JUEVES XXXIV
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Ezequiel 38, 14-39, 10
VISIÓN DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, profetiza contra Gog: Esto dice el Señor: Aquel día, cuando mi
pueblo Israel habite confiado, te despertarás y vendrás desde tu territorio,
desde el norte remoto, con tropas aliadas incontables, todos montados a caballo,
una gran milicia, un ejército inmenso, y atacarás a mi pueblo, Israel, lo mismo
que un nublado, hasta cubrir el país. Al cabo de los años, te traeré contra mi país,
para que, al ver mi santidad actuando sobre ti, Gog, me reconozcan las naciones.
Esto dice el Señor: Tú eres aquel de quien hablé antiguamente por medio de mis
siervos los profetas de Israel; ya entonces profetizaron que yo te traería
contra ellos. Aquel día, cuando Gog invada la tierra de Israel -oráculo del
Señor-, brotará mi cólera y mi indignación. En el fuego de mi furia y en mi
pasión lo juro: aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel,
temblarán en mi presencia los peces del mar y las aves del cielo, las fieras del
campo y los reptiles del suelo, y todos los hombres de la superficie de la
tierra. Se derrumbarán las montañas, los barrancos se despeñarán y las murallas
se desplomarán.
Daré cita contra él a la espada -oráculo del Señor-, y la espada de cada uno se
volverá contra su hermano. Pleitearé con él con peste y con sangre; haré que
lluevan trombas de agua y granizo, fuego y azufre sobre él y sus huestes y sus
tropas aliadas incontables. Mostraré mi grandeza y mi santidad y me daré a
conocer a muchas naciones, y sabrán que yo soy el Señor.
Y tú, hijo de hombre, profetiza así contra Gog: Esto dice el Señor: Aquí estoy
contra ti, Gog, adalid y caudillo de Mesec y Tubal, voy a revolverte y a
sacarte, te levantaré en el norte remoto y te llevaré a los montes de Israel. De
un golpe te tiraré el arco de la mano izquierda, y las flechas se te caerán de
la mano derecha. En los montes de Israel caeréis, tú con todas tus huestes y las
tropas que vienen contigo. Te daré como pasto a todas las aves de rapiña y a las
fieras salvajes. Caerás en campo abierto, pues yo lo he dicho -oráculo del Señor-.
Enviaré fuego contra Magog y los que habitan confiados en las islas, para que
sepan que yo soy el Señor. Daré a conocer mi nombre santo en medio de mi pueblo
Israel; ya no profanaré mi nombre santo, y sabrán las naciones que yo soy el
Señor, el Santo de Israel. Mira que llega, que sucede -oráculo del Señor-: es el
día que predije.
Saldrán los vecinos de las villas de Israel y prenderán y quemarán las armas:
arco y flechas, adarga y escudo, venablo y jabalina; harán fuego con ellas
durante siete años. No tendrán que acarrear leña del monte ni tendrán que
cortarla en los bosques, pues harán fuego con las armas. Saquearán a sus
saqueadores y despojarán a sus despojadores -oráculo del Señor-.»
Responsorio Ez 38, 19; Mt 24, 27
R. En el fuego de mi furia y en mi pasión lo juro:
* aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.
V. Como el relámpago sale del oriente y se deja ver hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.
R. Aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.
Año II
Del libro del profeta Daniel 9, l-4a. 18-27
ORACIÓN DE DANIEL EN LA PERSECUCIÓN
El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos, que subió al
trono del reino de Caldea, el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a
investigar en las Escrituras sobre el número de años que, según la palabra del
Señor dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén,
a saber, setenta años. Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con
oraciones y súplicas, en ayuno, saco y ceniza. Derramé mi oración al Señor mi
Dios, y le hice esta confesión:
«Inclina, Dios mío, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras ruinas y la
ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. No, no nos apoyamos en nuestras obras
justas para derramar ante ti nuestras súplicas, sino en tus grandes
misericordias. ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y obra! ¡No
tardes más, por ti mismo, oh Dios mío, pues tu nombre se invoca sobre tu ciudad
y sobre tu Pueblo!»
