Pascua - Viernes II

INVITATORIO

Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
    Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
         Gloria. Aleluya.

 

LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS

 

Oficio de lectura


HIMNO

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.


SALMODIA

Ant.1:
Señor, no me castigues con cólera.

Salmo 37
ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE

Todos sus conocidos se mantenían a distancia. (Lc 23, 49)

I

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;

no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;

mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.

Ant. 1: Señor, no me castigues con cólera.


Ant. 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.

II

Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío;

tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.

Ant. 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.


Ant. 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

III

Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.

En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.

Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.

No me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Ant. 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

V. En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.


PRIMERA LECTURA

Año I:


Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan     4, 1-11

VISIÓN DE DIOS


    Yo, Juan, tuve una visión:
    Vi una puerta abierta en el cielo, y la voz que había oído antes, semejante al sonido de una trompeta, me hablaba y decía:
    «Sube acá, y te mostraré lo que ha de suceder después de esto.»
    Al punto fui arrebatado en espíritu, y vi un trono levantado en el cielo y Alguien estaba sentado en el trono. El que estaba en el trono tenía el aspecto semejante al de una piedra de jaspe y cornalina; y un arco iris, como de esmeralda, formaba un nimbo sobre el trono. Alrededor de este trono vi otros veinticuatro tronos; y sobre los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos .con túnicas blancas y con coronas de oro. sobre. sus cabezas. Del trono salían relámpagos, y voces y truenos. Y siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios, ardían delante del trono. Delante del trono había como un mar transparente, semejante al cristal. En medio, en torno al trono, había cuatro seres, llenos de ojos por todas partes. El primer ser era como un león, el segundo ser como .un toro, el tercer ser tenía semblante como de hombre, y el cuarto ser era como un águila en vuelo.
y los cuatro seres tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos. Y no se daban reposo día y noche, diciendo:
    «Santo, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a venir.»
    Y, cada vez que los seres dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, otras tantas veces se postran los veinticuatro ancianos delante del que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono, diciendo:
    «Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.»

Responsorio     Ap 4, 8; Is 6, 3

R.
Santo, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a venir. * llena está la tierra de su gloria. Aleluya.
V. y los serafines gritaban el uno hacia el otro: «Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos.»
R. Llena está la tierra de su gloria. Aleluya.


Año II:

De los Hechos de los apóstoles 7, 17-43

LA HISTORIA DE MOISÉS EN EL DISCURSO DE ESTEBAN


    En aquellos días, Esteban prosiguió su discurso, diciendo:
    «Según se acercaba el tiempo de la promesa hecha por Dios a Abraham, el pueblo iba creciendo y multiplicándose en Egipto; hasta que sobrevino allí un rey que no había conocido a José. Este rey, usando de malas artes contra nuestro pueblo, tiranizó a nuestros padres, hasta el punto de obligarles a exponer sus hijos para que no sobreviviese ninguno. En estas circunstancias, nació Moisés. Era un hermosísimo niño, que fue criado durante tres meses en la casa paterna. Habiendo sido también expuesto, fue recogido por la hija del Faraón, la cual lo hizo criar como si fuese hijo suyo. Así Moisés fue instruido en todas las ciencias de los egipcios, y adquirió mucha influencia por sus palabras y por su actuación.
    Cuando hubo cumplido los cuarenta años, sintió deseos de visitar a sus hermanos, los israelitas. Y, viendo a uno maltratado, acudió en su defensa; y lo vengó, matando al egipcio. Creía él que sus hermanos caerían en la cuenta de que, por su mano, Dios les brindaba la salvación; pero ellos no lo entendieron. Al día siguiente, sorprendió a dos riñendo, y quiso ponerlos en paz, diciéndoles: "Amigos míos, sois hermanos. ¿Por qué os hacéis daño el uno al otro?" Pero el que maltrataba a su prójimo apartó de sí con violencia a Moisés, diciéndole:
    "¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? ¿Quieres acaso matarme como mataste ayer al egipcio?"
    Ante estas palabras Moisés huyó, y vivió como extranjero en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
    Transcurridos cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, en medio de una zarza que estaba ardiendo. Moisés se maravilló al ver la visión y como se acercase para verla mejor, oyó la voz del Señor:
    "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham de Isaac y de Jacob." Sobrecogido de espanto, Moisés no se atrevía a mirar. Y el Señor le dijo: "Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.
    He visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto; he oído sus lamentos y he bajado a librarlos. Ven, pues, que voy a enviar te a Egipto."
    Este mismo Moisés, que había sido rechazado con estas palabras: "¿Quién te ha nombrado jefe y juez?", éste mismo fue enviado por Dios como jefe y libertador, ayudado por el ángel que se le apareció en la zarza. Él los sacó de la esclavitud, obrando señales y prodigios en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por espacio de cuarenta años. Éste es Moisés, el mismo que dijo a los israelitas: "Dios suscitará para vuestra salud de entre vuestros hermanos a un profeta, como me ha suscitado a mí." Éste es Moisés, el que en la asamblea, reunida en el desierto, estuvo con el ángel, que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas.
    Pero nuestros padres no sólo se negaron a obedecerlo sino que lo rechazaron, volviendo sus pensamientos a Egipto y diciendo a Aarón: "Haznos dioses que guíen nuestra marcha, porque no sabemos qué se ha hecho de ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto." Fabricaron luego un becerro, y ofrecieron sacrificios al ídolo, festejando la obra de sus manos. Entonces Dios se apartó de ellos y los abandonó al culto de los astros. Así está escrito en el libro de los profetas: "¿Acaso me ofrecisteis en el desierto sacrificios y ofrendas durante cuarenta años, casa de Israel? No. Sino que os llevasteis con vosotros el tabernáculo de Moloc y la estrella del dios Refán, ídolos fabricados por vosotros mismos para darles culto. Por eso, yo os voy a llevar más allá de Babilonia."

Responsorio     Ap 4, 8; Is 6, 3

R.
Santo, santo, santo, es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a venir. * Llena está la tierra de su gloria. Aleluya.
V. Y los serafines gritaban el uno hacia el otro: «Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos.
R. Llena está la tierra de su gloria. Aleluya.


SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Teodoro Estudita

(Disertación sobre la adoración de la cruz: PG 99, 691-694. 695. 698-699)

