la aurora y la oscuridad, camina sobre el dorso de la
tierra. Su nombre es el Señor de los ejércitos.
Responsorio Am 4, 11. 12; Mt 23, 37
R. Os envié una catástrofe tremenda como la de Sodoma y Gomorra;
pero no os convertisteis a mí. Por eso, así te voy a tratar, Israel,
* prepárate a encararte con tu Dios.
V. Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados.
R. Prepárate a encararte con tu Dios.
Año II:
De la segunda carta a Timoteo 2, 1-21
EXHORTACIÓN A LA CONSTANCIA EN MEDIO DE LA FATIGA Y LA PERSECUCIÓN
Tú, hijo mío, cobra fuerzas de la gracia de Cristo Jesús; y lo que de mis labios
has aprendido, con la confirmación de tantos testigos, encomiéndalo a tu vez a
hombres fieles que sean capaces de enseñar a otros.
Como buen soldado de Cristo Jesús, entra valerosamente a tomar parte en el
esfuerzo común. El soldado que se alista para la guerra no se enreda en las
ocupaciones materiales de la vida diaria, si quiere agradar al que lo reclutó;
el atleta que toma parte en el concurso no recibe la corona si no lucha según el
reglamento; y el labrador que trabaja y se fatiga es el primero que tiene
derecho a la recolección de los frutos. Entiende bien lo que quiero decirte,
pues ya hará el Señor que lo comprendas todo.
Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los
muertos. Éste es el Evangelio que anuncio y por él sufro hasta llevar cadenas
como un criminal; pero el mensaje de Dios no está encadenado. Por eso todo lo
soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que da
Cristo con la gloria eterna.
Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también
con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si
rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él
permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.
Esto has de enseñar, conjurándoles ante Dios a que eviten las discusiones de
palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los oyentes.
Procura con toda diligencia presentarte al servicio de Dios de modo que merezcas
su aprobación, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, y va dispensando
sabiamente la palabra de la verdad. Evita las supersticiosas y vanas
discusiones, porque no conducen a otra cosa sino a un mayor apartamiento de
Dios, y sus opiniones se extenderán como la gangrena. Entre ellos están Himeneo
y Fileto, que se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrección ya ha
sucedido; y así pervierten la fe de algunos.
Sin embargo, el sólido fundamento puesto por Dios permanece firme, marcado con
esta inscripción: «El Señor conoce a los que son suyos»; y con esta otra: «Que
se aparte de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor.» En una
casa grande, hay objetos no sólo de oro y plata, sino también de madera y de
barro; y unos se destinan a usos honoríficos, otros a usos viles. Así, pues,
quien no se contamina con estos errores será un objeto destinado a usos
honoríficos, santificado, útil a su dueño, preparado para toda obra buena.
Responsorio 2Co 4, 10. 12; 2Tm 2, 10
R. Llevamos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros.
* Así pues, en nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida.
V. Todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación.
R. Así pues, en nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida.
SEGUNDA LECTURA
Comienza el Sermón de san León Magno, papa, Sobre las bienaventuranzas
(Sermón 95, 1-2: PL 54, 461-462)
PONDRÉ LA LEY EN SU PECHO
Cuando nuestro Señor Jesucristo, amadísimos hermanos, predicaba el Evangelio del
reino y recorría toda la región de Galilea curando enfermedades, la fama de sus
milagros se divulgó por toda Siria, y de todas las regiones de Judea muchos
acudían a este médico divino. Pero como la fe de los hombres ignorantes es
siempre necia y torpe para creer lo que no ve y esperar lo que no palpa, la
sabiduría divina creyó oportuno acrecentarla por medio de dones corporales y
robustecerla por medio de milagros visibles: así, al experimentar cuán bondadoso
era su poder, no dudarían tampoco de lo saludable que eran sus enseñanzas.
Por ello, el Señor, para ir convirtiendo los dones corporales en remedio del
espíritu y pasar de la curación de los cuerpos a la salud de las almas, se separó
de las turbas que lo rodeaban y, con sus apóstoles, subió a un monte cercano.
Sentóse entonces en la sublimidad de la cátedra mística, indicando con el lugar
escogido y con la actitud tomada que él era aquel mismo que en otro tiempo había
hablado a Moisés, también desde un monte; pero con la diferencia de que entonces
lo hizo con gran severidad y con palabras terribles, y ahora, en cambio, lo hacía
con bondad y clemencia, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta
Jeremías: Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de
Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Después de aquellos días -oráculo
del Señor-: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones.
El mismo, por tanto, que había hablado a Moisés se dirige ahora a los apóstoles:
así la ágil mano del Verbo iba grabando en los corazones de los discípulos los
mandamientos de la nueva ley, pero no como entonces, rodeado de densas nubes, ni
por medio de truenos y relámpagos que atemorizaban al pueblo, alejándolo del
monte, sino con la manifiesta suavidad de un diálogo que se dirige a los que
están cerca. De esta forma la suavidad de la gracia anulaba la aspereza de la
ley, y el espíritu de adopción suplantaba el temor servil.
Y cuál sea la doctrina de Cristo, se manifiesta en sus mismas palabras; con
ellas el Señor quiere declarar los diversos grados por los que debe ir subiendo
quien desea llegar a la felicidad eterna. Dichosos los pobres de espíritu
-dice-, porque de ellos es el reino de los cielos. A qué pobres se refiera la
Verdad, tal vez quedaría confuso si dijera, sólo: Dichosos los pobres, sin
añadir de qué clase de pobreza se trataba; a muchos, en efecto, se les podría
ocurrir que era sólo cuestión de aquella indigencia material que muchos padecen
por necesidad y que ella era suficiente para merecer el reino de los cielos.
Pero al decir: Dichosos los pobres de espíritu, el Señor manifiesta que el reino
de los cielos pertenece a aquellos que son pobres más por la humildad de su
espíritu que por la carencia de fortuna.
Responsorio Sal 77, 1-2
R. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
* inclina el oído a las palabras de mi boca.
V. Voy a abrir mi boca a las sentencias, para ten
los enigmas del pasado.
R. Inclina el oído a las palabras de mi boca.
Oración
Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros
corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida,
aumentes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.