Pascua - Miércoles VI

INVITATORIO

Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
    Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
         Gloria. Aleluya.

 

LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS

 

oficio de lectura


HIMNO

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.


SALMODIA

Ant.1:
También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38
SÚPLICA DE UN ENFERMO

La creación  fue sometida a la frus-
tración..., pero con la esperanza de
verse liberada. (Rm 8, 20)

I

Yo me dije: vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Ant.1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.


Ant. 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;

porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Ant. 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.


Ant. 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. Aleluya.

Salmo 51
CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES

El que se gloría, que se glo-
ríe  en  el  Señor. (1Co 1,31)

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias
 tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;

prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.

Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en su misericordia
por siempre jamás.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.»

Ant. 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. Aleluya.

V. Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.


PRIMERA LECTURA

Año I:


De la primera carta del apóstol san Juan     2, 18-29

EL ANTICRISTO

    Os escribo, no porque no conozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque sabéis que ninguna mentira tiene su origen en la verdad. ¿Quién es el que miente sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Quien niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien reconoce al Hijo posee también al Padre.
Vosotros, en cambio, procurad manteneros en la doctrina que desde un principio escuchasteis. Si en vosotros permanece la doctrina que oísteis desde el principio, permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y ésta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna.
    Os escribo la presente a propósito de los que intentan induciros al error. La unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe. Como su unción os instruye en todas las cosas (y es verídica y no mentirosa), ,permaneced en él.
tal como él os lo enseñó. Y ahora, hijos míos, permaneced en él. para que, cuando se manifieste, cobremos plena confianza y no nos apartemos de él, confundidos, en su advenimiento.
    Si sabéis que él es justo, sabéis también que todo el que practica la justicia ha nacido de él.

Responsorio     1Jn 2, 27; JI 2, 23

R.
La unción que de Dios habéis recibido permanece en vosotros, * y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, sino que su unción os instruye en todas las cosas. Aleluya.
V. Alegraos, gozaos en el Señor vuestro Dios, que os dará el maestro de la santidad.
R. y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, sino que su unción os instruye en todas las cosas. Aleluya.

Año II:

De los Hechos de los Apóstoles     21, 40 -- 22, 21

DISCURSO DE PABLO A LOS JUDÍOS DE JERUSALÉN


    En aquellos días, el tribuno concedió a Pablo la Palabra, y Pablo, de pie en lo alto de la escalinata hizo señal con la mano en dirección al pueblo. Y, en medio de un gran silencio, les dirigió en arameo este discurso:
    «Hermanos y padres, escuchad esta mi defensa, que os dirijo ahora.»
    Cuando oyeron que les hablaba en arameo, guardaron mayor silencio todavía. Y él prosiguió:
    «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero crecido en esta ciudad y formado con toda escrupulosidad en la ley de nuestros padres, en la escuela de Gamaliel. Yo estaba lleno de celo por la gloria de Dios, como todos vosotros lo estáis ahora; y perseguí de muerte a los seguidores de esta doctrina, encadenando y encarcelando a hombres y a mujeres. Esto lo pueden testificar el mismo sumo sacerdote y el Consejo en pleno de los ancianos. De éstos recibí cartas de recomendación para nuestros hermanos de Damasco, y allá me dirigí con la intención de traer encadenados a Jerusalén a cuantos allí hubiera, para que recibiesen su castigo.
    Pero cuando ya en mi viaje me acercaba a Damasco, hacia eso del mediodía, de repente me envolvió una luz vivísima del cielo. Yo caí al suelo; y oí una voz, que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y me dijo: "Yo soy Jesús, el Nazareno, a quien tú persigues." Los que me acompañaban vieron efectivamente la luz, pero no entendieron la voz del que me hablaba. Y repuse: "¿Qué tengo que hacer, Señor?" Y el Señor me dijo: " Levántate y vete a Damasco. Allí te dirá Dios todo cuanto ha determinado que hagas."
    Como yo no podía ver por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me tomaron de la mano, y así entré en Damasco. Un tal Ananías, hombre observante de la ley, y estimado por todos los judíos que vivían allí, vino a verme y, puesto en mi presencia, me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Y en aquel mismo instante la recobré." Y continuó: "El Dios de nuestros padres te ha escogido para darte a conocer su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras una palabra de su boca; porque asegurarás ante todos los hombres la verdad de todo cuanto has visto y oído. Y ahora, ¿a qué aguardas? Recibe en seguida el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su nombre."
Después, cuando ya volví a Jerusalén, estando en oración en el templo, tuve un éxtasis; y vi a Jesús que me decía: "Date prisa y sal de Jerusalén cuanto antes, porque no van a aceptar el testimonio que les vas a dar de mi persona." Yo contesté: "Señor, ellos saben que yo hacía encarcelar y azotar en las sinagogas a los que creían en ti; y que, cuando derramaron la sangre de tu testigo Esteban, yo en persona estaba allí presente, dando mi aprobación y guardando los vestidos de quienes le daban muerte." Y él me dijo: "Vete; que yo te voy a mandar lejos, a los gentiles."»

