MIÉRCOLES XII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del primer libro de Samuel 1, 20-28; 2, 11-21
NACIMIENTO Y CONSAGRACIÓN DE SAMUEL
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo, y le puso de. nombre Samuel,
diciendo:
«¡Al Señor se lo pedí! »
Pasado un año, su marido Elcaná subió, con toda la familia, para hacer el
sacrificio anual al Señor y cumplir la promesa. Ana se excusó para no subir,
diciendo a, su marido:
«Cuando destete al niño, entonces lo llevaré para presentárselo al Señor y que
se quede allí para siempre.»
Su marido Elcaná le respondió:
«Haz lo que te parezca mejor; quédate hasta que lo destetes. Y que el Señor te
conceda cumplir tu promesa.»
Ana se quedó en casa y crió a su hijo hasta que lo destetó. Entonces, subió con
él al templo del Señor de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de
harina y un odre de vino. Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí,
diciendo:
«Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí, junto a ti, rezando al
Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por
eso, yo se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.»
Después, se postraron ante el Señor. Ana volvió a su casa de Ramá; y el niño
estaba al servicio del Señor a las órdenes del sacerdote Elí.
En cambio, los hijos de Elí eran unos desalmados: no respetaban al Señor ni las
obligaciones de los sacerdotes con la gente. Cuando una persona ofrecía un
sacrificio; mientras se guisaba la carne, venía el ayudante del sacerdote,
empuñando un tenedor, lo clavaba dentro de la olla o caldero o puchero o
barreño, y todo lo que
enganchaba el tenedor se lo llevaba el sacerdote. Así hacían con todos los
israelitas que acudían a Siló. Incluso antes de quemar la grasa, iba el ayudante
del sacerdote y decía al que iba a ofrecer el sacrificio:
«Dame la carne para el asado del sacerdote. Tiene que ser cruda, no te aceptaré
carne cocida.»
Y si el otro respondía:
«Primero hay que quemar la grasa, luego puedes llevarte lo que se te antoje.»
Le replicaba:
«No. O me la das ahora o me la llevo por las malas.»
Aquel pecado de los ayudantes era grave a los ojos del Señor, porque
desacreditaban las ofrendas al Señor.
Por su parte, Samuel seguía al servicio del Señor y llevaba puesto un roquete de
lino. Su madre solía hacerle una túnica, y cada año se la llevaba cuando subía
con su marido a ofrecer el sacrificio anual. Y Elí bendecía a Elcaná y a su
mujer:
«El Señor te dé un descendiente de esta mujer, en compensación por el préstamo
que ella hizo al Señor.»
Luego se volvían a casa. El Señor se cuidó de Ana, que concibió y dio a luz tres
niños y dos niñas. El niño Samuel crecía en el templo del Señor.
Responsorio 1S 2, 1. 2; Lc 1, 46-47
R. Mi corazón se regocija por el Señor, porque gozo con tu salvación.
* No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
V. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
R. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
Año II:
Del libro del profeta Esdras 7, 6-28
MISIÓN DEL SACERDOTE ESDRAS
En aquellos días, Esdras subió de Babilonia. Era un letrado experto en la ley
que dio el Señor, Dios de Israel, por medio de Moisés. El rey le concedió todo
lo que pedía, porque el Señor, su Dios, estaba con él.
El año séptimo del rey Artajerjes, subieron a Jerusalén algunos israelitas,
sacerdotes, levitas, cantores, porteros y donados. Llegaron a Jerusalén en el
mes quinto del año séptimo del rey. El día uno del primer mes decidió salir de
Babilonia y el día uno del quinto mes llegó a Jerusalén, con la ayuda de Dios,
porque Esdras se había dedicado a estudiar la ley del Señor, para cumplirla
y, para enseñar a Israel sus mandatos y preceptos.
Copia del documento que entregó el rey Artajerjes a Esdras, sacerdote-letrado,
especialista en los preceptos del Señor y en sus mandatos a Israel:
«Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, doctor en la ley del Dios del
cielo, paz perfecta, etc. Dispongo que mis súbditos israelitas, incluidos sus
sacerdotes y levitas, que deseen ir a Jerusalén puedan ir contigo. El rey y sus
siete consejeros te envían para ver cómo se cumple en Judá y Jerusalén la ley de
tu Dios, que te han confiado, y para llevar la plata y el oro que el rey y sus
consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, que habita en
Jerusalén, además de la plata y el oro que recojas en la provincia de Babilonia
y de los dones que ofrezcan el pueblo y los sacerdotes al templo de su Dios en
Jerusalén. Emplea exactamente ese dinero en comprar novillos, carneros y
corderos, con las oblaciones y libaciones correspondientes, y ofrécelos en el
altar del templo dedicado a vuestro Dios en Jerusalén. El oro y la plata que
sobren lo emplearéis como mejor os parezca a ti y a tus hermanos, de acuerdo con
la voluntad de vuestro Dios. Los objetos que te entreguen para el culto del
templo de tu Dios los pondrás al servicio de Dios en Jerusalén. Cualquier otra
cosa que necesites para el templo te la proporcionarán en la tesorería real.
