MARTES XXV
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Isaías 5, 8-13. 17-2.
MALDICIONES CONTRA LOS QUE OBRAN EL MAL
¡Ay de los que añaden casas a casas, y juntan campos con campos, hasta no dejar
sitio, y vivir ellos solos en medio del país! Lo ha jurado el Señor de los
ejércitos: «Sus muchas casas serán arrasadas, sus palacios magníficos quedarán
deshabitados, diez yugadas de viña darán un tonel, una carga de simiente dará
una canasta.»
¡Ay de los que madrugan en busca de licores, y hasta el crepúsculo los enciende
el vino! Todo son cítaras y arpas, panderetas y flautas y vino en sus banquetes,
y no atienden a la obra de Dios, ni miran las acciones de su mano. Por eso mi
pueblo va deportado cuando menos lo piensa; sus nobles mueren de hambre, y la
plebe se abrasa de sed. Corderos pastarán como en sus praderas, chivos tascarán
en sus ruinas.
¡Ay de los que arrastran la culpa con cuerdas de bueyes, y el pecado con sogas
de carretas! Los que dicen: «Que se dé prisa, que apresure su obra, para que la
veamos; que se cumpla en seguida el plan del Santo de Israel, para que lo
conozcamos.» ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las
tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo
dulce por amargo!
¡Ay de los que se tienen por sabios y se creen perspicaces! ¡Ay de los valientes
para beber vino y aguerridos para mezclar licores; de los que por soborno
absuelven al culpable y niegan justicia al inocente! Como la lengua de fuego
devora el rastrojo y la paja se consume en la llama, su raíz se pudrirá, sus
brotes volarán como tamo. Porque rechazaron la ley del Señor de los ejércitos, y
despreciaron la palabra del Santo de Israel.
Responsorio Lc 6, 25; St 5, 1
R. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre!, dice el Señor.
* ¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque tendréis duelo y lloraréis!
V. Escuchad, vosotros, los ricos; y romped a llorar a gritos por las calamidades que os van a venir.
R. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque tendréis duelo y lloraréis!
Año II
Del libro de Tobit 3, 7-25
INFELICIDAD DE SARA Y ORACIÓN QUE DIRIGE AL SEÑOR
Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, el de Ecbatana de Media, tuvo que
soportar también los insultos de una criada de su padre; porque Sara se había
casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo fue matando a todos los
maridos cuando iban a unirse a ella como es natural. La criada le dijo:
«Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con siete y no llevas el
apellido ni siquiera de uno. Porque ellos hayan muerto, ¿a qué nos castigas por
su culpa? ¡Vete con ellos! ¡Que no veamos nunca ni un hijo ni una hija tuya!»
Entonces, Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y subió al piso de
arriba de la casa, con intención de ahorcarse. Pero lo pensó otra vez, y se
dijo:
«¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la única hija que tenía,
tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y mandaré a la tumba a mi
anciano padre de puro dolor. Será mejor no ahorcarme, sino pedir al Señor la
muerte, y así ya no tendré que oír más insultos.»
Extendió las manos hacia la ventana y rezó:
«Bendito eres, Dios misericordioso. Bendito tu nombre por los siglos. Que te
bendigan todas tus obras por los siglos. Hacia ti levanto ahora mi rostro y mis
ojos. Manda que yo desaparezca de la tierra para no oír más insultos. Tú sabes,
Señor, que me conservo limpia de todo pecado con varón, conservo limpio mi
nombre y el de mi padre en el destierro. Soy hija única; mi padre no tiene otro
hijo que pueda heredarlo, ni pariente próximo, o de la familia, con quien poder
casarme. Ya se me han muerto siete, ¿para qué vivir más? Si no quieres matarme,
Señor, escucha cómo me insultan.»
En el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la, oración de los dos, y
envió a Rafael para curarlos: a Tobit, limpiándole la vista, para que pudiera
ver la luz de Dios y a Sara, la de Ragüel, dándola como esposa a Tobas, hija de
Tobit, y librándola del maldito demonio Asmodeo; (pues Tobías tenía más
derecho a casarse con ella; que todos los pretendientes).
En el mismo momento, Tobit pasaba del patio a casa, y Sara, la de Ragüel, bajaba
del piso de arriba.
