LUNES XVIII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del primer libro de los Reyes 21, 1-21. 27-29
ELÍAS DEFENSOR DE LA JUSTICIA PARA CON LOS POBRES
En aquel tiempo, Nabot de Yizreel tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaria, y Ajab habló a Nabot, diciendo:
«Dame tu viña para que me sirva de huerto para hortalizas, ya que está contigua a mi casa, y yo te daré por ella una viña mejor que ésta,
o si parece bien a tus ojos te daré su precio en dinero.»
Respondió Nabot a Ajab:
«Líbreme el Señor de darte la herencia de mis padres.»
Se fue Ajab a su casa triste e irritado por la palabra que le dijo Nabot de Yizreel:
«No te daré la heredad de mis padres.»
Se acostó en su lecho, volvió su rostro y no quiso comer. Vino hacia él su mujer, Jezabel, y le habló:
¿Porqué está triste tu espíritu y por qué no quieres comer?»
El le respondió:
«Porque he hablado con Nabot de Yizreel y le he dicho: "Dame tu viña por dinero o, si lo prefieres, te daré una viña a cambio", y me dijo:
"No te daré mi viña."»
Su mujer, Jezabel, le dijo:
«¿Y eres tú el que ejerces la realeza en Israel? Levántate, come y alégrate. Yo te daré la viña de Nabot de Yizreel.»
Entonces ella escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió las cartas a los ancianos y notables
que vivían junto a Nabot. En las cartas había escrito:
«Proclamad un ayuno y haced sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. Haced que se sienten frente a él dos malvados que lo acusarán diciendo:
"Has maldecido a Dios y al rey", y lo sacaréis y lo apedrearéis para que muera.»
Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron lo que Jezabel les había mandado,
de acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido. Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot a la cabeza del pueblo. Llegaron
los dos malvados, se sentaron frente a él y lo acusaron delante del pueblo, diciendo:
«Nabot ha maldecido a Dios y al rey.»
Lo sacaron fuera de la ciudad, lo apedrearon y murió. En seguida enviaron a decir a Jezabel:
«Nabot ha sido apedreado y ha muerto.»
Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Ajab:
«Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.»
Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella. Entonces fue
dirigida la palabra del Señor a Elías tesbita, de esta manera:
«Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaria. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado para apropiársela.
Le hablarás de esta manera: "Así habla el Señor: Has asesinado ¿y además usurpas?" Luego le dirás: "Por esto, así habla el Señor: En el mismo lugar en
que los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también los perros tu propia sangre."»
Ajab dijo a Elías:
«Has vuelto a encontrarme, enemigo mío.» Respondió:
«Te he vuelto a encontrar porque te has vendido para hacer el mal a los ojos del Señor. Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a
barrer tu posteridad y a exterminar todo varón de los de Ajab, libre o esclavo, en Israel.»
Cuando Ajab oyó estas palabras desgarró sus vestidos y se puso un saco sobre su carne, ayunó y se acostaba con el cilicio puesto;
y caminaba abatido. Entonces fue dirigida la palabra del Señor a Elías tesbita, diciéndole:
«¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia? Por haberse humillado en mi presencia, no traeré el mal en vida suya; en vida de
su hijo traeré el mal sobre su casa.»
Responsorio St 4, 8. 9. 10; 5, 6
R.. Purificad, pecadores, vuestras manos; lavad vuestros corazones, los que obráis con doblez.
* Llorad y lamentaos, humillaos en la presencia del Señor.
V. Habéis condenado al justo y le habéis dado muerte, pues él no os opone resistencia.
R. Llorad y lamentaos, humillaos en la presencia del Señor.
Año II:
Comienza el libro del profeta Joel 1, 1. 13 -- 2, 11
ESTA CERCA EL DÍA DEL SEÑOR
Palabra del Señor que recibió Joel, hijo de Fatuel.
Vestíos de luto y haced duelo, sacerdotes; llorad, ministros del altar; venid a
dormir en esteras, ministros de mi Dios, porque faltan en el templo de vuestro
Dios ofrenda y libación. Proclamad el ayuno, congregad la asamblea, reunid a los
ancianos y a todos los habitantes de la tierra, en el templo del Señor, vuestro
Dios, y clamad al Señor: «¡Ay de este día! Porque está cerca el día del Señor,
vendrá como azote del Todopoderoso.»
¿No ha faltado ante nuestros ojos el alimento, el gozo y la alegría del templo
del, Señor? Se secaron las semillas bajo los terrones, quedaron devastados los
silos, están vacíos los graneros, porque la cosecha se ha perdido. ¡Cómo muge el
ganado, está inquieta la vacada, porque no tienen pastos, y el rebaño de ovejas
perece! A ti, Señor, te invoco; el fuego devora las dehesas, la llama consume
los árboles del campo. Hasta las fieras rugen a ti, porque están seca, las
acequias, y el fuego devora las dehesas.
Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, tiemblen los habitantes del
país: que viene, ya está cerca el día del Señor; día de oscuridad y tinieblas,
día de nube y nubarrón; como negrura extendida sobre los montes, una horda
numerosa y espesa; como, ella, no la hubo jamás; después de ella, no se
repetirá por muchas genera iones. En su vanguardia el fuego devora, se agitan
las llamas en su retaguardia; delante de ella la tierra es un jardín, detrás de
ella una estepa desolada; nada se salva. Su aspecto es de caballos, de jinetes
que galopan; su estruendo, de carros rebotando por los montes; como crepitar de
llama que consume la paja, como pueblo numeroso y aguerrido, ante el cual
tiemblan las naciones, con los rostros demudados.
Corren como soldados, como guerreros escalan la muralla; cada cual avanza en su
puesto, no se desordenan las filas; ninguno estorba a su camarada, cada cual
avanza a su objetivo; y, aunque caigan saetas, no se desbandan. Asaltan la
ciudad, escalan los muros, suben a las casas, entran como ladrones por las
ventanas.
Ante ellos tiembla la tierra, se conmueven los cielos, el sol y la luna se
oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor alza la voz delante de
su ejército, porque son muchos e innumerables sus campamentos y fuertes los que
cumplen sus órdenes. Grande es el día del Señor, terrible es, ¿quién lo
resistirá?
Responsorio Jl 2, 11. 12. 13; cf. Ap 5, 17. 16
R. Grande es el día del Señor, terrible es, ¿quién lo resistirá?
* Pero ahora convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso.
V. Ha llegado el día grande de la ira del que está sentado en el trono y del Cordero: y ¿quién podrá resistir?
R. Pero ahora convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso.
SEGUNDA LECTURA
De la carta llamada de Bernabé
(Cap. 2, 6-10; 3, 1. 3; 4, 10-14: Funk 1, 7-9. 13)
LA NUEVA LEY DE NUESTRO SEÑOR
Dios invalidó los sacrificios de la ley antigua, para que la nueva ley de
nuestro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tuviera
una oblación no hecha por mano de hombre. Por esto les dice también: Cuando
saqué a vuestros padres de Egipto, no les ordené ni les hablé de holocaustos y
sacrificios; ésta: fue la orden que les di: «Que nadie medite en su corazón
daños contra el prójimo; no améis jurar en falso.»
Debemos, pues, comprender, si somos sensatos, los sentimientos de bondad de
nuestro Padre; él nos habla, enseñándonos cómo debemos acercarnos a él, porque
no quiere que lo busquemos por caminos desviados, como ellos. A nosotros, pues,
nos dice: Sacrificio para el Señor es un espíritu quebrantado; olor de suavidad
para el Señor es el corazón que glorifica al que lo ha plasmado. Por tanto,
hermanos, debemos investigar diligentemente acerca de nuestra salvación, para
que el maligno seductor no se introduzca furtivamente entre nosotros y nos
aparte de la vida verdadera.
Les dice también, acerca de estas cosas: No ayunéis como ahora, haciendo oír en
el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que
el hombre se mortifica? A nosotros, en cambio, nos dice: El ayuno que yo quiero
es éste -oráculo del Señor-: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los
cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos;
partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que
ves desnudo.
Evitemos, pues, toda obra vana, odiemos de corazón el camino de la iniquidad. No
os repleguéis sobre vosotros mismos, no viváis para vosotros solos, pensando que
ya estáis justificados, sino reuníos para indagar juntos lo que es provechoso
para todos. Dice, en efecto, la Escritura: ¡Ay de los que se tienen por sabios y
se creen perspicaces! Hagámonos espirituales, hagámonos un templo perfecto para
Dios. En lo que dependa de nosotros, no olvidemos el temor de Dios y
esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra
delicia.
El Señor sin acepción de personas juzgará al mundo. Cada cual recibirá el pago
de sus obras: si ha obrado bien, su justicia le precederá; si mal, el castigo de
su maldad irá ante él; no nos abandonemos con la confianza de que somos de los
llamados, no sea que nos durmamos en nuestros pecados, y el príncipe de maldad
apoderándose de nosotros, nos aparte del reino del Señor.
Considerad aún esto, hermanos míos: pues vemos que los israelitas, a pesar de
todas las señales y prodigios que Dios obró en su presencia, fueron rechazados,
vigilemos para que en nosotros no se cumpla aquella sentencia evangélica: Muchos
son los llamados, pero pocos los escogidos.
Responsorio Ga 3, 24-25. 23
R. La ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de ser justificados por la fe.
* Pero una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
V. Antes de venir la economía de la fe, estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que había de revelarse.
R. Pero una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo.
Oración
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos;
concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador
y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.