VIERNES XXIV
PRIMERA LECTURA
Año I
Del libro del profeta Oseas 14, 2-10
LLAMAMIENTO A LA CONVERSIÓN. PROMESA DE SALUD
Esto dice el Señor:
«Israel, conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has sucumbido.
Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: "Perdona del todo la iniquidad,
recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos ya a
caballo, no volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el
huérfano."
Yo curaré sus extravíos, los amaré con largueza, mi cólera se apartará de ellos.
Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará sus raíces como el Líbano.
Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano. Volverán a
descansar a mi sombra, harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la
del vino del Líbano. Efraím, ¿qué te importan ya los ídolos? Yo lo atiendo y lo miro: yo soy
como un ciprés siempre verde, de mí proceden tus frutos.
¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los
caminos del Señor: los justos andan por ellos, mas los pecadores en ellos tropiezan.»
Responsorio Os 14, 5; Jl 3, 21
R. Yo curaré sus extravíos, los amaré con largueza,
* y mi cólera se apartará de ellos.
V. Yo vengaré su sangre, no quedará impune; el Señor establecerá su morada en Sión.
R. Y mi cólera se apartará de ellos.
Año II
Del libro del profeta Baruc 1, 14-2, 5; 3, 1-8
SÚPLICA DEL PUEBLO ARREPENTIDO
En aquellos días, los desterrados que habitaban en Babilonia enviaron a decir al
pueblo que se encontraba en Jerusalén:
«Leed este libro (de Baruc) que os enviamos para que se haga confesión en la casa del Señor,
el día de la fiesta (de los Tabernáculos) y los días de la asamblea. Diréis:
"Al Señor, Dios nuestro, la justicia, a nosotros en cambio la confusión del
rostro, como sucede en este día; a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, a
nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros
padres. Porque hemos pecado ante el Señor, lo hemos desobedecido y no hemos escuchado la voz del
Señor, Dios nuestro, siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante.
Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres del país de Egipto hasta el
día de hoy hemos sido indóciles al Señor, Dios nuestro, y hemos descuidado oír su voz. Por esto
se nos han pegado los males y la maldición que el Señor conminó a su siervo Moisés el día que
sacó a nuestros padres del país de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel: y esto
es lo que nos pasa hoy. Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, Dios nuestro, de acuerdo
con todas las palabras de los profetas que nos ha enviado, sino que hemos ido, cada uno de
nosotros según el capricho de su perverso corazón, a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a
los ojos del Señor, Dios nuestro.
Por eso el Señor, Dios nuestro, ha cumplido la palabra que había pronunciado contra
nosotros, contra nuestros jueces que juzgaron a Israel, contra nuestros reyes y nuestros príncipes,
contra los habitantes de Israel y de Judá. Jamás se hizo debajo del cielo entero nada semejante a
lo que hizo él en Jerusalén, conforme está escrito en la ley de Moisés, hasta el punto de que
llegamos a comer uno la carne de su propio hijo, otro la carne de su propia hija. Y los entregó el
Señor en poder de todos los reinos de nuestro alrededor para que fuesen objeto de oprobio y
maldición entre todos los pueblos circundantes donde el Señor los dispersó. Hemos pasado a estar
debajo y no encima, por haber pecado contra el Señor, Dios nuestro, no escuchando su voz.
Oh Señor omnipotente, Dios de Israel, mi alma angustiada, mi espíritu abatido es
el que clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos pecado ante ti. Pues tú te sientas en
tu trono eternamente; mas nosotros por siempre perecemos. Señor omnipotente, Dios de Israel,
escucha la oración de los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: no
escucharon ellos la voz del Señor, su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males.
No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu mano y de
tu nombre en esta hora. Pues eres el Señor, Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor.
Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu nombre. Queremos alabarte
en nuestro destierro, porque hemos apartado de nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres,
que pecaron ante ti, y aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para que
fuésemos oprobio, maldición, condenación por todas las iniquidades de nuestros padres que se
apartaron del Señor, Dios nuestro."»
Responsorio Ef 2, 4-5; cf. Ba 2, 12
R. Dios; que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
* aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo.