Responsorio Cf. Hch 22, 14; cf. Ga 1, 15.16

R.
El Dios de nuestros padres me escogió para darme a conocer su voluntad. * Yo aseguro ante todos los hombres la verdad de cuanto he visto y oído. Aleluya.
V. Aquel que me eligió por su gracia quiso que yo anunciara a su Hijo a los gentiles.
R. Yo aseguro ante todos los hombres la verdad de cuanto he visto y oído. Aleluya.


SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa

(Sermón 1 Sobre la Ascensión. 2-4: PL 54. 395-396)

LOS DÍAS ENTRE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


    Aquellos días, amadísimos hermanos, que transcurrieron entre la resurrección del Señor y su ascensión no fueron infructuosos, sino que en ellos fueron reafirmados grandes misterios y reveladas importantes verdades.
    En el transcurso de estos días fue abolido el temor de la muerte funesta y proclamada la inmortalidad, no sólo del alma, sino también del cuerpo. En estos días, mediante el soplo del Señor, todos los apóstoles recibieran el Espíritu Santo; en estos días, le fue confiado al bienaventurado apóstol Pedro, por encima de los demás, el cuidado del aprisco del Señor, después de que hubo recibido las llaves del reino.
    Durante estos días, el Señor se juntó, como uno más, a los dos discípulos que iban de camino y los reprendió por su resistencia en creer, a ellos, que estaban temerosos y turbados, para disipar en nosotros toda tiniebla de duda. Sus corazones, por él iluminados, recibieron la llama de la fe y se convirtieron de tibios en ardientes, al abrirles el Señor el sentido de las Escrituras. En la fracción del pan, cuando estaban sentados con él a la mesa, se abrieron también sus ojos, con lo cual tuvieron la dicha inmensa de poder contemplar su naturaleza glorificada.
    Por tanto, amadísimos hermanos, durante todo este tiempo que media entre la resurrección del Señor y su ascensión, la providencia de Dios se ocupó en demostrar, insinuándose en los ojos y en el corazón de los suyos, que la resurrección del Señor Jesucristo era tan real como su nacimiento, pasión y muerte.
    Por esto, los apóstoles y todos los discípulos, que estaban turbados por su muerte en la cruz y dudaban de su resurrección, fueron fortalecidos de tal modo por la evidencia de la verdad que, cuando el Señor subió al cielo, no sólo no experimentaron tristeza alguna, sino que se llenaron de gran gozo.
    Y es que en realidad fue motivo de una inmensa e inefable alegría el hecho de que la naturaleza humana, en presencia de una santa multitud, ascendiera por encima de la dignidad de todas las creaturas celestiales, para ser elevada más allá de todos los ángeles, por encima de los mismos arcángeles, sin que ningún grado de elevación pudiera dar la medida de su exaltación, hasta ser recibida junto al Padre, entronizada y asociada a la gloria de aquel con cuya naturaleza divina se había unido en la persona del Hijo.

Responsorio     Jn 14, 2. 3. 16. 18

R.
Voy a prepararas un lugar, pero volveré otra vez, * para tomaras y llevaras conmigo, para que donde yo esté estéis también vosotros. Aleluya.
V. Yo rogaré al Padre y él os dará otro Abogado que esté con vosotros para siempre; no os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.
R. Para tomaras y llevaras conmigo, para que donde yo esté estéis también vosotros. Aleluya.


La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Laudes


HIMNO

Gloriosa aurora de este nuevo día,
despierta en nuestras almas la alegría
de ver nuestro Señor glorificado,
vencidos ya la muerte y el pecado.

Jesús llena de luz el mundo entero;
de cuantos vivirán, él el primero
entró en la luz de eternas claridades,
glorioso ya sin fin de eternidades.

