MARTES XXII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Amós 2, 4-16
SENTENCIAS DEL SEÑOR SOBRE JUDÁ Y SOBRE ISRAEL
Así dice el Señor: «A Judá, por tres pecados y por cuatro, no le perdonaré.
Porque despreciaron la ley del Señor y no observaron sus mandamientos; sus
mentiras los extraviaron, en las cuales habían caído ya sus padres. Enviaré
fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén.»
Así dice el Señor: «A Israel, por tres pecados y por cuatro, no le perdonaré.
Porque venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Oprimen
contra el polvo la cabeza de los pobres y tuercen el camino de los indigentes.
Padre e hijo van juntos a una mujer, infamando mi nombre santo. Se acuestan
sobre ropas dejadas en
fianza, junto a cualquier altar, y beben en el templo de su Dios el vino de los
que han multado.
Yo destruí al amorreo al llegar ellos; era alto como los cedros excelsos, fuerte
como las encinas. Destruí por arriba el fruto, la raíz por abajo.
Yo os saqué de Egipto y os conduje por el desierto durante cuarenta años, para
daros en posesión la tierra de los amorreos. Suscité profetas entre vuestros
hijos, nazarenos entre vuestros jóvenes. ¿No es así, hijos de Israel?» -Oráculo
del Señor.
«Pero vosotros dabais vino a los nazarenos y mandabais a los profetas: "No
profeticéis." Mirad, yo os aplastaré en el suelo, como aplasta un carro lleno de
gavillas. El veloz no encontrará huida, el fuerte no conservará su fuerza, el
guerrero no salvará la vida. El arquero no se mantendrá en pie, el hombre ágil
no se escapará, el jinete no salvará la vida. El fuerte y valiente entre los
soldados huirá desnudo aquel día.» -Oráculo del Señor-.
Responsorio Cf. Am 2, 10-12; Sal 94, 10. 11
R. Yo os saqué de Egipto y os conduje por el desierto durante cuarenta años.
* Y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino.»
V. Suscité profetas entre vuestros hijos, y vosotros ordenabais a los profetas: «No profeticéis.»
V. Y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino.»
Año II:
De la primera carta a Timoteo 6, 11-21
LOS RICOS NO SEAN ALTANEROS, SINO GENEROSOS
Hermano: Como hombre de Dios que eres, huye de la codicia del dinero, corre al
alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia
en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen combate de la fe, conquista la
vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne
profesión delante de muchos testigos.
Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de
Jesucristo, que ante Poncio Pilato
rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta
la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, manifestación que a su debido
tiempo hará ostensible el bienaventurado y único monarca, Rey de reyes y Señor
de los señores, el único inmortal, el que habita en la luz inaccesible, a quien
ningún hombre vio ni puede ver. A él sea el honor y el imperio eterno. Amén.
A los ricos de este mundo incúlcales que no sean altaneros y que no tengan
puesta su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que nos
provee espléndidamente de todo, para que lo disfrutemos. Que practiquen la
beneficencia, que se hagan ricos en buenas obras, que sean generosos y
dadivosos, y que vayan atesorando para sí un excelente caudal de bienes para el
futuro, con el que podrán adquirir la vida verdadera.
Timoteo, guarda el depósito de la fe a ti confiado. Evita las inútiles y
perniciosas discusiones y las objeciones de una falsa ciencia. Algunos que se
adhirieron a ella se han desviado de la fe. La gracia sea con vosotros.
Responsorio Col 2, 6. 7; Mt 6, 19. 20
R. Vivid según Cristo Jesús, el Señor, tal como os lo enseñaron,
enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe, como se os instruyó,
* y rebosad en continua acción de gracias.
V. No alleguéis tesoros en la tierra, sino atesorad tesoros en el cielo.
R. Y rebosad en continua acción de gracias.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de la Imitación de Cristo
(Libro 3, 14)
LA FIDELIDAD DEL SEÑOR DURA POR SIEMPRE
Señor, tus juicios resuenan sobre mí con voz de trueno; el temor y el temblor
agitan con violencia todos mis huesos, y mi alma está sobrecogida de espanto.
Me quedo atónito al considerar que ni aun el cielo es puro a tus ojos.
Y si en los ángeles hallaste maldad, y no fueron dignos de tu perdón, ¿qué será de mí?
Cayeron las estrellas del cielo, y yo, que soy polvo, ¿qué puedo presumir?
Se precipitaron en la vorágine de los vicios aun aquellos cuyas obras parecían dignas
de elogio; y a los que comían el pan de los ángeles los vi deleitarse con las
bellotas
de animales inmundos.
No es posible, pues, la santidad en el hombre, Señor, si retiras el apoyo de tu mano.
No aprovecha sabiduría alguna, si tú dejas de gobernarlo. No hay fortaleza inquebrantable,
capaz de sostenernos, si tú cesas de conservarla.
Porque, abandonados a nuestras propias fuerzas, nos hundimos y perecemos; mas, visitados
por ti, salimos a flote y vivimos.
Y es que somos inestables, pero gracias a ti cobramos firmeza; somos tibios, pero tú nos
inflamas de nuevo.
Toda vanagloria ha sido absorbida en la profundidad de tus juicios sobre mí.
¿Qué es toda carne en tu presencia? ¿Acaso podrá gloriarse el barro contra el que lo formó?
¿Cómo podrá la vana lisonja hacer que se engría el corazón de aquel que está verdaderamente
sometido a Dios? No basta el mundo entero para hacer ensoberbecer a quien la verdad hizo que
se humillara, ni la alabanza de todos los hombres juntos hará vacilar a quien puso toda su
confianza en Dios.
Porque los mismos que alaban son nada, y pasarán con el sonido de sus palabras. En cambio,
la fidelidad del Señor dura por siempre.
Responsorio Sal 118, 114-115. 113
R. Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra.
* Apartaos de mí los perversos, cumpliré los mandatos de mi Dios.
V. Detesto la doblez de corazón y amo tu voluntad.
R. Apartaos de mí los perversos, cumpliré los mandatos de mi Dios.
Oración
Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor
de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, aumentes el bien en nosotros y con
solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.