MARTES V
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta a los Corintios 2, 1-16
EL ESPÍRITU PENETRA HASTA LA PROFUNDIDAD DE DIOS
Cuando vine a vosotros, hermanos, a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice
con sublime elocuencia ni sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber
osa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros, débil
y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana,
no en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye
en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sin embargo, hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este
mundo, ni de los príncipes de este siglo, que quedan desvanecidos, sino que
enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios
antes de los siglos para nuestra gloria, que no conoció ninguno de los príncipes
de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor
de la gloria. Pero, según está escrito: «Ni el ojo vio, -ni el oído oyó, ni vino
a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman.»
Pero a nosotros nos lo ha revelado por su Espíritu: y el Espíritu todo lo
penetra, hasta la profundidad de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del
hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce
lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el
espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias
que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras
aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando
realidades espirituales en términos espirituales.
El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para
él. Y no las puede entender, tender, pues sólo el Espíritu puede juzgarlas. En cambio,
el hombre espiritual lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarlo. Porque ¿quién conoció
el pensamiento del Señor para instruirle? Pero nosotros poseemos el pensamiento de Cristo.
Responsorio Dn 2, 22. 28; l Co 2, 9. 10
R. Dios revela los secretos más profundos y conoce lo que ocultan las tinieblas.
* Hay un Dios en el cielo que revela los misterios.
V. Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre, a nosotros nos lo ha revelado Dios por su Espíritu.
R. Hay un Dios en el cielo que revela los misterios.
Año II
Del libro del Génesis 41, 5642, 26
LOS HERMANOS DE JOSÉ BAJAN A EGIPTO
En aquellos días, cuando el hambre cubrió toda la tierra, José abrió los
graneros y repartió raciones a los egipcios, mientras arreciaba el hambre en
Egipto. Y de todos los países venían a Egipto a comprar grano a José, porque el
hambre arreciaba en toda la tierra. Enterado Jacob de que había grano en Egipto,
dijo a sus hijos:
«¿Qué estáis mirando? He oído decir que hay grano en Egipto; bajad allá y
compradnos grano para que sigamos viviendo y no muramos.»
Bajaron, pues, diez hermanos de José a comprar grano en Egipto. Jacob no dejó
marchar a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos, temiendo que le sucediera
una desgracia. Los hijos de Israel fueron entre otros a comprar grano, pues
había hambre en Canaán.
José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo. Vinieron,
pues, los hermanos de José y se postraron ante él, rostro en tierra. Al ver a
sus hermanos, José los reconoció, pero él no se dio a conocer, sino que les
habló duramente:
«¿De dónde venís?»
Contestaron:
«De tierra de Canaán a comprar provisiones.»
José reconoció a sus hermanos, pero no se les dio a conocer. Se acordó José de
los sueños que había soñado, y les dijo:
«¡Sois espías!; habéis venido a observar las zonas desguarnecidas del país.»
Contestaron:
«No es así, señor; tus siervos han venido a comprar provisiones. Somos todos
hijos de un mismo padre, y gente honrada; tus siervos no son espías.»
Él insistió:
«No es cierto, habéis venido a observar las zonas desguarnecidas del país.»
Respondieron:
«Éramos doce hermanos, hijos de un mismo padre, en tierra de Canaán; el menor se
ha quedado con su padre, y el otro ha desaparecido.»
José les dijo:
«Lo que yo decía, sois espías; pero os pondré a prueba: no saldréis de aquí, por
vida del Faraón, si primero no me traéis a vuestro hermano menor. Despachad a
uno de vosotros por vuestro hermano, mientras los demás quedáis presos; y
probaréis que vuestras palabras son verdaderas; de lo contrario, por vida del
Faraón, que sois espías.»
Y los hizo detener, durante tres días. Al tercer día, les dijo:
«Yo temo a Dios, por eso haréis lo siguiente, y salvaréis la vida: Si sois gente
honrada, uno de vosotros quedará aquí encarcelado, y los demás irán a llevar
víveres a vuestras familias hambrientas; después me traeréis a vuestro hermano
menor; así probaréis que habéis dicho la verdad y no moriréis.»
Ellos aceptaron, y se decían:
«Estamos pagando el delito contra nuestro hermano, cuando lo veíamos suplicarnos
angustiado y no le hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia.»
