MARTES XVI
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del segundo libro de Samuel 24, 1-4. 10-18. 24b-25
CENSO DEL PUEBLO Y EDIFICACIÓN DEL ALTAR
En aquellos días, se encendió de nuevo la ira del Señor contra los israelitas,
e incitó a David contra ellos, diciendo:
«Anda, haz el censo de Israel y de Judá.»
El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él:
«Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y, haz el censo para
que yo sepa la cifra de la población.»
Joab respondió al rey:
«Que el Señor tu Dios multiplique el pueblo cien veces más de lo que es, y que
los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?»
Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército, y salió
Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del
pueblo de Israel. Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a
David el corazón y dijo David al Señor:
«He cometido un gran pecado. Pero ahora, Señor, perdona, te ruego, la falta de
tu siervo, pues he sido muy necio.»
Cuando David se levantó por la mañana, había sido dirigida la palabra del Señor
al profeta Gad, vidente de David, en estos términos:
«Anda y di a David: "Así dice el Señor: Tres cosas te propongo; elige una de
ellas y la llevaré a cabo."»
Llegó Gad a la presencia de David y le anunció:
«¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de
derrotas ante tus enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra?
Ahora piensa y mira qué debo responder al que me envía.»
David respondió a Gad:
«Estoy en grande angustia. Pero caigamos en manos del Señor que es grande en
misericordia. No caiga yo en manos de los hombres.»
Y David eligió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. Dios envió
la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado y murieron setenta
mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El ángel extendió la mano hacia
Jerusalén para destruirla, pero el Señor se arrepintió del estrago y dijo al
ángel que exterminaba al pueblo:
«¡Basta ya! Retira tu mano.»
El ángel del Señor estaba entonces junto a la era de Arauná, el yebuseo. Cuando
David vio al ángel que hería al pueblo, dijo al Señor:
«Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho?
Caiga, te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»
Vino Gad aquel día hacia David y le dijo:
«Sube y levanta un altar al Señor en la era de Arauná, el yebuseo.»
Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. Levantó allí
David un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces
el Señor atendió a las súplicas en favor del país, y la peste se apartó de Israel.
Responsorio Cf. Jdt 9, 18; 1Cro 21, 15; 2S 24, 17
R. Acuérdate, Señor, de tu alianza y di al ángel exterminador: «Detén ya tu mano,
* para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.»
V. Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho?
Te suplico, Señor, que apartes de tu pueblo tu ira.
R. Para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.
Año II:
Del libro de Job 13, 13-14, 6
JOB APELA AL JUICIO DE DIOS
Respondió Job a sus amigos y les dijo:
«Guardad silencio, que voy a hablar yo: venga lo que viniere, tomo mi carne
entre los dientes, pongo mi vida entre mis manos, y, aunque él me mate, le
aguantaré, con tal de defenderme en su presencia; esto sería ya mi salvación,
pues el impío no comparece ante él.
Escuchad atentamente mis palabras, prestad oído a mi discurso; he preparado mi
defensa y sé que soy inocente; ¿quién quiere contender conmigo? Callar ahora
sería morir.
Asegúrame sólo estas dos cosas, y no me esconderé de tu presencia: que apartarás
de mí tu mano y que no me espantarás con tu terror; después acúsame, y yo te
responderé, o hablaré yo, y tú me replicarás: ¿Cuántos son mis pecados y mis
culpas? Demuéstrame mis delitos y pecados.
¿Por qué ocultas tu rostro y me tratas como a tu enemigo?, ¿por qué asustas a
una hoja que vuela y persigues la paja seca? Apuntas en mi cuenta rebeldías, me
imputas las culpas de mi juventud y metes mis pies en cepos; vigilas todos mis
pasos y examinas mis huellas.
El hombre, nacido de mujer, corto de días, harto de inquietudes, como flor se
abre y se marchita, huye como la sombra sin parar, se consume como una cosa
podrida, como vestido roído por la polilla.
¿Y en un ser así clavas los ojos y lo citas a juicio frente a ti? ¿Quién sacará
lo puro de lo impuro? ¡Nadie!
Si sus días están determinados y sabes el número de sus meses, si le has puesto
un límite infranqueable, aparta de él tu vista, déjale, para que: descanse, como
un jornalero que termina su jornada.»
Responsorio Cf. Jb 13, 20. 21; cf. Jr 10, 24
R. Señor, no te escondas de mi presencia,
* aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
V. Corrígeme, Señor, con misericordia, no con ira, no sea que me aniquiles.
R. Aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, á los Magnesios.
(Cap. 10, 1-15: Funk 1, 199-203)
TENÉIS A CRISTO EN VOSOTROS
No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él
imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así
pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al
cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de
Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y
transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a
fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados.
Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre
vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros,
quiero montar guardia en favor vuestro, para que no piquéis en el anzuelo de la
vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y
resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas
todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de
la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte.
¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, si yo fuera digno de ello!
Porque si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con
uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincháis con mi alabanza,
pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo,
os avergonzáis, como está escrito: Lo primero que hace el justo al hablar es
acusarse a sí mismo. Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en la
doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto hiciereis os
resulte prósperamente, así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la
caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el
fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente
formada por vuestro colegio de ancianos, y a vuestros diáconos, tan gratos a
Dios. Someteos a vuestro obispo, y- también mutuamente unos a otros, así como
Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y
al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal
como espiritual.
Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de
mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de
la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de
vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea
refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia.
Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí
presentes para gloria de Dios
y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y
darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de
Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que
estáis en posesión de un espíritu inseparable,
que es Jesucristo.
Responsorio Ef 3, 16. 17. 19; Col 2, 6-7
R. Dios os conceda que Cristo habite por la fe en vuestros corazones;
* y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor,
para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
V. Vivid según Cristo Jesús, enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe.
R. Y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor, para que seáis
colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
Oración
Mira con misericordia a estos tus hijos, Señor, y multiplica tu gracia sobre nosotros,
para que, fervorosos en la fe, la esperanza y el amor, perseveremos en el fiel
cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.