Pascua - La Ascención del Señor
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
Aleluya. A Cristo, el Señor, que asciende al cielo, venid, adorémosle. Aleluya.
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS
oficio de lectura
HIMNO
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dónde volverán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura
que no les sea enojos?
Quien gustó tu dulzura
¿qué no tendrá por llanto y amargura?
Y a este mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado, Estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
Ay, nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dónde vas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas! Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto. Aleluya.
Salmo 67
I
Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
Rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.
¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.
Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.
Ant. 1: Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto. Aleluya.
Ant. 2: Subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados. Aleluya.
II
El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
«Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.
Mientras reposabais en los apriscos,
las alas de la paloma se cubrieron de plata,
el oro destellaba en su plumaje.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío.»
Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?
Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: «Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo.
y los perros la lamerán con sus lenguas.»
Ant. 2: Subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados. Aleluya.
Ant. 3: Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario. Aleluya. +
III
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey;
hacia el santuario.
+ Al frente marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio las muchachas van tocando panderos.
«En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel.
Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
¡Oh Dios!, despliega tu poder, tu poder,
¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.
Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los toros,
a los Novillos de los pueblos.
Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.
Reyes de !a tierra, cantad a Dios.
tocad para el Señor, que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz,: su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.»
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel quien da fuerza y poder a su pueblo.
¡Dios sea bendito!
Ant. 3: Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario. Aleluya.
V. El Señor les abrió su entendimiento. Aleluya.
R. Para que entendiesen las Escrituras. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-24
SUBIENDO A LA ALTURA, LLEVÓ CONSIGO A LOS CAUTIVOS LIBERADOS
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación
a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos
mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo .Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a
la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo
trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo.
Por eso dice: «Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.» ¿Qué quiere decir
«subió» sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que
subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Él mismo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas;
a otros, pastores y doctores. para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio,
y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el
conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que
ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en
la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el
amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo,
bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren y actuando a la medida
de cada parte, se procura su propio crecimiento para construcción de sí mismo en el amor.
Esto, pues, es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como lo hacen los
gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios, sumergido su pensamiento en las tinieblas y
excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza, los cuales,
habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda
suerte de impurezas.
Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien
habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús.
Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos
de placer, a renovaras en la mente y en el espíritu. Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad
y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Responsorio Cf. Ef 4, 8 (Sal 67, 19); Sal 46, 6
R. Cristo, subiendo a la altura, llevó consigo a los cautivos liberados
* y dio dones a los hombres. Aleluya.
V. Dios ascendió entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
R. y dio dones a los hombres. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón Mai 98. Sobre la ascensión del Señor. 1-2: PLS 2, 494-495 )
NADIE HA SUBIDO AL CIELO SINO AQUEL QUE HA BAJADO DEL CIELO
Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón.
Oigamos lo que nos dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las
cosas de arriba. donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del
cielo, no en las de la tierra. Pues, del mismo modo que él subió sin alejarse por ello de nosotros,
así también nosotros estamos ya con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo
que se nos promete.
Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la
tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con aquella voz bajada
del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también: Tuve hambre y me disteis de comer.
¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la
caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con
nosotros; asimismo nosotros, estando aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad,
por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él, por la divinidad, lo podemos
sin embargo por el amor hacia él.
Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al
cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba con nosotros, pues que afirma: Nadie ha
subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.
Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo.
Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos Identificados con él, en virtud de que él por
nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.
En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice:
«Así es Cristo», sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos
miembros.
Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros
subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es
que queramos confundir la divinidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo
el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.
Responsorio Hch 1, 3, 9. 4
R.
Cristo se les apareció después de su pasión a lo largo de cuarenta días, y les fue instruyendo, acerca del reino de Dios; * y se elevó en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a su vista. Aleluya.
Os he dado potestad para pisotear
serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá
más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios
alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Oración
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno,
descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
Bendición
V. El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.