TIEMPO DURANTE EL AÑO
VIGESIMOSEGUNDA SEMANA
MARTES
Año par
El hombre puramente natural
no valora lo que viene del Espíritu de Dios.
El hombre espiritual todo lo juzga
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto
2, 10b-16
Hermanos:
El Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios. ¿Quién puede conocer
lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera,
nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que
reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado. Nosotros no hablamos de
estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje
que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las
realidades del Espíritu.
El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una
locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del
Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado
por nadie. Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor, para poder
enseñarle? Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 144, 8-14
R. El Señor es justo en todos sus caminos.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre. R.
El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados. R.
ALELUIA Lc 7, 16
Aleluia.
Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros
y Dios ha visitado a su Pueblo.
Aleluia.
EVANGELIO
Sé quién eres: el Santo de Dios
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 31-37