Torrente de alegría, salte y fluya
el grito jubiloso de aleluya,
los hombres y los pueblos lo repitan,
sus vidas en el Cristo resucitan.

Jesús, presente y vivo en tus hermanos,
acoge nuestras manos en tus manos,
conduce el caminar de nuestras vidas
por sendas de vivir ya redimidas.

Recibe, Padre santo, la alabanza
del pueblo que te aclama en la esperanza
de ser junto a tu Hijo eternamente
reunido por tu Espíritu clemente. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar mientras guiabas a tu pueblo por las aguas caudalosas. Aleluya.

Salmo 76
RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL

Nos  aprietan  por  todos lados,
pero no nos aplastan. (2Co 4,8)

Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?

Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
la mano de Moisés y de Aarón.

Ant. 1: Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar mientras guiabas a tu pueblo por las aguas caudalosas. Aleluya.


Ant. 2: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.

Cántico     1S 2, 1-10
ALEGRÍA DE LOS HUMILDES EN DIOS

Derriba  del trono a los poderosos
y enaltece a los  humildes;  a los
hambrientos los colma de bienes.
(Lc 1, 52-53)

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.

El Señor de la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Ant. 2: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.


Ant. 3: Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.

Salmo 96
EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES

Este  salmo  canta la salvación del
mundo y la conversión de todos los
pueblos. (S. Atanasio)

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Ant. 3: Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.


LECTURA BREVE     Rm 6, 8-11

Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.


RESPONSORIO BREVE

V.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas: cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa. Aleluya.

Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant.: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas: cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa. Aleluya.


PRECES

Dirijámonos a Dios, que quiso manifestar a Jesús resucitado a los apóstoles, y digámosle suplicantes:

      Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.

Señor, fuente de toda luz, te aclamamos con acción de gracias en esta mañana, porque nos has llamado a participar de tu luz admirable
      y nos has querido dar la salvación.

Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos purifique y nos fortalezca,
      para que con nuestro trabajo hagamos más humana la vida de los hombres.

Haz que nos entreguemos de tal modo al servicio de nuestros hermanos,
      que logremos hacer de la familia humana una ofrenda agradable a tus ojos.

Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de tu misericordia,
      para que en toda nuestra jornada nos gocemos en tu alabanza.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro: Padre nuestro.


Oración

Concédenos, Señor, que, así como ahora celebramos en la fe la gloriosa resurrección de tu Hijo Jesucristo, así también merezcamos regocijarnos con todos los santos, cuando vuelva él triunfalmente al fin de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



hora intermedia


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Tercia


Al Señor confesamos, ¡aleluya!
en la hora de tercia a la mañana
se llenaron los suyos de esperanza,
y lejos de la noche y de la duda
salieron con la llama y la palabra.

Al Señor adoramos, ¡aleluya!
Han marcado sus pies nuestros caminos,
marcó su nombre el nombre de los siglos,
y en la tierra su voz cual voz ninguna
convoca seguidores y testigos.

Al Señor esperamos, ¡aleluya!
y ahora celebramos al Viviente,
a Jesús victorioso de la muerte;
acéptanos, oh Cristo, cual liturgia
de gloria que ganaste ya ti vuelve. Amén.

O bien:

Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.

Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.

Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

Sexta

Verbo de Dios, el sol de mediodía,
amable mensajero de tu rostro,
fecunda nuestra tierra y la hermosea
como fuente de luz, de vida y gozo.

Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma
del infinito amor jamás gastado;
y de ese mar sin fondo ni ribera
la Iglesia es tu pleroma continuado.

Verbo de Dios, que reinas sin fatiga,
que emerges victorioso del trabajo,
reina dichoso tú que nos esperas
mientras nosotros vamos caminando. Amén.

O bien:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador. nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

Nona

Reina el Señor allí donde ninguno
ciñe corona que haya alado el mundo;
reina el Señor allí donde la vida
sin lágrimas es río de delicias.

Reina el Señor, el compasivo siervo,
que en sus hombros cargó nuestro madero;
vive el muerto en la cruz, sepultado
y con hierro sellado y custodiado.

Cruzó el oscuro valle de la muerte
hasta bajar a tumba de rebeldes;
fingía que era suya nuestra pena,
y en silencio escuchó nuestra sentencia.

Pero reina el Señor, la tierra goza,
y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado,
nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.