Todavía estaba yo hablando, haciendo mi oración, confesando mis pecados y los
pecados de mi pueblo Israel, y derramando mi súplica ante el Señor mi Dios, por
el santo monte de mi Dios, aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el
personaje que yo había visto en visión al principio, vino volando hacia mí a la
hora de la oblación de la tarde. Vino y me habló. Dijo:
«Daniel, he salido ahora para ilustrar tu inteligencia. Desde el comienzo de tu
súplica, una, palabra se emitió y yo he venido a revelártela, porque tú eres el
hombre de las predilecciones. Comprende la palabra, entiende la visión. Setenta
semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa para poner fin a la
rebeldía, para grabar el sello a los pecados, para expiar la iniquidad, para
instaurar justicia eterna, para sellar visión y profecía, para ungir el santo de
los santos.
Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la, orden de volver a
construir Jerusalén hasta un príncipe mesías, siete semanas y sesenta y dos
semanas; plazas y murallas serán reconstruidas, pero en la angustia de los
tiempos. Y después de las sesenta y dos semanas será suprimido un mesías sin
juicio alguno. La ciudad y el santuario serán destruidos por el pueblo de un
príncipe que vendrá. Su fin será en un cataclismo y hasta el final habrá guerra
y los desastres decretados.
Él concertará con muchos una firme alianza durante una semana; y durante la
mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el templo estará
la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se derrame sobre
el desolador.»
Responsorio Ba 2, 16; Dn 9, 18; Sal 79, 20
R. Míranos, Señor, desde tu santa casa y piensa en nosotros; inclina, Dios mío, tu oído y escucha;
* abre tus ojos y mira nuestra aflicción.
V. Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
R. Abre tus ojos y mira nuestra aflicción.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Homilía 33, 1. 2: PG 57, 389-390)
SI SOMOS OVEJAS VENCEMOS, SI NOS CONVERTIMOS EN LOBOS SOMOS VENCIDOS
Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en
gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque
nos vemos privados de la protección del pastor. Éste, en efecto, no pastorea
lobos, sino ovejas, y por esto te abandona y se aparta entonces de ti, porque no
le dejas mostrar su poder.
Es como si dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de
lobos y al mismo tiempo os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera
podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que no tuvierais que sufrir
mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más
temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros
hubierais perdido prestigio y yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo
que decía a Pablo: Te basta mi gracia, que en la debilidad se muestra perfecto mi
poder. Así es como yo he determinado que fuera.» Al decir: Os envío como ovejas,
dice implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois
invencibles.»
Pero además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que
todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio,
añade: Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. «Mas, ¿de
qué servirá nuestra prudencia -es como si dijesen- en medio de tantos peligros?
¿Cómo podremos ser prudentes en medio de tantos embates? Por mucha que sea la
prudencia de la oveja, ¿de qué le aprovechará cuando se halle en medio de los
lobos, y en tan gran número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de
qué le servirá, acosada por tantos gavilanes?» Ciertamente, la prudencia y la
sencillez no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os
sirven de mucho.
Pero veamos cuál es la prudencia que exige el Señor. «Como serpientes -dice-.
Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su
cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así también tú -dice debes estar
dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que
conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas
todo lo demás, lo recuperarás luego con creces.» Así pues, no te manda que seas
sólo sencillo ni sólo prudente, sino ambas cosas a la vez, porque en ello
consiste la verdadera virtud. La prudencia de la serpiente te hará invulnerable
a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de
venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada
aprovecha la prudencia.
Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor conoce más
que nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la violencia no se vence con
la violencia, sino con la mansedumbre.
Responsorio Mt 10, 16; Jn 12, 36
R. Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos -dice el Señor-;
* sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
V. Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.
R. Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
Oración
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad
a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.