Responsorio Cf. Tb 3, 13. 22
R. Bendito sea tu nombre, oh Dios, que después de tu enojo usas de misericordia,
* y en el tiempo de la tribulación perdonas los pecados a los que te invocan.
V. Tú no te deleitas en nuestra perdición; puesto que después de la tempestad das
la bonanza, tras las lágrimas infundes el júbilo.
R. Y en el tiempo de la tribulación perdonas los pecados a los que te invocan.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 18.19: CCL 41, 544-546)
LA IGLESIA CRECE COMO UNA VID Y SE EXTIENDE POR TODA LA TIERRA
Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por los montes y collados; mis
ovejas se dispersaron por toda la tierra. ¿Qué significa: Se dispersaron
por toda la tierra? Quiere decir que, buscando los bienes del mundo, apetecen
la gloria terrena; esto es lo que aman, esto lo que desean. No quieren morir para
que su vida quede oculta en Cristo. Se dispersaron por toda la tierra, a causa
del amor de los bienes del mundo y porque son, en verdad, ovejas desperdigadas y sin
rumbo por toda la tierra. Viven en diversos lugares; una única madre, la soberbia,
las engendró a todas, al igual que una sola madre, nuestra Iglesia católica, ha dado
también a luz a todos los fieles cristianos esparcidos por todo el orbe.
Nada tiene de extraño que la soberbia engendre divisiones y el amor unidad.
Nuestra madre, la Iglesia católica, y el pastor que en ella mora van buscando
por todas partes a las ovejas descarriadas y perdidas, fortalecen a las débiles,
curan a las enfermas, vendan a las heridas por medio de diversos pastores, los
cuales, aunque se desconozcan mutuamente, son de la Iglesia, pues ella con todos
está identificada.
De esta forma la Iglesia crece como una vid y se extiende por toda la tierra;
los malos pastores, en cambio, son como sarmientos inútiles que, a causa de su
esterilidad, han sido cortados por la podadera del agricultor, no para destruir
la vid, sino para que ésta continúe existiendo. Aquellos sarmientos, pues, han
quedado en el mismo lugar donde cayeron al ser cortados; la vid, en cambio,
extendiéndose entre todos los pueblos, reconoce como propios los sarmientos que
en ella permanecieron, y considera como cercanos a sí aquellos otros que le
fueron cortados.
La razón por la cual se preocupa de los sarmientos cortados, como si se tratara
de algo que le debe pertenecer de nuevo, es aquello que afirma el Apóstol:
Poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. Llámense, pues, ovejas descarriadas
del rebaño, llámense sarmientos cortados de la vid, Dios, el pastor supremo y
verdadero agricultor, es poderoso tanto para hacer volver a la oveja al buen
camino, como para injertar el sarmiento desgajado. Mis ovejas se dispersaron por
toda la tierra, sin que nadie las cuidase y saliese en su busca; ninguno, en
efecto, de entre aquellos malos pastores fue tras ellas; ningún hombre salió en
su busca.
Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: ¡Lo juro por mi vida! -Oráculo
del Señor-. Fíjate cómo empieza. Es como si se tratara de un juramento que hace
el mismo Dios, poniendo a su propia vida como testigo: ¡Lo juro por mi vida!
-Oráculo del Señor-. ¿Y quiénes son los pastores que han muerto? Aquellos que
buscaban sus intereses personales, no los de Cristo Jesús. ¿Se encontrarán otros
pastores que, sin buscar sus intereses personales, busquen los de Cristo Jesús?
Los hay, sin duda, y los encontraremos, porque ni faltan ahora ni faltarán nunca.
Responsorio 2Co 3, 4. 6. 5
R. Por medio de Cristo tenemos confianza y seguridad ante Dios.
* Él nos capacitó para ser ministros de la nueva alianza,
la cual está fundada no en la letra, sino en el Espíritu.
V. No es, que por nosotros mismos tengamos capacidad para
atribuirnos algo a nuestra cuenta, como proveniente de nosotros,
sino que nuestra capacidad viene de Dios.
R. El nos capacitó para ser ministros de la nueva alianza,
la cual está fundada no en la letra, sino en el Espíritu.
Oración
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley;
concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.