MIÉRCOLES XXXIV
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del profeta Ezequiel
SE ANUNCIA LA RENOVACIÓN DE LA UNIDAD ENTRE ISRAEL Y JUDÁ
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: "Judá";
toma luego otra vara y escribe en ella: "José". Empálmalas la una con la
otra de modo que formen una sola vara y queden unidas en tu mano. Y cuando
te pregunten tus paisanos: "Explícanos lo que quieres decir", respóndeles:
"Esto dice el Señor: Voy a tomar la vara de José y a empalmarla con la vara
de Judá, de modo que formen una sola vara y queden unidas en mí mano."
Toma en la mano las varas escritas y, enseñándoselas, diles:
"Esto dice el Señor: Voy a recoger a los hijos de Israel de entre las
naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a
repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y
un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a
estar divididos en dos reinos. No se mancharán más con sus ídolos y
abominaciones y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y
prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según
mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. Habitarán en
la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres;
allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mí siervo David
será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con
ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi santuario
para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios y ellos serán
mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel,
cuando esté entre ellos mi santuario para siempre."»
Responsorio Ez 37, 21. 22; Jn 10, 16. 11
R. Voy a recoger a los hijos de Israel, voy a congregarlos de todas partes y haré de ellos un solo pueblo,
* para que se forme un solo rebaño y un solo pastor.
V. El buen pastor da su vida por las ovejas.
R. Para que se forme un solo rebaño y un solo pastor.
Año II:
Del libro del profeta Daniel 8, 1-26
VISIÓN DEL CARNERO Y DEL MACHO CABRIO. VICTORIA Y DESTRUCCIÓN DE LOS REYES GRIEGOS
El año tercero del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve otra visión (después de la que
ya había tenido). Me vino la visión estando yo en Susa, capital de la provincia
de Elam, mientras me encontraba junto al río Ulay. Alcé la vista y vi junto al
río, en pie, un carnero de altos cuernos, uno más alto y detrás del otro. Vi que
el carnero embestía a poniente, a norte y a sur, y no había fiera que le
resistiera ni quien se librase de su poder; hacía lo que quería, alardeando.
Mientras yo reflexionaba, apareció un macho cabrío que venía de poniente,
atravesando toda la tierra sin tocar el suelo; tenía un cuerno entre los ojos.
Se acercó al carnero de los dos cuernos, que había visto de pie junto al río, y
se lanzó contra él furiosamente. Lo vi llegar junto al carnero, revolverse
contra él y herirlo; le rompió los dos cuernos, y el carnero quedó sin fuerza
para resistir. Lo derribó en tierra y lo pateó, sin que nadie librase al carnero
de su poder.
Entonces el macho cabrío hizo alarde de su poder. Pero, al crecer su poderío, se
le rompió el cuerno grande y le salieron en su lugar otros cuatro orientados
hacia los cuatro puntos cardinales. De uno de ellos salió otro cuerno pequeño
que creció mucho, apuntando hacia el sur, hacia el este, hacia Palestina. Creció
hasta alcanzar el ejército del cielo, derribó al suelo algunas estrellas de ese
ejército y las pisoteó. Creció hasta alcanzar al general del ejército, le
arrebató el sacrificio cotidiano y socavó los cimientos del templo. Le entregaron
el ejército y el sacrificio expiatorio; la lealtad cayó por los
suelos, mientras él actuaba con gran éxito.
Entonces oí a dos santos que hablaban entre sí. Uno preguntaba:
«¿Cuánto tiempo abarca la visión de los sacrificios cotidiano y expiatorio, de
la desolación del santuario y del ejército pisoteado?»
El otro contestaba:
«Dos mil trescientas tardes y mañanas; después el santuario será reivindicado.»
Yo, Daniel, seguía mirando y procurando entender la visión cuando apareció frente a
mí, en pie, una figura humana. Oí una voz humana junto al río Ulay que gritaba:
«Gabriel, explícale a éste la visión.»
Se acercó adonde yo estaba, y, al acercarse, cal espantado de bruces; pero él me dijo:
«Hijo de hombre, has de comprender que la visión se refiere al final.»
Mientras él hablaba, seguí de bruces, aletargado; el me tocó y me puso en pie.
Después me dijo:
«Yo te explicaré lo que sucederá en el tiempo final de la cólera; porque se
trata del plazo final. El carnero de dos cuernos que viste representa los reyes
de Media y Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia; el cuerno grande entre
sus ojos es el jefe de la dinastía. Los cuatro cuernos que salieron al quebrarse
el primero son cuatro reyes de su estirpe, pero no de su fuerza. Al final de sus
reinados, en el colmo de sus crímenes, se alzará un rey osado, experto en
enigmas, de fuerza indomable, prodigiosamente destructivo, que actuará con gran
éxito. Destruirá a poderosos, a un pueblo de santos. Con su astucia hará
triunfar el fraude en sus acciones. Se creerá grande y destruirá con toda calma
a muchos. Se atreverá con el Príncipe de príncipes, pero sin intervención humana
fracasará.
La visión en que hablaban de tardes y mañanas es auténtica. Pero tú sella la visión,
porque se refiere a un futuro remoto.»
Responsorio Dn 8, 15. 17. 19
R. Yo seguía mirando y procurando entender la visión cuando apareció frente a mí, en pie, una figura humana y me dijo:
* «Hijo de hombre, has de comprender que la visión se refiere al final.»
V. Yo te explicaré lo que sucederá en el tiempo final; porque se trata del plazo final.
R. «Hijo de hombre, has de comprender que la visión se refiere al final.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo
(Homilía 28: PG 34, 710-711)
AY DEL ALMA EN LA QUE NO HABITA CRISTO
Así como en otro tiempo Dios, irritado contra los judíos, entregó a Jerusalén a
la afrenta de sus enemigos, y sus adversarios los sometieron, de modo que ya no
quedaron en ella ni fiestas ni sacrificios, así también ahora, airado contra el
alma que quebranta sus mandatos, la entrega en poder de los mismos enemigos que
la han seducido hasta afearla.
Y del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de
tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia,
así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus
ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y
de toda clase de ignominia.
¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz
humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no
transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de
la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada
de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque, embestida
por las olas y tempestades del mar, acaba por naufragar. ¡Ay del alma que no
lleva en sí al verdadero piloto, Cristo!, porque, puesta en un despiadado mar de
tinieblas, sacudida por las olas de sus pasiones y embestida por los espíritus
malignos como por una tempestad invernal, terminará en el naufragio.
¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace
producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena
de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del
alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y
llena de la fetidez de sus
pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.
Del mismo modo que el colono, cuando se dispone a cultivar la tierra, necesita
los instrumentos y vestiduras apropiadas, así también Cristo, el rey celestial y
verdadero agricultor, al venir a la humanidad desolada por el pecado, habiéndose
revestido de un cuerpo humano y llevando como instrumento la cruz, cultivó el
alma abandonada, arrancó de ella los espinos y abrojos de los malos espíritus,
quitó la cizaña del pecado y arrojó al fuego toda la hierba mala; y, habiéndola
así trabajado incansablemente con el madero de la cruz, plantó en ella el huerto
hermosísimo del Espíritu, huerto que produce para Dios, su Señor, un fruto
suavísimo y gratísimo.
Responsorio Jn 15, 1.5.9
R. Yo soy la vid verdadera y vosotros sois los sarmientos;
* el que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.
V. Como el Padre me amó, así también yo os he amado a vosotros.
R. El que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.
Oración
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad
a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.