MIÉRCOLES XXXIII
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Ezequiel 20, 27-44
HISTORIA DE LA INFIDELIDAD DE ISRAEL
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, habla así a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Vuestros
padres me ofendieron cometiendo esta traición: Cuando los introduje en la tierra
que con la mano en alto había jurado darles, al ver un collado alto, al ver un
árbol copudo, allí hacían sus sacrificios, allí depositaban su irritante
ofrenda, allí ponían sus oblaciones de aroma que aplaca, allí vertían sus libaciones.
Entonces les pregunté: "¿Qué hay en ese altozano que frecuentáis?" Y se
quedó con el nombre de "altozano" hasta el día de hoy.
Por tanto, dile a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Os contamináis igual
que vuestros padres, fornicáis con sus fetiches, ofrecéis a vuestros hijos
pasándolos por el fuego, os seguís contaminando con vuestros ídolos, ¿y voy a
dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida -oráculo del Señor-,
juro que no me dejaré consultar. Jamás se realizarán los planes que estáis
pensando: "Seremos como los demás pueblos, como las razas de otros países,
sirviendo al palo y a la piedra.
Por mi vida -oráculo del Señor- juro que con mano poderosa, con brazo extendido,
con cólera incontenible, reinaré sobre vosotros, y os sacaré de los países y os
reuniré de entre las naciones por las que andáis dispersos, con mano poderosa,
con brazo extendido, con cólera incontenible. Y os llevaré al desierto de los
pueblos, para pleitear allí con vosotros cara a cara. Igual que pleiteé con
vuestros padres, en el desierto de Egipto, así pleitearé con vosotros -oráculo
del Señor-. Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro
de la alianza; y excluiré a los rebeldes, que se sublevan contra mí; los sacaré
del país de su destierro, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y sabréis que
yo soy el Señor.
A vosotros, casa de Israel, esto os dice el Señor: Cada uno que vaya a servir a
sus ídolos, si no quiere obedecerme; pero que no siga profanando mi santo
nombre, con sus ofrendas idolátricas. Porque en mi santo monte, en el más alto
monte de Israel -oráculo del Señor-, allí en la tierra, me servirá la casa de
Israel toda entera. Allí los aceptaré, allí os pediré vuestros tributos,
vuestras primicias y vuestros dones sagrados.
Como aroma que calma os aceptaré, cuando os saque de los países y os reúna de
entre las naciones en las que estáis dispersos, y muestre en vosotros mi
santidad a la vista de los gentiles. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os
lleve a la tierra de Israel, al país que con la mano en alto juré dar a vuestros
padres. Allí, cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con
que os contaminasteis, sentiréis asco de vosotros mismos
por las maldades que cometisteis. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os
trate como exige mi nombre, no según vuestra mala conducta y vuestras obras
perversas, casa de Israel -oráculo del Señor-.»
Responsorio Ez 20, 44. 43. 37
R. Sabréis que yo soy el Señor cuando os trate como exige mi nombre,
* cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
V. Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro de la alianza.
R. Cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
Año II:
Del primer libro de los Macabeos 9, 1-22
MUERTE DE JUDAS MACABEO
Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían sucumbido en la guerra,
envió a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y Alcimo con el
ala derecha de su ejército. Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot
en el territorio de Arbelas; se apoderaron de ella. y mataron mucha gente.
El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, de
donde partieron con veinte mil hombres y dos mil jinetes en dirección a Beerzet.
Judas tenía puesto su campamento en Elasá y estaban con él tres mil hombres
escogidos. Pero al ver la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho
miedo y muchos escaparon del campamento; no quedaron más que ochocientos
hombres. Judas vio que su ejército estaba desbandado y que la batalla lo
apremiaba, y se le quebrantó el ánimo, pues no había tiempo de volverlos a
juntar. Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado:
«Levantémonos y subamos contra nuestros enemigos por si podemos hacerles
frente.»
Trataban de disuadirlo diciéndole:
«No podemos de momento sino salvar nuestras vidas y volver luego con nuestros
hermanos para combatir contra ellos, que ahora somos pocos.»
Judas les replicó:
«¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra hora ha llegado, muramos
con valor por nuestros hermanos y no manchemos nuestra gloria.»
Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro: la caballería
dividida en dos escuadrones, arqueros y honderos en avanzadilla, y los más
aguerridos en primera línea; Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se
acercó por los dos lados y tocaron las trompetas. Los que estaban con Judas
tocaron también las suyas, y la tierra se estremeció con el estruendo de los
ejércitos. Se trabó el combate y se mantuvo desde el amanecer hasta la caída de
la tarde.
Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha;
se unieron a él los más esforzados y derrotaron el ala derecha y la persiguieron
hasta los montes de Azara. Pero el ala izquierda, al ver derrotada al ala
derecha, se volvió sobre los pasos de Judas y los suyos, por detrás. La lucha se
encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando. Judas también cayó y los demás
huyeron.
Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura en el sepulcro
de sus padres en Modín. Todo Israel lo lloró, hizo gran duelo por él y muchos
días estuvieron repitiendo esta lamentación:
«¡Cómo ha caído el héroe, el salvador de Israel!»
Las demás empresas de Judas, sus guerras y proezas que realizó, las ocasiones en
que alcanzó gloria, fueron demasiado numerosas para ser escritas.
Responsorio Cf. lM 4, 8. 9. 10. 9
R. No temáis el ímpetu de los enemigos; recordad cómo fueron salvados nuestros padres.
* Clamemos ahora al cielo y nuestro Dios se compadecerá de nosotros.
V. Recordad las proezas que llevó a cabo contra el Faraón y su ejército en el mar Rojo.
R. Clamemos ahora al cielo y nuestro Dios se compadecerá de nosotros.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 21, 1-4: CCL 41, 276-278)
EL CORAZÓN DEL JUSTO SE GOZARA EN EL SEÑOR
El justo se alegra con el Señor, espera en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Esto es lo que hemos cantado con la boca y el corazón. Tales son las palabras que
dirige a Dios la mente y la lengua del cristiano: El justo se alegra, no con el mundo,
sino con el Señor. Amanece la luz para el justo -dice otro salmo-, y la alegría para
los rectos de corazón. Te preguntarás el porqué de esta alegría. En un salmo oyes:
El justo se alegra con el Señor, y en otro: Sea el Señor tu delicia, y
él te dará lo que pide tu corazón.
¿Qué se nos quiere inculcar? ¿Qué se nos da? ¿Qué se nos manda? ¿Qué se nos otorga?
Que nos alegremos con el Señor. ¿Quién puede alegrarse con algo que no ve? ¿O es que
acaso vemos al Señor? Esto es aún sólo una promesa. Porque mientras vivimos estamos
desterrados lejos del Señor y caminamos sin verlo, guiados por la fe.
Guiados por la fe, no por la clara visión. ¿Cuándo llegaremos a la clara visión?
Cuando se cumpla lo que dice Juan: Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún
no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya
no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la
posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros,
antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el
Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego
en posesión.
Ahora amamos en esperanza. Por esto dice el salmo que el justo se alegra con el
Señor. Y añade en seguida, porque no posee aún la clara visión: y espera en él.
Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como un
acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque tenue, de
lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el
Señor, si él está lejos? Pero en realidad no está lejos. Tú eres el que hace que
esté lejos. Ámalo y se te acercará; ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca.
No os inquietéis por cosa alguna. ¿Quieres saber en qué medida está en ti, si lo
amas? Dios es amor.
Me dirás: «¿Qué es el amor?» El amor es el hecho mismo de amar. Ahora bien, ¿qué
es lo que amamos? El bien inefable, el bien benéfico, el bien creador de todo
bien. Sea él tu delicia, ya que de él has recibido todo lo que te deleita. Al
decir esto, excluyo el pecado, ya que el pecado es lo único que no has recibido
de él. Fuera del pecado, todo lo demás que tienes lo has recibido de él.
Responsorio
R. Antes de que veas lo que ahora no te es posible ver, acepta por la fe lo que aún no ves.
* Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
V. No gozará en la patria la felicidad producida por la visión plena
quien no haya recibido en el camino la ayuda de la fe.
R. Camina guiado por la fe,.para que llegues a la clara visión.
Oración
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera
alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.