MARTES XIV
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del primer libro de Samuel 19, 8-10; 20, 1-17
AMISTAD ENTRE DAVID Y JONATAN
En aquellos días, reanudada la guerra, partió David para combatir a los filisteos,
les causó una gran derrota y huyeron ante él.
Pero se apoderó de Saúl un espíritu malo del Señor: estaba sentado en su casa con
su lanza en la mano y David tocaba el arpa. Saúl intentó clavar con su lanza a
David en la pared, pero David esquivó el golpe de Saúl y la lanza se clavó en la
pared. David huyó y se puso a salvo. De Nayot de Ramá, David fue a decir a Jonatán:
«¿Qué he hecho, cuál es mi falta y en qué he pecado contra tu padre para que busque mi
muerte?»
Jonatán le respondió:
«De ninguna manera, no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, grande o pequeña, sin
descubrírmela; ¿por qué me había de ocultar mi padre este asunto? ¡No puede ser!»
Pero David volvió a jurar:
«Sabe muy bien tu padre que me tienes mucho afecto y se ha dicho: "Que no lo
sepa Jonatán, para que no se apene." Y con todo, por el Señor y por tu vida, que
no hay más que un paso entre mí y la muerte.»
Dijo Jonatán a David:
«Dime lo que deseas, y yo lo haré.»
Respondió David:
«Mira, mañana es el novilunio. Yo tendría que sentarme con el rey a comer, pero
tú me dejarás marchar y me esconderé en el campo hasta la noche. Si tu padre nota
mi ausencia, dirás: "David me ha pedido con insistencia que le deje hacer una
escapada a Belén, su ciudad, porque se celebra el sacrificio anual de toda la familia.
" Si tu padre dice: "Está bien", tu siervo está a salvo; pero, si se enfurece,
sabrás que por su parte está decretada mi ruina. Haz este favor a tu siervo, ya que hiciste
que tu siervo estableciera contigo alianza ante el Señor. Si hay falta en mí, dame tú mismo
la muerte, ¿para qué llevarme hasta tu padre?»
Respondió Jonatán:
«¡Lejos de ti tal pensamiento! Si yo supiera con certeza que por parte de mi
padre está decretado que venga la ruina sobre ti, ¿no te lo avisaría yo mismo?»
Preguntó David a Jonatán:
«¿Quién me avisará si tu padre te responde con aspereza?»
Respondió Jonatán a David:
«Ven, salgamos al campo.»
Y salieron ambos al campo. Dijo entonces Jonatán a David:
«Por el Señor, Dios de Israel, te juro que mañana a esta misma hora sondearé a
mi padre; si la cosa va bien para ti y no envío quién te lo haga saber, que el
Señor haga esto a Jonatán y añada esto otro. Y, si mi padre decide hacerte mal,
te lo haré saber para que te pongas a salvo y vayas en paz. Y que el Señor esté
contigo como lo estuvo con mi padre. Si para entonces estoy vivo todavía, usa
conmigo de la bondad del Señor y, si he muerto, nunca apartes tu misericordia de
mi casa. Cuando el Señor haya exterminado a los enemigos de David de la faz de
la tierra, que no sea exterminado Jonatán con la casa de Saúl; de lo contrario,
que el Señor pida cuentas a David.»
Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues lo amaba como a sí
mismo.
Responsorio Pr 17, 17; Un 4, 7
R. El amigo ama en toda ocasión:
* y se porta como un hermano en el día de la desventura.
V. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
R. Y se porta como un hermano en el día de la desventura.
Año II:
Del libro de los Proverbios 8, 1-5. 12-36
ALABANZA DE LA ETERNA SABIDURÍA
Oíd, la Sabiduría está llamando, la Prudencia levanta la voz, en la cumbre de
las colinas, en los caminos, en los cruces de las veredas, junto a las puertas
de la ciudad, en los umbrales de las casas, y dice:
«A vosotros, hombres, os llamo, me dirijo a los hijos de Adán: los inexpertos,
adquirid la prudencia; los necios, entrad en razón.
Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión.
El temor del Señor odia el mal. Yo detesto el orgullo y la soberbia, el mal
camino y la boca falsa, yo poseo el consejo y el buen sentido, son mías la
inteligencia y el valor; por mí reinan los reyes, y los príncipes dan leyes
justas; por mí gobiernan los gobernantes, y los soberanos juzgan la tierra.
Yo amo a los que me aman, y los que me buscan con empeño me encuentran; yo
traigo riqueza y gloria, fortuna abundante y bien ganada; mi fruto es mejor que
el oro puro y mi renta vale más que la plata; camino por senderos justos, por
las sendas del derecho, para legar riquezas a mis amigos y colmar sus tesoros.
