LUNES XXVII
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Isaías 30, 1-18
INUTILIDAD DE LAS ALIANZAS CON LOS PUEBLOS EXTRANJEROS
Esto dice el Señor:
«¡Ay de los hijos rebeldes que hacen planes sin contar
conmigo, que firman pactos, mas no según mi espíritu, añadiendo pecado a pecado;
que bajan a Egipto sin consultar mi oráculo, para buscar la protección del
Faraón, y refugiarse a la sombra de Egipto! La protección del Faraón será su
deshonra, y el refugio a la sombra de Egipto; su oprobio. Cuando estén sus
magnates en Soán y lleguen sus mensajeros a Hanés, todos se avergonzarán de un
pueblo impotente, que no puede auxiliar ni servir si no es de deshonra y
afrenta.»
Oráculo sobre la Bestia del Negueb. Por tierra siniestra y temible de leones y
leonas rugientes, de víboras y áspides voladores, llevan sus riquezas a lomo de
asno y sus tesoros a giba de camellos, a un pueblo sin provecho, a Egipto, cuyo
auxilio es inútil y nulo; por eso lo llamo así: «Rahab la perezosa».
Ahora ve y escríbelo en una tablilla, grábalo en el bronce, que sirva para el
futuro de testimonio perpetuo:
«Es un pueblo rebelde, hijos renegados, hijos que no quieren escuchar la ley del
Señor; que dicen a los videntes: "No veáis", y a los profetas: "No profeticéis
sinceramente, decidnos cosas halagüeñas, profetizad ilusiones; apartaos del
camino, retiraos de la senda, dejad de ponernos delante al Santo de Israel." Por
eso, así dice el Santo de Israel: Puesto que rechazáis esta palabra y confiáis
en la opresión y la perversidad, y os apoyáis en ellas; por eso esa culpa será
para vosotros como una grieta que baja en una alta muralla y la abomba, hasta
que de repente, de un golpe, se desmorona; como se rompe una vasija de barro,
hecha añicos sin piedad, hasta no quedar entre sus añicos ni un trozo con que
se puedan sacar brasas del brasero, con que se pueda sacar agua del aljibe.»
Así dice el Señor, el Santo de Israel: Vuestra salvación está en convertiros y
en tener calma; vuestra fuerza está en confiar y estar tranquilos; pero no
quisisteis, dijisteis: «No, huiremos a caballo.» Está bien, tendréis que huir.
«Correremos al galope.» Más correrán los que os persiguen. Huirán mil ante el
reto de uno solo, huiréis ante el reto de cinco; hasta que quedéis como mástil
en la cumbre de un monte, como enseña sobre una colina.
Sin embargo, el Señor espera para apiadarse, aguarda para compadecerse; porque
el Señor es un Dios recto: dichosos los que esperan en él.
Responsorio Is 30, 15. 18
R. Vuestra salvación está en convertiros y en tener calma;
* vuestra fuerza está en confiar y estar tranquilos.
V. El Señor espera la hora de otorgaros su favor; dichosos los que esperan en él.
R. Vuestra fuerza está en confiar y estar tranquilos.
Año II:
Del libro de Ben Sirá 2; 1-23
PACIENCIA EN LA TENTACIÓN
Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas;
mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes en el momento de la prueba;
pégate a él, no lo abandones, y al final serás enaltecido. Acepta cuanto te
suceda, aguanta enfermedad y pobreza: porque el oro se acrisola en el fuego, y
el hombre que Dios ama, en el horno de la pobreza. Confía en Dios, que él te
ayudará; espera en él, y te allanará el camino.
Los que teméis al Señor, esperad en su misericordia, y no os apartéis, para no
caer; los que teméis al Señor, confiad en él, que no retendrá vuestro salario
hasta mañana; los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo perpetuo y
salvación. Fijaos en las generaciones pretéritas: ¿quién confió en el Señor, y
quedó defraudado?, ¿quién esperó en él, y quedó abandonado?, ¿quién gritó a él,
y no fue escuchado? Porque el Señor es clemente y misericordioso, perdona el
pecado y salva del peligro.
Ay del corazón cobarde, de las manos inertes; ay del hombre que va por dos
caminos; ay del corazón que no confía, porque no alcanzará protección; ay de los
que abandonáis la esperanza, ¿qué haréis cuando venga a tomar cuentas el Señor?
Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras; los que lo aman siguen sus
caminos. Los que temen ofenderlo buscan lo que es de su agrado; los que lo aman
cumplen la ley; los que temen al Señor disponen el corazón y se humillan delante
de él. Entreguémonos en manos de Dios y no en manos de hombre, pues como es su
grandeza así es su misericordia.
Responsorio Cf. Sir 2, 10. 11; Sal 33, 6
R. Los que teméis al Señor, confiad en él, y vuestros corazones se llenarán de
luz; fijaos en las generaciones pretéritas: *
¿quién confió en el Señor, y quedó defraudado?
V. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
R. ¿Quién confió en el Señor, y quedó defraudado?
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre Caín y Abel
(Libro 1, 9, 34. 38-39: CSEL 32, 369. 371-372)
HAY QUE ORAR ESPECIALMENTE POR TODO EL CUERPO DE LA IGLESIA
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo. Alabar a
Dios es lo mismo que hacer votos y cumplirlos. Por eso se nos dio a todos como
modelo aquel samaritano que, al verse curado de la lepra juntamente con los
otros nueve leprosos que obedecieron la palabra del Señor, volvió de nuevo al
encuentro de Cristo y fue el único que glorificó a Dios, dándole gracias. De él
dijo Jesús: No ha vuelto ninguno a dar gloria a Dios, sino este extranjero.
Levántate -le dijo- y vete; tu fe te ha salvado.
Con esto el Señor Jesús en su enseñanza divina te mostró, por una parte, la
bondad de Dios Padre y, por otra, te insinuó la conveniencia de orar con
intensidad y frecuencia: te mostró la bondad del Padre haciéndote ver cómo se
complace en darnos sus bienes para que con ello aprendas a pedir bienes al que
es el mismo bien; te mostró la conveniencia de orar con intensidad y frecuencia
no para que tú repitas sin cesar y mecánicamente fórmulas de oración, sino para
que adquieras el espíritu de orar asiduamente. Porque con frecuencia las largas
oraciones van acompañadas de vanagloria y la oración continuamente interrumpida
tiene como compañera la desidia.
Luego te amonesta también el Señor a que pongas el máximo interés en perdonar a
los demás cuando tú pides perdón de tus propias culpas; con ello tu oración se
hace recomendable por tus obras. El Apóstol afirma,
además, que se ha de orar alejando primero las controversias y la ira, para que
así la oración se vea acompañada de la paz del espíritu y no se entremezcle con
sentimientos ajenos, a la plegaria. Además, también se nos enseña que conviene
orar en todas partes: así lo afirma el Salvador cuando dice, hablando de la
oración: Entra en tu aposento.
Pero, entiéndelo bien, no se trata de un aposento rodeado de paredes, en el cual
tu cuerpo se encuentra como encerrado, sino más bien de aquella habitación que
hay en tu mismo interior, en la cual habitan tus pensamientos y moran tus
deseos. Este aposento para la oración va contigo a todas partes, y en todo lugar
donde te encuentres continúa siendo un lugar secreto, cuyo solo y único árbitro
es Dios.
Se te dice también que has de orar especialmente por el pueblo de Dios, es
decir, por todo el cuerpo, por todos los miembros de tu madre la Iglesia, que
viene a ser como un sacramento del amor mutuo. Si sólo ruegas por ti, también tú
serás el único que suplica por ti. Y si todos ruegan solamente por sí mismos, la
gracia que obtendrá el pecador será, sin duda, menor que la que obtendría del
conjunto de los que interceden si éstos fueran muchos. Pero, si todos ruegan
por todos, habrá que decir también que todos ruegan por cada uno.
Concluyamos, por tanto, diciendo que, si oras solamente por ti, serás, como ya
hemos dicho, el único intercesor en favor tuyo. En cambio, si tú oras por todos,
también la oración de todos te aprovechará a ti, pues tú formas también parte
del todo. De esta manera obtendrás una gran recompensa, pues la oración de cada
miembro del pueblo se enriquecerá con la oración de todos los demás miembros. En
lo cual no existe ninguna arrogancia, sino una mayor humildad y un fruto más
abundante.
Responsorio Sal 60, 2-3. 6
R.
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; *
te invoco desde el confín de la tierra.
V. Porque tú, ¡oh Dios!, escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que
veneran tu nombre.
R. Te invoco desde el confín de la tierra.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que con la magnificencia de tu amor sobrepasas los
méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu
misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos
concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.