VIERNES XX
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la carta a los Efesios 3, 14-21
PABLO PIDE QUE LOS FIELES CONOZCAN EL AMOR DE CRISTO
Hermanos: Doblo las rodillas ante el Padre que da el apellido a toda
familia en cielo y tierra, pidiéndole que, mostrando la riqueza de su gloria, os
refuerce y robustezca interiormente con su Espíritu y así Cristo habite por la
fe en lo íntimo de vosotros.
Arraigados y cimentados en el amor, tendréis vigor para comprender, con todos
los consagrados, lo que es anchura y largura, altura y profundidad; y para
conocer, aunque sobrepasa todo conocimiento, el amor que Cristo nos tiene,
llenándoos de la plenitud total de Dios.
A aquel que tiene sumo poder para hacer muchísimo más de lo que pedimos o
pensamos, con la energía que obra en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en
Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.
Responsorio Ef 3, 20. 21; Ga 1, 4
R. A aquel que tiene sumo poder para hacer muchísimo más de lo que pedimos o pensamos,
* a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos.
V. Jesucristo se entregó a sí mismo por nuestros pecados, según la voluntad de nuestro Dios y Padre.
R. A él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos.
Año II:
Del libro del Qohelet 8, 5-9, 10
CONSUELO DEL SABIO
El que guarda los mandamientos no experimenta el infortunio, y el corazón del
sabio sabe el cuándo y el cómo. Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo.
Pues es grande el peligro que acecha al hombre, ya que éste ignora lo que está
por venir, pues lo que está por venir ¿quién va a anunciárselo? No es el hombre
señor del viento. Tampoco tiene señorío sobre el día de la muerte, ni hay
evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores. Todo, esto tengo visto
al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina al
hombre para causarle el mal.
Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del lugar
santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo.
¡Otro absurdo!: que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del
malo, con lo que el corazón de los humanos se llena de deseos de hacer el mal;
que el pecador haga el mal cien veces, y se le den largas. Pues yo tenía
entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro
temen, y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que
no teme ante el rostro de Dios.
Pues bien, un absurdo se da en la tierra: hay justos a quienes les sucede cual
corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde
a las obras de los buenos. Digo que éste es otro absurdo.
Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre
bajo el sol, si no es comer, beber y gozar; y eso es lo que le acompaña en sus
trabajos, en los días de su vida que Dios le ha dado bajo el sol.
Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a -contemplar el ajetreo
que se da sobre la tierra -pues ni de día ni de noche concilian los ojos el
sueño-, fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios,
las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar,
no las descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de
descubrirlo.
Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto
que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y ni de amor ni
de odio saben los hombres nada; todo les resulta absurdo: como el que haya un
destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el
manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el
pecador, el que jura como el que se recata de jurar.
Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para
todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus
corazones mientras viven, y después... ¡con los muertos! Mientras uno sigue
unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león
muerto. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada,
y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria. Tanto su amor, como su
odio, como sus celos ha tiempo que perecieron, y no tomarán parte nunca jamás en
todo lo que pasa bajo el sol.
Anda, come tu pan con alegría y bebe tu vino con alegre corazón, que Dios está
ya contento con tus obras. Lleva en todo tiempo vestidos de alegría y no falte
ungüento sobre tu cabeza. Goza de la vida con la mujer que amas, todo el espacio
de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en
la vida y en los afanes con que te afanas bajo el sol.
Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque
no existirá obra, ni razones, ni ciencia, ni sabiduría en el sheol a donde te
encaminas.
Responsorio 1Co 2, 9-10; Qo 8, 17
R. Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que
Dios ha preparado para los que le aman.
* Pero a nosotros Dios nos lo ha revelado por su Espíritu,
pues el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios.
V. El ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios.
R. Pero a nosotros Dios nos lo ha revelado por su Espíritu,
pues el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Gregorio de Agrigento, obispo, sobre el Eclesiastés
(Libro 8, 6: PG 98, 1071-1074)
MI CORAZÓN SE ALEGRA EN EL SEÑOR
Anda, come tu pan con alegría y bebe tu vino con alegre corazón, que Dios está ya
contento con tus obras.
Si queremos explicar estas palabras en su sentido obvio e inmediato, diremos con
razón que nos parece justa la exhortación del Eclesiastés, de que, llevando un
género de vida sencillo y adhiriéndonos a las enseñanzas de una fe recta para
con Dios, comamos nuestro pan con alegría y bebamos nuestro vino con alegre
corazón, evitando toda maldad en nuestras palabras y toda sinuosidad en nuestra
conducta, procurando, por el contrario, hacer objeto de nuestros pensamientos
todo aquello que es recto, y procurando, en cuanto nos sea posible, socorrer a
los necesitados con misericordia y liberalidad; es decir, entregándonos a
aquellos afanes y obras en que Dios se complace.
Pero la interpretación mística nos eleva a consideraciones más altas y nos hace
pensar en aquel pan celestial y místico, que baja del cielo y da la vida al
mundo; y nos enseña asimismo a beber con alegre corazón el vino espiritual,
aquel que manó del costado del que es la vid verdadera, en el tiempo de su
pasión salvadora. Acerca de los cuales dice el Evangelio de nuestra salvación:
Jesús tomó pan, dio gracias, y dijo a sus santos discípulos y apóstoles:
«Tomad
y comed, esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros para el perdón de
los pecados.» Del mismo modo, tomó el cáliz, y dijo; «Bebed todos de él, éste es
el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva, que será derramada por
vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados.» En efecto, los
que comen de este pan y beben de este vino se llenan verdaderamente de alegría y
de gozo y pueden exclamar: Has puesto alegría en nuestro corazón.
Además, la Sabiduría divina en persona, Cristo, nuestro salvador, se refiere
también, creo yo, a este pan y este vino, cuando dice en el libro de los
Proverbios: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado, indicando
la participación sacramental del que es la Palabra. Los que son dignos de esta
participación tienen en toda sazón sus ropas, es decir, las obras de la luz,
blancas como la luz, tal como dice el Señor en el Evangelio: Alumbre vuestra luz
a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre
celestial. Y tampoco faltará nunca sobre su cabeza el ungüento rebosante, es decir,
el Espíritu de la verdad, que los protegerá y los preservará de todo pecado.
Responsorio Sal 15, 8-9. 5
R. Con el Señor a mi derecha no vacilaré;
* por eso sé me alegra el corazón, se gozan mis entrañas.
V. El Señor es mi heredad y mi copa.
R. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas.
Oración
Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde el amor de tu
nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas,
consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.