LUNES XXX

PRIMERA LECTURA

Año I


Del libro del profeta Jeremías     25, 15-17. 27-38

LA COPA DE LA IRA DE DIOS CONTRA LOS PAGANOS

    El Señor, Dios de Israel, me dijo:
    «Toma de mi mano esta copa de vino de ira, y hazla beber a todas las naciones a donde te envío. Que beban y se tambaleen, y enloquezcan ante la espada que arrojo en medio de ellos.»
    Tomé la copa de mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me envió el Señor.
    «Les dirás: Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Bebed, embriagaos, vomitad, caed para no levantaros, ante la espada que yo arrojo en medio de vosotros." Y si se niegan a tomar de tu mano la copa para beber, les dirás: Así dice el Señor de los ejércitos: "Habéis de beber Porque, si en la ciudad donde se invoca mi nombre comencé con el castigo, ¿vais a quedar impunes vosotros? No quedaréis impunes, porque yo reclamo la espada contra todos los habitantes del mundo -oráculo del Señor de los ejércitos-."
    Y tú, profetiza contra ellos estas palabras: "El Señor ruge desde la altura, desde su santa morada alza la voz, ruge y ruge contra su dehesa, entona la copla de los pisadores de uva, contra todos los habitantes de la tierra. El estruendo llega a los confines del orbe, porque el Señor entabla pleito con los paganos, juzga en persona a todo hombre, y entrega a la espada a los impíos -oráculo del Señor-."»
    Así dice el Señor de los ejércitos:
    «Mirad pasar la catástrofe de nación en nación. Una tormenta arrolladora se agita en el extremo del orbe. Aquel día las víctimas del Señor alcanzarán de un extremo a otro de la tierra; no los recogerán ni enterrarán, ni les harán duelo, sino que serán como estiércol en el campo.
    ¡Gemid, pastores, y gritad; revolcaos, mayorales del rebaño! Se os ha cumplido el tiempo de la matanza, y caeréis como hermosos carneros. No hay huida para los pastores, no escaparán los mayorales del rebaño. Se oye el grito de los pastores, el gemido de los mayorales del rebaño, porque el Señor ha destruido sus pastos; están desoladas las prósperas dehesas, por el incendio de la ira del Señor. El león abandona su guarida, porque su tierra está desolada, ante el incendio devastador, ante el incendio de su ira.»

Responsorio     Ap 16, 1; Rm 1, 18; Sal 74, 9

R.
Oí una gran voz proveniente del santuario, que gritaba: «Id a derramar las siete copas de la cólera de Dios sobre la tierra.» * Desde el cielo viene revelándose la cólera de Dios sobre todo género de impiedad e injusticia de los hombres.
V. El Señor tiene una copa en la mano, un vaso lleno de vino drogado: lo da a beber hasta las heces a todos los malvados de la tierra.
R.
Desde el cielo viene revelándose la cólera de Dios sobre todo género de impiedad e injusticia de los hombres.


Año II

Del libro de la Sabiduría     1, 16-2, la. 10-24

NECIAS MAQUINACIONES DE LOS IMPÍOS CONTRA EL JUSTO


    Los impíos llaman a la muerte con palabras v con obras; teniéndola por amiga, se desviven por ella, con ella conciertan un pacto, pues bien merecen que les tenga por suyos. Porque se dicen discurriendo desacertadamente:
    «Oprimamos al justo pobre, no perdonemos a la viuda, no respetemos las canas llenas de años del anciano. Sea nuestra fuerza norma de la justicia, que la debilidad, como se ve, de nada sirve. Tendamos lazos al justo, que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación. Se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible, lleva una vida distinta y sigue caminos extraños. Nos tiene por bastardos, se aparta de nuestros caminos como de impurezas; proclama dichosa la suerte final de los justos y se ufana de tener a Dios por padre. Veamos si sus palabras son verdaderas, examinemos lo que pasará en su tránsito. Si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá, lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémoslo a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios lo visitará.»
    Así discurren, pero se equivocan; les ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad ni creen en el premio de las almas intachables. Porque Dios creó al hombre incorruptible, lo hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.

Responsorio     Sb 2, 1. 12. 13. 17. 18; Mt 27, 43

R.
Dijeron los impíos: Oprimamos al justo, porque se enfrenta a nuestro modo de obrar y se llama a sí mismo hijo del Señor: * veamos si sus palabras son verdaderas: si en realidad es hijo de Dios, que lo libre el de nuestras manos.
V. Ha puesto su confianza en Dios, que lo salve ahora, si es que de veras lo ama, ya que nos ha dicho: «Soy Hijo de Dios.»
R. Veamos si sus palabras son verdaderas: si en realidad es hijo de Dios, que lo libre él de nuestras manos.


SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

(Cap. 21, 1-22, 5; 23, 1-2: Punk 1, 89-93)

NO NOS APARTEMOS NUNCA DE LA A VOLUNTAD DE DIOS


    Vigilad, amadísimos, no sea que los innumerables beneficios de Dios se conviertan para nosotros en motivo de condenación por no tener una conducta digna de Dios y por no realizar siempre en mutua concordia lo que le agrada. En efecto, dice la Escritura: El Espíritu del Señor es como una lámpara que sondea lo más íntimo de las entrañas.
    Consideremos cuán cerca está de nosotros y cómo no se le oculta ninguno de nuestros pensamientos ni de nuestras palabras. Justo es, por tanto, que no nos apartemos nunca de su voluntad. Vale más que ofendamos a hombres necios e insensatos, soberbios y engreídos en su hablar, que no a Dios.
    Veneremos al Señor Jesús, cuya sangre fue derramada por nosotros; respetemos a los que dirigen nuestras comunidades, honremos a nuestros presbíteros, eduquemos a nuestros hijos en el temor de Dios, encaminemos a nuestras esposas por el camino del bien. Que ellas sean dignas de todo elogio por el encanto de su castidad, que brillen por la sinceridad y por su inclinación a la dulzura, que la discreción de sus palabras manifieste a todos su recato, que su caridad hacia todos sea patente a cuantos temen a Dios, y que no hagan acepción alguna de personas.
    Que vuestros hijos sean educados según Cristo, que aprendan el gran valor que tiene ante Dios la humildad y lo mucho que aprecia Dios el amor casto, que comprendan cuán grande sea y, cuán hermoso el temor de Dios y cómo es capaz de salvar a los que se dejan guiar por él, con toda pureza de conciencia. Porque el Señor es escudriñador de nuestros pensamientos y de nuestros deseos, y su Espíritu está en nosotros, pero cuando él quiere nos lo puede retirar. Todo esto nos lo confirma nuestra fe cristiana, pues el mismo Cristo es quien nos invita, por medio del Espíritu Santo, con estas palabras: Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
    El Padre de todo consuelo y de todo amor tiene entrañas de misericordia para con todos los que lo temen y en su entrañable condescendencia reparte sus dones a cuantos a él se acercan con un corazón sin doblez. Por eso, huyamos de la duplicidad de ánimo y que nuestra alma no se enorgullezca nunca al verse honrada con la abundancia y riqueza de los dones del Señor.

Responsorio     Tb 4, 20; 14, 10. 11

R.
Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos, * para que lleguen a buen fin todos tus proyectos.
V. Practica lo que es agradable a sus ojos, con toda sinceridad y con todas tus fuerzas.
R. Para que lleguen a buen fin todos tus proyectos.


Oración

Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.