El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras
antiquísimas. Desde la eternidad fui constituida, antes de que Dios asentara los
abismos fui engendrada, antes de que hiciera brotar los manantiales de las
aguas.
Todavía no estaban cimentados los montes ni formadas las colinas cuando el Señor
me engendró; no había hecho aún la tierra ni la hierba ni los primeros terrones
del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda
sobre la faz del abismo, cuando sujetaba el cielo en las alturas e instalaba las
fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, para que las aguas no
traspasasen su lindero; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba
junto a él como arquitecto; yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba
en su presencia: jugaba por el orbe de la tierra y ponía mis delicias en estar
con los hijos de los hombres.
Por tanto, hijos míos, escuchadme: dichosos los que siguen mis caminos; escuchad
la instrucción, no rechacéis la sabiduría: dichoso el hombre que me escucha
velando a mi puerta cada día, vigilando la entrada de mi casa. Quien me alcanza
encuentra la vida y obtiene el favor del Señor. Quien me pierde se arruina a sí
mismo, y los que me odian aman la muerte.»
Responsorio Pr 8, 22; Jn 1, 1
R. El Señor me estableció al principio de sus tareas,
* al comienzo de sus obras antiquísimas.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Al comienzo de sus obras antiquísimas.
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 32, 29: CCL 38, 272-273)
LOS DE FUERA, LO QUIERAN O NO, SON HERMANOS NUESTROS
Hermanos, os exhortamos vivamente a que tengáis caridad, no sólo para con
vosotros mismos, sino también para con los de fuera, ya se trate de los
paganos, que todavía no creen en Cristo, ya de los que están separados de
nosotros, que reconocen a Cristo como cabeza, igual que nosotros, pero están
divididos de su cuerpo. Deploremos, hermanos, su suerte, sabiendo que se trata
de nuestros hermanos. Lo quieran o no, son hermanos nuestros. Dejarían de serlo
si dejaran de decir: Padre nuestro.
Dijo de algunos el profeta: A los que os dicen: «No sois hermanos nuestros»,
decidles: «Sois hermanos nuestros.» Atended a quiénes se refería al decir esto.
¿Por ventura a los paganos? No, porque, según el modo de hablar de las
Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos hermanos. ¿Por ventura a los judíos,
que no creyeron en Cristo?
Leed los escritos del Apóstol y veréis que cuando dice «hermanos» sin más, se
refiere únicamente a los cristianos: Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano?, o ¿por qué
desprecias a tu hermano? Y dice también en otro lugar: Vosotros hacéis injusticias
y despojáis, y esto con hermanos. Esos, pues, que dicen: «No sois hermanos nuestros»,
nos llaman paganos. Por esto quieren bautizarnos de nuevo, pues dicen que nosotros no
tenemos lo que ellos dan. Por esto es lógico su error, al negar que nosotros
somos sus hermanos. Mas, ¿por qué nos dijo el profeta: Decidles: «Sois hermanos
nuestros», sino porque admitimos como bueno su bautismo y por esto no lo
repetimos? Ellos, al no admitir nuestro bautismo, niegan que seamos hermanos
suyos; en cambio nosotros, que no repetimos su bautismo, porque lo reconocemos
igual al nuestro, les decimos: Sois hermanos nuestros.
Si ellos nos dicen: «¿Por qué nos buscáis, para qué nos queréis?», les
respondemos: Sois hermanos nuestros. Si dicen: «Apartaos de nosotros, no tenemos
nada que ver con vosotros», nosotros sí que tenemos que ver con ellos: si
reconocemos al mismo Cristo, debemos estar unidos en un mismo cuerpo y bajo una
misma cabeza.
Os conjuramos, pues, hermanos, por las entrañas de caridad, con cuya leche nos
nutrimos, con cuyo pan nos fortalecemos, os conjuramos por Cristo nuestro Señor,
por su mansedumbre, a que usemos con ellos de una gran caridad, de una abundante
misericordia, rogando a Dios por ellos, para que les dé finalmente un recto
sentir, para que reflexionen y se den cuenta que no tienen en absoluto nada que
decir contra la verdad; lo único que les queda es la enfermedad de su
animosidad, enfermedad tanto más débil cuanto más fuerte se cree. Oremos por los
débiles, por los que juzgan según la carne, por los que obran de un modo
puramente humano, que son, sin embargo, hermanos nuestros, pues celebran los
mismos sacramentos que nosotros, aunque no con nosotros, que responden un mismo
Amén que nosotros, aunque no con nosotros; prodigad ante Dios por ellos lo más
entrañable de vuestra caridad.
Responsorio Cf. Ef 4, 1. 3-4
R. Os ruego, por el Señor, que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
* Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
V. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es una sola la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.
R. Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Oración
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída,
conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes
has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.