Miércoles Santo


INVITATORIO

Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:

    A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
         Gloria.

 

LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS

 

Oficio de lectura


HIMNO

El pecado del hombre ha dado muerte
al Ungido de Dios y, en cruz clavado,
con su muerte venció todo el pecado,
con su amor del mortal cambió la suerte.

Nueva vida dará a todas las gentes,
saciará su gran sed siempre sentida,
brotarán en el alma redimida
de la vida de Dios copiosas fuentes.

Luz que brilla en lo alto,y reverbera
en la honda pupila dilatada
de la angustia del hombre, que, en su espera,

sin saberlo tal vez, sólo quisiera
ver su cruz en tu cruz, luz deseada,
para guardar muy dentro lo que viera. Amén.


SALMODIA

Ant.1:
También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38
SÚPLICA DE UN ENFERMO

La creación fue sometida a la frustración...,
pero con la esperanza de verse liberada.
(Rm 8, 20)

I

Yo me dije: vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Ant.1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.


Ant. 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;

porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Ant. 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.


Ant. 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

Salmo 51
CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES

El que se gloría, que se gloríe en el Señor. (1Co 1, 31)

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias
 tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;

prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.

Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en su misericordia
por siempre jamás.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.»

Ant. 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

V. Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
R. Atraeré a todos hacia mí.


PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro de las Lamentaciones     2, 1-10

LA PENA INFLIGIDA POR EL SEÑOR

    ¡Cómo ha cubierto de oscuridad el Señor en su cólera a la hija de Sión! Ha precipitado del cielo a la tierra el esplendor de Israel. No se ha acordado del estrado de sus pies en el día de su ira.
    El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá, derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes. Encendido en ira tronchó el vigor de Israel; al llegar el enemigo, se guardó la diestra a la espalda, y prendieron las llamas en Jacob, consumiendo todo alrededor. Como un enemigo, tendió el arco, aplicó la diestra y dio muerte, enemistado, a la flor de la juventud, y en las tiendas de Sión derramó como fuego su furor.
    El Señor se portó como enemigo, destruyendo a Israel: derribó todos sus palacios, arrasó sus plazas fuertes, y en la capital de Judá multiplicó duelos y lamentos. Como un salteador, destruyó la Tienda, arrasó el lugar de la asamblea, el Señor dio al olvido en Sión sábados y fiestas, indignado y furioso rechazó al rey y al sacerdote.
    El Señor repudió su altar, desechó su santuario, entregó en manos enemigas los muros de sus palacios; y gritaban en el templo del Señor, como en día de fiesta. El Señor determinó arrasar las murallas de Sión: tendió la plomada y no retiró la mano que derribaba; muros y baluartes se lamentaban al desmoronarse juntos. Derribó por tierra las puertas, rompió los cerrojos.
    El rey y los príncipes estaban entre los gentiles. No había ley; y los profetas ya no recibían visiones del Señor.
    Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza.

Responsorio     Jr 12, 10; 9, 2

R.
Muchos pastores destruyeron mi viña, han pisoteado mi parcela, * hicieron de mi parcela preciosa un desierto desolado.
V. Quién me diera una posada en el desierto para abandonar a mi pueblo y alejarme de él.
R. Hicieron de mi parcela preciosa un desierto desolado.


Año II:

