MARTES VI
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta a los Corintios 7, 25-40
CELIBATO Y MATRIMONIO
Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy
mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo
que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques
mujer; aunque si te casas, no haces mal; y si una soltera se casa, tampoco hace
mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras
razones.
Os digo esto, hermanos: el momento es apremiante. Queda como solución: que los
que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no
lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como
si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él:
porque la presentación de este mundo se termina.
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del
Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los
asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la
mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor,
consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los
asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para
vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y
al trato con el Señor sin preocupaciones.
Si, a pesar de todo, alguien cree faltar a la conveniencia respecto de su
doncella, por estar en la flor de su edad, y conviene proceder así, haga lo que
quiera, no hace mal; cásense. Mas el que permanece firme en su corazón, y sin
presión alguna y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a
guardar a su doncella, hará bien. Así pues, el que casa a su doncella obra bien.
Y el que no la casa obra mejor.
La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido,
queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Sin embargo, será
más feliz si permanece así según mi consejo: que yo también creo tener el
Espíritu de Dios.
Responsorio 1Co 7, 29. 31; Rm 13, 11
R. El momento es apremiante; queda como solución, que los que negocian en el
mundo vivan como si no disfrutaran de él;
* porque la presentación de este mundo se termina.
V. La salud está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe.
R. Porque la presentación de este mundo se termina.
Año II:
De la primera carta a los Tesalonicenses 4, 1-17
VIDA SANTA Y ESPERANZA DE RESURRECCIÓN
Hermanos, os rogamos y exhortamos en Jesús, e Señor, a que viváis como conviene
que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros -cosa que ya
hacéis-, y a que hagáis nuevos progresos. A este propósito, ya conocéis los
preceptos que os dimos en nombre de Jesús, el Señor.
Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación que os abstengáis de la
fornicación; que sepa cada uno guardar su cuerpo santa y decorosamente, sin
dejarse llevar de la pasión, como hacen los gentiles que n conocen a Dios; que
nadie se exceda ni ofenda en esta materia a su hermano, porque el vengador de
todo esto es el Señor, según antes os dijimos y os recalcamos, pues Dios no nos
ha llamado a una vida impura sino sagrada. Por tanto, quien estos preceptos
desprecia no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os hizo donación de su
Espíritu Santo.
Por lo que se refiere a la caridad fraterna, no tenéis necesidad de que os
escribamos nada, ya que Dios mismo os ha enseñado cómo habéis de amaros unos
otros. Y en verdad que ya lo practicáis con todos los hermanos que viven en
Macedonia entera. Con todo, o exhortamos, hermanos, a progresar más y más, a
poner vuestro afán en vivir en paz, ocupándoos de vuestros asuntos, y a trabajar
con vuestras propias manos según os lo recomendamos. Así viviréis dignamente a
los ojos de los no cristianos y no tendréis necesidad de la ayuda de nadie. No
quisiéramos, hermanos, que desconocieseis la suerte de los difuntos. Así no os
afligiréis como los hombres sin esperanza. Porque, si creemos que Jesús ha
muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los
llevará con él.
Apoyándonos en la palabra del Señor, os declaramos lo siguiente: Nosotros, los
que aún vivimos, los que quedemos para la venida del Señor, no nos adelantaremos
a los que murieron. Porque el Señor mismo, a una orden, a la voz del arcángel y
al sonido de la trompeta divina, bajará del cielo y los que murieron en Cristo
resucitarán en primer lugar; después, nosotros, los que aún vivamos, los que
quedemos, seremos arrebatados junto con ellos entre nubes al encuentro del Señor
por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente
con estas palabras.
Responsorio 1Ts 4, 15; Me 13, 27; cf. Mt 24, 31
R. El Señor mismo, a una orden, a la voz del arcángel y al sonido de la trompeta
divina, bajará del cielo;
* y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales
y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
V. Cuando venga el Hijo del hombre, enviará a sus ángeles
con poderosas trompetas.
R. Y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos
cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
SEGUNDA LECTURA
De las Disertaciones de san Atanasio, obispo, Contra los arrianos
(Disertación 2, 78. 81-82: PG 26, 311. 319)
EL CONOCIMIENTO DEL PADRE POR MEDIO DE LA SABIDURÍA CREADORA Y HECHA CARNE
La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de todas
las cosas. Todo -dice, en efecto, el salmo- lo hiciste con sabiduría,
y también La tierra está llena de tus creaturas. Pues, para que las cosas
creadas no sólo existieran, sino que también existieran debidamente, quiso Dios
acomodarse a ella por su Sabiduría, imprimiendo en todas ellas en conjunto y en
cada una en particular cierta similitud imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese
patente que las cosas creadas están embellecidas con la Sabiduría y que las obras
de Dios son dignas de él.
Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la Palabra, que es el
Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es también imagen de esta misma
Palabra, que se identifica con la Sabiduría; y así, por nuestra facultad de
saber y entender, nos hacemos idóneos para recibir la Sabiduría creadora y,
mediante ella, podemos conocer a su Padre. Pues, quien posee a Hijo -dice la
Escritura- posee también al Padre, y también: El que a mí me recibe recibe
a aquel que me ha enviado. Por tanto, ya que existe en nosotros y en todos una
participación creada de esta Sabiduría, con toda razón la verdadera y creadora
Sabiduría se atribuye las propiedades de los seres, que tienen en sí una
participación de la misma, cuando dice: El Señor me creó al comienzo de sus
obras.
Mas, como en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el mundo
no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la
predicación para salvar a los creyentes. Porque Dios no quiso ya ser conocido,
como en tiempos anteriores, través de la imagen y sombra de la sabiduría existente
en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara carne, se
hiciera hombre y padeciese la muerte de cruz, para que, en adelante, todos los
creyentes pudieran salvarse por la fe en ella.
Se trata, en efecto, de la misma Sabiduría de Dios, que antes, por su imagen
impresa en las cosas creadas (razón por la cual se dice de ella que es creada),
se daba a conocer a sí misma y, por medio de ella, daba a conocer a su Padre.
Pero, después esta misma Sabiduría, que es también la Palabra, se hizo carne,
como dice san Juan, y, habiendo destruido la muerte y liberado nuestra raza, se
reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí misma, reveló al Padre; de
ahí aquellas palabras suyas: Haz que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a
tu enviado Jesucristo.
De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto, uno solo
es el conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el Padre; uno
solo es el gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre, según aquellas
palabras: Yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia.
Responsorio Col 2, 6. 9; Mt 23, 10
R. Vivid según Cristo Jesús, el Señor, tal como os lo enseñaron.
* Porque en él, en su cuerpo glorificado,
habita toda la plenitud de la divinidad.
V. Uno solo es vuestro maestro: Cristo.
R. Porque en él, en su cuerpo glorificado,
habita toda la plenitud de la divinidad.
Oración
Oh Dios, has prometido permanecer con los rectos y sinceros de corazón;
concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.