MIÉRCOLES XXXI
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Jeremías 30, 18-31, 9
PROMESA DE LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL
Esto dice el Señor:
«Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus moradas;
sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará en su
puesto. De allá saldrán alabanzas y gritos de alegría. Los multiplicaré y no
disminuirán, los honraré y no serán despreciados. Serán sus hijos como en otro
tiempo, la asamblea será estable en mi presencia. Castigaré a sus opresores.
Saldrá de ella un príncipe, su señor saldrá de en medio de ella; me lo acercaré.
y se llegará a mí, pues ¿quién, si no, se atrevería a acercarse a mí? -oráculo
del Señor-.
Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Mirad, se desencadena una
tormenta del Señor, una tormenta en torbellino gira sobre la cabeza de los
impíos. No cede el incendio de la ira del Señor, hasta realizar y cumplir los
planes de su corazón. Al final idea los días lo comprenderéis. En aquel tiempo
-oráculo del Señor-, seré el Dios de todas las tribus de Israel y ellas serán mi
pueblo.»
Así dice el Señor:
«Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina a su
descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso
prolongué mi misericordia. Volveré a construirte y serás reconstruida, Virgen de
Israel; todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros; todavía
plantarás viñas en los montes de Samaría, y los que plantan cosecharán.
"Es de día -gritarán los centinelas en la montaña de Efraím-. Levantaos
marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios."
Porque así dice el Señor:
«Gritad de, alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos
proclamad, alabad y decid: "El Señor ha salvado a. su pueblo, al resto de
Israel." Mirad que yo os, traeré del país del, norte, os congregaré de los
confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una
gran multitud retorna. Si marcharon llorando los devolveré entre consuelos; los
llevaré a torrentes de agua, por. un camino llano en que no tropezarán.. Seré
un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.»
Responsorio Jr 31, 6; Is 2, 5
R. «Es de día -gritarán los centinelas-.
* Levantaos y marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios.»
V. Ven, casa de Jacob, caminemos a la luz del Señor.
R.. Levantaos y marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios.
Año II:
Del libro de la Sabiduría 11, 20b-12, 2. 11b-19
MISERICORDIA DE DIOS CON LOS PECADORES
Señor, tú todo lo dispusiste con número, peso y medida, pues el actuar con
inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu
brazo? Pues el mundo entero es ante ti como un granito de polvo que ni siquiera
hace inclinarse la balanza, como la gota de rocío que a la mañana cae sobre la
tierra.
Te compadeces de todos porque todo lo puedes y, disimulas -los pecados de los
hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y nada de lo que,
hiciste aborreces, pues si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría
subsistir cosa alguna que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la
hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la
vida.
Tu espíritu imperecedero está en- todas las cosas. Por eso mismo corriges poco a
poco a los que caen; los amonestas despertando la conciencia de sus pecados,
para que se aparten del mal y crean en ti, Señor; pero no dejas sin castigo, por
respeto a nadie, sus pecados.
¿Quién podría decirte: «Qué has hecho»? ¿Quién se opondría a tu sentencia?
¿Quién te citaría a juicio por destruir naciones por ti creadas? ¿Quién se
alzaría contra ti como vengador de hombres culpables? No, fuera de ti no hay un
Dios que cuide de todas las cosas, a quien tengas que dar cuenta de la justicia
de tus juicios; ni hay rey ni soberano que se te enfrente en favor de los que
castigas. Sino que, como eres justo, con justicia todo lo gobiernas y miras como
extraño a tu poder el condenar a quien no merece ser castigado. Tu fuerza es el
principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los seres te hace indulgente
con todos ellos. Ostentas tu fuerza con los que no creen en tu soberano poder y
confundes la audacia de los que lo conocen. Dueño de tu fuerza, juzgas con
moderación y nos gobiernas con extremada indulgencia porque, con sólo quererlo,
lo puedes todo.
Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano y diste a tus
hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Responsorio Cf. Sb 11, 24. 25. 27; Sir 36, 1
R. Señor, te compadeces de todos y nada de lo que hiciste aborreces;
disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan y los perdonas;
* porque tú eres, Señor, nuestro Dios.
V. Sálvanos, Dios del universo, míranos y muéstranos la luz de tu misericordia.
R. Porque tú eres, Señor, nuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 5, Sobre la fe y el símbolo, 10-11: PG 33, 518-519)
LA FE REALIZA OBRAS QUE SUPERAN LAS FUERZAS HUMANAS
La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en
efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu
atienda y la
voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo
dice el mismo Señor: El que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha
enviado tiene vida eterna y no incurre en condenación; y añade: El que cree en
el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos,
ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando, para este fin los largos años
de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio
de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo
momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo
resucitó de entre los muertos conseguirás la salvación y serás
llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen -ladrón. No
desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el
Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él mismo te salvará también a
ti si creyeres.
La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito.
A
unos es dado por el Espíritu el don de sabiduría; a otros el don de ciencia en
conformidad con el mismo Espíritu; a unos la gracia de la fe en el mismo
Espíritu a otros la gracia de curaciones en el mismo y único Espíritu.
Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática,
sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda
posibilidad humana; quien tiene esta fe puede decir a un monte: «Vete de aquí a
otro sitio», y se irá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin
dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido
el don de esta fe.
Es de esta fe de la que se afirma: Si tuvieseis fe, como un grano de mostaza.
Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de
una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo,
produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del
cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, un pocos momentos realiza
grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a
concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al
mismo Dios en la medida en que ello es posible; le es dado recorrer los límites
del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización
de los bienes prometidos.
Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a
quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima
de las fuerzas humanas.
Responsorio Ga 2, 16; Rm 3, 25
R. Sabiendo que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en
Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él.
V. Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su propia sangre: y mediante la fe.
R. También nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él.
Oración
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles,
concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.