Viernes Santo

INVITATORIO

Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
   
A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, venid, adorémosle.

Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
         Gloria.

 

LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS

 

oficio de lectura


HIMNO

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.

Salmo 2

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo.»

Vaya proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Ant. 1: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.


Ant. 2: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

Salmo 21, 2.23

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?;
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.

Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres,
en ti confiaban, y no los defraudaste.

Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere.»

Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.

Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida, de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a este pobre, de los cuernos del búfalo.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

Ant. 2: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.


Ant. 3: Me tienden lazos los que atentan contra mí.

Salmo 37

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;

no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;

mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas;
mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío;

tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.

Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye y no puede replicar.

En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.

Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.

No me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Ant. 3: Me tienden lazos los que atentan contra mí.

V. Se levantan contra mí testigos falsos.
R. Que respiran violencia.


PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro de las Lamentaciones     3, 1.33

LAMENTO Y ESPERANZA EN LA TRIBULACIÓN

    Yo soy el hombre que ha sufrido la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano todo el día.
    Mi carne y mi piel ha consumido, ha quebrado mis huesos. Ha forjado un yugo para mí y ha cercado de angustia mi cabeza. Me ha hecho morar en las tinieblas, con los muertos de antaño.
    Me ha emparedado y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas. Aun cuando grito y pido auxilio, él sofoca mi súplica. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha obstruido mis senderos.
    Ha sido para mí como un oso en acecho, como león en escondite. Sembrando de espinas mis caminos, me ha desgarrado, me ha dejado hecho un horror. Ha tensado su arco y me ha fijado como blanco de sus flechas.
    Ha clavado en mis lomos los hijos de su aljaba. De lodo mi pueblo me ha hecho la irrisión, su copla todo el día. Él me ha hartado de amargura, me ha abrevado con ajenjo. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza. Mi alma está alejada de la paz, he olvidado lo que es dicha. Dije: «¡Ha fenecido mi vigor y la esperanza que del Señor me venía!»
    Recordar mi miseria y mi angustia es ajenjo y amargor. Mas mi alma lo recuerda, sí, lo .recuerda y se derrite de tristeza dentro de mí. He aquí lo que revolveré en mi corazón para cobrar confianza:
    Que el amor del Señor no se ha acabado ni se ha agolado su ternura; cada mañana se renuevan. ¡Grande es tu fidelidad! «Mi porción es el Señor -dice mi alma-, por eso en él esperaré.»
    Bueno es el Señor para el que en él espera, para el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor. Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.
    Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que presente la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios.
    Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a castigar, luego se apiada según su inmenso amor, pues no pone su complacencia en castigar y afligir a los hijos de hombre.

Responsorio     Is 57, 1.2a; 53, 7b-8a

R.
Perece el justo, y nadie hace caso; se llevan a los hombres fieles, y nadie comprende que por la maldad se llevan al inocente, * para que entre en la paz.
V. Como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca; sin defensa, sin justicia se. lo llevaron.
R. Para que entre en la paz.


Año II:

Del libro del profeta Jeremías     16, 1-15

SOLEDAD DEL PROFETA


    En aquellos días, recibí esta palabra del Señor:
    «No te cases, no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor a los hijos e hijas nacidos en este lugar, a las madres que los dieron a luz, a los padres que los engendraron en esta tierra: "Morirán de muerte cruel, no serán llorados ni sepultados, serán como estiércol sobre el campo, acabarán a espada y de hambre, sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra."
    "Así dice el Señor:
    «No entres en casa donde haya luto, no vayas al duelo, no les des el pésame, porque retiro de este pueblo -oráculo del Señor- mi paz, misericordia y compasión. Morirán en esta tierra grandes y pequeños, no serán sepultados ni llorados, ni por ellos se harán incisiones o se raparán el pelo; no asistirán al banquete fúnebre para darle el pésame por el difunto, ni les darán la copa del consuelo por su padre o su madre. No entres en la casa donde se celebra un banquete para comer y beber con los comensales; porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Yo haré cesar en este lugar, en vuestros días, ante vosotros, la voz alegre, la voz gozosa, la voz del novio, la voz de la novia."
    Cuando anuncies a este pueblo todas estas palabras, te preguntarán: "¿Por qué ha pronunciado el Señor contra nosotros tan terribles amenazas? ¿Qué delitos o pecados hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?", y tú les responderás: "Porque vuestros padres me abandonaron -oráculo del Señor-, siguieron a dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos. A mí me abandonaron y no guardaron mi ley. Pero vosotros sois peores que vuestros padres, cada cual sigue la maldad de su corazón obstinado, sin escucharme a mí. Os arrojaré de esta tierra a un país desconocido de vosotros y de vuestros padres: allí serviréis a dioses extranjeros, día y noche, porque no os haré gracia."
    Pero llegarán días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: "Vive el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto", sino más bien: "Vive el Señor, que nos sacó del país del norte, de todos los países por donde nos dispersó." Y los haré volver a su tierra, la que di a sus padres.»

