JUEVES XXVIII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Jeremías 4, 5-8. 13-28
EL DEVASTADOR VENDRÁ DEL NORTE
Esto dice el Señor:
«Anunciadlo en Judá, publicadlo en Jerusalén. Tocad la trompeta en el país,
gritad a plena voz: "Congregaos para marchar a la ciudad fortificada. Avisad con
la bandera hacia Sión: huid, no os paréis; que yo traigo del norte la desgracia,
una gran ruina."
Sale el león de la maleza, está en marcha el asesino de naciones, ha dejado su
cubil, para arrasar tu tierra e incendiar tus ciudades, hasta no dejar
habitantes. Por eso vestíos de saco, llorad y gemid, porque no cede el incendio
de la ira del Señor.
Miradlo subir como una nube, sus carros como un huracán, sus caballos más
veloces que águilas.»
¡Ay de nosotros que nos destrozan!
Lava tu corazón de maldades, Jerusalén, para salvarte. ¿Hasta cuándo anidarán en
tu pecho planes desatinados? Escucha, un mensajero de Dan anuncia desgracias
desde la montaña de Efraím.
«Proclamadlo en Judá, anunciadlo en Jerusalén, llegan enemigos de tierra lejana;
alzarán el grito de guerra contra las ciudades de Judá. Como guardas de campo te
rodean, porque te rebelaste contra mí -oráculo del Señor-. Tu conducta y tus
perversidades te lo han traído: ésta es tu maldad que te llega a amargar el
corazón.»
¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! Me destrozan las paredes del pecho, tengo el
corazón turbado, no puedo
callar. Porque escucho yo mismo el son de la trompeta, el alarido de guerra. Un
golpe llama a otro golpe, el país está desolado; de repente, son desoladas las
tiendas, súbitamente, los pabellones. ¿Hasta cuándo he de ver banderas y
escuchar trompetas a rebato?
«Mi pueblo es insensato, no me reconoce, son hijos necios que no reflexionan;
son sabios para hacer el mal, pero ignorantes para hacer el bien.»
Miro a la tierra: es un caos; a los cielos: no tienen luz; miro a los montes:
se agitan; a los collados: danzan, están temblando; miro, y no hay hombres, los
pájaros del cielo han volado; miro: el vergel es un desierto, las ciudades están
incendiadas por el Señor, por el incendio de su ira.
Así dice el Señor:
«La tierra será una desolación, pero no la aniquilaré. Por eso se lamentará la
tierra, se oscurecerá arriba el cielo. Lo dije y no me arrepiento, lo pensé y no
me vuelvo atrás.»
Responsorio Cf. Jr 4, 24-26; Sal 84, 5
R. Toda la tierra está desolada, Señor, por el incendio de tu ira; pero tú, Señor,
* ten misericordia y no nos aniquiles.
V. Restáuranos, Dios salvador nuestro, cesa en tu ira contra nosotros.
R. Ten misericordia y no nos aniquiles.
Año II
Del libro de Ben Sirá 16, 24-17, 12
EL HOMBRE, CUMBRE DE LA CREACIÓN
Escuchadme y aprended sabiduría, prestad atención a mis palabras, voy a exponer
con ponderación mi pensamiento y con modestia mi doctrina.
Cuando al principio creó Dios sus obras y las hizo existir, les asignó sus funciones;
determinó para siempre su actividad y sus dominios por todas las edades; no desfallecen
ni se cansan ni faltan a su obligación. Ninguna estorba a su compañera, nunca desobedecen
las órdenes de Dios. Después el Señor se fijó en la tierra y la colmó de sus bienes;
cubrió su faz con toda clase de vivientes, que han de volver a ella.
El Señor formó al hombre de tierra y le hizo volver de nuevo a ella, le concedió un plazo
de días contados y le dio dominio sobre la. tierra; lo revistió de un poder como el suyo
y lo hizo a su propia imagen; impuso su temor a todo viviente, para que dominara a bestias
y aves.
Les formó boca, lengua, ojos, oídos y mente para entender; los colmó de inteligencia y
sabiduría y les enseñó el bien y el mal; les mostró sus maravillas, para que se fijaran en
ellas, para que alaben el santo nombre y cuenten sus grandes hazañas.
Les concedió inteligencia y en herencia una ley que da vida; hizo con ellos alianza eterna
enseñándoles sus mandamientos. Sus ojos vieron la grandeza de su gloria, y sus oídos oyeron
la majestad de su voz. Les ordenó abstenerse de toda idolatría y les dio preceptos acerca
del prójimo.
Responsorio 1Co 15, 47. 49; cf. Sir 17, 1
R. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo.
* Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
V. El Señor formó al hombre de tierra y lo hizo a su propia imagen.
R. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Agustín, obispo, a Proba
(Carta 130, 14, 25-26: CSEL 44, 68-71)
NO SABEMOS PEDIR LO QUE NOS CONVIENE
Quizá me preguntes aún por qué razón dijo el Apóstol que no sabemos pedir lo que
nos conviene, siendo así que podemos pensar que tanto el mismo Pablo como
aquellos a quienes él se dirigía conocían la oración dominical.
Porque el Apóstol experimentó seguramente su incapacidad de orar como conviene,
por eso quiso manifestarnos su ignorancia; en efecto, cuando en medio de la
sublimidad de sus revelaciones le fue dado el aguijón de su carne, el ángel de
Satanás que lo abofeteaba, desconociendo la manera conveniente de orar, Pablo
pidió tres veces al Señor que lo librara de esta aflicción. Y oyó la respuesta
de Dios y el porqué no se realizaba ni era conveniente que se realizase lo que
pedía un hombre tan
santo: Te basta mi gracia, que en la debilidad se muestra perfecto mi poder.
Ciertamente, en aquellas tribulaciones que pueden ocasionarnos provecho o daño
no sabemos cómo debemos orar; pues como dichas tribulaciones nos resultan duras
y molestas y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente
en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor
nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos
es porque nos olvida; sino más bien por la paciente tolerancia de estos males
esperemos obtener bienes mayores, y así en la debilidad se muestra perfecto su
poder. Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se enorgullezca si, cuando
pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le conviene, y para que
nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su oración no es
escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, o bien le sería causa de un
mal mayor o bien ocasión de que, engreído por la prosperidad, corriera el riesgo
de perderse. En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo que nos conviene.
Por tanto, si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con
paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo
más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no
según la nuestra. De ello nos dio ejemplo aquel divino mediador, el cual dijo en
su pasión: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero, con
perfecta abnegación de la voluntad humana que recibió al hacerse hombre, añadió
inmediatamente: Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Por lo cual,
entendemos perfectamente que por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos.
Responsorio Mt 7, 7. 8; Sal 144, 18
R. Pedid y se os dará,
* pues todo el que pide recibe y el busca halla y al que llama se le abrirá.
V. Cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente.
R. Pues, todo el que pide recibe y el que busca halla y al que llama se le abrirá.
Oración
Te pedimos Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y, acompañe, de manera que estemos
dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.