O bien:

Salvador del mundo,
Señor de los ángeles:
por tu cruz gloriosa
la muerte venciste.

Oh Señor, consérvanos
los dones amables
que, con sufrimientos,
tú nos mereciste.

Y a quienes a precio
de dolor salvaste,
llévalos al cielo
para que te alaben.

Llévalos a todos,
Señor, suplicámoste,
pues que nos hiciste
reino de tu Padre. Amén.


SALMODIA

Ant.:
Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 118, 57-64

El Señor es mi herencia;
he resuelto guardar tus palabras;
de todo corazón busco tu favor:
ten piedad de mí según tu promesa;
he examinado mi camino,
para enderezar mis pies a tus preceptos.

Con diligencia, sin tardanza,
observo tus mandatos;
los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad;
a media noche me levanto para darte gracias
por tus justos mandamientos.

Me junto con tus fieles,
que guardan tus decretos
Señor, de tu bondad este llena la tierra;
enséñame tus leyes.


Salmo 54, 2-15.17-24
ORACIÓN ANTE LA TRAICIÓN DE UN AMIGO

Jesús empezó a sentir terror y angustia. (Mc 14,33)

I

Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
hazme caso y respóndeme,
me agitan mis ansiedades.

Me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado:
descargan sobre mí calamidades
y me atacan con furia.

Se estremece mi corazón,
me sobrecoge mi pavor mortal,
me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto,

y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto,

me pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del huracán que devora, Señor;
del torrente de sus lenguas.»

Violencia y discordia veo en la ciudad:
día y noche hacen la ronda sobre las murallas;

en su recinto, crimen e injusticia;
dentro de ella, calamidades;
no se apartan de su plaza
la crueldad y el engaño.

II

Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;

pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
a quien me unía una dulce intimidad:
juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.

Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.

Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mí.

Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.

Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.

Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga.

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios.
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.

Ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.


LECTURA BREVE

Tercia     Cf. Rm 4, 24-25


Creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.

V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Sexta     1Jn 5, 5-6a


¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Él, Jesucristo, vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente, sino con el agua y con la sangre.

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
R. Al ver al Señor. Aleluya.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Nona     Cf. Ef 4, 23-24


Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.

V. Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.
R. Porque ya es tarde. Aleluya.

La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Vísperas


V. Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.

Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.

Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya.

Salmo 61
DIOS, ÚNICA ESPERANZA DEL JUSTO

Que el Dios de la esperanza os col-
me de todo gozo y paz. (Rm 15, 13)

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Ant. 1: No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya.


Ant. 2: ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

Salmo 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

Sabed  que  esta Salvación de Dios ha
sido enviada a los gentiles (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Ant. 2: ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.


Ant. 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Cántico     Cf. Col 1, 12-20
HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA
Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS


Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Ant. 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.


LECTURA BREVE     Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo.


RESPONSORIO BREVE

V.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.

Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Ant.: El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.


PRECES

Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna, y digámosle:

      Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.

Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús, resucitándolo de entre los muertos,
      convierte nuestros corazones, para que vivamos la nueva vida de tu Hijo resucitado.

Tú que nos has devuelto al Pastor y guardián de nuestras vidas, cuando éramos ovejas descarriadas,
      consérvanos en fidelidad a tu Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.

Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
      revela a los hijos de este pueblo el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.

Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
      y no permitas que vivan en la soledad los que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que llamaste a ti a Esteban, el cual confesó que Jesús estaba a tu derecha,
      recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Digamos ahora todos juntos la oración que nos enseñó el mismo Jesús: Padre nuestro.


Oración

Concédenos, Señor, que, así como ahora celebramos en la fe la gloriosa resurrección de tu Hijo Jesucristo, así también merezcamos regocijarnos con todos los santos, cuando vuelva él triunfalmente al fin de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



Completas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.


HIMNO


El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.

Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.

Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.

O bien:

En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.

En apartadas y lejanas tierras
el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.

Vencedor de la muerte y de las sombras,
Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.


SALMODIA

Ant.
Aleluya, aleluya, aleluya.


Salmo 30, 2-6
SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc 23, 46)

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.


Salmo 129
DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR

Él salvará a su pueblo de los pecados. (Mt 1, 21)

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.


LECTURA BREVE

No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no es sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.


RESPONSORIO BREVE

V.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti en yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio, Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.


CONCLUSIÓN

Bendición

V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.


ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.