LA PRECIOSA Y VIVIFICANTE CRUZ DE CRISTO


    ¡Oh don valiosísimo de la cruz! ¡Cuán grande es su magnificencia! la cruz no encierra en sí mezcla de bien y de mal, como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista como para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él. la cruz es el madero al cual subió Cristo, como un rey a su carro de combate, para, desde él, vencer al demonio, que detentaba el poder de la muerte, y liberar al género humano de la esclavitud del tirano.
    Es el madero en el cual el Señor, como esforzado guerrero, heridos en la batalla sus pies, sus manos y su divino costado, curó las llagas de nuestras malas acciones, es decir, nuestra naturaleza herida de muerte por el dragón infernal.
    Primero hallamos la muerte en un árbol, ahora en otro árbol hemos recuperado la vida; los que habíamos sido antes engañados en un árbol hemos rechazado a la astuta serpiente en otro árbol. Nueva y extraña mudanza, ciertamente. A cambio de la muerte se nos da la vida, a cambio de la corrupción se nos da la incorrupción, a cambio del deshonor se nos da la gloria.
    No sin motivo exclamaba el santo Apóstol: En cuanto a mí, líbreme Días de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por él el mundo está crucificado para mi y yo para el mundo. Pues aquella suprema sabiduría que nace de la cruz ha desmentido la jactancia de la sabiduría del mundo y la arrogancia de lo que no es más que necedad. los bienes de toda clase que dimanan de la cruz han destruido todo germen de malicia.
    Ya desde el principio del mundo, todas aquellas cosas que no eran sino figuras y anuncios anticipados de este leño fueron signo e indicio. de algo mucho más admirable que ellas mismas. Mira, si no, tú que deseas saberlo. ¿Por ventura no escapó Noé del desastre del diluvio, por decisión 'divina, él, su esposa, sus hijos y las esposas de éstos, y los animales de cada especie, en un frágil madero?
    ¿Qué significaba también la vara de Moisés? ¿No era acaso una figura de la cruz? Cuando convirtió el agua en sangre, cuando devoró a las falsas serpientes de los magos, cuando con su golpe y virtud dividió las aguas del mar, cuando de nuevo las volvió a su curso, sumergiendo en ellas al enemigo. y preservando al pueblo elegido.
    Semejante poder tuvo la vara de Aarón, figura también de la cruz, que floreció en un solo día, demostrando así quién era el legítimo sacerdote.
    También Abraham anunció la cruz de antemano cuando puso a su hijo atado sobre el montón de maderos.
    Por la cruz fue destruida la muerte, y Adán fue restituido a la vida. En la cruz se gloriaron todos los apóstoles, por ella fueron coronados todos los mártires, santificados todos los santos. Por la cruz nos revestimos de Cristo y nos despojamos del hombre viejo. Por la cruz nosotros, ovejas de Cristo, hemos sido reunidos en un solo redil y destinados al aprisco celestial.

Responsorio

R.
Este es el árbol nobilísimo, plantado en medio del paraíso, * en ti, el Autor de nuestra salvación venció con su propia muerte a la muerte de todos los mortales. Aleluya.
V. Tú sobresales por encima de los cedros más elevados.
R. En ti, el Autor de nuestra salvación venció con su propia muerte a la muerte de todos los mortales. Aleluya.


La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Laudes


HIMNO

Tu cuerpo es lazo de amores,
de Dios y el hombre atadura;
amor que a tu cuerpo acude
como tu cuerpo perdura.

Tu cuerpo, surco de penas,
hoy es de luz y rocío;
que lo vean los que lloran
con ojos enrojecidos.

Tu cuerpo espiritual
es la Iglesia congregada;
tan fuerte como tu cruz,
tan bella como tu Pascua.

Tu cuerpo sacramental
es de tu carne y tu sangre,
y la Iglesia que es tu Esposa,
se acerca para abrazarte. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Confía, hijo, tus pecados son perdonados. Aleluya.

Salmo 50
CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO

Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos
de la nueva condición humana. (Cf. Ef 4, 23-24)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón  quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Ant. 1: Confía, hijo, tus pecados son perdonados. Aleluya.


Ant. 2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.

Cántico     Ha 3, 2-4. 13a.15-19
JUICIO DE DIOS

Levantaos, alzad la cabeza, se acer-
ca vuestra liberación. (Lc 21, 28)

¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me glorificaré en Dios mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.

Ant. 2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.


Ant. 3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.

Salmo 147
RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

Ven y te mostraré la desposada,
la esposa del Cordero. (Ap 21,9)

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Ant. 3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.


LECTURA BREVE     Hch 5, 30-32

El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.


RESPONSORIO BREVE

V.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Tomó Jesús los panes, y, después de haber dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados en el suelo. Aleluya.

Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant.: Tomó Jesús los panes, y, después de haber dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados en el suelo. Aleluya.


PRECES

Dirijamos nuestra oración a Dios Padre, que por el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales; digámosle:

      Vivifícanos, Señor, con tu Espíritu Santo.

Padre santo, tú que al resucitar a tu Hijo de entre los muertos manifestaste que habías aceptado su sacrificio,
      acepta también la ofrenda de nuestro día y condúcenos a la plenitud de la vida.

Bendice, Señor, las acciones de nuestro día
      y ayúdanos a buscar en ellas tu gloria y el bien de nuestros hermanos.

Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo
      y nos conduzca también a tu reino eterno.

Te pedimos, Señor, que nos hagas ser siempre solícitos del bien de los hombres
      y que nos ayudes a amarnos mutuamente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Dirijamos ahora al Padre nuestra oración con las mismas palabras que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.


Oración

Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en el patíbulo de la cruz para librarnos del poder del enemigo, te pedimos nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



hora intermedia


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Tercia


Al Señor confesamos, ¡aleluya!
en la hora de tercia a la mañana
se llenaron los suyos de esperanza,
y lejos de la noche y de la duda
salieron con la llama y la palabra.

Al Señor adoramos, ¡aleluya!
Han marcado sus pies nuestros caminos,
marcó su nombre el nombre de los siglos,
y en la tierra su voz cual voz ninguna
convoca seguidores y testigos.

Al Señor esperamos, ¡aleluya!
y ahora celebramos al Viviente,
a Jesús victorioso de la muerte;
acéptanos, oh Cristo, cual liturgia
de gloria que ganaste ya ti vuelve. Amén.

O bien:

Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.

Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.

Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

Sexta

Verbo de Dios, el sol de mediodía,
amable mensajero de tu rostro,
fecunda nuestra tierra y la hermosea
como fuente de luz, de vida y gozo.

Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma
del infinito amor jamás gastado;
y de ese mar sin fondo ni ribera
la Iglesia es tu pleroma continuado.

Verbo de Dios, que reinas sin fatiga,
que emerges victorioso del trabajo,
reina dichoso tú que nos esperas
mientras nosotros vamos caminando. Amén.

O bien:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador. nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

Nona

Reina el Señor allí donde ninguno
ciñe corona que haya alado el mundo;
reina el Señor allí donde la vida
sin lágrimas es río de delicias.

Reina el Señor, el compasivo siervo,
que en sus hombros cargó nuestro madero;
vive el muerto en la cruz, sepultado
y con hierro sellado y custodiado.

Cruzó el oscuro valle de la muerte
hasta bajar a tumba de rebeldes;
fingía que era suya nuestra pena,
y en silencio escuchó nuestra sentencia.

Pero reina el Señor, la tierra goza,
y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado,
nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.

O bien:

Salvador del mundo,
Señor de los ángeles:
por tu cruz gloriosa
la muerte venciste.

Oh Señor, consérvanos
los dones amables
que, con sufrimientos,
tú nos mereciste.

Y a quienes a precio
de dolor salvaste,
llévalos al cielo
para que te alaben.

Llévalos a todos,
Señor, suplicámoste,
pues que nos hiciste
reino de tu Padre. Amén.


SALMODIA

Ant.:
Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 118, 73-80

Tus manos me hicieron y me formaron:
instrúyeme para que aprenda tus mandatos;
tus fieles verán con alegría
que he esperado en tu palabra;
reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad;
que se avergüencen los insolentes del daño que me hacen;
yo meditaré tus decretos.

Vuelvan a mí tus fieles
que hacen caso de tus preceptos;
sea mi corazón perfecto en tus leyes,
así no quedaré avergonzado.


Salmo 58, 2-6a. 10-11. 17-18
ORACIÓN PIDIENDO LA PROTECCIÓN DE DIOS ANTE LOS ENEMIGOS

Estas súplicas expresan la confianza del Sal-
vador ante su Padre. (Eusebio de Cesarea)

Líbrame de mi enemigo, Dios mío;
protégeme de mis agresores,
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios.

Mira que me están acechando,
y me acosan los poderosos:
sin que yo haya pecado mi faltado,
Señor, sin culpa mía, avanzan para acometerme.

Despierta, ven a mi encuentro, mira:
tú, el Señor de los ejércitos,
el Dios de Israel.

Estoy velando contigo, fuerza mía,
porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.

Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!,
y me haga ver la derrota del enemigo.

Pero yo cantaré tu fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia;
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.

Y tocaré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.


