MIÉRCOLES XXVI

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del segundo libro de los Reyes     17, 24-41

ORIGEN DE LOS SAMARITANOS


    En aquellos días, el rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cutá, Avá, Jamat y Sefarvaím, y la estableció en las poblaciones de Samaria, para suplir a los israelitas. Ellos tomaron posesión de Samaria y se instalaron en sus poblados. Pero al empezar a instalarse allí, no daban culto al Señor, y el Señor les envió leones que hacían estrago entre los colonos. Entonces, expusieron al rey de Asiria:
    «La gente que llevaste a Samaria como colonos no conoce los ritos del dios del país, y por eso éste les ha enviado leones que hacen estrago entre ellos, porque no conocen los ritos del dios del país.»
    El rey de Asur ordenó:
    «Llevad allá uno de los sacerdotes deportados de Samaría, para que se establezca, allí y les enseñe los ritos del dios del país.»
    Uno de los sacerdotes deportados de Samaría fue entonces a establecerse en Betel, y les enseñó cómo había que dar culto al Señor. Pero todos aquellos pueblos se fueron haciendo sus dioses y, cada uno en la ciudad donde vivía, los pusieron en las ermitas de los altozanos que habían construido los de Samaría: los de Babilonia hicieron a Sucot-Benot; los de Cutá, a Nergal; los de Jamat, a Asima; los de Avá, a Nibjás y Tartac; los de Sefarvaím sacrificaban a sus hijos en la hoguera en honor de sus dioses Adramélec y Anamélec.
    También daban culto al Señor; nombraron sacerdotes a gente de la masa del. pueblo, para que oficiaran en las ermitas de los altozanos. De manera que daban culto al Señor y a sus dioses, según la religión del país de donde habían venido. Hasta hoy vienen haciendo según sus. antiguos ritos; no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos, según la ley y la norma dada por el Señor a los hijos de Jacob, al que impuso el nombre de Israel. El Señor había hecho un pacto con ellos y les había mandado:
    «No veneréis a otros dioses, ni los adoréis, ni les deis culto, ni les ofrezcáis sacrificios; sino que habéis de venerar al Señor que os sacó de Egipto con gran fuerza y brazo extendido; a él adoraréis y a él le ofreceréis sacrificios. Cuidad de poner siempre por obra los preceptos y normas, la ley y los mandatos que os ha dado por escrito. No veneréis a otros dioses. No olvidéis el pacto que he hecho con vosotros. No veneréis a otros dioses, sino al Señor, vuestro Dios, y él os librará de vuestros enemigos.»
    Pero no hicieron caso, sino que procedieron según sus antiguos ritos. Así, aquella gente honraba al Señor y daba culto a sus ídolos. Y sus descendientes siguen hasta hoy haciendo lo mismo que sus antepasados.

Responsorio     2R 17, 38-39; Dt 6, 4

R. No olvidéis el pacto que he hecho con vosotros. No veneréis a otros dioses, sino al Señor, vuestro Dios, * y él os librará de vuestros enemigos.
V. Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno.
R. Y él os librará de vuestros enemigos.


Año II:

Del libro de Judit     8, la. 9b-14. 28-32; 9, 1-5. 19

PREOCUPACIÓN DE JUDIT POR LA SUERTE DE SU PUEBLO


    En aquellos días, Judit, hija de Merarí, se enteró de lo que sucedía. Inmediatamente, mandó a su ama de llaves a llamar a Cabris y Carmis, ancianos de la ciudad, cuando se presentaron les dijo:
    «Escuchadme, jefes de la población de Betulia. Ha sido un error eso que habéis dicho hoy a la gente, obligándoos ante Dios, con juramento, a entregar la ciudad al enemigo si el Señor no os manda ayuda dentro de este plazo. Vamos a ver: ¿quiénes sois vosotros para tentar hoy a Dios y poneros públicamente por encima de él? ¡Habéis puesto a prueba al Señor todopoderoso, vosotros, que nunca entenderéis nada! Si sois incapaces de sondear la profundidad del corazón humano y de rastrear sus pensamientos, ¿cómo vais a escrutar a Dios, creador de todo, conocer su mente, entender su pensamiento? No, hermanos, no enojéis al Señor, nuestro Dios.»
    Entonces, Ozías le dijo:
    «Todo lo que has dicho es muy sensato, y nadie te va a llevar la contraria; porque no hemos descubierto hoy tu prudencia; desde pequeña, conocen todos tu inteligencia y tu buen corazón. Pero es que la gente se moría de sed, y nos forzaron a hacer lo que dijimos, comprometiéndonos con un juramento irrevocable. Tú, que eres una mujer piadosa, reza por nosotros, para que el Señor mande la lluvia, se nos llenen los aljibes y no perezcamos.»
    Judit les dijo:
    «Escuchadme. Voy a hacer una cosa que se comentará de generación en generación entre la gente de nuestra raza. Esta noche os ponéis junto a las puertas. Yo saldré con mi ama de llaves, y, en el plazo señalado para entregar la ciudad al enemigo, el Señor socorrerá a Israel por mi medio.»
    Era el momento en que acababan de ofrecer en el templo de Jerusalén el incienso vespertino. Judit se echó ceniza en la cabeza y, postrada en tierra, se descubrió el sayal que llevaba a la cintura y gritó al Señor con todas sus fuerzas:
    «Señor, Dios de mi padre Simeón, al que pusiste una espada en la mano para vengarse de los extranjeros que desfloraron vergonzosamente a una doncella, la desnudaron para violentarla y profanaron su seno deshonrándola. Aunque tú habías dicho: "No hagáis eso", ellos lo hicieron. Por eso entregaste sus jefes a la matanza, y su lecho, envilecido por su engaño, con engaño quedó ensangrentado: heriste a esclavos con amos, y a los amos en ,sus tronos, entregaste sus mujeres al pillaje, sus hijas a la cautividad; sus despojos fueron presa de tus hijos queridos, que, encendidos por tu celo y horrorizados por la mancha inferida a su sangre, le habían pedido auxilio
    ¡Dios; Dios mío, escucha a está viuda! Tú hiciste aquello, y lo de antes y lo de después. Tú proyectas el presente y el futuro, lo que tú quieres sucede; tus proyectos se presentan y dicen: "Aquí estamos". Pues todos tus caminos están preparados, y tus designios, previstos de antemano. Haz que todo tu pueblo y todas las tribus vean y conozcan que tú eres el único Dios, Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay nadie que proteja a la raza israelita fuera de ti.»

