MARTES XXX
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Jeremías 36, 1-10. 21-32
EL REY QUEMA EL LIBRO DE LAS PROFECÍAS DE JEREMÍAS
El año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, vino a Jeremías esta
palabra del Señor:
«Coge un volumen de escribir y escribe en él todas las palabras que te he dicho
sobre Judá y Jerusalén y sobre todas las naciones, desde el día en que comencé a
hablarte, siendo rey Josías, hasta hoy. A ver si escuchan los de la casa de Judá
las amenazas que pienso ejecutar contra ellos, y se convierte cada cual de su
mal camino, y puedo perdonar sus crímenes y pecados.»
Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en el
volumen, al dictado de Jeremías, todas las palabras que el Señor le había dicho.
Después Jeremías le ordenó a Baruc:
«Yo estoy impedido y no puedo entrar en el templo. Entra tú en el templo un día
de ayuno y lee en el volumen que has escrito al dictado las palabras del Señor,
de modo que las oiga el pueblo y todos los judíos que vienen de sus poblaciones
al templo del Señor. A ver si llegan sus súplicas a la presencia del Señor, y se
convierte cada cual de su mala conducta; porque es grande la ira y la cólera que
anuncia el Señor a este pueblo.»
Baruc, hijo de Nerías, cumplió todo lo que le mandó el profeta Jeremías, leyendo
en el volumen las palabras del Señor, en el templo.
El año quinto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamó
un ayuno en presencia del Señor para toda la población de Jerusalén y para los que
venían de sus ciudades judías a Jerusalén. En presencia de todo el pueblo leyó
Baruc en el volumen las palabras de Jeremías, en el templo, desde la habitación de
Gamarías, hijo de Safán, el escriba, en el atrio superior, a la entrada de la puerta
Nueva del templo.
Entonces el rey envió a Yehudí a traer el volumen, y Yehudí lo trajo de la habitación
de Elisama, el secretario. Éste lo leyó ante el rey y ante los dignatarios que estaban
de pie alrededor del rey. El rey estaba sentado en las habitaciones de invierno (era
el noveno mes), y tenía un brasero encendido. Cada vez que Yehudí terminaba de leer
tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cortaplumas y las arrojaba al fuego
del brasero. Hasta que todo el volumen se consumió en el fuego del brasero. Pero ni el
rey ni sus ministros se asustaron al oír las palabras del libro ni rasgaron sus
vestiduras. Y aunque Elnatán, Delayas y Gamarías instaban al rey que no quemase el
volumen, él no les hizo caso.
Entonces el rey mandó a Yerajmeel, príncipe real, a Serayas, hijo de Azriel, y a
Salamías, hijo de Abdeel, a arrestar a Baruc, el escriba, y a Jeremías, el
profeta. Pero él Señor los escondió.
Después que el rey quemó el volumen con las palabras escritas por Baruc, al dictado de
Jeremías, vino a Jeremías esta palabra del Señor:
«Toma otro volumen y escribe en él todas las palabras que había en el primero,
quemado por Joaquín, rey de Judá. Y a Joaquín, rey de Judá, le dirás: "Así dice
el Señor: Tú has quemado este volumen diciendo: '¿Por qué has escrito en él que el rey
de Babilonia vendrá ciertamente a destruir este país y a aniquilar en él hombres y ganado?'
Por eso, así dice el Señor a Joaquín, rey de Judá: No tendrá descendiente en el trono de
David; su cadáver será arrojado al calor del día y al frío de la noche. Castigaré sus
crímenes en él, en su descendencia y en sus siervos; y haré venir sobre ellos y sobre los
habitantes de Jerusalén y sobre los judíos todas las amenazas con que los he conminado,
sin que ellos me escuchasen."»
Jeremías tomó otro volumen y se lo entregó a Baruc,. hijo de Nerías, el escriba, para que
escribiese en él, a su dictado, todas las palabras del libro quemado por Joaquín, rey de Judá.
Y se añadieron otras muchas palabras semejantes.
Responsorio Jr 25, 4. 5; Jn 8, 47
R. El Señor os enviaba a sus siervos, los profetas, y no quisisteis escuchar.
* Que se convierta cada uno de su mala conducta.
V. El que procede de Dios escucha las palabras de Dios;
por eso no las escucháis vosotros, porque no sois de Dios.
R. Que se convierta cada uno de su mala conducta.
Año II
Del libro de la Sabiduría 3, 1-19
LOS JUSTOS POSEERÁN EL REINO
Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará tormento
alguno. Creyeron los insensatos que habían muerto; tuvieron por quebranto su
salida de este mundo, y su partida de entre nosotros por completa destrucción;
pero ellos están en la paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido
castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad; por una corta corrección
recibirán largos beneficios, pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos
de sí; los probó como oro en el crisol y como holocausto los aceptó.
