VIERNES XIX
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del segundo libro de los Reyes 11, 1-20
ATALAYA Y EL REY JOAS
En aquellos días, cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había
muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del
rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías,
raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio;
así se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con
ella en el templo mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la
escolta; los llamó a su presencia en el templo, se juramentó con ellos y les
presentó al hijo del rey. Luego, les dio estas instrucciones:
«Vais a hacer lo siguiente: el tercio que está de servicio en el palacio el
sábado (el tercio que está en la puerta de las caballerizas y el de la puerta de
detrás del cuartel de la escolta haréis la guardia en el templo por turnos) y
los otros dos cuerpos, todos los que estáis libres el sábado, haréis la guardia
en el templo cerca del rey. Rodead al rey por todas partes, arma en mano. Si
alguno quiere meterse por entre las filas, matadlo. Y estad junto al rey, vaya
donde vaya.»
Los oficiales hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a
sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y
se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los oficiales las
lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la
escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el
ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces,
Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió
rey, y todos aplaudieron aclamando: «¡Viva el rey!»
Atalía oyó el clamor de la tropa y de los oficiales, y se fue hacia la gente, al
templo. Pero cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a
los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las
trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
«¡Traición, traición!»
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas:
«Sacadla del atrio. Al que la siga, lo matáis.»
Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos y,
cuando llegaba al palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera
el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal: lo
destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan,
sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso
guardias en el templo, y luego, con los centuriones, los carios, los de la
escolta y todo el vecindario, bajaron del templo al rey y lo llevaron al palacio
por la puerta de la escolta. Y Joás se sentó en el trono real. Toda la población
hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el
palacio.
Responsorio 2Cro 23, 3; Jr 23, 5
R. Toda la comunidad hizo en el templo un pacto con el rey. Yehoyadá les dijo: «Debe reinar un hijo del rey,
* como prometió el Señor a la descendencia de David.»
V. Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente.
R. Como prometió el Señor a la descendencia de David.
Año II:
Del libro del profeta Zacarías 12, 9-12a; 13, 1-9
LA SALVACIÓN ESTARÁ EN JERUSALÉN
Esto dice el Señor:
«Aquel día me dispondré a aniquilar a los pueblos que invadan a Jerusalén.
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu
de gracia y de oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como
llanto por el hijo único y llorarán como se llora al primogénito.
Aquel día será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Haddad-Rimón en el
valle de Meguidó, y llorará todo el país, familia por familia.
Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes
de Jerusalén, para lavar los pecados e impurezas.
Aquel día -oráculo del Señor de los ejércitos- aniquilaré de la tierra los
nombres de los ídolos y no serán invocados. Y lo mismo haré con sus profetas y
aniquilaré el espíritu impuro. Si se pone uno a profetizar, le dirán el padre y
la madre que lo engendraron: "No quedarás vivo, porque has anunciado mentiras en
nombre del Señor", y el padre y la madre que lo engendraron lo traspasarán,
porque pretendió ser profeta.
Aquel día se avergonzarán los profetas de sus visiones y profecías y no se
vestirán mantos peludos para engañar. Dirán: "Yo no soy profeta, sino labrador;
desde mi juventud la tierra es mi ocupación." Le preguntarán: "¿Y qué son esas
heridas entre tus brazos?" Y él responderá: "Me hirieron, en casa de unos:
amigas."
Álzate, espada, contra mi pastor contra contra mi ayudante -oráculo del Señor-.
Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas, volveré mi mano contra las crías.
En toda la tierra serán exterminados dos tercios y quedará una tercera parte.
Pasaré a fuego esa tercera parte, la purificaré como se purifica la plata, la
depuraré como se acrisola el oro. Él invocará mi nombre y yo le responderé. Yo
le diré: "Pueblo mío", y él me responderá: "Señor, Dios mío."»
Responsorio Mt 26, 31; Za 13, 7
R. Esta noche voy a ser piedra de escándalo para todos vosotros, pues ya dice la Escritura:
* «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.»
V. Álzate, espada, contra mi pastor, contra mi ayudante -oráculo del Señor-.
R. Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Paciano, obispo, Sobre el bautismo
(Núms. 5-6: PL 13, 1092-1093)
PERMANEZCAMOS EN CRISTO POR NUESTRA CONDUCTA RENOVADA POR OBRA DEL ESPÍRITU
El pecado de Adán había pasado a todo el género humano, ya que, como dice
el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la
muerte, y así pasó a todos los hombres. Por consiguiente, es necesario que la
justicia de Cristo pase también a todo el género humano; y así como Adán, por su
pecado, fue causa de perdición para toda su estirpe, así Cristo, por su
justicia, es causa de vida para su linaje. El Apóstol insiste en ello diciendo:
Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos; para que así como reinó el pecado produciendo la muerte así
también reine la gracia por la justificación, dándonos vida eterna.
Alguien podrá objetarme: «Pero el pecado de Adán con razón pasó a sus
descendientes, ya que procedían de él; pero, ¿es que hemos sido engendrados por
Cristo, para que podamos salvarnos por causa de él?» No penséis de modo carnal:
ya veréis de qué manera hemos sido engendrados por Cristo. En la plenitud de los
tiempos, Cristo tomó de María un alma y un cuerpo, porque había venido a salvar
al hombre, porque no quería dejarlo bajo el poder de la muerte; por esto se unió
a él y se hizo una cosa con él. Éstas son las bodas del Señor con las que se une
a nuestra carne, así se realiza aquel gran misterio por el que Cristo y la
Iglesia se unen en una sola persona.
De estas bodas nace el pueblo cristiano, con la fuerza del Espíritu del Señor,
que le viene de lo alto; y con la semilla celestial, que se vierte sobre
nuestras almas y se introduce en ellas, nos vamos formando en el seno maternal
de la Iglesia, la cual nos da a luz para la nueva vida en Cristo. De ahí que
dice el Apóstol: El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último
Adán, en espíritu que da vida. De este modo nos engendra Cristo en la Iglesia
por obra de sus sacerdotes, como dice el mismo Apóstol: Yo os engendré para
Cristo. Y así, la semilla de Cristo, esto es, el Espíritu de Dios, da salida al
hombre nuevo, gestado en el seno de la madre Iglesia y dado a luz en la fuente
bautismal, por mano del sacerdote, actuando la fe como madrina de bodas.
Pero hay que recibir a Cristo para que nos engendre, tal como dice el apóstol
Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Todo esto
no puede realizarse sino mediante el signo del baño, del crisma y del obispo.
Por el baño bautismal, en efecto, somos purificados de nuestros pecados; por el
crisma se derrama sobre nosotros él Espíritu Santo; y ambas cosas las impetramos
por la mano y la boca del obispo; y así todo el hombre renace y es renovado en
Cristo, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así
también nosotros vivamos una vida nueva, esto es, despojándonos de los errores
de nuestra vida anterior, permanezcamos en Cristo por nuestra conducta renovada
por obra del Espíritu.
Responsorio Rm 5, 19. 21; 1Jn 4, 10
R. Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán constituidos justos;
* para que así como reinó el pecado produciendo la muerte,
así también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo.
V. Dios nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
R. Para que así como reinó el pecado produciendo la muerte,
así también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre
de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que
merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.