MARTES XVII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del primer libro de los Reyes 11, 1-4. 26-43
PECADOS DE SALOMÓN. REBELIÓN Y FUGA DE JEROBOAM
En aquellos días, el rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras, además de la hija del faraón:
moabitas, amonitas, edomitas, fenicias e hititas, de las naciones de quienes había dicho el Señor a los de Israel:
«No os unáis con ellas, ni ellas con vosotros, porque os desviarán el corazón tras sus dioses.»
Salomón se enamoró perdidamente de ellas; tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas. Y así,
cuando llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras dioses extranjeros; su corazón ya no perteneció por entero al
Señor, como el corazón de David, su padre.
Jeroboam, hijo de Nabat, era efraimita, natural de Serdá; su madre, llamada Servá, era viuda. Siendo
funcionario de Salomón, se rebeló contra el rey. La ocasión de rebelarse contra el rey fue ésta: Salomón estaba construyendo
el terraplén para rellenar el foso de la ciudad de David, su padre. Jeroboam era un hombre de valer, y Salomón, viendo que
el joven trabajaba bien, lo nombró capataz de todos los cargadores de la casa de José. Un día, salió Jeroboam de Jerusalén,
y el profeta Ajías, de Siló, envuelto en un manto nuevo, se lo encontró en el camino; estaban los dos solos, en descampado.
Ajías tomó su manto nuevo, lo rasgó en doce trozos y dijo a Jeroboam:
«Cógete diez trozos, porque así dice el Señor Dios de Israel: "Voy a arrancarle el reino a Salomón y voy a
darte a ti diez tribus; lo restante será para él, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que elegí
entre todas las tribus de Israel; porque me ha abandonado y ha adorado a Astarté, diosa de los fenicios, a Camós, dios de Moab,
a Malcón, dios de los amonitas, y no ha caminado por mis sendas, practicando lo que yo apruebo, mis mandatos y preceptos, como
su padre, David.
No le quitaré todo el reino; en consideración a mi siervo David, a quien elegí, que guardó mis leyes y preceptos,
lo mantendré de jefe mientras viva; pero a su hijo le quito el reino y te doy a ti diez tribus. A su hijo le daré una tribu, para
que mi siervo David tenga siempre una lámpara ante mí en Jerusalén, la ciudad que me elegí para que residiera allí mi Nombre.
En cuanto a ti, voy a escogerte para que seas rey de Israel, según tus ambiciones. Si obedeces en todo lo que yo te
ordene y caminas por mis sendas y practicas lo que yo apruebo, guardando mis mandatos y preceptos, corno lo hizo mi siervo David,
yo estaré contigo y te daré una dinastía duradera, como hice con David, y te daré Israel. Humillaré a los descendientes de David
por esto, aunque no para siempre."»
Salomón intentó matar a Jeroboam, pero Jeroboam emprendió la fuga a Egipto, donde reinaba Sisac, y estuvo allí hasta
que murió Salomón.
Para más datos sobre Salomón, sus empresas y su sabiduría, véanse los Anales de Salomón. Salomón reinó en Jerusalén,
sobre todo Israel, cuarenta años. Cuando murió, lo enterraron en la ciudad de David, su padre. Su hijo Roboam le sucedió en el trono.
Responsorio Sir 47, 22. 24; 2Tm 2, 13
R. Tú, Salomón, pusiste un borrón sobre tu gloria; pero el Señor no renuncia jamás a su lealtad,
* no deja que se pierdan sus palabras.
V. Dios permanece fiel, porque no puede desmentirse a sí mismo.
R. No deja que se pierdan sus palabras.
Año II:
Del libro de Job 31, 1-8. 13-23. 35-37
CONDUCTA LIMPIA Y RECTA DE JOB
Pronunció Job estas palabras:
«Yo hice un pacto con mis ojos de no fijarme en doncellas. Mas Dios ¿qué suerte me reserva desde el cielo?,
¿qué herencia el Poderoso desde lo alto? ¿No es acaso la desgracia para el hombre que es injusto, y el fracaso para el
que obra iniquidad?
¿No contempla él mis caminos? ¿No me lleva la cuenta de mis pasos? ¿He caminado yo con embusteros, o han
corrido mis pies tras la mentira? Péseme Dios en balanza no alterada y entonces mi honradez comprobará.
Si aparté mis pasos del camino, siguiendo los caprichos de mis ojos, o si a mis manos mancha alguna se adhirió,
¡que otro coma lo que yo sembrare y arranque los retoños de mis campos!
