Pascua - Miércoles V
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS
oficio de lectura
HIMNO
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. Aleluya.
Salmo 17, 2-30
ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
En aquella hora ocurrió un violento
terremoto. (Ap 11, 13)
I
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.
Ant. 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. Aleluya.
Ant. 2: El Señor me libró porque me amaba. Aleluya.
II
Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su rostro se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad:
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz,
al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
Ant. 2: El Señor me libró porque me amaba. Aleluya.
Ant. 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas. Aleluya.
III
El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Ant. 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas. Aleluya.
V. Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 21, 1-8
LA NUEVA JERUSALÉN
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva. El primer
cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existía ya. Y vi la
ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios,
arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente
que decía desde el trono:
«Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre
ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. Les enjugará Dios toda
lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte ni desdichas, ni lamentos ni
aflicciones, pues el primer mundo habrá desaparecido.»
Y dijo el que estaba sentado en el trono:
«Mirad que voy a renovar todas las cosas.»
Y añadió:
«Escribe, porque éstas son palabras fidedignas y verdaderas.»
Y dijo:
«Ya está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin.
Al que tenga sed le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El
que venza poseerá en herencia estos bienes. Yo seré su Dios y él será mi hijo.
Los cobardes, los incrédulos, los manchados con abominaciones, los asesinos, los
impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte
en el lago que arde en fuego y azufre, que es la muerte segunda.»
Responsorio Ap 21, 3. 4
R. Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos.
* Y les enjugará Dios toda lágrima de sus ojos. Aleluya.
V. No habrá ya muerte ni desdichas, ni lamentos ni aflicciones, pues el primer mundo habrá desaparecido.
R. Y les enjugará Dios toda lágrima de sus ojos. Aleluya.
Año II:
De los Hechos de los apóstoles 18, 1-28
FUNDACIÓN DE LA IGLESIA DE CORINTO
En aquellos días, salió Pablo de Atenas y vino a Corinto.
Allí se encontró con un judío del Ponto, llamado Aquila, y con su mujer
Priscila, recientemente venidos de Italia, por haber mandado Claudio que
saliesen de Roma todos los judíos. Pablo trabó amistad con ellos y, como tenía
el mismo oficio, se quedó a vivir en casa de ellos, trabajando en su compañía.
Eran fabricantes de lona. Cada sábado discutía en la sinagoga, tratando de
convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia,
Pablo se entregó por entero a la predicación del Evangelio, afirmando claramente
ante los judíos que Jesús era el Mesías. Pero, ante su oposición y sus palabras
injuriosas, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:
"Caiga vuestra sangre sobre vuestra cabeza; yo no tengo la
culpa. De aquí en adelante, me dirigiré a los gentiles.»
Con esto, salió de allí y se fue a casa de un prosélito,
llamado Ticio Justo, que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la
sinagoga, creyó en el Señor, con toda su familia; y muchos corintios, después de
escuchar la predicación de Pablo, abrazaban la fe y se hacían bautizar. Una
noche, en una visión, el Señor dijo a Pablo:
"No temas. Habla y no calles; que yo estoy contigo y nadie
osará hacerte daño. Sabe que tengo en esta ciudad muchísima gente que me pertenece.»
Se detuvo allí un año y seis meses, enseñando la palabra de Dios. Siendo Galión
procónsul de Acaya, se levantaron a una los judíos contra Pablo y lo llevaron
ante el tribunal, diciendo:
«Este hombre incita a la gente a dar a Dios un culto
contrario a la ley.»
Ya estaba Pablo para hablar, cuando Galión, dirigiéndose a
los judíos, les habló así:
«Si se tratase de una injusticia o de un grave delito, os
escucharía, como es lógico. Pero tratándose, como se trata, de discusiones sobre
palabras, sobre nombres y sobre vuestra ley, allá vosotros. Yo no quiero ser
juez en tales asuntos.»
