MIÉRCOLES XVII

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del primer libro de los Reyes     12, 1-19

DIVISIÓN DEL REINO, EN TIEMPO DE ROBOAM, HIJO DE SALOMÓN


    En aquellos días, Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había acudido allí para proclamarlo rey. Cuando se enteró Jeroboam, hijo de Nabat -estaba todavía en Egipto, adonde había ido, huyendo del rey Salomón-, volvió de Egipto, porque habían mandado a llamarlo. Jeroboam y toda la asamblea israelita hablaron a Roboam:
    «Tu padre nos impuso un yugo pesado. Aligera tú ahora la dura servidumbre a que nos sujetó tu padre y el pesado yugo que nos echó encima, y te serviremos.»
    Él les dijo:
    «Marchaos, y al cabo de tres días volved.»
    Ellos se fueron, y el rey Roboam consultó a los ancianos que habían estado al servicio de su padre Salomón mientras vivía:
    «¿Qué me aconsejáis que responda a esa gente?»
    Le dijeron:
    «Si condesciendes hoy con este pueblo, poniéndote a su servicio, y les respondes con buenas palabras, serán siervos tuyos de por vida.»
    Pero él desechó el consejo de los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían educado con él y estaban a su servicio; les preguntó:
    «Esta gente pide que les aligere el yugo que les echó encima mi padre. ¿Qué me aconsejáis que les responda?»
    Los jóvenes que se habían educado con él le respondieron:
    «O sea que esa gente te ha dicho: "Tu padre nos impuso un yugo pesado; aligera tú ahora nuestro yugo." Pues diles tú esto: "Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. Si mi padre os cargó un yugo pesado, yo os aumentaré la carga; si mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos."»
    Al tercer día, la fecha señalada por el rey, Jeroboam y todo el pueblo fueron a ver a Roboam. Éste les respondió ásperamente; desechó el consejo de los ancianos y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:
    «Si mi padre os impuso un yugo pesado, yo os aumentaré la carga; si mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos.»
    De manera que el rey no hizo caso al pueblo, porque era una ocasión buscada por el Señor, para que se cumpliese la palabra que Ajías, el de Siló, comunicó a Jeroboam, hijo de Nabat. Viendo los israelitas que el rey no les hacía caso, le replicaron:
    «¿Qué nos repartimos nosotros con David? ¡No heredamos juntos con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Ahora, David, a cuidar de tu casa!»
    Los de Israel se marcharon a casa; aunque los israelitas que vivían en las poblaciones de Judá siguieron sometidos a Roboam.
    El rey Roboam envió entonces a Adoram, encargado de las brigadas de trabajadores; pero los israelitas la emprendieron a pedradas con él hasta matarlo, mientras el rey montaba a prisa en su carroza para huir a Jerusalén. Así fue como se independizó Israel de la casa de David hasta hoy.

Responsorio     2R 17, 21. 22. 23; cf. Ez 37, 22. 25

R.
Jeroboam desvió a Israel del culto al Señor, y los israelitas imitaron a la letra el pecado de Jeroboam, hasta que el Señor los arrojó de su presencia, * como había dicho por sus siervos los profetas.
V. No volverán a ser dos naciones ni a estar divididos en dos reinos; habitarán en su tierra para siempre.
R. Como había dicho por sus siervos los profetas.

Año II:

