MIÉRCOLES XXIX

PRIMERA LECTURA

Comienza el libro del profeta Habacuc     1, 1-2, 4

ORACIÓN EN TIEMPO DE TRIBULACIÓN


    Oráculo que vio el profeta Habacuc:
    ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias? Me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas. Por eso cesa la ley, el derecho no se muestra jamás. El malvado elimina al justo, y se emite una sentencia al revés.
    «Mirad a los pueblos, contemplad y quedaréis asombrados, porque en vuestros días va a realizarse una obra tal, que si os la contaran no la creeríais. Yo suscitaré a los caldeos, pueblo cruel y veloz, que recorrerá la anchura de la tierra para conquistar territorios ajenos. Es funesto y terrible, dicta sentencia y condenación. Sus caballos son más veloces que leopardos, más rápidos que lobos de la estepa; sus jinetes trotan, sus jinetes vienen de lejos, volarán como rauda águila sobre la presa. Cada cual está dispuesto a la violencia con las cabezas tendidas hacia adelante, junta prisioneros como arena. Se burla de los reyes, hace escarnio de los príncipes, se ríe de las plazas fuertes, levanta un terraplén y las conquista. Después toma aliento y continúa implacable. Su fuerza es su dios.»
    ¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Lo has destinado para castigo, oh Roca, le has encomendado la sentencia? Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente? Tú tratas a los hombres como peces del mar, como reptiles que no tienen dueño: El invasor los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en su esparavel y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión?
    Me pondré de centinela, me plantaré en la atalaya, velaré para escuchar lo que me dice, lo que responde a mis quejas. Y el Señor me respondió así:
    «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espérala, porque ha de llegar sin falta. He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, pero el justo vivirá por su fidelidad.»

Responsorio     Hb 10, 37-38. 39

R.
Todavía un poco de tiempo, un poco nada más: y el que ha de venir vendrá y no tardará. * El justo vivirá por la fe.
V. Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino hombres de fe que vamos hacia la salvación de nuestras almas.
R. El justo vivirá por la fe.


Año II:

Del libro de Ben Sirá     35, 1-21

SINCERIDAD EN EL CULTO A DIOS


    Observar la ley es hacer una buena ofrenda, guardar los mandamientos es ofrecer sacrificios de comunión; hacer favores es ofrendar flor de harina, dar limosna equivale a ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, apartarse de la injusticia es expiación. No te presentes a Dios con las manos vacías: esto es lo que pide la ley. La ofrenda del justo enriquece el altar, y su aroma llega hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda memorial no se olvidará.
    Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; al hacer tus dones, pon buena cara, y paga de buena gana los diezmos. Da al Altísimo como el te ha dado a ti, generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más.
    No lo sobornes, porque no lo. acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; mientras le corren las lágrimas por las mejillas y el gemido se añade a las lágrimas, sus penas consiguen su favor y su grito alcanza pías nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Responsorio     Cf. Sir 35, 14. 21. 15; cf. Lc 18, 14

R.
Dios no acepta sacrificios injustos, pero los gritos del pobre atraviesan las nubes. * Porque es un Dios justo que no puede ser parcial.
V. El publicano bajó justificado a su casa, pero no el fariseo; porque el que se humilla será ensalzado.
R. Porque es un Dios justo que no puede ser parcial.


SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Bernardo, abad

(Sermón 5 sobre diversas materias, 113: Opera omnia, edición cisterciense, 6,1 [1970], 98-103)

ME PONDRÉ DE CENTINELA PARA ESCUCHAR LO QUE ME DICE EL SEÑOR


    Leemos en el Evangelio que, predicando en cierta ocasión el Salvador y habiendo afirmado que daría a comer su carne sacramental para que así sus discípulos pudieran participar de su pasión, algunos exclamaron: ¡Duras son estas palabras! Y se alejaron de él. A vista de ello, preguntó el Señor a sus discípulos si también ellos querían dejarlo; ellos entonces respondieron: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
    Pues bien, hermanos, es manifiesto que en nuestros días las. palabras, de Jesús son también espíritu y vida para algunos y, por ello, éstos lo siguen; pero, en cambio, a otros estas mismas, palabras les parecen duras, por lo cual no faltan quienes van a buscar, en otra parte un consuelo miserable. La sabiduría no deja de levantar su voz en las plazas, anunciando que el camino que conduce a la muerte es ancho y espacioso, a fin de que cuantos andan por él vuelvan sobre sus pasos.
    Durante cuarenta años -dice- aquella generación me repugnó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado.»
    Y en otro salmo añade: Una sola vez habló Dios; es cierto que Dios habló una sola vez, pues está hablando siempre, ya que su locución es continua y eterna, y nunca se interrumpe.
    Esta voz invita sin cesar a los pecadores, exhortándoles a meditar en su corazón y reprendiendo los errores de este corazón, pues es la voz de aquel que habita en el corazón del hombre y habla en su interior, realizando así lo que ya dijo por boca del profeta: Hablad al corazón de Jerusalén.
    Ya véis, hermanos, cuán saludablemente nos amonesta el profeta a fin de que si hoy escuchamos su voz no endurezcamos el corazón. Las palabras que leemos en el profeta son casi las mismas que hallamos también en el Evangelio. En efecto, en el Evangelio dice el Señor: Mis ovejas oyen mi voz, y en el salmo afirma el profeta: Nosotros, su pueblo (el del Señor, ciertamente), el rebaño que él guía, ojalá escuchemos hoy su voz y no endurezcamos el corazón.
    Escucha, finalmente, al profeta Habacuc; él no disimula la increpación del Señor, sino que la medita asiduamente y por ello exclama: Me pondré de centinela, me plantaré en la atalaya, velaré para escuchar lo que me dice, lo que responde a mis quejas. Procuremos, hermanos, ponernos también nosotros de centinela, porque la vida presente es tiempo de lucha.
    Que nuestra vida tenga su centro en nuestro interior, donde Cristo habita, y que nuestros actos sean reflexivos y nuestras obras según los dictados de la razón; pero de tal forma que no confiemos excesivamente en nuestros actos ni nos fiemos excesivamente de nuestras simples reflexiones.

Responsorio     Sal, 17, 23; 18, 9; lJn 2, 5

R.
Tuve presentes los mandamientos del Señor y no me aparté de sus preceptos. * Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
V. Quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


Oración

Dios todopoderoso y eterno, haz que nuestra voluntad sea siempre dócil a la tuya y que te sirvamos con un corazón sincero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.