MIÉRCOLES XXXII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Ezequiel 10, 18-22; 11, 14-25
LA GLORIA DEL SEÑOR ABANDONA LA CIUDAD SENTENCIADA
En aquellos días, yo, Ezequiel, fui arrebatado en éxtasis por el Señor, y vi que
la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre
los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin
separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de
la casa del Señor; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por
encima de ellos.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas
del río Kebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y
cuatro alas cada uno y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su
fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río
Kebar. Caminaban de frente. Entonces vino a mí esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, los
responsables de la familia y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han
alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra." Por tanto di: "Esto
dice el Señor: Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países,
y fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron." Por tanto
di: "Esto dice el Señor: Os reuniré de entre los pueblos, os recogeré de los
países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. Entrarán y
quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e
infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les
daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis
mandatos: serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a aquellos cuyo corazón se
vaya tras sus ídolos y abominaciones les daré su merecido -oráculo del Señor-."»
Los querubines levantaron las alas, sin separarse de
las ruedas; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de
ellos. La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte al
oriente de la ciudad.
Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de
Babilonia, en éxtasis, y la visión desapareció. Y yo les conté a los desterrados
lo que el Señor me había revelado.
Responsorio Ez 10, 4. 18; Mt 23, 37. 38
R. La gloria de Dios se elevó y se colocó en el umbral del templo;
la nube llenó el templo y el resplandor de la gloria del Señor llenó el atrio.
* Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
V. Jerusalén, ¡cuántas veces he querido agrupar a tus hijos y tú no has querido!
Mirad, vuestra mansión va a quedar desierta.
R. Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
Año II:
Del segundo libro de los Macabeos 7, 1-19
MARTIRIO DE LOS SIETE HERMANOS
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar
con látigos y nervios para forzarles a comer carne de cerdo, prohibida por la ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás:
«¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar
la ley de nuestros padres.»
Fuera de sí, el rey ordenó poner al fuego sartenes y ollas. Las pusieron al fuego
inmediatamente, y el rey ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en
nombre de todos, que le arrancaran el cuero cabelludo y le amputaran las
extremidades a la vista de los demás hermanos y de su madre. Cuando el muchacho
estaba ya inutilizado del todo, el rey mandó aplicarle fuego y freírlo; todavía
respiraba. Mientras se esparcía a lo ancho el olor de la sartén, los otros, con la
madre, se animaban entre sí a morir noblemente:
«El Señor Dios nos contempla, y de verdad se compadece de nosotros, como declaró
Moisés en el cántico de denuncia contra Israel: "Se compadecerá de sus siervos.»
Cuando murió así el primero, llevaron al segundo al suplicio; le arrancaron los cabellos
con la piel, y le preguntaban si pensaba comer antes que lo atormentasen miembro a miembro.
Él respondió en la lengua materna:
«¡No comeré!»
Por eso, también él sufrió a su vez el martirio como el primero; y, estando para morir,
dijo:
«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente. Pero, cuando hayamos muerto por su ley,
el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.»
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida,
y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
«De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios.»
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los
tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto; y, cuando estaba para
morir, dijo:
«Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
En cambio, tú no resucitarás para la vida.»
Después sacaron al quinto, y lo atormentaban; pero él, mirando al rey, le dijo:
«Aunque eres un simple mortal, haces lo que quieres porque tienes poder sobre los hombres.
Pero no te creas que Dios ha abandonado a nuestra nación. Espera un poco y ya verás cómo
su gran poder te tortura a ti y a tu descendencia.»
Después de éste llevaron al sexto; y, cuando iba a morir, dijo:
«No te engañes neciamente. Nosotros sufrimos esto porque hemos pecado contra nuestro Dios;
por eso, han ocurrido estas cosas extrañas. Pero no pienses que vas a quedar impune tú,
que te has atrevido a luchar contra Dios.»
Responsorio Sal 132, 1
R. Por su fidelidad a la alianza del Señor y a las leves paternas, los santos de Dios
se mantuvieron firmes en el amor fraterno;
* porque tuvieron siempre un solo espíritu y una sola fe.
V. Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
R. Porque tuvieron siempre un solo espíritu y una sola fe.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 10. 1-12, 1; 13, 1: Funk 1, 157-159)
PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA
Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos
por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio como del
primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos
alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón
por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por
temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así
porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a
los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada
en la vida eterna. Y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún
tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con
sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta de que de está forma incurren en una
doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.
Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos;
porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos
desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: «Todo esto
hace tiempo que lo liemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres; hemos
esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.» ¡Oh insensatos!
Comparaos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja,
luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece
la uva ya madura. Así también mí pueblo: primero sufre
inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en
la esperanza á fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha
prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante
Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que
ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la
caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por
tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de
insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos
nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de
nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los
nuestros; procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no
son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra
causa.
Responsorio 1Co 15, 58; 2Ts 3, 13
R. Manteneos firmes e inconmovibles en la fe, haciendo siempre progresos en la obra del Señor;
* sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
V. No os canséis de hacer el bien.
R. Sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
Oración
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que,
con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.