LUNES VIII
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta a los Corintios 15, 1-19
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, ESPERANZA DE LOS CREYENTES
Hermanos: Os quiero traer a la memoria el mensaje evangélico que os prediqué; el
que abrazasteis, el mismo en que os mantenéis firmes todavía y por
el que estáis en camino de salvación, si, como supongo, lo retenéis tal como yo
os lo prediqué. De lo contrario, abrazasteis inútilmente la fe.
En primer lugar, os comuniqué el mensaje que yo mismo recibí: Que Cristo murió
por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer
día y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Que se apareció a Cefas
y luego a los Doce. Después se dejó ver de más de quinientos hermanos a la vez,
la mayoría de los cuales viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se
apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles.
Por último, se apareció también a mí, como a un aborto. Yo soy el menor de los
apóstoles, indigno del nombre de apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios.
Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia que él me concedió no
quedó infecunda en mí. He trabajado con más afán que todos ellos, aunque no yo,
sino la gracia de Dios que está conmigo. -En conclusión: Tanto yo como ellos
predicamos así; y ésta es la fe que abrazasteis.
Ahora bien, si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que
decía alguno que los muertos no resucitan? Si no hay resurrección de muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación,
vana también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque
hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es
que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo
ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís
con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra
esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desdichados.
Responsorio Rm 6, 9-10; 4, 25
R. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte
no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre,
* mas su vida es un vivir para Dios.
V. Fue entregado a la muerte por nuestros pecados,
y resucitado para nuestra justificación.
R. Mas su vida es un vivir para Dios.
Año II:
De la segunda carta a los Corintios 8, 1-24
PABLO PIDE UNA COLECTA EN FAVOR DE JERUSALÉN
Hermanos: Os queremos dar a conocer la gracia de Dios que se ha manifestado en
las Iglesias de Macedonia. Pasaban por una dura prueba de escasez y, sin
embargo, su rebosante gozo y su extremada pobreza culminaron en la riqueza de su
liberalidad. Porque según sus posibilidades (de esto soy testigo), y aun por
encima de ellas, nos pedían espontáneamente y con mucha insistencia la gracia de
poder participar en este servicio en favor de los fieles (de Jerusalén).
Y fueron más allá de lo que esperábamos: ellos mismos se pusieron a disposición
primero del Señor y luego de nosotros, porque ésa era la voluntad de Dios. Ante
este resultado, rogamos a Tito que, según había comenzado antes, llevase también
a feliz término entre vosotros esta obra de caridad.
Por lo tanto, así como sobresalís en toda clase de carismas de fe, de discursos,
de ciencia, en toda obra de celo y en la caridad que hemos puesto en vosotros,
sobresalid también en esta obra de generosidad. No es una orden que os doy, sino
que, movido por el interés de los demás, quiero comprobar lo sincero de vuestra
caridad. Bien conocéis el ejemplo de liberalidad de nuestro Señor Jesucristo,
que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriquecierais con su
pobreza.
Esto no es más que un consejo que os doy; y viene muy bien a vosotros, que desde
el año pasado sois los primeros, no sólo en poner manos a la obra en la colecta
(ahora interrumpida), sino también en la voluntad de llevarla a cabo. Terminad,
pues, ahora, la obra comenzada. Que a vuestra prontitud en la iniciativa
corresponda ahora su realización, según vuestras posibilidades.
Cuando la voluntad está pronta es bien recibida con lo que se tenga; no se mira
a lo que no se tiene. No se
trata de que vosotros paséis escasez para que otros tengan holgura, sino de que
haya equidad. En estas circunstancias, que vuestra abundancia remedie la escasez
de aquéllos, y que su abundancia alivie vuestra indigencia; y así haya equidad.
Dice a este propósito la Escritura: «El que mucho recogió no tuvo de más, y el
que poco no anduvo en escasez.»
Gracias doy a Dios porque ha puesto en el corazón de Tito este mismo interés por
vosotros. Porque no sólo acogió bien nuestra invitación, sino que, solícito como
el que más, por propia iniciativa se dirigió a vuestro lado. Junto con él os
enviamos a otro hermano nuestro, que se ha ganado las alabanzas de todas las
Iglesias en la difusión del Evangelio. Y no sólo esto, sino que por voto común
de las Iglesias (de Macedonia) ha sido designado como compañero de nuestros
viajes en esta obra de caridad, obra que llevamos entre manos para gloria del
mismo Señor y prueba de nuestra buena voluntad.