Del libro del profeta Jeremías     11, 18-12, 13

DESAHOGO DEL ALMA DEL PROFETA EN LA TRIBULACIÓN


    En aquellos días, dijo Jeremías:
    "El Señor me instruyó y comprendí, me explicó lo que hacían mis perseguidores: "También tus hermanos, la casa de tu padre, también ellos te son desleales, también ellos te critican por la espalda con descaro. No te fíes de ellos, aunque te digan buenas palabras."
    Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: "Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no se pronuncie más."
    Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.
    Por eso, así sentencia el Señor contra los hombres de Anatot: "A los que intentan matarte diciéndote: 'No profetices en nombre del Señor, si no, morirás a nuestras manos', yo les tomaré cuentas: sus jóvenes morirán a espada, sus hijos e hijas morirán de hambre; y no quedará ni un resto de ellos, cuando yo les envíe la desgracia a los hombres de Anatot, el día de la cuenta."
    Tú llevas la razón, Señor, cuando pleiteo contigo, pero quiero proponerte un caso de justicia: ¿Por qué prospera el camino de los impíos, por qué tienen paz los hombres pérfidos? Los plantas y echan raíces, crecen y dan fruto; tú estás cerca de sus labios, pero lejos de su corazón. Mas tú, Señor, me conoces, me examinas, y has probado mi actitud frente a ti. Apártalos como a ovejas para el matadero, resérvalos para el día de la matanza. ¿Hasta cuándo gemirá la tierra y se secará la hierba del campo?
Por la maldad de sus habitantes, desaparecen el ganado y los pájaros, porque dicen: "No ve Dios nuestros caminos."»
    "Si corres con los de a pie y te cansan, ¿cómo competirás con los de a caballo? Si en la paz de la tierra te sientes inseguro, ¿qué harás en la espesura del Jordán? He abandonado mi casa, he desechado mi heredad, he entregado el amor de mi alma en manos de sus enemigos. Mi herencia se ha vuelto un león de la selva que ruge contra mí: por eso la detesté. Mi herencia se ha vuelto un pájaro pinto, los buitres vuelan en torno a él: Venid, reuníos, fieras del campo, venid a comer.
    Muchos pastores destruyeron mi viña, han pisoteado mi parcela, hicieron de mi parcela preciosa un desierto desolado; la hicieron un yermo siniestro y desolado ante lIIí: el país está desolado y nadie se preocupa por ello. Por todas las dunas de la estepa, vinieron saqueadores: porque la espada del Señor devora la tierra de un extremo a otro, y nadie tiene paz. Sembraron trigo y cosecharon espinas, trabajaron en balde y se avergüenzan de su cosecha: por la ira ardiente del Señor.»

Responsorio     Jn 16, 20; cf. Mt 9, 15

R.
Lloraréis y gemiréis vosotros mientras el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, * pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
V. Vendrán días en que se os quitará el esposo y entonces sí ayunaréis.
R. Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.


SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan

(Tratado 84, 1-2: CCL 36, 536-538)

La PLENITUD DEL AMOR


    El Señor, hermanos muy amados, quiso dejar bien claro en qué consiste aquella plenitud del amor con que debemos amarnos mutuamente, cuando dijo: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Consecuencia de ello es lo que nos dice el mismo evangelista Juan en su carta: Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos, amándonos mutuamente como él nos amó, que dio su vida por nosotros.
    Es la misma idea que encontramos en el libro de los Proverbios: Si te sientas a comer en la mesa de un señor, mira con atención lo que te ponen delante, y pon la mano en ello pensando que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquel que dio su vida por nosotros. Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar con atención lo que nos ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don. Y poner la mano en ello, pensando que luego tendremos que preparar algo semejante, significa lo que ya he dicho antes: que así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Como dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Esto significa preparar algo semejante. Esto es lo que hicieron los mártires, llevados por un amor ardiente; si no queremos celebrar en vano su recuerdo, y si nos acercamos a la mesa del Señor para participar del banquete en que ellos se saciaron, es necesario que, tal como ellos hicieron, preparemos luego nosotros algo semejante.
    Por esto, al reunirnos junto a la mesa del Señor, no los recordamos del mismo modo que a los demás que descansan en paz, para rogar por ellos, sino más bien para que ellos rueguen por nosotros, a fin de que sigamos su ejemplo, ya que ellos pusieron en práctica aquel amor del que dice .el Señor que no hay otro más grande. Ellos mostraron a sus hermanos la manera como hay que preparar algo semejante a lo que también ellos habían tomado de la mesa del Señor.
    Lo que hemos dicho no hay que entenderlo como si nosotros pudiéramos igualamos al Señor, aun en el caso de que lleguemos por él hasta el testimonio de nuestra sangre. Él era libre para dar su vida y libre para volverla a tomar, nosotros no vivimos todo el tiempo que queremos y morimos aunque no queramos; él, en el momento de morir, mató en sí mismo a la muerte, nosotros somos librados de la muerte por su muerte; su carne no experimentó la corrupción, la nuestra ha de pasar por la corrupción, hasta que al final de este mundo seamos revestidos por él de la incorruptibilidad; él no necesitó de nosotros para salvamos, nosotros sin él nada podemos hacer; él, a nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él, no podemos tener vida.
    Finalmente, aunque los hermanos mueran por sus hermanos, ningún mártir derrama su sangre para el perdón de los pecados de sus hermanos, como hizo él por nosotros, ya que en esto no nos dio un ejemplo que imitar, sino un motivo para congratulamos. Los mártires, al derramar su sangre por sus hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la mesa del Señor. Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.