Y los despachó del tribunal. Por lo que todos se arrojaron
sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y comenzaron a golpearlo delante del
tribunal, sin que Galión se preocupase lo más mínimo. Pablo, después de haber
permanecido todavía muchos días, se despidió de los hermanos y, junto con
Priscila y Aquila, se embarcó para Siria; antes, se había hecho rapar la cabeza
en Cencreas, pues tenía hecho voto de nazareato. Desembarcaron en Éfeso, y
Pablo, dejando allí a sus compañeros, entró en la sinagoga para hablar con los
judíos. Le rogaron que se quedase por más tiempo, pero él no accedió, sino que
se despidió con estas palabras:
«Si Dios quiere; volveré otra vez a veros.»
Y partió de Éfeso. Desembarcó en Cesarea, subió a saludar a
la Iglesia de Jerusalén y bajó luego a Antioquía. Después de haberse detenido
allí algún tiempo, salió a recorrer sucesivamente las regiones de Galacia y
Frigia, fortaleciendo en la fe a todos los discípulos.
Entretanto, un judío, llamado Apolo, natural de Aleejandría,
hombre elocuente y muy versado en las Escrituras, llegó a Éfeso. Había sido
instruido en la doctrina del Señor y, con fervor de espíritu, hablaba y enseñaba
rectamente todo lo referente a Jesús; pero sólo conocía el bautismo de Juan.
Apolo, pues, comenzó a predicar resueltamente en la sinagoga. Priscila y Aquila,
que lo escucharon, lo tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud la
doctrina evangélica. Como quería él pasar a Acaya, lo animaron a ello los
hermanos, y escribieron a los discípulos para que le dispensasen buena acogida.
Su llegada fue muy provechosa para los fieles, por la gracia de Dios que poseía,
porque refutaba vigorosamente en público a los judíos y les demostraba, por las
Escrituras, que Jesús es el Mesías.
Responsorio Hch 18, 9-10a; Ex 4, 12
R. En una visión, el Señor dijo a Pablo: «No temas.
* Habla y no calles; que yo estoy contigo.» Aleluya.
V. Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.
R. Habla y no calles: que yo estoy contigo. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De la Carta a Diogneto
(Cap. 5-6: Funk 1, 397-401)
LOS CRISTIANOS EN EL MUNDO
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por
el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en
efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un
género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al
talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una
enseñanza basada en autoridad de hombres.
Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en
suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir
como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida
admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero
como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como
extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria
como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se
deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.
Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la
tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y
con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen.
Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son
pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la
deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello
atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y
ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como
malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la
vida.
Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen,
y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su
enemistad.
Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el
mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto,' se halla esparcida
por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran
dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no
procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El
alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos
viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece
y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le
impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos,
sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.
El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste
la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está
encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también
los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos
son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una
tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas
corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona
con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente
mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les
ha asignado, del que no les es lícito desertar.
Responsorio Jn 8, 12; Sir 24, 25
R. Yo soy la luz del mundo;
* el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.
V. En .mí está toda gracia de camino y de verdad, en mí. toda esperanza de vida y de fuerza.
R. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
CONCLUSIÓN
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Laudes
HIMNO
Gloriosa aurora de este nuevo día,
despierta en nuestras almas la alegría
de ver nuestro Señor glorificado,
vencidos ya la muerte y el pecado.
Jesús llena de luz el mundo entero;
de cuantos vivirán, él el primero
entró en la luz de eternas claridades,
glorioso ya sin fin de eternidades.
Torrente de alegría, salte y fluya
el grito jubiloso de aleluya,
los hombres y los pueblos lo repitan,
sus vidas en el Cristo resucitan.
Jesús, presente y vivo en tus hermanos,
acoge nuestras manos en tus manos,
conduce el caminar de nuestras vidas
por sendas de vivir ya redimidas.
Recibe, Padre santo, la alabanza
del pueblo que te aclama en la esperanza
de ser junto a tu Hijo eternamente
reunido por tu Espíritu clemente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.