Responsorio     Cf. Is 53, 7. 12

R.
Fue conducido como oveja al matadero, fue maltratado y se humilló, enmudecía y no abría la boca; fue entregado a la muerte, * para dar la vida a su pueblo.
V. Se entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores.
R. Para dar la vida a su pueblo.


SEGUNDA LECTURA

De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo

(Catequesis 3, 13-19: se 50, 174-177)

EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO


    ¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.
    Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»
    Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.
    ¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.
    Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: cón el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.
    Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
    Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

Responsorio     1Pe 1, 18-19; Ef 2, 18; Un 1, 7

R.
Os rescataron, no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha. * Por medio de él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.
V. La sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pecado.
R. Por medio de él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.


Oración

Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Laudes


HIMNO

Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.

Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.

Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.

Salmo 50.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón
en el juicio brillará tu rectitud
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios,
Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Ant. 1: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.


Ant. 2: Jesucristo nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

Cántico del libro del Habacuc     3, 2-4.13a.15-19

¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me glorificaré en Dios mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.

Ant. 2: Jesucristo nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.


Ant. 3: Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero.

Salmo 147.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Ant. 3: Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero.


LECTURA BREVE     Is 52, 13-15

Mirad: mi siervo tendrá éxito, será enaltecido y ensalzado sobremanera. Y, así como muchos se horrorizaron de él, pues tan desfigurado estaba que ya ni parecía hombre, no tenía ni aspecto humano, así también muchos pueblos se admirarán de él y, a su vista, los reyes enmudecerán de asombro porque verán algo jamás narrado y contemplarán algo inaudito.

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Fijaron encima de su cabeza un letrero indicando el motivo de su condenación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»

Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant.: Fijaron encima de su cabeza un letrero indicando el motivo de su condenación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»


PRECES

Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle, diciendo:

      Señor, ten piedad de nosotros.

Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste incluso a la muerte,
      enséñanos a someternos siempre a la voluntad del Padre.

Tú que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder,
      haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitemos contigo a vida nueva.

Rey nuestro, que como un gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente,
      haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que como tú proclame en toda circunstancia el honor del Padre.

Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos,
      enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo.

Tú que al ser elevado en la cruz atrajiste hacia ti a todos los hombres,
      reúne en tu reino a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre, diciendo: Padre nuestro.


Oración

Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



hora intermedia

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria.


HIMNO

Tercia:


Cruz preciosa,
inmerecida:
a los hombres diste vida.

Un dolor
en el madero;
y a los hombres
un Cordero.

Sangre roja
del combate;
y para el hombre
el rescate.

Tu victoria
es nuestra vida,
por la sangre
de tu herida.

Nuestra vida
es tu muerte
¡y para el hombre
qué suerte! Amén.

Sexta:

¡Misterio en el Calvario,
escándalo sangriento!:
el Señor en la tierra
esclavo en un madero.

Víctima escarnecida,
misterio y sacramento:
el Señor de la gloria
entre ladrones muerto.

Tú sabes que los hombres
ignoran lo que han hecho;
mas tu perdón los cubre,
Sacerdote y Cordero.
¡Misterio en el Calvario,
escándalo sangriento!

Al fin viene la hora
que espera el universo:
la cruz en él clavada
y tu gracia al acecho.
¡Víctima escarnecida,
misterio y sacramento!

Tu sangre derramada
floreció en el desierto.
¡Misterio del Calvario,
escándalo sangriento!:
la muerte muerta es vida
clavada en un madero. Amén.

Nona:

Cruz de Cristo,
cuyos brazos
todo el mundo han acogido.

Cruz de Cristo,
cuya sangre
todo el mundo ha redimido.

Cruz de Cristo,
luz que brilla
en la noche del camino.

Cruz de Cristo,
cruz del hombre,
su bastón de peregrino.

Cruz de Cristo,
árbol de vida,
vida nuestra,
don eximio.

Cruz de Cristo,
altar divino
de Dios-Hombre en sacrificio, Amén.


SALMODIA

Antífona:

Tercia:
Era hacia la media mañana cuando crucificaron a Jesús.
Sexta: Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se extendieron las tinieblas sobre toda la tierra.
Nona: A media tarde, Jesús gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Salmo 39, 2-14. 17-18

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;

me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;

me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.

Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.

¡Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro!
Nadie se te puede comparar:
intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
en cambio me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy
-como está escrito en mi libro-
para hacer voluntad.»

Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he proclamado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.

Tú, Señor, no me niegues tu clemencia,
que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.