Responsorio     Jn 4, 9. 11. 10b

R.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. * Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
V. Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
R. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amamos unos a otros.


La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Laudes


HIMNO

En tus manos, Señor, pongo mi vida
con todas sus angustias y dolores;
que en ti florezcan frescos mis amores
y que halle apoyo en ti mi fe caída.

Quiero ser como cera derretida
que modelen tus dedos creadores;
y morar para siempre sin temores
de tu costado en la sangrienta herida.

Vivir tu muerte y tus dolores grandes,
disfrutar tus delicias verdaderas
y seguir el camino por donde andes.

Dame, Señor, huir de mis quimeras,
dame, Señor, que quiera lo que mandes
para poder querer lo que tú quieras. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
En mi angustia te busco, Señor, y extiendo las manos sin descanso.

Salmo 76
RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL

Nos  aprietan  por  todos lados,
pero no nos aplastan. (2Co 4,8)

Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?

Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
la mano de Moisés y de Aarón.

Ant. 1: En mi angustia te busco, Señor, y extiendo las manos sin descanso.


Ant. 2: Si hemos muerto con Cristo, tenemos fe en que viviremos también con él.

Cántico     1S 2, 1-10
ALEGRÍA DE LOS HUMILDES EN DIOS

Derriba del trono a los  poderosos
y enaltece a los  humildes;  a los
hambrientos los colma de bienes.
(Lc 1, 52-53)

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.

El Señor de la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Ant. 2: Si hemos muerto con Cristo, tenemos fe en que viviremos también con él.


Ant. 3: Cristo Jesús ha sido hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.

Salmo 96
EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES

Este salmo canta la salvación del
mundo y la conversión de todos
los pueblos. (S. Atanasio)

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Ant. 3: Cristo Jesús ha sido hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.


LECTURA BREVE     Is 50, 5-7

El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.


RESPONSORIO BREVE

V.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.: 
La sangre de Cristo, que por medio del Espíritu eterno se ofreció inmaculado a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para dar culto al Dios vivo.

Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant.: La sangre de Cristo, que por medio del Espíritu eterno se ofreció inmaculado a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para dar culto al Dios vivo.


PRECES

Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y digámosle:

      Señor, ten piedad de nosotros.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
      conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Tú que, elevado en la cruz quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
      sana nuestras heridas.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
      haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido,
      perdónanos también a nosotros, pecadores.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo: Padre nuestro.


Oración

Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

Cuando preside la celebración un obispo, presbítero o diácono la conclusión se hace como se indica en el Ordinario, en los otros casos se dice:

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



hora intermedia


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria.


HIMNO

Tercia


Amigo de los hombres, Jesucristo,
tú solo das sentido a nuestra historia,
y, con los ojos fijos al futuro,
la Iglesia vive fiel a tu memoria.

Este tiempo de ayuno te presenta
de nosotros la parte más oscura,
y tus manos clavadas al madero
nos devuelven tu paz y tu ternura.

A lo largo del día no nos dejes,
no nos falte la luz de tu mirada:
llena de amor los pasos que caminan
de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.

O bien:

Como el fuego calcina
la madera reseca,
cuando el pecado nos domina,
Espíritu de Dios,
purifícanos.

Como el río derrama
por la tierra sus aguas
y hay flor y fruto en la rama,
Espíritu de Dios,
vivifícanos.