Así tratamos de evitar que nadie nos critique por estas abundantes limosnas que
vamos recogiendo, pues procuramos el bien no sólo ante Dios, sino también ante
los hombres.
Os enviamos con ellos al otro hermano nuestro, de cuyo interés y celo hemos
tenido pruebas bien claras en tantas ocasiones; en ésta se ha mostrado mucho más
solícito por la gran confianza que tiene en vosotros.
Por lo que se refiere a Tito, sabéis que es mi compañero y colaborador en el
apostolado entre vosotros; los demás hermanos nuestros son delegados de las
Iglesias, son gloria de Cristo. Así pues, como lo esperan las demás Iglesias,
hacedles demostración de vuestra caridad, y demostradles que son verdaderos los
elogios que de ella hicimos.
Responsorio 2Co 8, 9; Flp 2, 7
R. Bien conocéis la liberalidad de nuestro Señor Jesucristo,
que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros,
* para que os enriquecierais con su pobreza.
V. Se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo.
R. Para que os enriquecierais con su pobreza.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre los misterios.
(Núms. 8-11: SC 25 bis, 158-160)
RENACEMOS DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU SANTO
¿Qué es lo que viste en el bautisterio? Agua, desde luego, pero no sólo agua;
viste también a los diáconos ejerciendo su ministerio, al obispo haciendo las
preguntas de ritual y santificando. El Apóstol te enseñó, lo primero de todo,
que no hemos de fijarnos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; lo que se
ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. Pues, como leemos en otro lugar,
desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad,
son conocidos mediante las obras. Por esto dice el Señor en persona: Si no me
creéis a mí, creed a las obras. Cree, pues, que está allí presente la divinidad.
¿Vas a creer en su actuación y no en su presencia? ¿De dónde vendría esta
actuación sin su previa presencia?
Considera también cuán antiguo sea este misterio, pues fue prefigurado en el
mismo origen del mundo. Ya en el principio, cuando hizo Dios el cielo y la
tierra, el espíritu -leemos- se cernía sobre las aguas. Y si se cernía es porque
obraba. El salmista nos da a conocer esta actuación del espíritu en la creación
del mundo, cuando dice: La palabra del Señor hizo el cielo; el espíritu de su
boca, sus ejércitos. Ambas cosas, esto es, que se cernía y que actuaba, son
atestiguadas por la palabra profética. Que se cernía, lo afirma el autor del
Génesis; que actuaba, el salmista.
Tenemos aún otro testimonio. Toda carne se había corrompido por sus iniquidades.
No permanecerá mi espíritu en el hombre -dijo Dios- porque no es más que carne.
Con las cuales palabras demostró que la gracia espiritual era incompatible con
la inmundicia carnal y la mancha del pecado grave. Por esto, queriendo Dios
reparar su obra, envió el diluvio y mandó al justo Noé que subiera al arca.
Cuando menguaron las aguas del diluvio, soltó primero un cuervo, el cual no
volvió, y después una paloma que, según leemos, volvió con una rana de olivo.
Ves cómo se menciona el agua, el leño, la paloma, ¿y aún dudas del misterio?
En el agua es sumergida nuestra carne, para que quede borrado todo pecado carnal.
En ella quedan sepultadas todas nuestras malas acciones. En un leño fue clavado
el Señor Jesús, cuando sufrió por nosotros su pasión. En forma de paloma
descendió el Espíritu Santo, como has aprendido en el nuevo Testamento, el cual
inspira en tu alma la paz, en tu mente la calma.
Responsorio Is 44, 3. 4; Jn 4, 14
R. Derramaré agua abundante sobre el suelo sediento, y torrentes en la tierra seca.
* Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las corrientes de agua.
V. El agua que yo le dé se convertirá en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
R. Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las corrientes de agua.
Oración
Dirige, Señor, la marcha del mundo, según tu voluntad, por los caminos de la paz,
y que tu Iglesia se regocije con la alegría de tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.