Yo, el rey Artajerjes, ordeno a todos los tesoreros de Transeufratina que
entreguen puntualmente a Esdras, sacerdote, doctor en la ley del Dios del cielo,
todo lo que les pida, hasta un total de cien talentos de plata, cien cargas de
trigo, cien medidas de vino y cien de aceite; la sal, sin restricciones. Hágase
puntualmente todo lo que ordene el Dios del cielo con respecto a su templo, para
que no se irrite contra el reino, el rey y sus hijos. Y os hacemos saber que
todos los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, donados y servidores de esa
casa de Dios están exentos de impuesto, contribución y peaje.
Tú, Esdras, con esa prudencia que Dios te ha dado, nombra magistrados y jueces
que administren justicia a todo tu pueblo de Transeufratina, es decir, a todos
los que conocen la ley de tu Dios, y a los que no la conocen, enséñasela.
Al que no cumpla exactamente la ley de Dios y la orden del rey, que se le
condene a muerte, o al destierro, o a pagar una multa, o a la cárcel.»
Bendito sea el Señor, Dios de nuestros padres, que movió al rey a dotar el
templo de Jerusalén y me granjeó su favor, el de sus consejeros y el de las
autoridades militares. Animado al ver que el Señor, mi Dios, me ayudaba, reuní a
algunos israelitas importantes para que subiesen conmigo.
Responsorio Dn 3, 52; Esd 7, 27. 28
R. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
* a ti gloria y alabanza por los siglos.
V. Bendito sea el Señor que movió al rey y me granjeó su favor.
R. A ti gloria y alabanza por los siglos.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado del beato Elredo, abad, Sobre la amistad espiritual.
(Libro 3: PL 195, 692-693)
LA AMISTAD VERDADERA ES PERFECTA Y CONSTANTE
Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a su estirpe regia y a su futura
sucesión en el trono, hizo un pacto con David y, equiparando el siervo al señor,
precisamente cuando huía de su padre, cuando estaba escondido en el desierto,
cuando estaba condenado a muerte, destinado a la ejecución, lo antepuso a sí
mismo, atajándose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú -le dice- serás
el rey, y yo seré tu segundo.
¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa admirable! El rey estaba
enfurecido con su siervo y con
citaba contra él a todo el país, como a un rival de su reino; asesina a los
sacerdotes, basándose en la sola sospecha de traición; inspecciona los bosques,
busca por los valles, asedia con su ejército los montes y peñascos, todos se
comprometen a vengar la indignación regia; sólo Jonatán, el único que podía
tener algún motivo de envidia, juzgó que tenía que oponerse a su padre y ayudar
a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y, prefiriendo la amistad al
reino, le dice: Tú serás el rey, y yo seré tu segundo. Y fíjate cómo el padre de
este adolescente lo provocaba a envidia contra su amigo, agobiándolo con
reproches, atemorizándolo con amenazas, recordándole que se vería despojado del
reino y privado de los honores.
Y, habiendo pronunciado Saúl sentencia de muerte contra David, Jonatán no
traicionó a su amigo. ¿Por qué
ha de morir David? ¿Qué ha hecho? Él puso su vida en peligro, mató al filisteo,
y tú te alegraste. ¿Por qué ha
de morir? El rey, fuera de sí al oír estas palabras, intenta clavar a Jonatán en
la pared con su lanza, llenándolo además de improperios: ¡Hijo perverso y
contumaz! -le dice-; sé muy bien que lo amas, para vergüenza tuya y
vergüenza de la desnudez de tu madre. Y, a continuación, vomita todo el veneno que' llevaba dentro,
intentando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aquellas palabras
capaces de incitar su ambición, de fomentar su envidia, de provocar su emulación
y su amargor: Mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no estarás a salvo ni tú ni tu
realeza.
¿A quién no hubieran impresionado estas palabras? ¿A quién no le hubiesen
provocado a envidia? Dichas a cualquier otro, estas palabras hubiesen
corrompido, disminuido y hecho olvidar el amor, la benevolencia y la amistad.
Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su amistad, y permaneció fuerte ante
las amenazas, paciente ante las injurias, despreciando, por su amistad, el
reino, olvidándose de los honores, pero no de su benevolencia. Tú -dice-
serás el rey, y yo seré tu segundo.
Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se
deja corromper por la envidia; la :que no se enfría por las sospechas; la que no
se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta
manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por
tantas injurias, se muestra inflexible; la que, provocada por tantos ultrajes,
permanece inmóvil. Ve, pues, y haz tú lo mismo.
Responsorio Sir 6, 14. 17
R. El amigo fiel es un refugio seguro; * el que lo encuentra encuentra un tesoro.
V. El que teme a Dios encontrará al amigo fiel: según es él, así será su amigo.
R. El que lo encuentra encuentra un tesoro.
Oración
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque
jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.