Como tu fuerte viento
hizo en el mar camino,
cuando haya duda y desaliento,
Espíritu de Dios,
ayúdanos.

Luz, Amor, Viento, Fuego,
los caminos de éxodo
enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios,
condúcenos. Amén.

Sexta

Jesús, contigo iremos al desierto
en medio de la villa populosa,
y tú nos brindarás el pan sabroso
que alimentó tu alma silenciosa

Contigo pasaremos el mar Rojo,
beberemos el agua de la roca;
tú serás el pastor y, en la montaña,
tú serás nuestra gracia esplendorosa.

Contigo humildemente hasta el Calvario,
contigo por la vía dolorosa,
y al final, oh Jesús, por tu promesa,
contigo viviremos en tu gloria. Amén.

O bien:

Por el pecado primero
entró la muerte a la vida,
y la muerte fue vencida
por la vida del Cordero.

El Padre lo hizo pecado
para salvar al caído;
el que nunca había sufrido
se quiso crucificado.

La humanidad pecadora
está bien representada,
mas la culpa fue lavada
por la sangre redentora. Amén.

Nona

Ojos de aquel publicano
hasta la tierra caídos,
el Dios de la luz os mira,
miradle con regocijo.

Mano que pide clemencia
hiriendo el pecho contrito,
el Señor te abre la puerta
de su pecho compasivo.

Lengua que en bajo murmullo,
dices tu dolor sentido,
el Juez que sabe juzgar
ha escuchado complacido.

Padre del octavo día,
glorioso siendo propicio,
perdónanos, purifícanos,
por el honor de tu Hijo. Amén.

O bien:

Cada tarde se nos van los días,
y cada tarde el tiempo pasa;
se acaba nuestra vida cada tarde
y miramos la muerte más cercana.

Déjame todavía gozar el milagro
de tu luz, de tu sol, de tus albas;
déjame gozar el milagro de sentirme vivo
y de nacer para ti cada mañana.

Déjame, Señor, gozar de tu milagro
al llegar una vez más la tarde mansa,
porque tú eres el Dios de nuestras horas,
el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.


SALMODIA

Tercia:
La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
Sexta: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
Nona: Para mi la vida es Cristo y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Salmo 118, 57-64

El Señor es mi herencia;
he resuelto guardar tus palabras,
de todo corazón busco tu favor:
ten piedad de mí según tu promesa;
he examinado mi camino,
para enderezar mis pies a tus preceptos.

Con diligencia, sin tardanza,
observo tus mandatos;
los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad;
a media noche me levanto para darte gracias
por tus justos mandamientos.

Me junto con tus fieles,
que guardan tus decretos;
Señor, de tu bondad está llena la tierra;
enséñame tus leyes.


Salmo 54, 2.15. 17-24
ORACIÓN ANTE LA TRAICIÓN DE UN AMIGO

Jesús empezó a sentir terror y angustia. (Mc 14, 33)

Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
hazme caso y respóndeme,
me agitan mis ansiedades.

Me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado:
descargan sobre mí calamidades
y me atacan con furia.

Se estremece mi corazón,
me sobrecoge un pavor mortal
me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto,

y pienso: ¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto,

me pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del huracán que devora, Señor;
del torrente de sus lenguas.

Violencia y discordia veo en la ciudad:
día y noche hacen la ronda sobre las murallas;
en su recinto, crimen e injusticia;
dentro de ella, calamidades:
no se apartan de su plaza la crueldad y el engaño.

II

Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;
pero eres tú, mi compañero,

mi amigo y confidente,
a quien me unía una dulce intimidad:
juntos íbamos entre el bullicio
por la casa de Dios.

Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.

Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mi.

Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.

Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.

Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga.

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.

Tercia: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
Sexta: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
Nona: Para mi la vida es Cristo y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.


LECTURA BREVE

Tercia     1 Tm 2, 4-6


Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual se entregó a sí mismo como precio de rescate por todos. Éste es el testimonio que nos ha dado Dios a su tiempo.