Salmo 35
DEPRAVACIÓN DEL MALVADO Y BONDAD DE DIOS
El que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida. (Jn 8,12)
El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Ant. 1: En ti, Señor, está la fuente viva. Aleluya.
Ant. 2: Envías tu Espíritu, Señor, y renuevas la faz de la tierra. Aleluya.
Cántico Jdt 16, 2-3. 15-19
HIMNO A DIOS, CREADOR DEL MUNDO
Y PROTECTOR DE SU PUEBLO
Cantaban un cántico nuevo. (Ap 5, 9)
¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste, y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Ant. 2: Envías tu Espíritu, Señor, y renuevas la faz de la tierra. Aleluya.
Ant. 3: Dios reina sobre las naciones, tocad con maestría. Aleluya.
Salmo 46
ENTRONIZACIÓN DEL DIOS DE ISRAEL
Está sentado a la derecha del
Padre y su reino no tendrá fin.
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones,
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo de Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Ant. 3: Dios reina sobre las naciones, tocad con maestría. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 6, 8-11
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también
viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre
los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte
fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para
Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos
al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Yo soy la vid verdadera, aleluya, y vosotros sois mis sarmientos. Aleluya.
Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Ant.: Yo soy la vid verdadera, aleluya, y vosotros sois mis sarmientos. Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, y aclamémoslo, diciendo:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has alegrado y con tu resurrección nos has exaltado y
nos has enriquecido,
ilumina hoy nuestras mentes y santifica nuestra jornada con la gracia de tu Espíritu Santo.
Tú que en el cielo eres glorificado por los ángeles y en la tierra eres adorado por los hombres,
recibe la adoración que en espíritu y verdad te tributamos en estas fiestas de tu resurrección.
Sálvanos, Señor Jesús, muestra tu amor y tu misericordia al pueblo que confía en tu resurrección
y, compadecido de nosotros, defiéndenos hoy de todo mal.
Rey de la gloria y vida nuestra, haz que, cuando te manifiestes al mundo,
podamos aparecer también nosotros juntamente contigo en la gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro: Padre nuestro.
Oración
Dios nuestro, que amas la inocencia y la restituyes a quien la ha perdido, dirige hacia ti los corazones de tus hijos,
para que vivan siempre a la luz de la verdad los que han sido librados por ti de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Tercia
Al Señor confesamos, ¡aleluya!
en la hora de tercia a la mañana
se llenaron los suyos de esperanza,
y lejos de la noche y de la duda
salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya!
Han marcado sus pies nuestros caminos,
marcó su nombre el nombre de los siglos,
y en la tierra su voz cual voz ninguna
convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya!
y ahora celebramos al Viviente,
a Jesús victorioso de la muerte;
acéptanos, oh Cristo, cual liturgia
de gloria que ganaste ya ti vuelve. Amén.
O bien:
Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
Sexta
Verbo de Dios, el sol de mediodía,
amable mensajero de tu rostro,
fecunda nuestra tierra y la hermosea
como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma
del infinito amor jamás gastado;
y de ese mar sin fondo ni ribera
la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga,
que emerges victorioso del trabajo,
reina dichoso tú que nos esperas
mientras nosotros vamos caminando. Amén.
O bien:
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida
Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador. nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
Nona
Reina el Señor allí donde ninguno
ciñe corona que haya alado el mundo;
reina el Señor allí donde la vida
sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo,
que en sus hombros cargó nuestro madero;
vive el muerto en la cruz, sepultado
y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte
hasta bajar a tumba de rebeldes;
fingía que era suya nuestra pena,
y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza,
y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado,
nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
O bien:
Salvador del mundo,
Señor de los ángeles:
por tu cruz gloriosa
la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos
los dones amables
que, con sufrimientos,
tú nos mereciste.
Y a quienes a precio
de dolor salvaste,
llévalos al cielo
para que te alaben.
Llévalos a todos,
Señor, suplicámoste,
pues que nos hiciste
reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
Salmo 118, 9-16
¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras.
