MIÉRCOLES XIX

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del segundo libro de los Reyes     6, 24-25. 32-7, 16

SAMARIA ES LIBRADA MILAGROSAMENTE DEL ASEDIO


    En aquellos días, Benadad, rey de Siria, movilizó todo su ejército y cercó Samaria. Hubo un hambre terrible en Samaria. El asedio fue tan duro, que un asno llegó a valer ochenta pesos de plata, y un cuartillo de algarroba cinco pesos de plata.
    Eliseo estaba sentado en su casa con los ancianos. El rey le envió un mensajero, pero antes de que llegara, dijo Eliseo a los ancianos:
    «¡Vais a ver cómo ese asesino ha mandado uno a cortarme la cabeza! Mirad, cuando llegue, atrancad la puerta y no lo dejéis pasar; detrás de él se oyen las pisadas de su señor.»
    Todavía estaba hablando, cuando apareció el rey, que bajó hacia él y le dijo:
    «Esta desgracia nos la manda el Señor. ¿Qué puedo esperar de él?»
    Eliseo respondió:
    «Oye la palabra del Señor. Así dice el Señor: "Mañana a estas horas una fanega de flor de harina valdrá un real, y dos fanegas de cebada un real, en el mercado de Samaria."»
    El valido del rey, que ofrecía su brazo al soberano, le replicó:
    «Suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, ¿se cumpliría esa profecía?»
    Eliseo le respondió:
    «¡Lo verás con tus ojos, pero no lo comerás!»
    Junto a la entrada de la ciudad había cuatro hombres leprosos. Y se dijeron:
    «¿Qué hacemos aquí esperando la muerte? Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos dentro, porque aprieta el hambre; y, si nos quedamos aquí, moriremos lo mismo. ¡Venga, vamos a pasarnos a los sirios! Si nos dejan con vida, viviremos; y, si nos matan, nos mataron.»
    Al oscurecer se pusieron en camino hacia el campamento sirio. Llegaron a las avanzadas del campamento, y allí no había nadie. Es que el Señor había hecho oír al ejército sirio un fragor de carros y caballos, el fragor de un ejército poderoso, y se habían dicho unos a otros: «El rey de Israel ha pagado a los reyes hititas y a los egipcios para atacarnos.» Y así, al oscurecer, abandonando tiendas, caballos, burros y el campamento tal como estaba, emprendieron la fuga para salvar la vida. Los leprosos llegaron a las avanzadas del campamento; entraron en una tienda, comieron y bebieron, se llevaron plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron a esconderlas. Pero comentaron:
    «Estamos haciendo algo que no está bien. Hoy es un día de alegría. Si nos callamos y esperamos a que amanezca, resultaremos culpables. ¡Venga! Vamos al palacio a avisar.»
    Al llegar, llamaron a los centinelas de la ciudad y les informaron:
    «Hemos ido al campamento sirio, y allí no hay nadie ni se oye a nadie; sólo caballos atados, burros atados y las tiendas tal como estaban.»
    Los centinelas gritaron, transmitiendo la noticia al interior del palacio. El rey se levantó de noche y comentó con sus ministros:
    «Voy a deciros lo que nos han organizado los sirios: como saben que pasamos hambre se han ido del campamento a esconderse en descampado, pensando que cuando salgamos nos cogerán vivos y entrarán en la ciudad.»
    Entonces uno de los ministros propuso:
    «Que cojan cinco caballos de los que quedan en la ciudad, y los mandamos a ver qué pasa; total, si se salvan, serán como la tropa que todavía vive; si mueren, serán como los que ya han muerto.»
    Eligieron dos jinetes, y el rey les mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:
    «Id a ver qué pasa.»
    Ellos los siguieron hasta el Jordán: todo el camino estaba sembrado de ropa y material abandonado por los sirios al huir a toda prisa. Volvieron a informar al rey.
    Y entonces toda la gente salió a saquear el campamento sirio. Y una fanega de flor de harina se pagó a un real, y dos de cebada a un real, como había dicho el Señor.

Responsorio     Cf. 2R 7, 2; cf. Me 11, 23

R.
El valido del rey replicó a Eliseo: «¿Se cumplirá esa profecía?» Le respondió: * «Lo verás con tus ojos.»
V. Si alguno pide algo en la oración y, sin dudar en su corazón, cree que ha de suceder lo que dice, yo os aseguro que eso sucederá.
R. Lo verás con tus ojos.


