VIERNES IV

PRIMERA LECTURA

Año I:


De la carta a los Romanos     15, 14-33

MINISTERIO DE PABLO


    Estoy personalmente convencido, hermanos, de que ya estáis llenos de buenas disposiciones, en plena posesión del don de ciencia y con suficiente capacidad como para exhortaros unos a otros al bien.
    Sin embargo, os he escrito, en parte con cierto atrevimiento, como queriendo recordaros lo que ya sabéis; y lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha dado, de ser un ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, ministro que ejerce su sacerdocio de la Buena Nueva de Dios, a fin de que el ofrecimiento que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.
    Puedo, pues, gloriarme en Cristo Jesús de este ministerio que mira al servicio de Dios. Y, en verdad, no osaría yo hablar sino de lo que Cristo, valiéndose de mí, ha llevado a cabo por la conversión de los gentiles, de palabra o de obra, con poderosa eficacia de señales y prodigios, y con el poder del Espíritu; tanto que, desde Jerusalén y en todas direcciones hasta Iliria, he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo.
    Pero, de tal modo, que me proponía como una honra no predicar el Evangelio allí donde el nombre de Cristo era conocido, para no edificar sobre fundamentos ajenos. A este propósito dice la Escritura: «Lo verán quienes nuevas no tuvieron, y entenderán quienes no oyeron nada.»
    Por eso, me he visto impedido tantas veces de llegarme hasta vosotros; pero ahora, que no encuentro campo de acción en estas regiones y teniendo desde hace tantos años vivos deseos de ir a veros, os visitaré cuando vaya para España. Espero, a mi paso, veros y, dirigido por vosotros, encaminarme para allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía. Ahora me encamino a Jerusalén, para socorrer a los fieles de allí; porque los de Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre los fieles de Jerusalén. Lo han tenido a bien, y con motivo, porque tienen deuda con ellos. Y así es. Si participan, como venidos de la gentilidad, en los bienes espirituales de ellos, deben a su vez servirles en los bienes materiales.
    Una vez que cumpla este encargo, poniendo en sus manos el fruto de esta colecta, me encaminaré a España, pasando por entre vosotros. Y sé que, yendo a vosotros, iré con la plenitud de la bendición de Cristo.
    Os pido, hermanos, por Jesucristo, nuestro Señor, y por la caridad del Espíritu: Ayudadme en esta lucha con vuestras plegarias, dirigidas a Dios por mí. Que me libre él de los que se oponen a la fe en Judea; y que la misión que llevo a Jerusalén sea del agrado de los fieles. Así podré ir gozoso a visitaros, si Dios quiere; y tendré mi felicidad y descanso en vuestra compañía. El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.

Responsorio     Rm 15, 15-16; 1, 9

R.
Dios me ha dado la gracia de ser un ministro de Cristo Jesús entre los gentiles, ministro que ejerce su sacerdocio de la Buena Nueva de Dios, * a fin de que el ofrecimiento que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.
V. Sirvo a Dios Padre con toda mi alma, anunciando el mensaje evangélico de su Hijo.
R. A fin de que el ofrecimiento que hago de los gentiles a Dios sea aceptado y santificado en el Espíritu Santo.


Año II:

Del libro del Génesis     35, 1-29

ÚLTIMOS AÑOS DE JACOB


    En aquellos días, Dios dijo a Jacob:
    «Anda, sube a Betel, establécete allí y haz un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.»
    Jacob dijo a toda su familia y a toda su gente:
    «Retirad los dioses extraños que tengáis, purificaos cambiad de ropa; vamos a subir a Betel, donde haré in altar al Dios que me escuchó en el peligro y me acompañó en mi viaje.»
    Ellos entregaron a Jacob los dioses extraños que tenían y los pendientes que llevaban; Jacob los enterró bajo la encina que hay junto a Siquem. Cuando marchaban, cayó el terror de Dios sobre las ciudades de la comarca, de modo que no persiguieron a los hijos de Jacob. Jacob, con toda su gente, llegó a Luz, en tierra de Canaán, que hoy es Betel; construyó allí un altar y llamó al lugar Betel, porque allí se le había revelado el Señor, mientras huía de su hermano. Débora, nodriza de Rebeca, murió y la enterraron junto a Betel, bajo la encina, a la que llamaron «Encina del llanto.»
    Dios se apareció de nuevo a Jacob, al volver de Padán Aram, y lo bendijo, y le dijo:
    «Tu nombre es Jacob, pero ya no será Jacob: tu nombre será Israel.»
    Y lo llamó Israel, Dios añadió:
    «Yo soy el Dios Todopoderoso, crece, multiplícate: un pueblo, un grupo de pueblos nacerá de ti, y saldrán reyes de tus entrañas. La tierra que di a Abraham y a Isaac, te la doy a ti, y a tus descendientes les daré la tierra.»
    Dios se separó de donde había hablado con él. Jacob erigió una estela de piedra en el lugar donde había hablado con Dios, derramó sobre ella una libación y la ungió con aceite. Y llamó «Betel» al lugar donde había hablado con Dios.
    Después se marchó de Betel y, cuando faltaba un buen trecho para llegar a Efrata, Raquel sintió los dolores del parto; y, cuando le apretaban los dolores, la comadrona le dijo:
    «No tengas miedo, que tienes un niño.»
    Estando para expirar, lo llamó «Hijo de mi pena», y su padre lo llamó Benjamín. Murió Raquel y la enterraron en el camino de Efrata, hoy Belén, y Jacob erigió una estela sobre el sepulcro, que es hoy la estela del sepulcro de Raquel. Israel marchó de allí y acampó al otro lado de Atalaya del Rebaño.
    Mientras vivía Israel en aquella tierra, Rubén fue y se acostó con Bala, concubina de su padre; Israel se enteró y se disgustó mucho.
    Los hijos de Jacob fueron doce. Hijos de Lía: Rubén, primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. Hijos de Raquel: José y Benjamín. Hijos de Bala, la sierva de Raquel: Dan y Neftalí. Hijos de Zilfa, la sierva de Lía: Gad y Aser. Éstos son los hijos de Jacob nacidos en Padán Aram.
    Jacob volvió a casa de Isaac, su padre, a Mambré, en Quiriat Arba, hoy Hebrón, donde habían residido Abraham e Isaac. Isaac vivió ciento ochenta años; expiró, murió y se reunió con los suyos, anciano y colmado de años; y lo enterraron Esaú y Jacob, sus hijos.

Responsorio     Cf. Hb 11, 13. 14. 16

R.
En la fe murieron todos los padres, sin haber alcanzado la realización de las promesas, pero las vieron desde lejos y las saludaron, reconociendo que eran «forasteros y peregrinos sobre la tierra». * Aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial.
V. Por eso Dios no se desdeña de llamarse su Dios, pues les tenía ya preparada una ciudad.
R. Aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial.


SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de un autor espiritual del siglo cuarto

(Homilía 18, 7-11: PG 34, 639-642)

COLMADOS HASTA POSEER TODA LA PLENITUD DE CRISTO


    Los que han llegado a ser hijos de Dios y han sido hallados dignos de renacer de lo alto por el Espíritu Santo y poseen en sí a Cristo, que los ilumina y los crea de nuevo, son guiados por el Espíritu de varias y diversas maneras, y sus corazones son conducidos de manera invisible y suave por la acción de la gracia.
    A veces, lloran y se lamentan por el género humano y ruegan por él con lágrimas y llanto, encendidos de amor espiritual hacia el mismo.
    Otras veces, el Espíritu Santo los inflama con una alegría y un amor tan grandes que, si pudieran, abraza, rían en su corazón a todos los hombres, sin distinción de buenos o malos.
    Otras veces, experimentan un sentimiento de humildad que los hace rebajarse por debajo de todos los demás hombres, teniéndose a sí mismos por los más abyectos y despreciables.
    Otras veces, el Espíritu les comunica un gozo inefable.
    Otras veces, son como un hombre valeroso que, equipado con toda la armadura regia y lanzándose al combate, pelea con valentía contra sus enemigos y los vence. Así también el hombre espiritual, tomando las armas celestiales del Espíritu, arremete contra el enemigo y lo somete bajo sus pies.
    Otras veces, el alma descansa en un gran silencio, tranquilidad y paz, gozando de un excelente optimismo y bienestar espiritual y de un sosiego inefable.
    Otras veces, el Espíritu le otorga una inteligencia, una sabiduría y un conocimiento inefables, superiores a todo lo que pueda hablarse o expresarse.
    Otras veces, no experimenta nada en especial.
De este modo, el alma es conducida por la gracia a través de varios y diversos estados, según la voluntad de Dios que así la favorece, ejercitándola de diversas maneras, con el fin de hacerla íntegra, irreprensible y sin mancha ante el Padre celestial.
    Pidamos también nosotros a Dios, y pidámoslo con gran amor y esperanza, que nos conceda la gracia celestial del don del Espíritu, para que también nosotros seamos gobernados y guiados por el mismo Espíritu, según disponga en cada momento la voluntad divina, y para que él nos reanime con su consuelo multiforme; así, con la ayuda de su dirección y ejercitación y de su moción espiritual, podremos llegar a la perfección de la plenitud de Cristo, como dice el Apóstol: Para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Cristo.

Responsorio     lJn 2, 20. 27; Jl 2, 23

R.
Vosotros poseéis la unción que viene del Santo; y la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, * y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe.
V. Alegraos y gozaos en el Señor vuestro Dios, porque os ha dado al Maestro de la justicia.
R. Y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe.


Oración

Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.