Te busco, de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca;
mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
Medito tus decretos,
y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia,
no olvidaré tus palabras.
Salmo 16
DIOS, ESPERANZA DEL INOCENTE PERSEGUIDO
En los días de su vida mortal presentó ora-
ciones y súplicas y fue escuchado. (Hb 5,7)
Señor, escucha mí apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño:
emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no ha faltado
como suelen los hombres;
según tus mandatos yo me he mantenido
en la senda establecida.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme
de los malvados que me asaltan,
del enemigo mortal que me cerca.
II
Han cerrado sus entrañas
y hablan con boca arrogante;
ya me rodean sus pasos,
se hacen guiños para derribarme,
como un león ávido de presa,
como un cachorro agazapado en su escondrijo.
Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo,
que tu espada me libre del malvado,
y tu mano, Señor, de los mortales;
mortales de este mundo: sea su lote esta vida;
de tu despensa les llenarás el vientre,
se saciarán sus hijos
y dejarán a sus pequeños lo que sobra.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE
Tercia Cf. Rm 4, 24-25
Creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, que
fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.
V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
Sexta 1 Jn 5, 5-6a
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Él, Jesucristo, vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente, sino
con el agua y con la sangre.
V. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
R. Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
Nona Cfr. Ef 4, 23-24
Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana,
creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
V. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
R. Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
La oración conclusiva como en las Laudes.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Vísperas
V. Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: La diestra del Señor lo exaltó haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.
Salmo 26
CONFIANZA ANTE EL PELIGRO
Si Dios está con nosotros, ¿quién
estará contra nosotros?, ¿quién
podrá apartarnos del amor de
Cristo? (Rm 8, 31. 35)
I
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.
El me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Ant. 1: La diestra del Señor lo exaltó haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.
Ant. 2: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.
Algunos, poniéndose de pie, daban
testimonio contra Jesús. (Mc 14,57)
II
Escúchame, Señor, que te llamo,
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Ant. 2: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.
Ant. 3: De él todo procede, por él existe todo, en él todo subsiste: a él la gloria por los siglos. Aleluya.
Cántico Cf. Col 1, 12-20
HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y
PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo,
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Ant. 3: De él todo procede, por él existe todo,
en él todo subsiste: a él la gloria por los siglos. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 7, 24-27
Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno.
De aquí que tiene poder para llevar a la salvación definitiva a
cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive para siempre
para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote
que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número
de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad,
como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus
propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas,
ofreciéndose a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Si permanecéis en mí y si mis palabras permanecen en vosotros,
pedid todo lo que queráis, y se os dará. Aleluya.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Ant.: Si permanecéis en mí y si mis palabras permanecen en vosotros,
pedid todo lo que queráis, y se os dará. Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y digámosle:
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado a tu servicio,
que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.
Concede, Señor, el espíritu de justicia a los que gobiernan las naciones
y haz que trabajen en bien de la paz, para que todos podamos vivir según tu ley.
Concede la paz a nuestros días
y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las riquezas de tu bondad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Cristo salvador, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y con tu resurrección has dado a los hombres una prenda de su inmortalidad,
concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Oración
Dios nuestro, que amas la inocencia y la restituyes a quien la ha perdido,
dirige hacia ti los corazones de tus hijos, para que vivan siempre a la luz
de la verdad los que han sido librados por ti de las tinieblas del error.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Completas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen
de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con
alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.
HIMNO
El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.
Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.
Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.
O bien:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras
el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras,
Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
Salmo 30, 2-6
SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS
Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. (Lc 23, 46)
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Salmo 129
DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR
Él salvará a su pueblo de los pecados.
(Mt 1, 21)
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE Ef 4, 26-27
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no es sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R.Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Oración
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los
que vienen a ti en yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar
los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar
durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
perseveremos constantes en tu servicio, Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
CONCLUSIÓN
Bendición
V. El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.