MARTES XXXIII
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Ezequiel 18, 1-13. 20-32
CADA UNO RECIBIRÁ LA RETRIBUCIÓN DE SUS PROPIOS ACTOS
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres
comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera"? Por mi vida os juro
-oráculo del Señor- que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel.
Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre, es mía la vida
del hijo; el que peque es el que morirá.
El hombre justo, que observa el derecho y la justicia, que no come en los
montes, levantando los ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de
su prójimo, ni se llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que
devuelve la prenda empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y
viste al desnudo, que no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la
mano de la iniquidad y juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis
preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es
justo, y ciertamente vivirá -oráculo del Señor-.
Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas
prohibiciones o no cumple todos estos mandatos, sino que come en los montes y
profana a la mujer de su prójimo, que explota al desgraciado y al pobre, que
roba y no devuelve la prenda empeñada, que levanta los ojos a los ídolos y
comete abominación, que presta con usura y acumula intereses: este hijo
ciertamente no vivirá; por haber cometido todas esas abominaciones, morirá
ciertamente y será responsable de sus crímenes.
El que peque es el que morirá; el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el
padre cargará con la culpa del hijo; sobre el justo recaerá su justicia, y sobre
el malvado recaerá su maldad.
Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos y
practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no se le
tendrán en cuenta los delitos que cometió: por la justicia que hizo vivirá.
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor- y no que se convierta
de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad,
imitando las abominaciones del malvado, no se tendrá en cuenta la justicia que
hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió morirá.
Objetáis: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel:
¿Es injusto mi proceder? ¿No es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo
se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la
justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos,
ciertamente vivirá y no morirá.
Objeta la casa de Israel: "No es justo el proceder del Señor." ¿Es injusto mi
proceder, casa de Israel? ¿No es vuestro proceder el que es injusto? Pues bien,
casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder -oráculo del Señor-.
Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos y no caeréis en pecado. Quitaos de
encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un
espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues yo no me complazco en la
muerte de nadie -oráculo del Señor-. ¡Arrepentíos y viviréis!»
Responsorio Jr 31, 29; Ez 18, 20. 30. 20
R. Ya no se dirá más: «Los padres comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera»;
* cada uno morirá por su pecado.
V. Juzgaré a cada uno según su proceder: el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la culpa del hijo.
R. Cada uno morirá por su pecado.
Año II
Del primer libro de los Macabeos 6, 1.17
EL FIN DE ANTÍOCO
En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte cuando se
enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza
en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas
dejadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, que había sido el
primer rey de Grecia. Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y
saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que
pretendía, salieron a
atacarle. Antíoco tuvo que huir, y emprendió el viaje de vuelta a Babilonia,
apesadumbrado.
Entonces, llegó a Persia un mensajero con la noticia de que la expedición
militar contra Judá había fracasado: Lisias, que había ido como caudillo de un
ejército poderoso, había huido ante el enemigo; los judíos, sintiéndose fuertes
con las armas y pertrechos y el enorme botín de los campamentos saqueados,
habían derribado el ara sacrílega construida sobre el altar de Jerusalén, habían
levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes, y lo mismo en
Betsur, ciudad que pertenecía al rey. Al oír este informe, el rey se asustó y se
impresionó, de tal forma que cayó en cama con una gran depresión, porque no le
habían salido las cosas como quería. Allí pasó muchos días, cada vez más
deprimido. Pensó que se moría, llamó a todos sus grandes y les dijo:
«El sueño ha huido de mis ojos. Me siento abrumado de pena y me digo: "¡A qué
tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido
cuando ,era poderoso!" Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en
Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro ,que había allí y enviando gente que
exterminase a los habitantes de Judá sin motivo. Reconozco que por eso me han
venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera.»
Llamó a Filipo, un grande del reino, y lo puso al frente de todo el Imperio. Le
dio su corona, su manto real y el anillo, encargándole la educación de. su hijo
Antíoco y de prepararlo para reinar. El rey Antíoco murió allí, el año ciento
cuarenta y nueve. Cuando Lisias se enteró de la muerte del rey, alzó por rey a
su hijo Antíoco, criado por él de pequeño, y le dio el sobrenombre de Eupátor.
Responsorio Lc 1, 51-52 14, 11
R. Hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón.
* El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
V. Porque todo aquel que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado.
R. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de Teodoreto de Ciro, obispo, Sobre la encarnación del Señor
(Núm. 28: PG 75, 1467-1470)
POR SUS LLAGAS HEMOS SIDO CREADOS
Los sufrimientos de nuestro Salvador son nuestra medicina. Es lo que enseña el
profeta cuando dice: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue
herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el
castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados. Todos errábamos
como ovejas; por esto, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Y del mismo modo que el pastor, cuando ve a sus ovejas dispersas, toma a una de
ellas y la conduce donde quiere, arrastrando así a las demás en pos de ella, así
también la Palabra de Dios, viendo al género humano descarriado, tomó la
naturaleza de esclavo, uniéndose a ella, y de esta manera hizo: que volviesen a
él todos los hombres y condujo a los pastos divinos a los que andaban por
lugares peligrosos, expuestos a la rapacidad de los lobos.
Por esto nuestro Salvador asumió nuestra naturaleza; por esto Cristo el Señor
aceptó la pasión salvadora, se entregó a la muerte y fue sepultado; para
sacarnos de aquella antigua tiranía y darnos la promesa de la incorrupción, a
nosotros que estábamos sujetos a la corrupción. En efecto, al restaurar por su
resurrección el templo destruido de su cuerpo, manifestó a los muertos y a los
que esperaban su resurrección la veracidad y firmeza de sus promesas.
«Pues del mismo modo -dice- que la naturaleza que tomé de vosotros, por su unión
con la divinidad que habita en ella, alcanzó la resurrección y, libre de la
corrupción y del sufrimiento, pasó al estado de incorruptibilidad e
inmortalidad, así también vosotros seréis liberados de la dura esclavitud de la
muerte y, dejada la corrupción y el sufrimiento, seréis revestidos de
impasibilidad.»
Por este motivo también comunicó a todos los hombres, por medio de los
apóstoles, el don del bautismo, ya que les dijo: Id y sed los maestros de todas
las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. El bautismo es un símbolo y semejanza de la muerte del Señor, pues, como
dice san Pablo, si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de
su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
Responsorio Jn 10, 15. 18; cf. Jr 12, 7
R. Yo doy mi vida por mis ovejas;
* nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
V. He abandonado mi casa, he entregado mi vida en manos de sus enemigos.
R. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
Oración
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la
profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.