Pascua - Martes I
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
A continuación se dice el salmo
Invitatorio, con la antífona:
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS
oficio de lectura
HIMNO
Que doblen las campanas jubilosas
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia Y su final;
esperad con confianza su venida;
no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. Aleluya.
Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
} y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿ Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿ Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Ant. 1: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. Aleluya.
Ant. 2: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él me ha devuelto la vida. Aleluya.
Salmo 65
I
Aclama al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios:
«¡Qué terribles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!»
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
Sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
Ant. 2: Bendecid, pueblos. a nuestro Dios, porque él me ha devuelto la vida. Aleluya.
Ant. 3: Venid a escuchar, os contaré lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
II
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplirte mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras,
Fieles de Dios. venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
Ant. 3: Venid a escuchar, os contaré lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluia.
V. Dios resucitó a Cristo de entre los muertos.
Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Año I:
De la primera carta del apóstol san Pedro 1,22-2, 10
LA VIDA DE LOS HIJOS DE DIOS
Hermanos: Por la obediencia a la verdad habéis purificado
vuestras almas para un amor fraternal no fingido; amaos. pues, con intensidad y
muy cordialmente unos a otros, como quienes han sido engendrados no de semilla
corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios.
Porque: «Todo hombre es como hierba, toda su gloria es como flor de heno: se
seca el heno y cae la flor. mas la palabra del Señor permanece eternamente.» y
esta es la palabra: la Buena Noticia anunciada a vosotros.
Por lo tanto, después de haberos despojado de toda maldad y
de toda falsedad, de las hipocresías y envidias, y de toda clase de murmuración,
apeteced, como niños recién nacidos, la leche pura espiritual. Con ella podréis
crecer hasta alcanzar la salvación, si es que realmente habéis saboreado lo
bueno que es el Señor.
Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los
hombres, pero escogida y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras
vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un
sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por
Jesucristo. Por eso se lee en la Escritura: «Ved que pongo en Sión una piedra
angular escogida y preciosa. Y quien tenga fe en ella no será defraudado.» Por
consiguiente, a vosotros, que tenéis fe, os corresponde el honor; mas, para los
que no tienen fe, «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra
angular, y ha venido a ser piedra de tropiezo y roca de escándalo». Y tropiezan
en ella porque no tienen fe en la palabra de Cristo, para la cual estaban
destinados.
Vosotros, en cambio, sois «linaje escogido, sacerdocio regio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para proclamar las hazañas del que os
llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa». Vosotros, que en
otro tiempo «no erais pueblo», sois ahora «pueblo de Dios»; vosotros, que
estabais «excluidos de la misericordia», sois ahora «objeto de la misericordia
de Dios».
Responsorio 1Pe 2, 5. 9
R. Como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado,
* para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Aleluya.
V. Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios.
R. Para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Aleluya.
Año II:
De los Hechos de los apóstoles 2, 1-21
VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
PRIMER DISCURSO DE PEDRO
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en
un mismo lugar; de pronto, se oyó un estruendo que venía del cielo, como de un
viento impetuoso que invadió toda la casa donde estaban reunidos. Y aparecieron
unas como lenguas de fuego, que se repartieron y posaron sobre cada uno de
ellos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas
extrañas, según les hacía expresarse el Espíritu.
Vivían a la sazón en Jerusalén judíos, hombres piadosos, que
pertenecían a todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel
estruendo, acudió un gran gentío, y todos quedaban atónitos al oídos hablar cada
uno en su propia lengua. Maravillados y llenos de estupor, exclamaban:
"Pero, ¿no son galileos todos estos que están hablando? Pues
¿cómo cada uno de nosotros los estamos oyendo hablar nuestra lengua materna?
Partos, medos, elamitas, los que vivimos en Mesopotamia, Judea y Capadocia, en
el Ponto y en el Asia proconsular, en Frigia y Panfilia, en Egipto y tierras de
Libia Cirenaica, forasteros romanos, tanto judíos de raza como prosélitos,
cretenses y árabes, todos los estamos oyendo hablar en nuestras lenguas las
grandezas de Dios.»
Perplejos y llenos de estupor, se preguntaban unos a otros:
"Pero ¿qué es esto?»
Otros se burlaban y decían:
«Están llenos de mosto.»
Pedro, acompañado de los Once, alzó entonces su voz Y les
dirigió este discurso:
«Judíos y moradores todos de Jerusalén, prestad atención a
mis palabras y tenedlo bien entendido. No están éstos ebrios de vino, como
vosotros pensáis, pues son todavía las nueve de la mañana. Lo que estáis viendo
es el cumplimiento de esta profecía de Joel:
"En los últimos días -dice Dios-, derramaré mi espíritu sobre
toda carne: profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros jóvenes
tendrán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Hasta sobre los siervos y
las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días. Haré prodigios arriba en el
cielo y señales abajo en la tierra: sangre, fuego, columnas de humo. El sol se
oscurecerá, la luna aparecerá sangrienta, antes de que llegue el día del Señor,
grande y terrible. y cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán."»