Responsorio     Cf. Jdt 8, 19. 20. 14. 16

R.
Nosotros no reconocemos otro Dios fuera del Señor, en quien confiamos. * El no nos despreciará ni desatenderá a nuestra raza.
V. Bañados en lágrimas, imploremos su indulgencia humillemos ante su acatamiento nuestras almas.
R. El no nos despreciará ni desatenderá a nuestra raza.


SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los Filipenses

(Cap. 9;1-11, 4: Funk 1, 275-279)

ANDEMOS EN LA FE Y EN LA JUSTICIA


    Os exhorto a todos a que obedezcáis a la palabra de la justicia y a que perseveréis en la paciencia; con vuestros propios ojos, en efecto, habéis contemplado una paciencia admirable no sólo en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sino también en muchos otros que eran de vuestra comunidad, en el mismo Pablo y en los otros apóstoles; imitadlos, persuadidos de que todos ellos no corrieron en vano, sino que anduvieron en la fe y en la justicia y ahora están en el lugar que merecieron, cerca del Señor, con el cual padecieron. Porque ellos no amaron este siglo, sino a aquel que por nosotros murió, y a quien Dios, también por nosotros, resucitó.
    Permaneced, pues, en estos sentimientos y seguid el ejemplo del Señor, firmes e inquebrantables en la fe, amando a los hermanos, queriéndoos unos a otros, unidos en la verdad, estando atentos unos al bien de los otros con la dulzura del Señor, no despreciando a nadie. Cuando podáis hacer bien a alguien, no os echéis atrás, porque la limosna libra de la muerte. Someteos unos a otros y observad entre los gentiles una conducta ejemplar; así cuando vean y consideren vuestras buenas obras os podrán alabar y el nombre del Señor no será blasfemado a causa de vosotros. Porque, ¡ay de aquel por cuya causa ultrajan el nombre del Señor! Enseñad a todos la sobriedad y vivid también vosotros según ella.
    Me ha contristado sobremanera el caso de Valente, que había sido durante un tiempo presbítero de vuestra Iglesia, y que ahora vive totalmente ajeno al ministerio que se le había confiado. Os exhorto también a que os abstengáis del amor al dinero y a que seáis castos y veraces. Apartaos de todo mal. El que no es capaz de gobernarse a sí mismo en estas cosas ¿cómo podrá enseñarlas a los demás? Quien no se abstiene de la avaricia se verá mancillado también por la idolatría y será contado entre los paganos que desconocen el juicio del Señor. ¿O es que no sabéis que los fieles han de juzgar al mundo, como dice san Pablo?
    No es que nada de esto haya observado y oído decir de vosotros, entre quienes trabajó el bienaventurado apóstol Pablo, quien os cita al principio de su carta. De vosotros, en efecto, se gloría ante todas las Iglesias, que entonces eran las únicas que conocían a Dios, mientras que nosotros todavía no lo habíamos conocido.
    Es por ello que me he apenado mucho a causa de Valente y de su esposa; ¡ojalá el Señor les inspire un verdadero arrepentimiento! Con ellos debéis comportaros moderadamente: no los tengáis como a enemigos, al contrario, llamadlos de nuevo, como miembros sufrientes y extraviados, para salvar así el cuerpo entero de todos vosotros. Haciendo esto os iréis edificando vosotros mismos.

Responsorio     Flp 2, 12-13; Jn 15, 5

R.
Trabajad por vuestra salvación con respeto y seriedad, * porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada.
V. Dice el Señor: «Sin mí no podéis hacer nada.»
R. Porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada.


Oración

Señor Dios, que manifiestas tu poder de una manera admirable sobre todo cuando perdonas y ejerces tu misericordia, infunde constantemente tu gracia en nosotros, para que, tendiendo hacia lo que nos prometes, consigamos los bienes celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.