VIERNES XXIII

PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro del profeta Oseas     4, 1-10; 5, 1-7

CORRUPCIÓN GENERAL DE ISRAEL Y DE LOS SACERDOTES


    Escuchad la palabra del Señor, hijos de Israel: el Señor llama a juicio a los habitantes del país: porque no hay verdad, ni misericordia, ni respeto a Dios, sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y libertinaje, homicidio tras homicidio. Por eso gime la tierra y desfallecen sus habitantes: hasta las fieras del campo, hasta las aves del cielo, incluso los peces del mar desaparecen.
    Que no acuse el uno al otro, ni dé testimonio contra él; ¡contra ti, sacerdote, va mi querella! De día tropiezas tú, de noche tropieza contigo el profeta. Perecerá tu patria, perecerá mi pueblo, por falta de conocimiento. Porque has rehusado el conocimiento, yo te rehusaré el sacerdocio; te olvidaste de la ley del Señor, también yo me olvidaré de tus hijos.
    Cuantos más son, más pecan contra mí; cambiaré su dignidad en ignominia. Se alimentan del pecado de mi pueblo y su alma busca la iniquidad. Será del sacerdote lo que sea del pueblo, le tomaré cuentas por sus costumbres, le pagaré por sus maldades. Comerán y no se saciarán, se prostituirán con los ídolos sin dar fruto, porque abandonaron al Señor para entregarse a la fornicación.
    Escuchadlo, sacerdotes; atended, israelitas; oídlo, casa real: os llega el juicio. Fuisteis trampa en Atalaya, red tendida sobre el Tabor y fosa cavada en Setim. Yo los castigaré a todos: yo conozco a Efraín, no ignoro a Israel; tú, Efraím, has fornicado, Israel está contaminado. No permiten sus maldades que se conviertan a su Dios, porque llevan dentro un espíritu de fornicación y no conocen al Señor. La arrogancia de Israel testimonia contra él, Efraím caerá por sus pecados, y caerá con ellos Judá. Con ovejas y vacas buscarán al Señor, y no lo encontrarán, porque se ha alejado de ellos; se rebelaron contra el Señor, engendraron hijos bastardos: pues ahora el enemigo devorará sus posesiones.

Responsorio     Cf. Mi 6, 3; cf. Os 4, 6

R.
Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he contristado? Respóndeme. * ¿Qué más pude hacer por ti y no lo hice?
V. ¿Por qué has rehusado el conocimiento, y has olvidado la ley del Señor?
R. ¿Qué más pude hacer por ti y no lo hice?


Año II

De la segunda carta del apóstol san Pedro     3, 11-18

EL SEÑOR ES FIEL: ESPEREMOS SU VENIDA


    Hermanos: Si todo se ha de disolver de este modo, ¡qué vida tan santa y tan entregada a Dios tiene que ser la vuestra! Estad en espera y apresurad la venida del día del Señor. En ese día los cielos incendiados se disolverán y los elementos abrasados se desintegrarán. Pero nosotros conforme a la promesa del Señor espera cielos nuevos y tierra nueva, en los que tiene su morada la santidad.
    Por eso, carísimos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad con toda diligencia que él os encuentre en paz, sin mancha e irreprensibles. Considerad esta paciente espera de nuestro Señor como una oportunidad para alcanzar la salud. En este sentido os escribió también nuestro amado hermano Pablo, conforme a la sabiduría que Dios le concedió. Así lo enseña en todas sus cartas cuando habla de estos temas. En ellas hay algunos pasajes difíciles de entender, cuyo sentido falsean los hombres que no tienen instrucción ni firmeza en la fe. Así lo hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición.
    Vosotros, pues, carísimos, avisados a tiempo, estad alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, vengáis a caer de vuestra firmeza en la fe. Id creciendo en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad.

Responsorio     Is 65, 17. 18; Ap 21, 5

R.
Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. * Voy a renovar todas las cosas.
V. Voy a transformar a Jerusalén en alegría y a su pueblo en gozo.
R. Voy a renovar todas las cosas.


SEGUNDA LECTURA

De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella

(Sermón 11: PL 194, 1728-1729)

CRISTO NADA QUIERE PERDONAR SIN LA IGLESIA


    Hay dos cosas que corresponden exclusivamente a Dios: el honor de recibir la confesión y el poder de perdonar los pecados. Por ello nosotros debemos manifestar a Dios nuestra confesión y esperar su perdón. Sólo a Dios corresponde el perdonar los pecados, por eso, sólo a él debemos confesar nuestras culpas. Pero, así como el Señor todopoderoso y excelso se unió a una esposa insignificante y débil -haciendo de esta esclava una reina y colocando a la que estaba bajo sus pies a su mismo lado, pues de su lado, en efecto, nació la Iglesia y de su lado la tomó como esposa-, y así como lo que es del Padre es también del Hijo y lo que es del Hijo es también del Padre -a causa de la unidad de naturaleza de ambos-, así, de manera parecida, el esposo comunicó todos sus bienes a aquella esposa a la que unió consigo y también con el Padre. Por ello, en la oración que hizo el Hijo en favor de su esposa, dice al Padre: Quiero, Padre, que, así como tú estás en mí y yo en ti, sean también ellos una cosa en nosotros.
    El esposo, por tanto, que es uno con el Padre y uno con la esposa, destruyó aquello que había hallado menos santo en su esposa y lo clavó en la cruz, llevando al leño sus pecados y destruyéndolos por medio del madero. Lo que por naturaleza pertenecía a la esposa y era propio de ella lo asumió y se lo revistió, lo que era divino y pertenecía a su propia naturaleza lo comunicó a su esposa. Suprimió, en efecto, lo diabólico, asumió lo humano y le comunicó lo divino, para que así, entre la esposa y el esposo, todo fuera común. Por ello el que no cometió pecado ni le encontraron engaño en su boca pudo decir: Misericordia, Señor, que desfallezco. De esta manera participa él en la debilidad y en el llanto de su esposa y todo resulta común entre el esposo y la esposa, incluso el honor de recibir la confesión y el poder de perdonar los pecados; por ello dice: Ve a presentarte al sacerdote.
    La Iglesia, pues, nada puede perdonar sin Cristo, y Cristo nada quiere perdonar sin la Iglesia. La Iglesia solamente puede perdonar al que se arrepiente, es decir, a aquel a quien Cristo ha tocado ya con su gracia. Y Cristo no quiere perdonar ninguna clase de pecados a quien desprecia a la Iglesia. Por lo tanto, no debe separar el hombre lo que Dios ha unido. Gran misterio es éste; pero yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
    No te empeñes, pues, en separar la cabeza del cuerpo, no impidas la acción del Cristo total, pues ni Cristo está entero sin la Iglesia ni la Iglesia está íntegra sin Cristo. El Cristo total e íntegro lo forman la cabeza y el cuerpo, por ello dice: Nadie ha subido al cielo, sino el Hijo del hombre, que está en, el cielo. Éste es el único hombre que puede perdonar los pecados.

Responsorio     Jn 17, 20. 21. 22. 18

R.
Yo te ruego por todos los que han de creer en mí, para que todos sean uno, así como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Yo les he dado la gloria que tú me diste; * para que sean uno, como nosotros somos uno.
V. Como tú me enviaste al mundo, así también yo los he enviado al mundo.
R. Para que sean uno, como nosotros somos uno.


Oración

Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.