Responsorio Hch 2, 21; cf. 4, 12. 11
R. Cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán.
* No hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos. Aleluya.
V. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros,
los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; en ningún otro se encuentra la salud.
R. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvamos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Disertaciones de san Anastasio de Antioquía, obispo
(Disertación 4, 1-2: PG 89, 1347-1349)
EL MESÍAS TENIA QUE PADECER, PARA ASÍ ENTRAR EN SU GLORIA
Después que Cristo se había mostrado, a través de sus
palabras y sus obras, como Dios verdadero y Señor del universo, decía a sus
discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad que subimos a Jerusalén, y
el Hijo del Hombre será entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a
los escribas, para que lo azoten, hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto
que decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían
anunciado de antemano la muerte que había de padecer en Jerusalén. Las sagradas
Escrituras habían profetizado desde el principio la muerte de Cristo y lodo lo
que sufriría antes de su muerte; como también lo que había de suceder con su
cuerpo, después de muerto; con ello predecían que este Dios, al que tales cosas
acontecieron, era impasible e inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al
contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo
justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su
pasión y en su impasibilidad; tomó también el motivo por el cual el Verbo de
Dios, por lo demás impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo
como podía ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y
aquellos a quienes él se las revela; él, en efecto, conoce todo lo que atañe al
Padre, de la misma manera que el Espíritu penetra la profundidad de los
misterios divinos.
El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era
totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin
inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que
el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Porque él, en verdad, vino
para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes
que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de
obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al que nos guiaba
a la salvación, como nos enseña la carta a los Hebreos, cuando dice que él es
el que nos guía a la salvación, perfeccionado por medio del sufrimiento.
Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como
Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es
restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en
efecto, san Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que
dijo el Salvador que brotaría como un torrente del seno del que crea en él:
Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que a él se unieran
por la fe, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido
glorificado; aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz.
Por esto el Señor, en la oración que dirige al Padre antes de su pasión, le pide
que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto a él, antes que el mundo
existiese.
Responsorio Hb 2, 10; Ap 1, 6; Lc 24, 26
R. Como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar
un gran número de hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por
medio del sufrimiento al que iba a guiados a la salvación. *
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.
V. El Mesías tenía que padecer. para así entrar en su gloria.
R. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.
HIMNO FINAL
En los domingos, en las solemnidades y en las fiestal después del segundo responsorio, se dice el siguiente himno:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del
cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los
profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de
amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
La oración conclusiva como en las Laudes.
CONCLUSIÓN
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Laudes
HIMNO
Estaba al alba María,
porque era la enamorada.
«¡María!», la voz amada.
«¡Rabbuní!», dice María.
El amor se hizo un abrazo
junto a las plantas benditas;
las llagas glorificadas
ríos de fuego y delicia;
Jesús, esposo divino,
María, esposa cautiva.
Estaba al alba María,
para una unción preparada.
Jesús en las azucenas
al claro del bello día.
En los brazos del Esposo
la Iglesia se regocija.
¡Gloria al Señor encontrado,
gloria al Dios de la alegría,
gloria al Amor más amado,
gloria y paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!
Estaba al alba María,
es Pascua en la Iglesia santa. ¡Aleluya! Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.
Salmo 62, 2-9
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Ant. 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.
Ant. 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.
Cántico Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.
Ant. 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
Salmo 149
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Ant. 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE Hch 13, 30-33
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Y durante muchos días se
apareció a los que con él habían subido de Galilea a Jerusalén: éstos,
efectivamente, dan ahora testimonio de él ante el pueblo. Y nosotros os damos la
buena nueva: la promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido él ahora
con nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo
segundo: «Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.»
En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Jesús dijo: «¡María!» Ella, volviéndose, exclamó: «¡Maestro!» Jesús le dijo:
«No me detengas, pues aún no he subido a mi Padre.» Aleluya.
Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Ant.: Jesús dijo: «¡María!» Ella, volviéndose, exclamó:
«¡Maestro!» Jesús le dijo: «No me detengas, pues aún no he subido a mi Padre.» Aleluya.
PRECES
Alabemos a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo, y supliquémosle:
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y salvaste al universo entero,
conviértenos en testigos de tu resurrección.
Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva,
haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.
Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo,
renuévanos por el Espíritu consolador.
Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo,
quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro: Padre nuestro.
Oración
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual, colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance
la perfecta libertad y llegue a gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Tercia
Al Señor confesamos, ¡aleluya!
en la hora de tercia a la mañana
se llenaron los suyos de esperanza,
y lejos de la noche y de la duda
salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya!
Han marcado sus pies nuestros caminos,
marcó su nombre el nombre de los siglos,
y en la tierra su voz cual voz ninguna
convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya!
y ahora celebramos al Viviente,
a Jesús victorioso de la muerte;
acéptanos, oh Cristo, cual liturgia
de gloria que ganaste ya ti vuelve. Amén.
O bien:
Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
Sexta
Verbo de Dios, el sol de mediodía,
amable mensajero de tu rostro,
fecunda
nuestra tierra y la hermosea
como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma
del infinito amor jamás gastado;
y de
ese mar sin fondo ni ribera
la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga,
que emerges victorioso del trabajo,
reina dichoso tú que nos esperas
mientras nosotros vamos caminando. Amén.
O bien:
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida
Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán
en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador. nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
Nona
Reina el Señor allí donde ninguno
ciñe corona que haya alado el mundo;
reina
el Señor allí donde la vida
sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo,
que en sus hombros cargó nuestro madero;
vive el muerto en la cruz, sepultado
y con hierro
sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte
hasta bajar a tumba de rebeldes;
fingía
que era suya nuestra pena,
y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza,
y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado,
nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
O bien:
Salvador del mundo,
Señor de los ángeles:
por tu cruz gloriosa
la muerte
venciste.
Oh Señor, consérvanos
los dones amables
que, con sufrimientos,
tú nos mereciste.
Y a quienes a precio
de dolor salvaste,
llévalos al cielo
para que te alaben.
Llévalos a todos,
Señor, suplicámoste,
pues que nos hiciste
reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA
Tercia: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
Sexta: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación. Aleluya.
Nona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
Salmo 118, 1-8
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer iniquidad,
anda por sus senderos.
Tú promulgas tus decretos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas;
entonces no sentiré vergüenza
al mirar tus mandatos.
Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente,
tú no me abandones.
Salmo 15
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: Tú eres mi bien.
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Tercia: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
Sexta: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación. Aleluya.
Nona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE
Tercia Cfr. Hch 4, 11-12
Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en
piedra angular; en ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo
otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.
V. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
R. Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
A vosotros os salva el bautismo, el cual no es remoción de las manchas del
cuerpo, sino la petición que hace a Dios una buena conciencia, en virtud de la
resurrección de Jesucristo, que está a la diestra de Dios.
V. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
R. Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
Nona Col 3, 1-2
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo
está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo,
no en las de la tierra.
V. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
R. Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Vísperas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Nos reúne de nuevo el misterio
del Señor que resurge a la vida,
con su luz ilumina a la Iglesia,
como el sol al nacer cada día.
Resucita también nuestras almas,
que tu muerte libró del castigo
y vencieron contigo al pecado
en las aguas del santo bautismo.
Transfigura los cuerpos mortales
que contemplan tu rostro glorioso,
bella imagen del Dios invisible
que ha querido habitar con nosotros.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro,
y a tu lado vivamos por siempre
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Salmo 109, 1-5.7
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Ant. 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Ant. 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Salmo 113 A
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Ant. 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Ant. 3: Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.» Aleluya.
El cántico siguiente se dice con todos los
Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado.
Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya
sólo al principio y al final de cada estrofa.
Cántico Ap. 19, 1-2. 5-7
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Ant. 3: Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis
hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.» Aleluya.
LECTURA BREVE 1Pe 2, 4-5
Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero
escogida y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en
la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para
ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor. Aleluya.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Ant.: Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor. Aleluya.
PRECES
Aclamemos alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra resucitó gloriosamente a vida nueva, y digámosle confiados:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan con celo a tu pueblo
y lo conduzcan por los caminos del bien.
Te rogamos, Señor, por los que sirven a tu Iglesia con el estudio de tu palabra:
que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el combate de la fe
y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.
Tú que en la cruz cancelaste la nota de cargo de nuestra deuda,
destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda tiniebla.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo,
recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Oración
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual, colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance
la perfecta libertad y llegue a gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amen
Completas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia,
el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del
acto penitencial de la misa.
HIMNO
El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.
Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.
Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.
O bien:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras
el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras,
Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
Salmo 90
A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE
Os he dado potestad para pisotear
serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá
más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios
alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
En lugar del responsorio breve, se dice la siguiente antífona:
Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra
alegría y nuestro gozo. Aleluya.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Oración
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno,
descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.