Salmo 59
ORACIÓN DESPUÉS DE UNA CALAMIDAD

En el mundo tendréis luchas, pero tened
valor: Yo he vencido al mundo. (Jn 16,33)

¡Oh Dios!, nos rechazaste y rompiste muestras filas;
estabas airado, pero restáuranos.
Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.

Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo;
diste a tus fieles la señal de desbandada,
haciéndolos huir de los arcos.

Para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.

Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquém,
parcelaré el valle de Sucot;

mío es Galaad, mío Manasés,
Efraím es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;

Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»

Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, ¡oh,; Dios!, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?

Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.

Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.


LECTURA BREVE

Tercia     Hch 2, 32.36


Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros. Así, pues, que todo el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado.

V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Sexta     Ga 3, 27-28


Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois uno en Cristo Jesús.

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
R. Al ver al Señor. Aleluya.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Nona     1Co 5, 7-8


Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos nuestra fiesta no con la vieja levadura ni con levadura de malicia y perversidad, sino con los panes ázimos de pureza y verdad.

V. Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.
R. Porque ya es tarde. Aleluya.


La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Vísperas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Tu cuerpo es preciosa lámpara,
llagado y resucitado,
tu rostro es la luz del mundo,
nuestra casa, tu costado.

Tu cuerpo es ramo de abril
y blanca flor del espino,
y el fruto que nadie sabe
tras la flor eres tú mismo.

Tu cuerpo es salud sin fin,
joven, sin daño de días;
para el que busca vivir
es la raíz de la vida. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.

Salmo 114
ACCIÓN DE GRACIAS

Hay que pasar mucho para entrar
en el reino de Dios. (Hch 14, 21)

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
“Señor salva mi vida.”

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
de mis ojos las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Ant. 1: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.


Ant. 2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.

Salmo 120
EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

No tendrán hambre ni sed; no les mo-
lestará el sol ni calor alguno (Ap 7,16)

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Ant. 2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.


Ant. 3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

Cántico     Ap 15, 3-4
CANTO DE LOS VENCEDORES


Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Ant. 3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.


LECTURA BREVE     Hb 5, 8-10

Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote «según el rito de Melquisedec».


RESPONSORIO BREVE

V.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Subió al árbol santo de la cruz, destruyó el poderío de la muerte, se revistió de poder, resucitó al tercer día. Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Ant.: Subió al árbol santo de la cruz, destruyó el poderío de la muerte, se revistió de poder, resucitó al tercer día. Aleluya.


PRECES

Oremos a Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle confiadamente:

      Instaura, Señor, tu reino en el mundo.

Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el Espíritu,
      haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu Espíritu.

Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran tu Evangelio a todos los pueblos,
      haz que cuantos anuncian el Evangelio a los hombres vivan de tu Espíritu.

Tú que recibiste todo poder en el cielo y en la tierra para dar testimonio de la verdad,
      guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.

Tú que todo lo renuevas y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
      haz que, cuanto más esperemos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos prometes,
      con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo presente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que descendiste a la mansión de la muerte para anunciar el gozo del Evangelio a los difuntos,
      sé tú mismo la eterna alegría de todos los que mueren.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.


Oración

Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en el patíbulo de la cruz para librarnos del poder del enemigo, te pedimos nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



Completas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.


HIMNO


El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.

Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.

Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.

O bien:

En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.

En apartadas y lejanas tierras
el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.

Vencedor de la muerte y de las sombras,
Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.


SALMODIA

Ant.:
Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 87
ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO

Ésta es vuestra hora, la del poder de las tinieblas. (Lc 22, 53)

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.

Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.

Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.

Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tú cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.

Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y los ojos se me nublan de pesar.

Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla
o tu justicia en el país del olvido?

Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?

Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:

me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.

Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.


LECTURA BREVE     Jr 14, 9

Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.


RESPONSORIO BREVE

V.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya. aleluya.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya. aleluya.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R.  Aleluya. aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya. aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.


ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.