Se me echan encima mis culpas,
y no puedo huir;
son más que los cabellos de mi cabeza,
y me falta el valor.

Señor, dígnate librarme,
Señor, date prisa en socorrerme.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación.

Yo soy pobre y desdichado,
pero el Señor cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación,
Dios mío, no tardes.


Salmo 53, 3-6- 8-9

¡Oh Dios!, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
¡Oh Dios!, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras:

porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte
sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.

Te ofreceré un sacrificio voluntario
dando gracias a tu nombre, que es bueno;
porque me libraste del peligro
y he visto la derrota de mis enemigos.


Salmo 87

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.

Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.

Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.

Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.

Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y los ojos se me nublan de pesar.

Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla
o tu justicia en el país del olvido?

Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Porqué Señor me rechazas
y me escondes tu rostro?

Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre mi tu incendio,
tus espantos me han consumido.

me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.

Tercia: Era hacia la media mañana cuando crucificaron a Jesús.
Sexta: Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se extendieron las tinieblas sobre toda la tierra.
Nona: A media tarde, Jesús gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


LECTURA BREVE

Tercia     Is 53, 2-3


Creció ante nosotros como un débil brote, como raíz en tierra árida. Lo vimos sin aspecto atrayente, sin gracia ni belleza, despreciado y rechazado por los hombres, como varón de dolores, acostumbrado a los sufrimientos, ante el cual se desvía la mirada, discriminado y desestimado.

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Sexta     Is 53, 4-5


Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados.

V. Jesús, acuérdate de mí.
R. Cuando vengas revestido de tu dignidad real.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Nona     Is 53, 6-7


Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

V. Me confinó a las tinieblas.
R. Como a los muertos ya olvidados.

La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Vísperas

Hoy las Vísperas sólo las rezan quienes no participan en la acción litúrgica de la Muerte del Señor.


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria.


HIMNO

Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.

Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.

Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Escuchad, pueblos todos, y mirad mi dolor.

Salmo 115.

Tenía fe, aun cuando dije:
“¡Qué desgraciado soy!”
Yo decía en mi apuro:
“Los hombres son unos mentirosos.”

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Ant. 1: Escuchad, pueblos todos, y mirad mi dolor.


Ant. 2: Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.

Salmo 142, 1-11.

Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Ant. 2: Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.


Ant. 3: Jesús, después de haber probado el vinagre, exclamó: «Todo está cumplido»; e, inclinando la cabeza, expiró.

Cántico de la carta a los Filipenses     2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el Nombre sobre todo nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre

Ant. 3: Jesús, después de haber probado el vinagre, exclamó: «Todo está cumplido»; e, inclinando la cabeza, expiró.


LECTURA BREVE     1Pe 2, 21b-24

Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando le insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado.

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.

Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Ant.: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.


PRECES

Hoy es laudable usar como preces de Vísperas la oración universal que se propone para este día en el Misal. Pero, si se prefiere, también pueden usarse las preces que se proponen a continuación, o bien puede hacerse un momento de oración en silencio después de anunciar cada una de las intenciones de la oración universal del Misal, antes mencionada.


Al conmemorar la muerte de nuestro Señor Jesucristo, de la que brotó la vida del mundo, oremos a Dios Padre, diciendo:

      Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.

Mantén, Señor, la unidad de la Iglesia.
      Protege al papa N.

Santifica por tu Espíritu a los obispos, presbíteros,
      diáconos y a todo tu pueblo santo.

Acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos.
      Congrega a los cristianos en la unidad.

Haz que Israel llegue a conseguir en plenitud la redención.

Ilumina con tu gracia a los que no creen en Cristo.

Haz que los ateos lleguen a descubrir tu amor a través de las obras de la creación.

Guía los pensamientos y decisiones de los gobernantes.

Concede tu consuelo a los que se sienten tristes.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Da tu perdón pleno a los difuntos.

A continuación se reza el Padre nuestro.


Oración

Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amen



Completas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria.


EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.

HIMNO


Cuando llegó el instante de tu muerte
inclinaste la frente hacia la tierra,
como todos los mortales;
mas no eras tú el hombre derribado,
sino el Hijo que muerto nos contempla.

Cuando me llegue el tránsito esperado
y siga sin retorno por mi senda,
como todos los mortales,
el sueño de tu rostro será lumbre
y tu gloria mi gloria venidera.

El silencio sagrado de la noche
tu paz y tu venida nos recuerdan,
Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario
como secreto amor que a ti se llega. Amén.

O bien:

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.


SALMODIA

Ant.
Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90
A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE

Os he dado  potestad  para  pisotear
serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.”

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.


LECTURA BREVE     Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte y a una muerte de cruz.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.


ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

I


Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

II

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

III

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

IV

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.