LUNES XXXI
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Jeremías 37, 20; 38, 14-28
JEREMÍAS, PRISIONERO, EXHORTA AL REY SEDECÍAS A LA PAZ
En aquellos días, el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en el patio
de la guardia, y que le diesen una hogaza de pan al día -de la calle de los
Panaderos-, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jeremías se quedó en el patio
de la guardia. El rey Sedecías mandó que le trajeran al profeta Jeremías, a
la tercera entrada del templo; y el rey dijo a Jeremías:
«Quiero preguntarte una cosa: no me calles nada.»
Respondió Jeremías a Sedecías:
«Si te lo digo, seguro que me matarás; y si te doy un consejo, no me escucharás.»
El rey Sedecías juró en secreto a Jeremías:
«¡Vive el Señor que nos dio la vida!, que no te mataré ni te entregaré en poder
de estos hombres que te persiguen a muerte.»
Respondió Jeremías a Sedecías:
«Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Si te rindes a los
generales del rey de Babilonia, salvarás la vida, y no incendiarán la ciudad;
viviréis tú y tu familia. Pero si no te rindes a los generales del rey de
Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán; y tú
no escaparás.»
El rey Sedecías dijo a Jeremías:
«Tengo miedo de que me entreguen en manos de los judíos que se han pasado a los
caldeos, y que me maltraten.»
Respondió Jeremías:
«No te entregarán. Escucha la voz del Señor, que te comunicó bien y salvarás la
vida. Pero si te niegas, éste es el oráculo que me ha manifestado el Señor:
Escucha: todas las mujeres. que han quedado en el palacio real de
Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y cantarán: "Te
han engañado y te han traicionado tus buenos amigos; han hundido tus pies en el barro,
y se han marchado." Todas tus mujeres y tus hijos se los entregarán a los caldeos;
y tu no te librarás de ellos, sino que caerás en pos del rey de Babilonia,
que incendiará la ciudad.»
Sedecías dijo a Jeremías:
«Que nadie sepa de esta conversación, y no morirás. Si los jefes se enteran
de que he hablado contigo, y vienen, a, preguntarte: "Cuéntanos lo que
has dicho al rey no nos lo ocultes, y no te mataremos", tú les responderás:
"Estaba presentando mi súplica al rey, para que no me llevasen de nuevo a
casa de Jonatán, a morir allí."»
Vinieron los príncipes y le preguntaron, y él respondió según las instrucciones
del rey. Así se fueron sin decir nada, porque la cosa no se supo. Y así se quedó
Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día de la conquista de Jerusalén.
Responsorio 2Co 6, 4-5; Jdt 8, 23
R. Acreditémonos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios por nuestra mucha constancia en las tribulaciones,
* en las necesidades y angustias, en los azotes y en las prisiones.
V. Todos los que han sido gratos a Dios han pasado por muchas tribulaciones, permaneciéndole fieles.
R. En las necesidades y angustias, en los azotes y en las prisiones.
Año II:
Del libro de la Sabiduría 9, 1-19
ORACIÓN PARA ALCANZAR LA SABIDURÍA
Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas
las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre tus
creaturas, y para que rigiese el mundo con santidad y justicia y lo gobernase con
rectitud de corazón. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas
del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre
débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría,
que procede de ti, será estimado en. nada. Tú me has escogido como rey de tu
pueblo y gobernante de tus hijos e hijas, me encargaste construirte un templo
en tu monte santo y un altar en la ciudad de tu morada, copia del santuario que
fundaste al principio.
Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías
el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus
preceptos. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para
que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella
conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras y me
guardará en su esplendor; así aceptarás mis obras, juzgaré a tu pueblo con
justicia y seré digno del trono de mi padre.
Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere?
Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son
falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre
abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo
encontramos lo que está a mano: pues ¿quién rastreará las cosas del cielo, quién
conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu
desde el cielo?
Sólo así serán rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprenderán lo
que te agrada; y se salvarán con la sabiduría los que te agradan, Señor, desde
el principio.
Responsorio Sb 9, 10. 4
R. De tu trono de gloria envía, Señor, la sabiduría para que me asista en mis trabajos
* y venga yo a saber lo que te es grato.
V. Dame, Señor, la sabiduría asistente de tu trono.
R. Y venga yo a saber lo que te es grato.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual,
del Concilio Vaticano segundo
NECESIDAD DE INCULCAR SENTIMIENTO QUE LLEVAN A LA PAZ
Procuren los hombres no limitarse a confiar sólo en el esfuerzo de unos pocos,
descuidando su propia actitud mental. Pues los gobernantes de los pueblos, como
gerentes que son del bien común de su propia nación y promotores al mismo tiempo
del bien universal, están enormemente influenciados por la opinión pública y por
los sentimientos del propio ambiente. Nada podrían hacer en favor de la paz si
los sentimientos de hostilidad, desprecio y desconfianza, y los odios raciales e
ideologías obstinadas dividieran y enfrentaran entre sí a los hombres. De ahí la
urgentísima necesidad de una reeducación de las mentes y de una nueva orientación
de la opinión pública.
Quienes se consagran a la educación de los hombres, sobre todo los jóvenes, o
tienen por misión educar la opinión pública consideren como su mayor deber el
inculcar en todas las mentes los sentimientos nuevos que llevan a la paz.
Es necesario que todos convirtamos nuestro corazón y abramos nuestros ojos al
mundo entero, pensando en aquello que podríamos realizar en favor del progreso del
género humano si todos nos uniéramos. No deben engañarnos las falsas esperanzas.
En efecto, mientras no desaparezcan las enemistades y los odios y no se concluyan
pactos sólidos y leales para el futuro de una paz universal, la humanidad, amenazada
ya hoy por graves peligros a pesar de sus admirables progresos científicos, puede
llegar a conocer una hora funesta en la que ya no podría experimentar otra paz que la
paz horrenda de la muerte. La Iglesia de Cristo, que participa de las angustias de
nuestro tiempo, mientras denuncia estos peligros no pierde con todo la esperanza;
por ello no deja de proponer al mundo actual, una y otra vez, con oportunidad o sin ella,
aquel mensaje apostólico: Ahora es el tiempo propicio, para que se opere un cambio en
los corazones, ahora es el día de salvación.
Para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de
discordia entre los hombres, que son las que engendran las guerras; entre estas
causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de estas
injusticias tienen su origen en las excesivas desigualdades económicas y también
en la lentitud con que se aplican los remedios necesarios para corregirlas.
Otras injusticias provienen de la ambición de dominio, del desprecio a las
personas, y, si queremos buscar sus causas más profundas, las encontraremos en
la envidia, la desconfianza, el orgullo y demás pasiones egoístas. Como el
hombre no puede soportar tantos desórdenes, de ahí se sigue que, aun cuando no
se llegue, a la guerra, el mundo se ve envuelto en contiendas y violencias.
Además, como estos mismos males se encuentran también en las relaciones entre
las diversas naciones, se hace absolutamente imprescindible que, para superar o
prevenir esas discordias y para acabar con las violencias, se busque, como mejor
remedio, la cooperación y coordinación entre las instituciones internacionales y
se estimule sin cesar la creación de organismos que promuevan la paz.
Responsorio Cf. Sir 23, 2; Is 49, 8; 37, 35; Sal 121, 7; 33, 15
R. He puesto en tu corazón una doctrina de sabiduría, dice el Señor;
* he escuchado tus ruegos de que proteja esta ciudad y de que haya paz en tus días.
V. Apártate del mal y obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
R. He escuchado tus ruegos de que proteja esta ciudad y de que haya paz en tus días.
Oración
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles,
concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.