La baja natalidad, en la base de la crisis económica
Por Ettore Gotti Tedeschi*
ROMA, martes 8 de mayo de 2010
En las decenas
de debates en
los que he
participado
sobre la actual
crisis económica
en los últimos
dos años,
raramente he
oído afrontar el
problema de sus
orígenes y de su
realidad
histórica. Por
ello intentaré
razonar sobre
estos temas de
una forma que no
es habitual.
El origen de
esta crisis
económica no
reside en el uso
equivocado de
instrumentos
financieros por
parte de
banqueros o
políticos o
financieros.
Esta crisis
tiene su origen
en el hecho de
que hemos negado
la vida, no
hemos tenido
hijos, o además
de no tenerlos,
incluso los
hemos matado, y
por tanto hemos
reducido el
crecimiento de
la población por
debajo de los
ritmos
naturales,
penalizando
gravemente el
crecimiento
económico, el
desarrollo, el
bienestar.
¿Por qué
razón estas
cosas no se
dicen? No de
dicen porque se
consideran de
carácter moral.
Y todo lo que es
de carácter
moral no se
considera porque
aparentemente no
es científico.
Como afirma
también el Papa
Benedicto XVI en
la
Caritas in
Veritate, el
origen de esta
crisis es de
carácter moral:
se ha negado la
vida.
En el primer
capítulo de la
encíclica, el
Papa recuerda
las dos
encíclicas de
Pablo VI,
Populorum
Progressio
(1967) y
Humanae Vitae
(1968). Pablo VI
sugería que una
lógica de
desarrollo
económico no
podía prescindir
del valor del
hombre y por
tanto del valor
de la vida, y
que el
desarrollo debía
ser integral
para el hombre y
no sólo
material.
De hecho, en
la
Caritas in
Veritate,
Benedicto XVI
expone con una
racionalidad
extrema el hecho
de que la
consecuencia del
no respeto a la
vida y a un
desarrollo
integral del
hombre ha
generado una
forma de
nihilismo y un
alejamiento de
la cultura
contemporánea de
toda forma de
verdad o de
principio de
referencia. Este
reduccionismo ha
influenciado a
la economía, las
finanzas, la
política, hasta
el punto de
conseguir una
forma de
autonomía moral
que se ha
convertido en
enemiga del
hombre.
Sobre las
razones del
derrumbe del
desarrollo
económico que ha
llevado a esta
crisis, ya en
1968, en la
Universidad de
Stanford, el
profesor Paul
Ralph Ehrlich
comenzó a
proponer una
teoría
neo-malthusiana
suya según la
cual si el
crecimiento de
la población
hubiese
continuado al
ritmo de los
últimos años,
habría provocado
un fenómeno que
fue considerado
aterrados en su
momento: es
decir,
centenares de
millones de
personas antes
del año 2000
habrían muerto
de hambre por la
falta de
recursos.
Algunos años
después, en un
libro titulado
“Los límites del
desarrollo”,
elaborado y
propuesto por el
Club de Roma y
por muchos otros
círculos
similares,
volvía a
proponer las
profecías
catastróficas de
Ehrlich,
sosteniendo que
la tasa de
crecimiento de
la población era
demasiado alta,
que había que
detenerla, de lo
contrario
decenas de
millones de
personas
morirían de
hambre antes del
año 2000 en
Asia, en China y
en India.
Imaginaos un
poco: no sólo no
han muerto de
hambre, sino que
han llegado a
ser más ricos
que nosotros,
hasta el punto
de sostener en
pie nuestra
economía.
¿Y quién ha
producido esta
riqueza? Ha sido
precisamente el
crecimiento de
sus poblaciones.
¿Qué provoca un
sistema
económico que no
tiene hijos? Me
limito solo a mi
conocimiento de
los hechos y
exclusivamente a
las “cunas
vacías”. Los “no
nacimientos”
provocan una
forma de
congelación del
número de la
población y en
consecuencia el
aumento de los
costes fijos de
una estructura
económica. En
los años 70 el
mundo estaba
dividido
convencionalmente
en cuatro
grandes áreas:
el mundo
desarrollado,
cerca de mil
millones de
personas, con
Estados Unidos,
Canadá, Japón y
Europa; después
estaba el
segundo mundo,
el del bloque
soviético;
después estaba
un mundo en vías
de desarrollo; y
finalmente, el
cuarto mundo, en
condiciones de
grave
subdesarrollo.
En aquellos
años, el llamado
mundo
desarrollado, a
causa de las
teorías neo-malthusianas,
bloqueó el
crecimiento de
la población de
un 4-4,5% a una
bajada
progresiva hasta
el 0% de los
años Ochenta,
sobre todo en
Europa, Estados
Unidos, Canadá y
Japón.
