JUEVES XXV
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Isaías 9,7-10,4
CASTIGO DE LA SOBERBIA Y DE LAS INJUSTICIAS DE ISRAEL
El Señor ha lanzado una palabra contra Jacob, y ha caído en Israel; la entenderá
el pueblo entero, Efraím y los habitantes de Samaria, que van diciendo con
soberbia y presunción:
«Si han caído los ladrillos, construiremos con sillares; si han derribado el
sicómoro, lo sustituiremos con un cedro.»
El Señor alzará al enemigo contra ellos y azuzará a sus adversarios: al oriente,
Damasco, al poniente, Filistea, devorarán a Israel a boca llena. Con todo esto
no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.
Pero el pueblo no se ha vuelto hacia el que lo hería, no ha buscado al Señor de
los ejércitos. El Señor cortará cabeza y cola, palmera y junco en un solo día.
(El anciano y el noble son la cabeza, el profeta impostor es la cola. Los que
guían al pueblo lo extravían, los guiados se han perdido. Por eso el Señor no se
apiada de los jóvenes, no se compadece de huérfanos y viudas; porque todos son
impíos y malvados, y toda boca profiere infamias. Con todo esto no se aplaca su
ira, sigue extendida su mano.
La maldad está ardiendo como fuego que consume zarzas y cardos: prende en la
espesura del bosque, y levanta remolinos de. humo. Con la ira del Señor arde el
país, y el pueblo es pasto del fuego: cada uno devora la carne de su prójimo y
ninguno perdona a su hermano; se muerde a la derecha y se sigue con hambre, se
devora a la izquierda y no se sacian. Manasés contra Efraím, Efraím contra
Manasés, y juntos los dos contra Judá. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue
extendida su mano.
¡Ay de los que decretan decretos inicuos, y de los notarios que registran
sentencias injustas, que echan del tribunal al desvalido y despojan a los pobres
de mi pueblo, que hacen su presa de las viudas y roban a los huérfanos! ¿Qué
haréis el día de la cuenta, cuando la tormenta venga de lejos? ¿A quién acudiréis
buscando auxilia, y dónde dejaréis vuestra fortuna? Iréis encorvados los prisioneros
y caeréis con los que mueren. Con todo esto no se aplaca su ira, sigue extendida su
mano.
Responsorio Lm 2, 1
R. ¡Cómo ha cubierto de oscuridad el Señor en su cólera a la hija de Sión!
* Ha precipitado del cielo a la tierra el esplendor de Israel.
V. No se ha acordado del estrado de sus pies en el día de su ira.
R. Ha precipitado del cielo a la tierra el esplendor de Israel
Año II:
Del libro de Tobit 6,1-22
VIAJE DE TOBÍAS CON EL ÁNGEL
Cuando salieron el muchacho y el ángel, el perro se fue con ellos. Caminaron
hasta que se les hizo de noche, y acamparon junto al río Tigris. El muchacho
bajó hasta el río a lavarse los pies, y un pez enorme saltó del río intentando
arrancarle un pie; Tobías dio un grito, y el ángel le dijo:
«¡Cógelo, no lo sueltes!»
Tobías sujetó al pez y lo sacó a tierra. Entonces, el ángel le dijo:
«Ábrelo, quítale la hiel, el corazón y el hígado, y guárdalos, porque sirven
como remedios; los intestinos, tíralos.»
El chico abrió el pez y juntó la hiel, el corazón y el hígado; luego, asó un
trozo del pez, lo comió y saló el resto. Siguieron su camino juntos hasta
llegar a Media. Entonces, Tobías preguntó al ángel:
«Amigo Azarías, ¿qué remedios se sacan del corazón, el hígado y la hiel del
pez?»
El ángel respondió:
«Si a un hombre o a una mujer le dan ataques de un demonio o un espíritu malo,
se queman allí delante el corazón y el hígado del pez, y ya no le vuelven los
ataques. Y, si uno tiene manchas blancas en los ojos, se le unta con la hiel;
luego, se sopla, y queda curado.»
Habían entrado ya en Media, y estaban cerca de Ecbatana, cuando Rafael dijo al
chico:
«Amigo Tobías.»
Él respondió:
«¿Qué?»
Rafael dijo:
«Hoy vamos a hacer noche en casa de Ragüel. Es pariente tuyo, y tiene una hija
llamada Sara. Es hija única. Tú eres el pariente con más derecho a casarse con
ella y a heredar los bienes de su padre. La muchacha es formal, decidida y muy
hermosa, y su padre es de buena posición.»
Luego, siguió:
«Tú tienes derecho a casarte con ella. Escucha, amigo. Esta misma noche hablaré
al padre acerca de la muchacha, para que te la reserve como prometida. Y, cuando
volvamos de Ragués, hacemos la boda. Estoy seguro de que Ragüel no va a poner
obstáculos ni la va a casar con otro, pues se expondría a la pena de muerte,
según la ley de Moisés, sabiendo como sabe que su hija te pertenece a ti antes
que a cualquier otro. De manera que escucha, amigo. Esta misma noche vamos a
tratar acerca de la muchacha y hacemos la petición de mano. Luego, cuando
volvamos de Ragués, la recogemos y la llevamos con nosotros a tu casa.»
