22 de julio
Santa María Magdalena
Fiesta
Encontré al amado de mi alma
Lectura del Cantar de los cantares 3, 1-4a
Así habla la esposa:
En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma.
¡Lo busqué y no lo encontré!
Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?»
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.
Palabra de Dios.
O bien:
Ya no conocemos a Cristo con criterios puramente humanos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto
5, 14-17
Hermanos:
El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.
Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquel que murió
y resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si
conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 62, 2-6.8-9
R. ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor!
Señor, Tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios. R.
Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene, R.
ALELUIA
Aleluia.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino?
He visto el sepulcro del Cristo viviente
y la gloria del Señor resucitado.
Aleluia.
EVANGELIO
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
20, 1-2.11-18
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio
que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos
ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el
cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»
María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has
puesto y yo iré a buscarlo.»
Jesús le dijo: «¡María!»
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»
Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a
mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes".»
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras.
Palabra del Señor.