MIÉRCOLES XXX

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro del profeta Jeremías     24, 1-10

VISIÓN DEL PUEBLO DE DIOS DIVIDIDO: LOS FIELES A DIOS Y LOS INFIELES


    En aquellos días, el Señor me mostró dos cestas de higos colocadas delante del templo del Señor. (Era después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a los príncipes de Judá, a los artesanos y maestros de Jerusalén, y se los llevó a Babilonia.) Una de las cestas tenía higos excelentes, como higos tempranos; la otra cesta tenía higos malísimos, que no se podían comer. El Señor me dijo:
    «¿Qué ves, Jeremías?»
    Yo contesté:
    «Veo higos: unos son excelentes, otros son pésimos y no se pueden comer.»
    Y me vino la palabra del Señor:
    «Así dice el Señor, Dios de Israel: A los desterrados de Judá, a quienes expulsé de este lugar al país de los caldeos, los considero buenos, como estos higos buenos. Los miraré benévolamente, los haré volver a esta tierra; los construiré y no los destruiré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré inteligencia para que conozcan que yo soy el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, cuando vuelvan a mí de todo corazón.
    Pero a Sedecías, rey de Judá, y a sus príncipes, al resto de Jerusalén que se quede en esta tierra y a los que residen en Egipto, los trataré como a esos higos malos que no se pueden comer. Serán terrible escarmiento para todos los reinos de la tierra, objeto de oprobio y sátira, de burla y maldición, en todos los países adonde los dispersé. Les enviaré la espada, el hambre y la peste, hasta consumirlos en la tierra que les di a ellos y a sus padres.»

Responsorio     Jr 24, 6; 31, 12 1

R.
Los miraré benévolamente, los haré volver a esta tierra, * los plantaré y no los arrancaré.
V. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor.
R. Los plantaré y no los arrancaré.


Año II:

Del libro de la Sabiduría     4, 1-20

LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

    Más vale ser virtuoso, aunque sin hijos; la virtud se perpetúa en el recuerdo: la conocen Dios y los hombres. Presente, la imitan; ausente, la añoran; en la eternidad, ceñida la corona, desfila triunfadora, victoriosa en la prueba de trofeos bien limpios.
    La familia innumerable de los impíos no prosperará: es retoño bastardo, no arraigará profundamente ni tendrá base firme; aunque por algún tiempo reverdezcan sus ramas, como está mal asentado, lo zarandeará el viento y lo descuajarán los huracanes. Se troncharán sus brotes tiernos, su fruto no servirá: está verde para comerlo, no se aprovecha para nada; pues los hijos que nacen de sueños ilegales; son testigos de cargo contra sus padres a la hora del. interrogatorio.
    El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso; la vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años; canas del hombre son la prudencia, y edad avanzada, una vida sin tacha. Agradó a Dios, y Dios lo amó; vivía entre pecadores, y Dios se lo llevó; lo arrebató para que la malicia no pervirtiera su conciencia,. para que la perfidia no sedujera su alma; la fascinación del vicio ensombrece la virtud, el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia.
    Maduro en pocos años, cumplió mucho tiempo; como su. alma era; agradable a Dios, se dio prisa en salir de la maldad; la gente lo ve y no lo comprende, no se da cuenta de esto: que Dios quiere a sus elegidos, se apiada de ellos y mira por sus devotos.
    El. justo fallecido condena a los impíos que aún viven, y una juventud colmada velozmente, a la vejez longeva del perverso, la gente verá el final del sabio y no comprenderá lo que, el Señor quería de él, ni por qué lo puso al seguro. Lo mirarán con desprecio, pero el Señor se reirá de ellos; se convertirán en cadáver sin honra, baldón entre los muertos para siempre; pues los derribará cabeza abajo, sin dejarles hablar, los zarandeará desde los cimientos, y los arrasará hasta lo último; vivirán en dolor y su recuerdo perecerá. Comparecerán asustados cuando el recuento de sus pecados, y sus delitos los acusarán a la cara.

Responsorio     Sb 4, 1; St 1, 27

R.
Más vale ser virtuoso, aunque sin hijos; * la virtud, la conocen Dios y los hombres.
V. La religión pura ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: en conservarse limpio de toda mancha en este mundo.
R. La virtud, la conocen Dios y los hombres.


SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

(Cap. 30, 3-4; 34, 2-35, 5: Funk 1, 99. 103-105)

SIGAMOS LA SENDA DE LA VERDAD


    Revistámonos de concordia, manteniéndonos en la humildad y en la continencia, apartándonos de toda murmuración y de toda crítica y manifestando nuestra justicia más por medio de nuestras obras que con nuestras palabras. Porque está escrito: ¿Va a quedar sin respuesta tal palabrería?, ¿va a tener razón el charlatán?
    Es necesario, por tanto, que estemos siempre dispuestos a obrar el bien, pues todo cuanto poseemos nos lo ha dado Dios. Él, en efecto, ya nos ha prevenido diciendo: Mirad, el Señor Dios llega con poder, y con él viene su salario y su recompensa lo precede y paga a cada hombre según sus acciones. De esta forma, pues, nos exhorta a nosotros, que creemos en él con todo nuestro corazón, a que, sin pereza ni desidia, nos entreguemos al ejercicio de las buenas obras. Nuestra gloria y nuestra confianza estén siempre en él; vivamos siempre sumisos a su voluntad y pensemos en la multitud de ángeles que están en su presencia, siempre dispuestos a cumplir sus órdenes. Dice, en efecto, la Escritura: Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él y gritaban, diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, llena está la tierra de su gloria!»
    Nosotros, pues, también con un solo corazón y con una sola voz, elevemos el canto de nuestra común fidelidad, aclamando sin cesar al Señor, a fin de tener también nuestra parte en sus grandes y maravillosas promesas. Porque él ha dicho: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que lo aman.
    ¡Qué grandes y maravillosos son, amados hermanos, los dones de Dios! La vida en la inmortalidad, el esplendor en la justicia, la verdad en la libertad, la fe en la confianza, la templanza en la santidad; y todos estos dones son los que están va desde ahora al alcance de nuestro conocimiento. ¿Y cuáles serán, pues, los bienes que están preparados para los que lo aman? Solamente los conoce el Artífice supremo, el Padre de los siglos; sólo él sabe su número y su belleza.
    Nosotros, pues, si deseamos alcanzar estos dones procuremos, con todo ahínco, ser contados entre aquellos que esperan su llegada. ¿Y cómo podremos lograrlo, amados hermanos? Uniendo a Dios nuestra alma con toda nuestra fe, buscando siempre con diligencia lo que es grato y acepto a sus ojos, realizando lo que está de acuerdo con su santa voluntad, siguiendo la senda de la verdad y rechazando de nuestra vida toda injusticia.

Responsorio     Sal 24, 4-5. 16

R.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; * enséñame, por qué tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando.
V. Mírame y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
R. Enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando.


Oración

Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.