LUNES VII
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta a los Corintios 11, 2-16
LA MUJER EN LA COMUNIDAD DE LOS FIELES
Hermanos: Os felicito porque en todo os acordáis de mí y porque retenéis las
tradiciones tal como os las he trasmitido. Pero quiero que sepáis que la cabeza
de todo varón es Cristo; que la cabeza de la mujer es el varón; y que la cabeza
de Cristo es Dios. Todo varón que reza o habla, por inspiración divina, con la
cabeza velada deshonra su cabeza. Y toda mujer que reza o habla, por inspiración
divina, con la cabeza descubierta deshonra su cabeza; porque está lo mismo que
la mujer rapada. Si la mujer no quiere cubrirse, que se rape. Y, si es afrentoso
para una mujer el raparse, que se cubra.
El varón no debe cubrirse la cabeza, siendo como es imagen y gloria de Dios.
Pero la mujer es gloria del varón. Y así es. Porque no procede el varón de la
mujer, sino que la mujer procede del varón. Y no fue creado el varón por la mujer,
sino la mujer por el varón. Por esta razón, la mujer debe llevar un signo de la
autoridad del marido sobre su cabeza por razón de los ángeles.
Pero, en el nuevo orden de cosas en Cristo, ni la mujer sin el varón ni el varón
sin la mujer. Porque así como la mujer procede del varón, así también el varón
tiene su existencia por la mujer; y todo viene de Dios. Juzgadlo vosotros
mismos: ¿Es decoroso que una mujer esté orando a Dios con la cabeza descubierta?
¿Y no os enseña el mismo sentido natural que es una degradación para el varón
dejar crecer la cabellera, mientras que es una gracia para la mujer tener los
cabellos largos? Y así es. Porque como un velo ha dado Dios el cabello largo a
la mujer. Si, a pesar de todo, alguno cree que puede seguir discutiendo, sepa
que nosotros no tenemos tal costumbre, ni la tienen las Iglesias de Dios.
Responsorio 1Co 11, 11. 12; Gn 1, 27
R. En el nuevo orden de cosas en Cristo, ni la mujer sin el varón ni el varón sin la mujer;
* porque así como la mujer procede del varón, así también el varón
tiene su existencia por la mujer; y todo viene de Dios.
V. Creó Dios al hombre a su imagen; hombre y mujer los creó.
R. Porque así como la mujer procede del varón, así también el varón
tiene su existencia por la mujer; y todo viene de Dios.
Año II:
De la segunda carta a los Corintios 1, 15-2, 11
RAZÓN DEL CAMBIO DE RUTA DEL APÓSTOL
Hermanos: Tenía yo el propósito de ir primero a vosotros para proporcionaros
después una segunda gracia, es decir, ir a Macedonia pasando a veros a vosotros
y luego, al volver de Macedonia, volver ahí, y ser encaminado por vosotros hacia
Judea. ¿Os parece que obré sin
más ni más al formar este plan? ¿O que formo mis proyectos con veleidad humana,
de modo que para mí el «sí» sea lo mismo que el «no»? Tan cierto como Dios es
veraz, que nuestra palabra a vosotros dirigida no es «sí y no». Porque el Hijo
de Dios, Cristo Jesús, que os hemos predicado yo, Silvano y Timoteo, no ha sido
«sí y no». En él solamente ha habido y hay «sí». Todas las promesas hechas por
Dios han tenido su «sí» en Cristo. Por eso, por medio de él decimos «Amén» a la
gloria de Dios, para darle gloria. Dios es quien nos confirma en Cristo a
nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en
nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
¡Por mi vida! Pongo por testigo a Dios de que si todavía no he vuelto a Corinto,
ha sido por consideración a vosotros. No es que intentemos dominar en vuestra
Iglesia, sino que colaboramos con vuestra alegría, pues pertenecéis a la
Iglesia. Y yo he hecho el firme propósito de no ir a vosotros otra vez con
pesadumbres, pues si yo os aflijo, ¿quién me va a alegrar sino vosotros, que
estaréis entristecidos por causa mía? Y en estos mismos términos os escribí,
para que, cuando fuese a vosotros, no tuviera que afligirme por causa de
aquellos mismos que deberían alegrarme. Yo tengo plena confianza en todos
vosotros; sé que mi gozo es a la vez el vuestro. Os escribí con gran pesar y
angustia de corazón, con muchas lágrimas, y no para afligiros, sino para que os
dieseis cuenta del amor inmenso que os tengo.