Tobías le dijo:
«Amigo Azarías, he oído que ya se ha casado siete veces, y todos los maridos han
muerto en la alcoba la noche de bodas, cuando se acercaban a ella. He oído decir
que los mataba un demonio; y como el demonio no le hace daño a ella, pero mata
al que quiere acercársele, yo, como soy hijo único, tengo miedo de morirme y de
mandar a la sepultura a mis padres del disgusto que les iba a dar. Y no tienen
otro hijo que pueda enterrarlos.»
El ángel le preguntó:
«¿Y no te acuerdas de las recomendaciones que te hizo tu padre, que te casaras
con una de la familia? Mira, escucha, amigo, no te preocupes por ese demonio;
tú, cásate con ella; sé que esta misma noche te la darán como esposa. Y, cuando
vayas a entrar en la alcoba, coge un poco del hígado y del corazón del pez y
échalo en el
brasero del incienso. Al esparcirse el olor, en cuanto el demonio lo huela,
escapará y ya no volverá a aparecer cerca, de ella. Cuando vayas a unirte a
ella, levantaos antes los dos, haced oración, pidiendo al Señor del cielo
que os conceda su misericordia y que os proteja. No temas, ella te está
destinada desde la eternidad; tú la salvarás, ella irá contigo, y pienso que
te fiará hijos muy queridos. No te preocupes.»
Al oír Tobías lo que iba diciendo Rafael, y que Sara era pariente suya, de la
familia de su padre, le tomó cariño y se enamoró de ella.
Responsorio Tb 4, 6; 13, 12
R. Acuérdate del Señor toda tu vida;
* no consientas en pecado ni quebrantes sus mandamientos.
V. Da gracias al Señor como es debido y bendice al Rey de los siglos.
R. No consientas en pecado ni quebrantes sus mandamientos.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 24-25. 27: CCL 41, 551-553)
EN PASTOS JUGOSOS APACENTARÉ A MIS OVEJAS
Las sacaré de entre los pueblos, las congregaré de entre las naciones, las,
traeré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel. Para ti, Israel, el
Señor constituyó montes, es decir, suscitó profetas que escribieran las divinas
Escrituras. Apacentaos en ellas y tendréis un pasto que nunca engaña. Todo
cuanto en ellas encontréis gustadlo y saboreadlo bien; lo que en ellas no se
encuentre repudiadlo. No os descarriéis entre la niebla, escuchad más bien la
voz del pastor. Retiraos a los montes de las santas Escrituras, allí
encontraréis las delicias de vuestro corazón, nada hallaréis allí que os pueda
envenenar o dañar, pues ricos son los pastizales que allí se encuentran. Venid,
pues, vosotras, solamente vosotras, las ovejas que estáis sanas; venid, y
apacentaos en los montes de Israel.
En los ríos y en los poblados del país. Desde los montes que os hemos mostrado
fluyen, abundantes, los ríos
de la predicación evangélica, de los cuales se dice: A toda la tierra alcanza su
pregón; a través de estos ríos de la predicación evangélica el mundo entero se
ha convertido en alegre y rico pastizal, donde pueden apacentarse los rebaños
del Señor.
Las apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus dehesas en los montes más altos
de Israel, esto es, hallarán
un lugar del que podrán decir: «Bien estamos aquí; aquí hemos encontrado y nos
han manifestado la verdad; no nos han engañado.» Se recostarán bajo la claridad
de Dios, y en la luz de Dios encontrarán su descanso. Dormirán, es decir,
descansarán, se recostarán en fértiles
campos.
Y pastarán pastos jugosos en los montes de Israel. Ya
hemos dicho más arriba que los montes de Israel son unos montes buenos, hacia
los cuales levantamos nuestros ojos, pues de ellos nos viene el auxilio.
Aunque, en
realidad, el auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo
y la tierra. Por ello, para que no pongamos nuestra confianza en un monte, por
muy bueno que nos parezca, se nos dice a continuación: Yo mismo apacentaré a mis
ovejas. Levanta, pues, tus ojos a los montes, de donde te vendrá el auxilio,
pero espera únicamente en el que te dice: Yo mismo te apacentaré, pues, tu
auxilio te viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Y concluye, diciendo: Las apacentaré con justicia. Fíjate cómo él es el único
que puede apacentar con justicia. Pues, ¿quién puede juzgar al hombre? La tierra
entera está llena de juicios temerarios. En efecto, aquel de quien desesperábamos,
en el momento menos pensado, súbitamente se convierte y llega a ser el mejor de todos.
Aquel, en cambio, en quien tanto habíamos confiado, en el momento menos pensado, cae
súbitamente y se convierte en el peor de todos. Ni nuestro temor es constante ni
nuestro amor indefectible.
Lo que sea en el día de hoy el hombre apenas si lo sabe el propio hombre, aunque,
quizá, en alguna manera, lo que es hoy sí que puede saberlo; pero lo que uno será
mañana ni uno mismo lo sabe. El Señor, en cambio, que conoce lo que hay en el hombre,
puede apacentar con justicia, dando a cada uno lo que necesita: A éste, esto; a ése,
eso; a aquél, aquello: a cada cual según sus propias necesidades, pues él sabe bien
qué es lo que debe hacer.
Cuando el Señor apacienta con justicia, redime a los que juzga; por tanto, el Señor
apacienta con justicia.
Responsorio Jn 10, 14; Ez 34, 11. 13
R. Yo soy el buen Pastor,
* yo conozco a, mis ovejas y ellas me conocen a. mí.
V. Y mismo buscaré mis ovejas, y seguiré sus huellas,
y las sacaré de entre los pueblos y las apacentaré.
R. Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
Oración
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley;
concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.