Año II:

Del libro del profeta Zacarías     10, 3-11, 3

LIBERACIÓN Y REGRESO DE ISRAEL


    Esto dice el Señor:
    «Mi cólera se enciende contra los pastores, tomaré cuenta a los machos cabríos. El Señor mirará por su rebaño, la casa de Judá. La cabalgará como corcel glorioso en la batalla. De ella saldrán los remates de las tiendas, de ella los clavos, ella dará los arcos guerreros, ella dará los capitanes. Serán como héroes que pisan el barro de las calles en la batalla; lucharán porque el Señor está con ellos, mientras que los jinetes serán afrentados.
    Haré fuerte a la casa de Judá, salvaré a la casa de José, los conduciré a la patria porque me apiadaré de ellos, y serán como si no los hubiera rechazado. Pues yo soy el Señor, su Dios, que los escucha. Efraím será como un soldado, su corazón se alegrará como con vino, sus hijos lo verán con alegría, su corazón se gozará en el Señor.
    Silbaré, congregándolos, porque quiero redimirlos, y serán tan numerosos como lo fueron. Si los esparcí entre pueblos diversos en tierra lejana se acordarán de mí. Volverán vivos con sus hijos. Los sacaré de Egipto, los reuniré desde Asiria, los conduciré a Galaad y al Líbano, y no habrá sitio bastante para ellos. Entonces atravesarán un mar hostil, golpearán las olas del mar y se secarán las profundidades del Nilo. Será abatida la soberbia de Asiria, el cetro de Egipto arrancado. Los fortaleceré en el Señor y avanzarán en nombre mío» -oráculo del Señor-.
    Abre tus puertas, Líbano, que el fuego devore tus cedros. Gime, ciprés, que ha caído el cedro, han talado los árboles próceres. Gemid, encinas de Basán, que ha sucumbido la selva impenetrable. Se oye gemir a los pastores, porque han asolado su rebaño; se oye gemir a los leones, porque han asolado la espesura del Jordán.

Responsorio     Za 10, 6. 7; Is 28, 5

R.
Los salvaré y conduciré a la patria porque me apiadaré de ellos, pues yo soy el Señor, su Dios: * su corazón se gozará en el Señor.
V. Aquel día será el Señor corona enjoyada, diadema espléndida, para el resto de su pueblo.
R. Su corazón se gozará en el Señor.


SEGUNDA LECTURA

De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos

(Salmo 47, 7: CCL 38, 543-545)

VENID, SUBAMOS AL MONTE DEL SEÑOR


    Lo que habíamos oído lo hemos visto. ¡Oh bienaventurada Iglesia! En un tiempo oíste, en otro viste. Oíste en el tiempo de las promesas, viste en el tiempo de su realización; oíste en el tiempo de las profecías, viste en el tiempo del Evangelio. En efecto, todo lo que ahora se cumple había sido antes profetizado. Levanta, pues, tus ojos y esparce tu mirada por todo el mundo; contempla la heredad del Señor difundida ya hasta los confines del orbe; ve cómo se ha cumplido ya aquella predicción: Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. Y aquella otra: Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Mira a aquel cuyas manos y pies fueron traspasados por los clavos, cuyos huesos pudieron contarse cuando pendía en la cruz, cuyas vestiduras fueron sorteadas; mira cómo reina ahora el mismo que ellos vieron pendiente de la cruz. Ve cómo se cumplen aquellas palabras: Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Y viendo esto, exclama llena de gozo: Lo que habíamos oído lo hemos visto.
    Con razón se aplican a la Iglesia llamada de entre los gentiles las palabras del salmo: Escucha, hija, mira: olvida tu pueblo y la casa paterna. Escucha y mira: primero escuchas lo que no ves, luego verás lo que escuchaste. Un pueblo extraño -dice otro salmo- fue mi vasallo; me escuchaban y me obedecían. Si obedecían porque escuchaban es señal de que no veían. ¿Y cómo hay que entender aquellas palabras: Verán algo que no les ha sido anunciado y entenderán sin haber oído? Aquellos a los que no habían sido enviados los profetas, los que anteriormente no pudieron oírlos, luego, cuando los oyeron, los entendieron y se llenaron de admiración. Aquellos otros, en cambio, a los que habían sido enviados, aunque tenían sus palabras por escrito, se quedaron en ayunas de su significado v, aunque tenían las tablas de la ley, no poseyeron la heredad. Pero nosotros lo que habíamos oído lo hemos visto.
    En la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. Aquí es donde hemos oído y visto. Dios la ha fundado para siempre. No se engrían los que dicen: El Mesías está aquí o allí. El que dice: Está aquí o allí induce a división. Dios ha prometido la unidad: los reyes se alían, no se dividen en facciones. Y esta ciudad, centro de unión del mundo, no puede en modo alguno ser destruida: Dios la ha fundado para siempre. Por tanto, si Dios la ha fundado para siempre, no hay temor de que cedan sus cimientos.

Responsorio     Lv 26, 11-12; 2Co 6, 16

R.
Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré. * Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.
R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.


Oración

Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.