Si alguno ha causado aflicción, sepa que no me ha afligido sólo a mí, sino en
cierto modo -para no exagerar- a todos vosotros. Sea bastante para este tal el
castigo que le ha infligido la mayoría, tanto, que ahora debéis hacer lo
contrario, perdonarlo y darle ánimos, no sea que el excesivo pesar lo agobie.
Por esto os ruego que os determinéis a usar de caridad para con él. Y con este
mismo fin os escribí: para conocer y probar si sois obedientes en todo. A aquel
a quien vosotros perdonéis también perdono yo. Lo que yo he perdonado -si es que
realmente tuve algo que perdonar- lo he hecho por amor a vosotros en presencia
de Cristo. Así no seremos víctimas de los ardides de Satanás, pues no ignoramos
sus propósitos.
Responsorio 2Co 1, 21-22; Dt 5, 2. 4
R. Dios es quien nos confirma en Cristo; él nos ha ungido, él nos ha sellado,
* y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya,
el Espíritu.
V. El Señor nuestro Dios ha hecho alianza con nosotros,
cara a cara nos ha hablado.
R. Y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya,
el Espíritu.
SEGUNDA LECTURA
De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job
(Libro 3, 39-40: PL 75, 619-620)
CONFLICTOS POR FUERA, TEMORES POR DENTRO
Los santos varones, al hallarse involucrados en el combate de las tribulaciones,
teniendo que soportar al mismo tiempo a los que atacan y a los que intentan
seducirlos, se defienden de los primeros con el escudo de su paciencia, atacan a
los segundos arrojándoles los dardos de su doctrina, y se ejercitan en una y
otra clase de lucha con admirable fortaleza de espíritu, en cuanto que por
dentro oponen una sabia enseñanza a las doctrinas desviadas, y por fuera
desdeñan sin temor las cosas adversas; a unos corrigen con su doctrina, a otros
superan con su paciencia. Padeciendo, superan a los enemigos que se alzan contra
ellos; compadeciendo, retornan al camino de la salvación a los débiles; a
aquéllos les oponen resistencia, para que no arrastren a los demás; a éstos les
ofrecen su solicitud, para que no pierdan del todo el camino de la rectitud.
Veamos cómo lucha contra unos y otros el soldado de la milicia de Dios. Dice san
Pablo: Conflictos por fuera, temores por dentro. Y enumera estas dificultades
exteriores diciendo: Con peligros en los ríos, peligros de bandidos, peligros de
parte de los de mi raza, peligros de parte de los paganos, peligros en las
ciudades, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros de parte de
falsos hermanos. Y añade cuáles son los dardos que asesta contra
el adversario, en semejante batalla: Con trabajos y fatigas, con muchas noches
sin dormir, con hambre y con sed, con ayunos frecuentes, con frío y sin ropa.
Pero, en medio de tan fuertes batallas, nos dice también cuánta es la vigilancia
con que protege el campamento, ya que añade a continuación: Y, además de muchas
otras cosas, la responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación
por todas las Iglesias. Además de la fuerte batalla que él ha de sostener, se
dedica compasivamente a la defensa del prójimo. Después de explicarnos los males
que ha de sufrir, añade los bienes que comunica a los otros.
Pensemos lo gravoso que ha de ser tolerar las adversidades, por fuera, y
proteger a los débiles, por dentro, todo ello al mismo tiempo. Por fuera sufre
ataques, porque es azotado, atado con cadenas; por dentro sufre por el temor de
que sus padecimientos sean un obstáculo no para él, sino para sus discípulos.
Por esto les escribe también: Nadie vacile a causa de estas tribulaciones.
Ya sabéis que éste es nuestro destino. Él temía que sus propios
padecimientos fueran ocasión de caída para los demás, que los discípulos,
sabiendo que él había sido azotado por causa de la fe, se hicieran atrás en la
profesión de su fe. ¡Oh inmenso y entrañable amor! Desdeñando lo que él padece,
se preocupa de que los discípulos no padezcan en su interior desviación alguna.
Menospreciando las heridas de su cuerpo, cura las heridas internas de los demás.
Es éste un distintivo del hombre justo, que, aun en medio de sus dolores y
tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con paciencia sus
propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que prevé necesaria
para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está él mismo
enfermo. Mientras sufre las desgarraduras de su propia herida, no deja de
proveer a los otros el remedio saludable.
Responsorio Cf. Jb 13, 20. 21; cf. Jr 10, 24
R. Señor, no te escondas de mi presencia,
* aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
V. Corrígeme, Señor, con misericordia, no con ira,
no sea que me aniquiles.
R. Aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
Oración
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a
hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.