Intervino Rubén:
«¿No os lo decía yo: "No pequéis contra el muchacho", y no me hicisteis caso?
Ahora nos piden cuentas de su sangre.»
Ellos no sabían que José los entendía, pues había usado intérprete. Él se retiró
y lloró; después volvió a
ellos y escogió a Simeón y lo hizo encadenar en su presencia.
José mandó que les llenasen los sacos de grano, que metieran el dinero pagado en
cada saco y que les dieran provisiones para el camino. Así se hizo. Cargaron el
grano a los asnos y se marcharon.
Responsorio 1M 2, 53; Hch 7, 10
R. José, en medio del peligro, cumplió el mandamiento
* y llegó a ser señor de Egipto.
V. Dios le dio sabiduría ante el Faraón.
R. Y llegó a ser señor de Egipto.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro del Génesis
(Homilía 8, 6. 8. 9: PG 12, 206-209)
EL SACRIFICIO DE ABRAHAM
Tomó Abraham la leña del holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac, y él llevaba
el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. El hecho de que llevara Isaac
la leña de su propio holocausto era figura de Cristo, que cargó también con la
cruz; además, llevar la leña del holocausto es función propia del sacerdote.
Así, pues, Cristo es a la vez víctima y sacerdote. Esto mismo significan las
palabras que vienen a continuación: Los dos caminaban juntos. En efecto,
Abraham, que era el que había de sacrificar, llevaba el fuego y el cuchillo,
pero Isaac no iba detrás de él, sino junto a él, lo que demuestra que él cumplía
también una función sacerdotal.
¿Qué es lo que sigue? Isaac -continúa la Escritura- dijo a su padre Abraham:
«Padre.» Ésta es la voz que el hijo pronuncia en el momento de la prueba. ¡Cuán
fuerte tuvo que ser la conmoción que produjo en el padre esta voz del hijo, a
punto de ser inmolado! Y, aunque su fe lo obligaba a ser inflexible, Abraham,
con todo, le responde con palabras de igual afecto: «¿Qué deseas, hijo mío?» El
muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña: pero ¿dónde está el cordera para el
holocausto?» Abraham le contestó: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio,
hijo mío.»
Resulta conmovedora la cuidadosa y cauta respuesta de Abraham. Algo debía prever
en espíritu, ya que dice, no en presente, sino en futuro: Dios proveerá el
cordero; al hijo que le pregunta acerca del presente le responde con palabras
que miran al futuro. Es que el Señor debía proveerse de cordero en la persona de
Cristo.
Abraham tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le
gritó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!» Él contestó: «Aquí me tienes.» Dios
le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo, ni le hagas nada. Ya he
comprobado que temes a Dios.» Comparemos estas palabras con aquellas otras del
Apóstol, criando dice que Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó
a la muerte por todos nosotros. Ved cómo Dios rivaliza con los hombres en
magnanimidad y generosidad. Abraham ofreció a Dios un hijo mortal, sin que de
hecho llegara a morir; Dios entregó a la muerte por todos al Hijo inmortal.
Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los
matorrales. Creo que ya hemos dicho antes que Isaac era figura de Cristo, mas
también parece serlo este carnero. Vale la pena saber en qué se parecen a Cristo
uno y otro: Isaac, que no fue degollado, y el carnero, que sí fue degollado.
Cristo es la Palabra de Dios, pero la Palabra se hizo carne.
Cristo padeció, pero en la carne; sufrió la muerte, pero quien la sufrió fue su
carne, de la que era figura este carnero, de acuerdo con lo que decía Juan: Éste
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La Palabra permaneció en
la incorrupción, por lo que Isaac es figura de Cristo según el espíritu. Por
esto Cristo es a la vez víctima y pontífice según el espíritu. Pues el que
ofrece el sacrificio al Padre en el altar de la cruz es el mismo que se ofrece
en su propio cuerpo como víctima.
Responsorio Jn 19, 16-17; Gn 22, 6
R. Tomaron a Jesús y lo sacaron;
* y, cargando su cruz, salió Jesús hacia el lugar llamado Calvario.
V. Tomó Abraham la leña del holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac.
R. Y, cargando su cruz, salió Jesús hacia el lugar llamado Calvario.
Oración
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos
puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.