JUEVES XXXI

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro del profeta Jeremías     31, 15-22. 27-34

ANUNCIO DE SALVACIÓN Y DE LA NUEVA ALIANZA


    Esto dice el Señor:
    «Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen.»
    Así dice el Señor:
    «Aparta tu voz del llanto, tus ojos de las lágrimas, porque habrá compensación para tu pena, pues volverán del país enemigo. Hay esperanza para el porvenir -oráculo del Señor-, volverán los hijos a su patria.
    Estoy escuchando lamentarse a Efraím: "Me has corregido y he sufrido el castigo, como un novillo no domado. Conviérteme, y me convertiré a ti, porque tú, Señor eres mi Dios. Después de alejarme, me arrepentí; al comprenderlo, me golpeé el pecho. Estaba avergonzado y sonrojado de soportar el oprobio de mi juventud."
¿Es para mí Efraím un hijo tan querido, un niño tan predilecto? Pues cuantas veces lo amenazo, me acuerdo siempre luego de el, y se conmueve el corazón y cedo a la ternura -oráculo, del Señor-.
    Coloca jalones, planta señales, fíjate bien en la calzada, por donde debes caminar; vuelve, Virgen de Israel, vuelve. a tus ciudades. ¿Hasta cuándo estarás indecisa, hija rebelde? El Señor crea algo nuevo en la tierra: La hembra rodea al varón.
    Mirad que llegan días -dice el Señor- en que sembraré en Israel y en Judá simiente de hombres y simiente de animales. Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para arrancar y arrasar, para destruir y deshacer y maltratar, así vigilaré sobre ellos para edificar y plantar -oráculo del Señor-.
    En aquellos días -dice el Señor-, ya no se dirá: "Los padres comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera", sino que cada uno morirá por su pecado; el que coma agraces tendrá dentera.
    Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: alianza que ellos quebrantaron, por lo cual los rechacé; sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán ya que instruirse mutuamente, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y no recuerde más sus pecados.»


Responsorio     Sal 50, 12. 11

R.
Señor, crea en mí un corazón puro, * renuévame por dentro con espíritu firme.
V. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
R. Renuévame por dentro con espíritu firme.


Año II:

Del libro de la Sabiduría     13, 1-10; 14, 15-21; 15, 1-6

EL HOMBRE SABIO RECHAZA A LOS ÍDOLOS


    Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios, y fueron incapaces de conocer al que es partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al artífice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire levé, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.
    Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño? Son unos desgraciados, ponen su esperanza en seres inertes, los que llamaron dioses a las obras de sus manos humanas, al oro y la plata labrados con arte y a figuras de animales, o a una piedra inservible, obra de mano antigua.
    Un padre, desconsolado por un luto prematuro, hace una imagen del hijo malogrado, y, al que antes era un hombre muerto, ahora lo venera como un dios e instituye misterios e iniciaciones para sus subordinados; luego arraiga con el tiempo esta impía costumbre y se observa como ley. También por decreto de los soberanos se daba culto a las estatuas; como los hombres, viviendo lejos, no podían venerarlos en persona, representaron a la persona remota haciendo una imagen visible del rey venerado, para así, mediante esta diligencia, adular presente al ausente.
    La ambición del artista, atrayendo aun a los que no lo conocían, promovió este culto; en efecto, queriendo tal vez halagar al potentado, lo favorecía, forzando hábilmente el parecido, y la gente, atraída por el encanto de la obra, juzga ahora digno de adoración al que poco antes veneraba como hombre. Este hecho resultó una trampa, para el mundo que los hombres, bajo el yugo de la desgracia y, del poder, impusieran el nombre incomunicable a la piedra y al leño. Pero tú, Dios, nuestra, eres bueno, leal y paciente, y con, misericordia gobiernas todas las cosas. Aunque pequemos, somos tuyos, acatamos tu poder; pero no pecaremos, sabiendo que te pertenecemos. La perfecta justicia consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad. No nos extraviaron las malas artes inventadas por los hombres, ni el trabajo estéril de los pintores -figuras realizadas con manchas polícromas-; su contemplación apasiona a los necios, que se entusiasman con la imagen sin aliento de un ídolo muerto. Están enamorados del mal y son dignos de tales esperanzas tanto los autores como los entusiastas y los adoradores.


Responsorio     Rm 1, 20; Sb 13, 5. 1

R.
Después de la creación del mundo, conocemos los atributos invisibles de Dios, aprehendidos mediante las creaturas. * Pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.
V. Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios.
R. Pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.


SEGUNDA LECTURA

De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo

(Catequesis 5, Sobre la fe y el símbolo, 12-13: PG 33, 519-523)

SOBRE EL SÍMBOLO DE LA FE


    Al aprender y profesar la fe, adhiérete y conserva solamente la que ahora te entrega la Iglesia, la única que las santas Escrituras acreditan y defienden. Como sea que no todos pueden conocer las santas Escrituras, unos porque no saben leer, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que ningún alma perezca por ignorancia, hemos resumido, en los pocos versículos del símbolo, el conjunto de los dogmas de la fe.
    Procura, pues, que esta fe sea para ti como un viático que te sirva toda la vida y, de ahora en adelante, no admitas ninguna otra, aunque fuera yo mismo quien, cambiando de opinión, te dijera lo contrario, o aunque un ángel caído se presentara ante ti disfrazado de ángel de luz y te enseñara otras cosas para inducirte al error. Pues aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicáramos un evangelio distinto del que habéis recibido, tened por anatema al que tal cosa hiciere.
    Esta fe que estáis oyendo con palabras sencillas retenedla ahora en la memoria y, en el momento oportuno, comprenderéis, por medio de las santas Escrituras, lo que significa exactamente cada una de sus afirmaciones. Porque tenéis que saber que el símbolo de la fe no lo han compuesto los hombres según su capricho, sino que las afirmaciones que en él se contienen han sido entresacadas del conjunto de las santas Escrituras y resumen toda la doctrina de la fe. Y a la manera de la semilla de mostaza, que, a pesar de ser un grano tan pequeño, contiene ya en sí la magnitud de sus diversas ramas, así también las pocas palabras del símbolo de la fe resumen y contienen, como en una síntesis, todo lo que nos da a conocer el antiguo y el nuevo Testamento.
    Velad, pues, hermanos, y conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de vuestro corazón.
    Poned todo cuidado, no sea que el enemigo, encontrando a alguno de vosotros desprevenido y remiso, le robe este tesoro, o bien se presente algún hereje que, con sus errores, contamine la verdad que os hemos entregado. Recibir la fe es como poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de este depósito. Os recomiendo -como dice el Apóstol-, en la presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que guardéis sin mancha la fe que habéis recibido, hasta el día de la manifestación de Cristo Jesús.
    Ahora se te hace entrega del tesoro de la vida, pero el Señor, el día de su manifestación, te pedirá cuenta de él cuando aparezca como el bienaventurado y único monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, el único inmortal, el que habita en la luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. A él la gloria, el honor y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.


Responsorio     Hb 10, 38-39; Ha 2, 4

R.
Mi justo vivirá por la fe, pero si vuelve atrás no pondré más en él mi complacencia. * Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para, su perdición, sino hombres de fe que vamos hacia la salvación de nuestras, almas.
V. El que es incrédulo no tiene en sí un alma recta.
R. Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino hombres de fe que vamos hacia la salvación de nuestras almas.


Oración

Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.