Del libro de Job     32, 1-6; 33, 1-22

HABLA ELIHÚ ACERCA DEL MISTERIO DE DIOS


    Los tres hombres no respondieron más a Job, convencidos de que era inocente. Pero Elihú, hijo de Baraquel, de la familia de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios. También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios como culpable. Elihú había esperado, mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él; pero, viendo que ninguno de los tres respondía, Elihú, hijo de Baraquel, de Buz, indignado, intervino, diciendo:
    «Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso, mira que ya abro la boca y mi lengua forma palabras con el paladar; hablo con un corazón sincero, mis labios expresan un saber acendrado.
    El soplo de Dios me hizo, el aliento del Todopoderoso me dio vida. Contéstame, si puedes, prepárate, ponte frente a mí. Mira: igual que tú soy ante Dios, también yo fui plasmado de la arcilla. No te espantará mi terror, ni pesará mi mano sobre ti.
    Tú has dicho esto en mi presencia, yo te he escuchado: "Yo soy puro, no tengo delito, soy inocente, no hay culpa en mí, pero él encuentra pretextos contra mí, me considera su enemigo, mete mis pies en el cepo y espía todos mis pasos."
    Protesto: en eso no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Cómo te atreves a acusarlo de que no responda a todas tus razones? Dios sabe hablar de un modo o de otro, y uno no lo advierte.
    En sueños o visiones nocturnas, cuando el letargo cae sobre el hombre que está durmiendo en su cama: entonces le abre el oído y lo estremece con avisos, para apartarlo de sus malas obras y corregir su orgullo, para librar su vida de la fosa y de cruzar el Canal.
    Otras veces lo corrige con una enfermedad, con la agonía incesante de sus miembros, cuando hasta la comida le repugna y le asquean sus manjares favoritos, cuando su carne se consume y desvanece y sus huesos a la vista se descubren, cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los muertos.»

Responsorio     Rm 11, 33-34

R.
¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! * ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
V. ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero?
R. ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!

SEGUNDA LECTURA

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

(Libro 23, 23-24: PL 76, 265-266)

LA VERDADERA ENSEÑANZA EVITA LA ARROGANCIA


    Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso. Ésta es la característica propia de la manera de enseñar de los arrogantes, que no saben inculcar sus enseñanzas con humildad ni comunicar rectamente las cosas rectas que saben. En su manera de hablar se pone de manifiesto que ellos, al enseñar, se consideran como situados en el lugar más elevado, y miran a los que reciben su enseñanza como si estuvieran muy por debajo de ellos, y se dignan hablarles no en plan de consejo, sino como quien pretende imponerles su dominio.
    A estos tales les dice, con razón, el Señor, por boca del profeta: Vosotros los habéis dominado con crueldad y violencia. Con crueldad y con violencia dominan, en efecto, aquellos que, en vez de corregir a sus súbditos razonando reposadamente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad.
    Por el contrario, la verdadera enseñanza evita con su reflexión.: este vicio de la arrogancia, con tanto más interés cuanto que su intención consiste precisamente en herir con los dardos de sus palabras a aquel que es el maestro de la arrogancia. Procura, en efecto, no ir a obtener, con una manera arrogante de comportarse, el resultado contrario, es decir: predicar a aquel a quien quiere atacar, con santas enseñanzas, en el corazón de sus oyentes. Y, así, se esfuerza por enseñar de palabra y de obra la humildad, madre y maestra de todas las virtudes, de manera que la explica a los discípulos de la verdad con las acciones, más que con las palabras.
    De ahí que Pablo, hablando a los tesalonicenses, como olvidándose de la autoridad que tenía por su condición de apóstol, les dice: Nos mostramos amables con vosotros. Y, en el mismo sentido, el apóstol Pedro, cuando dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere, enseña que hay que guardar en ello el modo debido, añadiendo: Pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia.
    Y, cuando Pablo dice a su discípulo: Vete enseñando todo esto, reprendiendo con toda autoridad, no es su intención inculcarle un dominio basado en el poder, sino una autoridad basada en la conducta. En efecto, la manera de enseñar algo con autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda garantía cuando la conciencia contradice las palabras. Por tanto, lo que le aconseja no es un modo de hablar arrogante y altanero, sino la confianza que infunde una buena conducta. Por esto hallamos escrito también acerca del Señor: Les enseñaba como quien tiene autoridad, y no a la manera de los doctores que tenían ellos. El, en efecto, de un modo único y singular, hablaba con autoridad, en el sentido verdadero de la palabra, ya que nunca cometió mal alguno por debilidad. Él tuvo por el poder de su divinidad aquello que nos comunicó a nosotros por la inocencia de su humanidad.

Responsorio     1Pe 5, 5; Mt 11, 29

R.
Sed humildes unos con otros, * porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.
V. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.
R. Porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.


Oración

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.