Si negué su derecho al esclavo o a la esclava en litigio surgido contra mí, ¿qué podría yo hacer cuando Dios se
levantase, o qué respondería, si me llegase a interrogar? El que me hizo a mí en el vientre ¿no lo hizo también a él?,
¿no nos hizo él a todos igualmente?
Si al pobre negué lo que deseaba o dejé bañarse en llanto los ojos de la viuda, si comí yo solo mi pan,
sin compartirlo con el huérfano -yo que desde joven los he cuidado como un padre, yo que los he guiado desde niño-,
si vi al pobre o al vagabundo sin ropa con qué cubrirse, y no me dieron las gracias sus cuerpos, calientes con el vellón de
mis ovejas, si contra el inocente alcé la mano, por saber que el tribunal su apoyo me brindaba, ¡que mi espalda se arranque
de mi nuca y mi brazo del hombro se desgaje!
Pues el terror de mi Dios me invadiría y no sería capaz de resistir el esplendor de tanta majestad.
¡Ojalá que él me escuchara! ¡Yo estampo aquí mi firma! Que me responda el Todopoderoso, que mi rival escriba
su alegato: Yo lo llevaría sobre mis hombros, lo ceñiría sobre mi frente igual que una diadema, de cada uno de mis pasos
cuenta le daría, y avanzaría hacia él, igual que un príncipe.»
Responsorio Jb 31, 3; Pr 15, 3; Jb 31, 4
R. ¿No es acaso la desgracia para el hombre que es injusto, y el fracaso para el que obra iniquidad?
* En todo lugar están los ojos del Señor observando a los malos y a los buenos.
V. ¿No contempla él mis caminos? ¿No me lleva la cuenta de mis pasos?
R. En todo lugar están los ojos del Señor observando a los malos y a los buenos.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Basilio Magno, obispo.
(Homilía 3, Sobre la caridad, 6: PG 31, 266-267. 275)
SEMBRAD PARA VOSOTROS MISMOS EN JUSTICIA
Oh hombre, imita a la tierra; produce fruto igual que ella, no sea que parezcas
peor que ella, que es un ser inanimado. La tierra produce unos frutos de los que
ella no ha de gozar, sino que están destinados a tu provecho. En cambio, los
frutos de beneficencia que tú produces los recolectas en provecho propio, ya que
la recompensa de las buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen.
Cuando das al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te
devuelve acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra,
cede en provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre
te proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin
de tus trabajos sea el comienzo de la siembra celestial: Sembrad para vosotros
mismos en justicia, dice la Escritura.
Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario, la
gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor,
cuando, rodeado de los elegidos, ante el juez universal, todos proclamarán tu
generosidad, tu largueza y tus beneficios, atribuyéndote todos los apelativos
indicadores de tu humanidad y benignidad. ¿Es que no ves cómo muchos dilapidan
su dinero en los teatros, en los juegos atléticos, en las pantomimas, en las
luchas entre hombres y fieras, cuyo solo espectáculo repugna, y todo por
una gloria momentánea, por el estrépito y aplauso del pueblo?
Y tú, ¿serás avaro, tratándose de gastar en algo que ha de redundar en tanta
gloria para ti? Recibirás la aprobación del mismo Dios, los ángeles te alabarán,
todos los hombres que existen desde el origen del mundo te proclamarán
bienaventurado; en recompensa por haber administrado rectamente unos bienes
corruptibles, recibirás la gloria eterna, la corona de justicia, el reino de los
cielos. Y todo esto te tiene sin cuidado, y por el afán de los bienes presentes
menosprecias aquellos bienes que son el objeto de nuestra esperanza. Ea, pues,
reparte tus riquezas según convenga, sé liberal y espléndido en dar a los
pobres. Ojalá pueda decirse también
de ti: Reparte limosna a los pobres, su caridad es constante.
Deberías estar agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido,
al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás
quienes acuden a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi inaccesible,
rehuyes el encuentro con los demás, para no verte obligado a soltar ni una
pequeña dádiva. Sólo sabes decir: «No tengo nada que dar, soy pobre.» En verdad
eres pobre y privado de todo bien: pobre en amor, pobre en humanidad, pobre en
confianza en Dios, pobre en esperanza eterna.
Responsorio Is 58,7-8
R. Parte tu pan con el que tiene hambre, da hospedaje a los pobres que no tienen techo;
* entonces brillará tu luz como la aurora, y tu justicia te abrirá camino.
V. Cuando veas a alguien desnudo, cúbrelo, y no desprecies a tu semejante.
R. Entonces brillará tu luz como la aurora, y tu justicia te abrirá camino.
Oración
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo;
aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu dirección,
de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor
plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.