V. Hemos pecado, hemos sido impíos, hemos cometido injusticia contra nuestro Dios, faltando a todos sus decretos.
R. Aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 10-11: CCL 41, 536-538)
PREPÁRATE PARA LAS PRUEBAS
Oísteis ya qué cosas buscan los malos pastores. Considerad ahora también lo que
descuidan. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas,
es decir, a las que sufren; no recogéis las descarriadas, ni buscáis a las perdidas y maltratáis
brutalmente a las fuertes, destrozándolas y llevándolas a la muerte. Pues si la oveja está enferma,
es decir, si tiene el corazón enfermo, y se presenta ante ella un hombre incauto y mal preparado, la
oveja puede caer en la tentación.
El pastor negligente cuando se presenta la prueba no dice a la oveja: Hijo mío, si te
llegas a servir al Señor, prepárate para las pruebas; mantén el corazón
firme, sé valiente. Quien de esta forma habla da ánimo al débil y hace fuerte al
que flaqueaba, afianzándole de tal modo en la fe que ya no pone más su esperanza
en los éxitos de este mundo. Pues si se acostumbrara a poner su esperanza en los
éxitos de este mundo, estos mismos éxitos lo llevarían a la perdición, ya que al
sobrevenir las adversidades se conturbaría ante ellas y aun quizá decaería
totalmente.
Este tal no construye ciertamente sobre roca firme, sino sobre arena movediza.
La roca, en efecto, era Cristo. Por ello los cristianos deben imitar los
sufrimientos de Cristo y no ir nunca tras las delicias del mundo. El débil queda
confortado cuando oye que le dicen: «No te faltarán en este mundo las pruebas,
pero, si tu corazón no se aparta del Señor, él te librará de todos tus males.
Pues fue para confortar tu corazón que vino el Señor al mundo y por ti quiso
padecer y morir; por ti recibió salivazos en su rostro y fue coronado de
espinas; por ti recibió oprobios y murió finalmente en una cruz. Todo esto quiso
sufrirlo por ti sin que tú hicieras nada, y él quiso sufrir todas estas cosas no
para su propio bien, sino pensando sólo en ti.»
¿Te imaginas qué clase de pastores son aquellos que, para no disgustar a sus
oyentes, dejan no sólo de prepararlos para las pruebas, sino que incluso llegan
a prometerles una felicidad que ni el mismo Señor jamás prometió? El Señor
anunció sufrimientos y trabajos sin medida hasta el fin de los tiempos, y tú,
¿pretendes que el cristiano puede vivir exento del sufrimiento? Por el solo
hecho de ser cristiano el hombre sufrirá en este mundo más que sus semejantes.
En efecto, el Apóstol dice: Todos los que aspiran a vivir en Cristo Jesús, en
conformidad con la voluntad de Dios, padecerán persecuciones. Si, pues, te
agrada así, insensato pastor que buscas tus intereses personales, no los de
Cristo Jesús, deja a tu Señor que diga: Todos los que aspiran a vivir en Cristo
Jesús, en conformidad con la voluntad de Dios, padecerán persecuciones, y tú vas
diciendo: «Si vives en Cristo Jesús, en conformidad con la voluntad de Dios,
abundarás en toda clase de bienes: si no tienes hijos, los tendrás y podrás
alimentarlos opíparamente y ninguno de ellos se te morirá.» ¿Es ésta tu manera
de edificar? Fíjate bien cómo construyes, qué fundamentos pones. Estás
edificando sobre arena. Caerá la lluvia, se precipitarán los torrentes, soplarán
los vientos y darán sobre esta casa que se derrumbará con la ruina más completa.
Arranca, pues, a tus ovejas de este fundamento de arena y colócalas sobre la
roca; quien desee ser cristianó debe estar cimentado sobre Cristo. Espere, pues,
los sufrimientos humillantes de Cristo, esté atento a imitar a aquel, que,. sin
haber cometido pecado, no devolvió mal por mal, y escuche la Escritura que le
dice: El Señor azota a todo el que por hijo acoge. Que el cristiano, pues, o
bien se prepare para ser azotado, o bien renuncie a ser acogido.
Responsorio 1Ts 2, 4. 3
R. Así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos.
* No buscamos agradar a los hombres, sino a Dios.
V. Nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza, ni con engaño.
R. No buscamos agradar a los hombres, sino a Dios.
Oración
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos de
bondad y haz que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los
efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.