V. Se humillaba voluntariamente.
R. No abría su boca.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Sexta     Rm 15, 3

Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: Sobre mí cayeron los ultrajes de quienes te ultrajaron.

V. Él soportó nuestros sufrimientos.
R. Y aguantó nuestras rebeldías.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Nona     Hb 9, 28.

Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de las multitudes, aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, para dar la salvación a los que lo esperan.

V. Adoremos el signo de la cruz.
R. Por el que recibimos la salvación.

La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Vísperas


V. Dios mío ven en mi auxilio
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
     Gloria.


HIMNO

Vengo, Señor, cabe las ígneas huellas
de tus sacras heridas luminosas:
quíntuple abrir de inmarcesibles rosas,
suma constelación de cinco estrellas.

Vengo a poblar sus oquedades bellas,
a estudiar en sus aulas silenciosas,
y a beber, con ternuras dolorosas,
la miel de acíbar que pusiste en ellas.

Cuando zozobre mi valor, inerme,
y vaya en turbias ansias a abismarme
y llagado también llegue yo a verme,

deja a tus dulces llagas allegarme,
y en sus íntimos claustros esconderme,
y en su divina suavidad curarme. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Dijeron los impíos: “Oprimamos al justo, porque se enfrenta a nuestro modo de obrar.”

Salmo 61
DIOS, ÚNICA ESPERANZA DEL JUSTO

Que el Dios de la esperanza os col-
me de todo gozo y paz. (Rm 15, 13)

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Ant. 1: Dijeron los impíos: “Oprimamos al justo, porque se enfrenta a nuestro modo de obrar.”


Ant. 2: Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.

Salmo 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

Sabed  que  esta  Salvación de Dios ha
sido enviada a los gentiles (Hch 28, 28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Ant. 2: Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.


Ant. 3: Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Cántico     Cf. Col 1, 12-20
HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA
Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS


Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Ant. 3: Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.


LECTURA BREVE     Ef 4, 32-5, 2

Sed bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo. Sed en una palabra, imitadores de Dios, como hijos amados que sois. Y vivid en el amor a ejemplo de Cristo, que os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación de suave fragancia.


RESPONSORIO BREVE

V.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

V. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Te adoramos, oh Cristo y te bendecirnos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.: 
El Maestro dice: «Mi hora se acerca; en tu casa quiero celebrar yo la Pascua con mis discípulos.»

Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.: El Maestro dice: «Mi hora se acerca; en tu casa quiero celebrar yo la Pascua con mis discípulos.»


PRECES

Adoremos a Jesús, el Salvador del género humano, que muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida, y pidámosle humildemente:

    Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
    para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
    para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.

Haz que tus, fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
    para que se manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
    concede a tus fieles obediencia y paciencia.

Se puede añadir algunas intenciones libres.

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso
    y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.

Movidos por el espíritu filial que Cristo nos mereció con su muerte, digamos al Padre: Padre nuestro.


Oración

Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

Cuando preside la celebración un obispo, presbítero o diácono la conclusión se hace como se indica en el Ordinario, en los otros casos se dice:

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



Completas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria.


EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.


HIMNO


Cuando llegó el instante de tu muerte
inclinaste la frente hacia la tierra,
como todos los mortales;
mas no eras tú el hombre derribado,
sino el Hijo que muerto nos contempla.

Cuando me llegue el tránsito esperado
y siga sin retorno por mi senda,
como todos los mortales,
el sueño de tu rostro será lumbre
y tu gloria mi gloria venidera.

El silencio sagrado de la noche
tu paz y tu venida nos recuerdan,
Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario
como secreto amor que a ti se llega. Amén.

O bien:

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.

Salmo 30, 2-6
SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc 23, 46)

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.

Ant. 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.


Ant. 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Salmo 129
DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR

Él salvará a su pueblo de los pecados. (Mt 1, 21)

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Ant. 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.


LECTURA BREVE     Ef 4, 26-27

No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no es sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.


RESPONSORIO BREVE

V.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Cristo nuestro Señor.


CONCLUSIÓN

Bendición

V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.


ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

I


Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

II


Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

III

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
 
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
 
Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

IV

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.