MIÉRCOLES XIV

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del primer libro de Samuel     21, 1-9; 22, 1-5

FUGA DE DAVID


    En aquellos días, llegó David a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec; vino Ajimélec temblando al encuentro de David y le preguntó:
    «¿Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?»
    Respondió David al sacerdote Ajimélec:
    «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: "Que nadie sepa el asunto a que te mando y lo que te ordeno." A los muchachos los he citado en tal lugar. Así, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.»
    Respondió el sacerdote a David:
    «No tengo a mano pan ordinario, no hay más que pan consagrado; si es que tus hombres se han abstenido al menos del trato con mujer.»
    Respondió David al sacerdote:
    «Ciertamente que nos hemos abstenido de mujer, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.»
    Entonces el sacerdote le dio panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante del Señor para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.
    Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante el Señor; se llamaba Doeg, edomita, jefe de los corredores de Saúl.
    Dijo David a Ajimélec:
    «¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada, ni mis armas, pues urgía la orden del rey.»
    Respondió el sacerdote:
    «Ahí está la espada de Goliat, el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres, tómala; fuera de ésta, no hay otra.»
    Dijo David:
    «Ninguna mejor que ella. Dámela.»
    David partió de allí y se refugió en la caverna de Adul-lam. Lo supieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y bajaron allí, junto a él. Todo el que se encontraba en apuro, todos los que tenían acreedores y los desesperados se unieron a él, y fue jefe de ellos. Habla con él unos cuatrocientos hombres.
    De allí se fue David a Mispé de Moab, y dijo al rey de Moab:
    «Permite que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa qué va a hacer Dios conmigo.»
    Los dejó con el rey de Moab, y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
    El profeta Gad dijo a David:
    «No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.»
    Partió, pues, David, y entró en el bosque de Jéret.

Responsorio     Rm 7, 6; Me 2, 25. 26

R.
Nos hemos desprendido de la ley, muriendo para aquello en que estábamos presos; * sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.
V. ¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre: cómo entró en la casa de Dios y comió de los panes de la proposición?
R. Sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.


Año II:

Del libro de los Proverbios     9, 1-18

LA SABIDURÍA Y LA INSENSATEZ


    La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete columnas; ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad:
    «Los inexpertos, que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad vuestras necedades y viviréis, seguid el camino de la prudencia.»
    Quien corrige al burlón se acarrea insultos, quien reprende al malvado atrae su desprecio; no reprendas al arrogante; pues te aborrecerá; reprende al sabio y te lo agradecerá. Da al sabio y será más sabio; enseña al justo y crecerá su ciencia. El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, y conocer al Santo es verdadera inteligencia. Por mí prolongarás tus días y se aumentarán los años de tu vida; si eres sabio, lo serás para tu bien, si eres arrogante, tú solo lo tendrás que pagar.
    La Insensatez es alborotada, es tonta, no tiene vergüenza; se sienta a la puerta de su casa, en un asiento que domina la ciudad, para gritar a los transeúntes y a los que siguen el recto camino:
    «Los inexpertos, que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: El agua robada es más dulce; el pan a escondidas es más sabroso.»
    Pero no saben que en su casa están las sombras de la muerte y que sus invitados van a lo hondo del abismo.

Responsorio     Cf. Lc 14, 16-17; Pr 9, 5

R.
Un hombre quiso dar un gran banquete y envió a su siervo a decir a los invitados: * «Venid, que ya está todo preparado.»
V. Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado.
R. Venid, que ya está todo preparado.


SEGUNDA LECTURA

Del Comentario de Procopio de Gaza, obispo, sobre el libro de los Proverbios.

(Cap. 9: PG 87, 1, 1299-1303)

LA SABIDURÍA DE DIOS NOS MEZCLO SU VINO Y PUSO SU MESA


    La Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia personal de Dios Padre se preparó como casa propia todo el universo, en el que habita por su poder, y también lo preparó para aquel que fue creado a imagen y semejanza de Dios y que consta de una naturaleza en parte visible y en parte invisible.
    Plantó siete columnas. Al hombre creado de nuevo en Cristo, para que crea en él y observe sus mandamientos, le ha dado los siete dones del Espíritu Santo; con ellos, estimulada la virtud por el conocimiento y recíprocamente manifestado el conocimiento por la virtud, el hombre espiritual llega a su plenitud, afianzado en la perfección de la fe por la participación de los bienes espirituales.
    Y así, la natural nobleza del espíritu humano queda elevada por el don de fortaleza, que nos predispone a buscar con fervor y a desear los designios divinos, según los cuales ha sido hecho todo; por el don de consejo, que nos da discernimiento para distinguir entre los falsos y los verdaderos designios de Dios, increados e inmortales, y nos hace meditarlos y profesarlos de palabra al darnos la capacidad de percibirlos; y por el don de entendimiento, que nos ayuda a someternos de buen grado a los verdaderos designios de Dios y no a los falsos.
    Ha mezclado el vino en la copa y ha puesto la. mesa. Y en el hombre que hemos dicho, en el cual se hallan mezclados como en una copa lo espiritual y lo corporal, la Potencia personal de Dios juntó a la ciencia natural de las cosas el conocimiento de ella como creadora de todo; y este conocimiento es como un vino que embriaga con las cosas que atañen a Dios. De este modo, alimentando a las almas en la virtud por sí misma, que es el pan celestial, y embriagándolas y deleitándolas con su instrucción, dispone todo esto a manera de alimentos destinados al banquete espiritual, para todos los que desean participar del mismo.
    Ha despachado a sus criados para que anuncien el banquete. Envió a los apóstoles, siervos de Dios, encargados de la proclamación evangélica, la cual, por proceder del Espíritu, es superior a la ley escrita y natural, e invita a todos a que acudan a aquel en el cual, como en una copa, por el misterio de la encarnación tuvo lugar una mezcla admirable de la naturaleza divina y humana, unidas en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí. Y clama por boca de ellos: «El insensato, que venga a mí. El insensato, que piensa en su interior que no hay Dios, renunciando a su impiedad, acérquese a mí por la fe, y sepa que yo soy el Creador y Señor de todas las cosas.»
    Y dice: Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado. Y, tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice: «Venid, comed mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra salvación.»

Responsorio     Pr 9, 1-2; Jn 6, 57

R.
La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete columnas; * ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
V. «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él», dice el Señor.
R. Ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.


Oración

Oh Dios, que por medio de la humillación de tú Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.