¿Sabéis que
significa
crecimiento
cero? Uno
piensa: ¡no se
tienen hijos!
No, crecimiento
cero quiere
decir que se
tienen dos hijos
por pareja, que
es la tasa de
sustitución. El
crecimiento cero
provoca la
congelación del
número de una
población y
cambia su
composición: hay
menos jóvenes
que acceden al
mundo del
trabajo y de la
productividad, y
más personas que
salen del mundo
del trabajo por
ancianidad. Esto
provoca por un
lado una menor
productividad,
un detenimiento
del ciclo del
desarrollo
social, por
tanto se casan
menos parejas,
menos parejas
tienen hijos, y
por otro
aumentan los
costes fijos.
Porque las
personas que
envejecen tienen
un coste mayor
como pensiones y
como sanidad,
Este es un
fenómeno que fue
ignorado
completamente.
El crecimiento
cero provoca la
imposibilidad de
reducir los
impuestos porque
aumentan los
costes fijos: en
1975 el peso
fiscal en Italia
era del 25% del
producto interno
bruto, hoy es el
45%. El fenómeno
de las cunas
vacías no sólo
frena
completamente el
crecimiento,
sino que hace
caer la tasa de
acumulación del
ahorro, porque
una familia con
un solo hijo
tiende a no
ahorrar, pierde
motivaciones y
no ve grandes
perspectivas.
¿Qué hizo
nuestra
civilización
desarrollada
para compensar
la caída del
desarrollo
consiguiente a
la caída de los
nacimientos?
Llevó a cabo dos
intervenciones
concretas de
carácter
económico: el
aumento de la
productividad; y
la
deslocalización
productiva. El
aumento de la
productividad a
través de la
innovación
tecnológica,
intentando
producir más
para hacer
crecer más la
tasa de
desarrollo. La
segunda
estrategia fue
la
deslocalización
productiva, es
decir, la
transferencia a
Asia de una
serie de
producciones de
bajo coste con
el objetivo de
obtener bienes
que costaban
menos y que
hacían aumentar
el poder
adquisitivo.
Pero tampoco
esto bastó.
Entonces se
adoptó el
llamado sistema
de crecimiento a
débito, haciendo
endeudarse al
sistema
económico y
sobre todo a las
familias.
Os doy dos
números: desde
1998 hasta 2008
el endeudamiento
del sistema
“Italia” ha
crecido del 200%
al 300% del PIB,
es decir, un
50%. Todo esto
para sostener
una tasa de
crecimiento que
prescindía
completamente de
los nacimientos
y del
crecimiento de
la población.
Pero fue aún
peor en los
Estados Unidos,
cargados también
por exigencias
de presupuesto
militar. En los
últimos 10 años,
desde 1998 hasta
2008, el peso
del
endeudamiento de
las familias
americanas sobre
el PIB pasó del
68% al 96%, es
decir, 28 puntos
porcentuales. 28
dividido entre
diez hace 2,8 al
año de
crecimiento
debido
completamente a
la tasa de
endeudamiento de
las familias: es
decir, las
familias, para
sostener los
consumos y el
crecimiento
económico del
PIB se han
endeudado hasta
un nivel
insostenible.
Las familias se
han encontrado
siendo ellas
subsidiarias del
Estado, en lugar
de lo contrario.
Las familias se
han endeudado
durante muchos
años, han visto
derrumbarse el
valor de sus
inversiones, han
visto caer el
valor de la casa
que habían
comprado, han
visto
derrumbarse el
valor de su
fondo de
pensiones, y
todo esto
endeudándose
para mantener en
pie casi el
75-80% del
producto
interior bruto
americano. ¿Y
todo esto por
qué? Porque no
se tenían hijos
o no se dejaban
nacer
suficientes;
está claro, y lo
sabemos todos,
que la tasa de
crecimiento
americano de la
natalidad era
levemente
superior, pero
ello se debía
mucho también al
proceso de
inmigración
latino-americana,
que no ha sido
suficiente para
compensar las
exigencias del
PIB americano.
En
conclusión: hace
muchos años
pensábamos que
no teniendo
hijos nos
habríamos
convertido en
más ricos,
habríamos estado
mejor. Ha
sucedido
exactamente lo
contrario: no
teniendo hijos,
nos hemos
convertido en
más pobres y
estaremos mal
durante mucho
tiempo si no
conseguimos
desinflar este
sistema de
endeudamiento y
si no volvemos a
dejar nacer al
menos a los
niños
concebidos.
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Ettore Gotti Tedeschi es presidente del IOR (Istituto Opere Religiose).