El día de su visita se inflamarán, se propagarán como chispas en rastrojo.
Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará
eternamente. Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles
permanecerán junto a él en el amor, porque sus elegidos hallan gracia y
misericordia.
En cambio, los impíos recibirán la pena que sus pensamientos merecen, por
desdeñar al justo y separarse del Señor. Infelices los que desprecian la
sabiduría y la instrucción; vana es su esperanza, sin provecho sus fatigas,
inútiles sus obras; sus mujeres son insensatas, malvados sus hijos, maldita su
posteridad.
Dichosa la estéril sin mancilla, la que no conoce lecho de pecado; su fecundidad
se mostrará en la visita de las almas.
Dichoso también el célibe que no obra iniquidad ni fomenta pensamientos
perversos contra el Señor; por su fidelidad: alcanzará una escogida recompensa,
una herencia muy agradable en el santuario del Señor. Que el fruto de los
esfuerzos nobles es glorioso, imperecedera la raíz de la prudencia.
Pero los hijos de los adúlteros no llegarán a sazón, desaparecerá la raza nacida
de una unión culpable. Si viven largos años, no alcanzarán estima alguna y al
fin
su ancianidad carecerá de honor. Y si mueren pronto, no tendrán esperanza ni
consuelo en el día de la sentencia: ¡duro es el destino de una raza inicua!
Responsorio Sb 3, 6. 9
R. Dios probó a sus elegidos como oro en el crisol y como holocausto los aceptó; el día de su visita se inflamarán,
* pues hallarán gracia y misericordia.
V. Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor.
R. Pues hallarán gracia y misericordia.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Cap. 24, 1-5; 27, 1-29, 1: Funk 1, 93.97)
DIOS ES FIEL EN SUS PROMESAS Y JUSTO EN SUS JUICIOS
Consideremos, amadísimos hermanos, cómo Dios no cesa de alentarnos con la
esperanza de una futura resurrección, de la que nos ha dado ya las primicias al
resucitar de entre los muertos al Señor Jesucristo. Estemos atentos, amados
hermanos, al mismo proceso natural de la resurrección que contemplamos todos los
días: el día y la noche ponen ya ante nuestros ojos como una imagen de la
resurrección: la noche se duerme, el día se levanta; el día termina, la noche lo
sigue. Pensemos también en nuestras cosechas: ¿Qué es la semilla y cómo la
obtenemos? Sale el sembrador y arroja en tierra unos granos de simiente, y lo
que cae en tierra, seco y desnudo, se descompone; pero luego, de su misma
descomposición, el Dueño de todo, en su divina providencia, lo resucita, y de un
solo grano saca muchos y cada uno de ellos lleva su fruto.
Tengamos, pues, esta misma esperanza y unamos con ella nuestras almas a aquel
que es fiel en sus promesas y justo en sus juicios. Quien nos prohibió mentir
ciertamente no mentirá, pues nada es imposible para Dios, fuera de la mentira.
Reavivemos, pues, nuestra fe en él y creamos que todo está, de verdad, en sus
manos.
Con una palabra suya creó el universo y con una palabra lo podría también
aniquilar. ¿Quién podría decirle:
«Qué has hecho»? O ¿quién podrá resistir la fuerza de su brazo? Él lo hace todo
cuando quiere y como quiere y nada dejará de cumplirse de cuanto él ha
decretado. Todo está presente ante él y nada se opone a su querer, pues el cielo
proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día
al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura; sin que hablen,
sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón.
Siendo, pues, así que todo está presente ante él y que él todo lo contempla,
tengamos temor de ofenderlo y apartémonos de todo deseo impuro de malas
acciones, a fin de que su misericordia nos defienda en el día del juicio. Porque
¿quién de nosotros podría huir de su poderosa mano? ¿Qué mundo podría acoger a
un desertor de Dios? Dice, en efecto, en cierto lugar, la Escritura: ¿A dónde iré
lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. ¿En qué lugar, pues, podría
alguien refugiarse para escapar de aquel que lo envuelve todo?
Acerquémonos, por tanto, al Señor con un alma santificada, levantando hacia él
nuestras manos puras e incontaminadas; amemos con todas nuestras fuerzas al que
es nuestro Padre, amante y misericordioso, y que ha hecho de nosotros su pueblo
de elección.
Responsorio Est 13, 9; Sal 43, 26; Est 13, 10
R. Señor, Rey omnipotente, todo está sometido a tu poder y no hay quien pueda resistir a tu voluntad.
* Redímenos por tu misericordia.
V. Tú hiciste el cielo y la tierra y cuantas maravillas existen bajo el cielo.
R. Redímenos por tu misericordia.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la
caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos
mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.